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crónicas del siglo pasado

 


junio 1911 los hombres y las máquinas roen el continente abriendo el "Corte Gallard" dificultad técnica que no pudo superar el Conde de Lesseps

El canal de Panamá

 


Revistero

 


 




 

 

Cuando el 15 de agosto de 1914 el barco de vapor Ancón atravesaba —inaugurándolo— el recién construido canal de Panamá, una larga etapa de luchas se cerraba para dar comienzo a otra larga etapa de luchas, que parece finalizar en nuestros días.
La historia se abre en 1513 cuando el descubridor del océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa, confirma la existencia del istmo de Panamá.
A partir de ese momento comenzó a circular en la mente de los hombres la idea de abrir un canal que por su ubicación estratégica fuese "una excelente comunicación entre el mar del presente (océano Atlántico) y el del futuro (océano Pacífico)", según señalara Simón Bolívar.
Fueron los franceses los primeros en abordar la dramática tarea de construir una ruta interoceánica. Panamá era entonces una provincia colombiana. Fernando de Lesseps quiere en 1880 reeditar en Panamá el éxito obtenido con su trabajo en el canal de Suez, crea la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá, con un sustento de 300 millones de francos en acciones suscriptas. Colombia le entrega la concesión (participando de las acciones) y, en 1882, ese cordón de tierra conoce por primera vez el sabor de la dinamita, en el paso de Culebra. Francia y los EE.UU. se mantenían en silencio, un silencio con distintos contenidos. Después que los millones invertidos en la empresa y miles de vidas humanas fueron devorados por la ferocidad de la naturaleza tropical —hostil a los cuerpos extraños— con sus enfermedades (malaria, fiebre amarilla), las dificultades tecnológicas y accidentes geográficos invencibles hicieron desistir a la empresa de proseguir con el proyecto.
Mientras tanto, paralelamente, los EE.UU. desde 1845 —época en que arreciaba la fiebre del oro a raíz de los descubrimientos realizados en California— estaban empeñados en la construcción de un ferrocarril (que quedó realizado en 1855) y habían negociado con el presidente colombiano Tomás Cipriano de Mosquera, que garantizaban la neutralidad y el libre tránsito por el istmo.
Pero ya la idea de un canal interoceánico ocupaba el interés de casi todas las naciones en juego, incluso Gran Bretaña. Norteamérica decidió enfrentar la única dificultad que trababa la prosecución de las obras inconclusas: el contrato firmado entre Colombia y Francia en 1878.
La Compañía Francesa del Canal era representada por un joven ingeniero, Phillipe Bunau-Varilla, combativo, enérgico y sutil diplomático, quien convenció al presidente Teodoro Roosevelt de que abandone la idea de construir un canal en Nicaragua. Hábilmente, el ingeniero francés obtiene la representación colombiana a través del embajador Tomás Herran y lleva a cabo un tratado que entrega a Estados Unidos el arriendo centenario de la zona en cuestión.
El senado colombiano se opone indignado, rechazando por unanimidad el documento. Bunau-Varilla recurrió a su maquiavélica y genial imaginación, que en contacto con la imaginación de Roosevelt entró en rápida combustión: el francés convenció al americano de que la provincia de Panamá estaba madura como para intentar su independencia, a través de una revolución, y que en ese caso Panamá no se opondría al tratado.
El 3 de noviembre de 1903 la provincia de Panamá declara su independencia, con el apoyo logístico de dos buques norteamericanos en la costa. Dos días más tarde Estados Unidos la reconocen como nación. Bunau-Varilla, ministro plenipotenciario en representación del nuevo país, viaja a Norteamérica y negocia con el secretario de Estado, Sr. Hay, un tratado en nombre de Panamá. Los términos eran los mismos que los propuestos a Colombia, sólo que en vez de cien años la duración del nuevo pacto era a perpetuidad. Se disponía de una franja de 16 kilómetros de ancho y 80 kilómetros de largo. Se establecía que los Estados Unidos tendrían allí todo el derecho, poder y autoridad, como si fuesen en el lugar soberanos. El tratado fue ratificado en 1904, año en que se iniciaron las obras, no sin antes haber eliminado el más peligroso enemigo de cuanta empresa intentó el proyecto: el mosquito anopheles, temible portador del paludismo. Más de cuatro mil fumigadores logran erradicar la epidemia.
El canal fue concluido diez años después: una joya de la ingeniería moderna, consistente en un complicado sistema de esclusas hidráulicas, diques y lagos artificiales.
Por supuesto que el pueblo panameño considera desde el principio como un robo el tratado suscripto por un francés, que no los representaba, y un gobierno extranjero que reconocía públicamente en las palabras de su presidente, el big stick (El Gran Garrote) Teodoro Roosevelt: "I took Panamá" (Yo tomé Panamá).
Desde 1915 hasta 1970 cruzaron el canal 434.080 barcos, que desplegaron 2.053 millones de toneladas largas de carga y pagaron por peajes 1.748 millones de dólares. En la actualidad, la entrada es de más de 110 millones de dólares y Panamá percibe 1 millón novecientos. Hay 14 bases militares norteamericanas, y la zona (1.230 kms.) es sólo un campamento limpio, con jardines cuidados, donde viven 45.000 ciudadanos norteamericanos privilegiados, que pagan menos impuestos, bajos alquileres, libres de impuestos aduaneros para conseguir cualquier mercadería.
El presidente Omar Torrijos fue tajante en esta cuestión: "El año dos mil es sagrado", como para señalar un irreversible límite a la estadía yanqui. Las negociaciones concluidas con la firma de los nuevos tratados del canal han sido consideradas por Kissinger como "el inicio de una nueva era en la historia hemisférica."

revista siete días ilustrados
septiembre de 1977