Cuba
El caso del economista ausente

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Pudo haber sido una oración fúnebre, pero pudo haber sido también la farsa mejor montada en la historia de Cuba. Era una ceremonia pública, en la que Fidel Castro leyó la carta con la que Ernesto Guevara le renuncia a todos sus cargos y hasta a su nacionalidad cubana. A un costado, la mujer del Che (Adelaida March, su segunda esposa) asistía de luto, silenciosa y compungida, a esa promulgada despedida de un político a la vida pública.
Nada probaba que el texto fuera auténtico, excepto quizás el estilo y la insinuación entrelineas sobre antiguas discrepancias: "Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y revolucionario". O más abajo: "Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra revolución y lo sigo estando", como si sugiriera que en cuestiones de política interna hubieran existido discrepancias entre él y Fidel.
Y nada probaba tampoco la necesidad de la ceremonia. Si la carta estaba realmente fechada el 19 de abril de 1965, como Castro declaró, faltaba por lo menos una explicación de esta lectura pública, seis meses después, en la que Fidel no se molestó en aclarar dónde puede estar realmente Guevara, durante octubre de 1965. Para un hombre que ha proclamado siempre la extrema franqueza frente a su pueblo, esta reticencia de Fidel se perfilaba como una broma trágica. Porque desde la lectura para adelante, buena parte del pueblo cubano habría de preguntarse lo mismo que se han preguntado diplomáticos y periodistas en todo el mundo: por qué, cuándo y dónde desapareció Guevara. En otros países y regímenes un hombre público cae del poder y alguien explica algo. En cambio, las revoluciones devoran, sin muchas cautelas, a sus propios hijos, como lo han demostrado Francia desde 1789, Rusia desde 1917, Cuba con la repentina sustitución de su Presidente Urrutia a los siete meses del triunfo y luego con la desaparición del líder militar Camilo Cienfuegos, en un presunto accidente aéreo de 1959.
Guevara era un hombre muy importante. Argentino (nació en Rosario, 1928), hijo del arquitecto Ernesto Rafael Guevara Lynch, el dato subraya que no fue, ciertamente, por una pasión patriótica sino por una vocación de rebelde internacional que llegaría a abrazar, luego, la causa cubana de Fidel Castro y a desembarcar con sus guerrilleros en la Playa de la Colorada, el 5 de diciembre de 1956 como prólogo a los que serían dos años de combate en la Sierra Maestra.
El mismo Guevara ha contado con fervor aquellas hazañas bélicas (en Relatos de la guerra revolucionaria), y hasta su compatriota Julio Cortázar ha repetido la narración del desembarco en un cuento magistral, apenas ficticio (Reunión, 1963) que describe la pasión del combatiente con tanta precisión como la hazaña física. Antes de Cuba, Guevara se había recibido de médico (en Buenos Aires, 1953) y paseado su impulso antiimperialista por Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica y la Guatemala de Arbenz, hacia 1954.
Desde que conoció a Fidel, no habría de cambiar de causa. En la Sierra Maestra fue médico, guerrero, recitador de Neruda, organizador de una milicia que llegó a agrupar 350.000 campesinos y obreros. Después del triunfo ofreció, rápidamente, sus servicios en una asamblea de jefes, cuando Fidel pidió entre sus colaboradores a un economista (Guevara contó luego, risueñamente, haber entendido que Fidel pedía un "comunista") y así llegó a ser el presidente del Banco Nacional (1959-61) y más tarde el Ministro de Industrias, sin dejar su barba ni su uniforme de miliciano.
El poder le hizo viajar, para procurar arreglos económicos y para emitir, en sonoras proclamas, su convicción de que los oprimidos debían rebelarse contra los poderosos. En agosto deb1961 estuvo en Montevideo, Buenos Aires y Rio ( Una condecoración a Guevara, colocada en Brasil, fue invocada entre las causas que coadyuvaron en la renuncia del Presidente brasileño Janio Quadros (agosto 1961). La entrevista Guevara-Frondizi se sumó a las causas que aceleraron el derrocamiento del presidente argentino (marzo 1962)), como pasos accesorios
a su eufórica actuación en Punta del Este, durante la reunión cosmopolita del Consejo Interamericano Económico Social (CIES). Después fue a Ginebra para una conferencia económica de las Naciones Unidas, a Moscú, a Nueva York para la asamblea de la UN, a Argelia, a París, a El Cairo, a Pekín, otra vez a Moscú. Hizo discursos, concedió entrevistas, procuró apoyo económico, quiso conseguir el petróleo argelino.
El 15 de marzo de 1965, después de tres meses de vueltas por el mundo, fue recibido en el aeropuerto de La Habana por una delegación que encabezaba Fidel Castro. El 19 de mayo, su madre, Celia de la Serna de Guevara Lynch, murió en Buenos Aires, pero sus familiares no pudieron obtener comunicación con el Che en Cuba, ni supieron si sus mensajes habrían sido recibidos por él. En esos dos meses, Guevara había desaparecido de la circulación y el Ministerio de Industrias pasaba a ser dirigido por su segundo Arturo Guzmán, y en seguida por José Domenech.
Desde junio hasta setiembre, los cables comenzaron a hacerse eco de los más contradictorios rumores sobre su persona, desde la lacónica afirmación de Joaquín Hernández Arias, Embajador cubano en México, según la cual (hacia junio 11) Guevara estaba "sano y salvo en Cuba". Más imaginativos parecían los otros datos, que lo ubicaban con guerrillas clandestinas (en Perú, en Colombia, en Venezuela) o con las fuerzas de Caamaño en Santo Domingo. Una variante de esta última teoría es que Guevara habría muerto peleando en la República Dominicana, hacia el 3 ó 4 de mayo, y que su cadáver habría sido incinerado; esta interpretación aparece pronosticada en su carta ("Si me llega la hora definitiva bajo otros cielos") y refrendada por el general adversario, Antonio Imbert Barrera, aunque sin ofrecer ningún elemento adicional de juicio. Y aunque es claramente imposible elegir una teoría verdadera con los escasos pormenores disponibles, la disyuntiva se reduce a estas fórmulas:
• Está sano y salvo en Cuba. Es la teoría improbable, porque convierte en una farsa la ceremonia de Fidel, el 3 de octubre.
• Ha sido purgado por el régimen. Esto aparece sugerido por constancias de que Guevara se inclinaba hacia el comunismo de Pekín más que hacia el de Moscú, lo que podría comprometer el apoyo económico de la Unión Soviética a Cuba, especialmente cuando el Ministro formulaba declaraciones públicas en el exterior. La hipótesis se subdivide luego en la expulsión, la prisión o el ajusticiamiento de Guevara, a gusto del consumidor.
• Está colaborando con guerrillas de Perú, Colombia, Venezuela y aun la Argentina, por haber creído ya suficiente su labor dentro de Cuba. Esta teoría se apoya en líneas de su carta, en varias frases ambiguas y maliciosas de Fidel, en el carácter del propio Guevara. Su presencia en Perú fue informada, sin confirmación, por presuntos guerrilleros comunistas, detenidos el miércoles 6 en Tucumán por la policía argentina.
Cualquiera sea el caso, no deja de ser misterioso que Fidel Castro dé pocas explicaciones sobre Guevara y que aun esas pocas sean ofrecidas seis meses después de una carta de despedida. Quizás haya en eso un pérfido humor, porque, simultáneamente, Fidel hacía cosas más importantes. Disolvió el Partido Unido de la Revolución Socialista, que ahora está sustituido por el Partido Comunista de Cuba. Cerró los diarios Revolución y Hoy, sustituyéndolos por el nuevo periódico Gramma (nombre de la embarcación en que los fidelistas llegaron a Cuba en 1956). Y formuló la extraordinaria oferta de que viajen de Cuba a Estados Unidos, sin cargo alguno, todos los cubanos que quieran hacerlo. Esta liberación de presuntos opositores y disconformes fue rápidamente aceptada por el Presidente Lyndon Johnson, quien ya pidió doce millones de dólares al Congreso para atender tan vasta operación. Aunque Johnson sugirió que la Cruz Roja Internacional se ocupara de las gestiones pertinentes, Castro rechazó la fórmula y se atuvo a un trato en el que sólo operarán ambos gobiernos y el de Suiza, como intermediario.
Se calcula que desde 1959 a 1965 son ya 270.000 los cubanos que prefirieron radicarse en los Estados Unidos. Con la nueva ley liberal de inmigración, que Johnson firmó al pie de la estatua de la Libertad, y con la oferta de Fidel Castro, esa cifra aumentará en un porcentaje todavía imponderable. Desde hace muchos años, Nueva York era la mayor ciudad italiana y la mayor ciudad portorriqueña; es probable que llegue a ser también la mayor ciudad cubana del mundo. Si el Che Guevara viviera silenciosamente allí, nadie se daría cuenta. 
PRIMERA PLANA-Pagina 26
12 de octubre de 1965