Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

 


Scott Fiztgerald

 


Revistero

 


 


Gregory Peck interpreta a Scott Fiztgerald en uno de sus furiosos ataques de melancolía exasperado por el alcoholismo intenta suicidarse; no sin esfuerzo la periodista consigue 
arrebatarle el revólver


La actriz Deborah Kerr y la periodista mundana Sheila Graham durante el rodaje 
de la película





 

 

A FINES de noviembre de 1940, un hombre todavía joven tuvo un ataque cardíaco en una cigarrería de Hollywood. Algunos días más tarde, el mismo mal lo atacó en el umbral de un teatro. Un tercer ataque, el 21 de diciembre, terminó con él. Pocos se dieron cuenta. A los ojos de Hollywood no había sido más que un escritor fracasado y un motivo permanente de escándalo: su esposa hacía años que se hallaba recluida en un manicomio y él mismo entraba y salía a cada momento de clínicas dedicadas a corregir a alcoholistas. Alguien recordó que en otros tiempos había sido célebre, pero ya no era más nadie. Hacía tres años que vivaqueaba al margen del cine: había comenzado a trabajar en el guión de "Lo que el viento se llevó", pero pronto prescindieron de él; había escrito el guión de una novela de Remarque, "Tres camaradas", pero el productor Manckiewicz lo había rechazado, rehaciéndolo; había preparado una película para Shirley Temple, pero la niña-prodigio exigía para sí escritores más famosos; Joan Crawford, conociendo su mala reputación e ignorando su pasado, le había dicho un día, con un tono encantador de reproche: "¡Trabaje duro!"
Ese hombre era Francis Scott Fitzgerald, uno de los más grandes escritores norteamericanos del siglo. Hoy, a veinte años de su oscura muerte, Hollywood ha comprendido, por fin, que había dado hospitalidad a un genio (hospitalidad interesada y amarguísima) y le dedica una película. Es muy difícil, por un conjunto de razones, que tal película pueda exponer dignamente la figura extraordinaria y trágica de Fiztgerald; pero, de todos modos, podemos considerar la iniciativa como señal de buena disposición.
Es imposible contar en pocas palabras la existencia realmente única del escritor norteamericano. Muchos de nuestros lectores la conocen, porque Fiztgerald ha sido redescubierto. Fiztgerald nació en 1896 en St. Paul, Minnesota, en el seno de un hogar acomodado. Su madre era de origen irlandés, su padre un hidalgo del "romántico Sur". Concurrió a establecimientos educacionales distinguidos por las clases acaudaladas y luego a la universidad de Princeton. Fué llamado bajo banderas en 1917, pero no enviado a Europa a combatir. Por aquellos años conoció a la hija de un juez: era una jovencita de 17 años, llamada Zelda, bellísima, rara, sedienta de vida. Pocos años después se convertiría en una de las heroínas típicas de la "edad del jazz". Fitzgerald se casó con Zelda en abril de 1920, pocos días después de la aparición de una novela que, de un día para el otro, lo había convertido en el escritor más discutido y popular de los Estados Unidos: "De este lado del Paraíso". Se vendieron 20.000 ejemplares en una sola semana.
El éxito literario de Fiztgerald no duró más de diez años, durante los cuales él conoció los halagos de la popularidad y derrochó con Zelda sumas fabulosas (el cine le ofrecía, en 1925, 60.000 dólares por la adaptación de una novela suya; por un cuento corto le pagaban 2.000; el dinero caía sobre él desde todas partes, pero nunca le alcanzaba). La aventura que el matrimonio vivió, viajando continuamente por el mundo pero particularmente por Europa, casi siempre con su única hija, es al mismo tiempo fabulosa, tierna, apasionada y trágica. Jóvenes y encantadores los dos, vivían como los personajes de los "Relatos de la edad del jazz", que Fiztgerald escribía: una especie de nueva y dorada bohemia, que los consumió rápidamente. El padeció por aquellos años las primeras embestidas del alcoholismo y de la tuberculosis; ella del alcoholismo y de la locura. Cuando el "derrumbe de Wall Street" los sorprendió en Europa, Zelda estaba por internarse por primera vez en una clínica psiquiátrica y Francis ya había soportado los primeros fracasos. Era el final.
Siguen años afanosos. Se siguen amando tiernamente (Fiztgerald no volverá a amar nunca más a ninguna otra mujer), pero ambos
se precipitan cada vez más hacia abajo, y también la vida en común se hace ya difícil. Francis está trabajando en su obra maestra, "Tierna es la noche", que no tendrá éxito. La situación económica es desesperante. El está afectado de tuberculosis, agravada por el alcohol; ella se interna en 1934 en un manicomio prácticamente para siempre (morirá en 1948, quemada en el incendio de la clínica). Cuando, en 1937, Fitzgerald va a Hollywood, es un hombre terminado, olvidado, por mas que la industria cinematográfica sigue todavía dispuesta a tenderle una mano. La "Metro" le ofrece un contrato por 18 meses, con una retribución de miles de dólares semanales (él debe 40.000 dólares, tiene una hija de 17 años y la esposa internada en una clínica psiquiátrica). Fracasa como coordinador de escenas, escandaliza a los puritanos de Hollywood con sus intemperancias y, sin que trascienda, comienza a escribir una obra maestra desgraciadamente interrumpida por la muerte: la novela "The last Tycoon" (El último magnate).
En esa novela, por más que sólo nos hayan llegado cinco capítulos y el comienzo del sexto, Fitzgerald dibuja el retrato más verdadero, más apasionado y más poético del mundo cinematográfico que jamás se haya descripto: no una acusación contra un ambiente que empero estaba matando al escritor, sino un esfuerzo por comprenderlo e incluso amarlo. El protagonista de la novela es un productor cinematográfico (inspirado en la figura de Irving Thalberg, el genio precoz de la industria, muerto por aquella época a la edad de 37 años) y a su lado hay una mujer. El protagonista es viudo y se enamora dé esta mujer porque se parece vagamente a su esposa muerta: se parece, pero no es igual, porque —así lo declara el propio protagonista— "nadie habría podido ser como ella". Todo esto pertenecía a la realidad: la esposa muerta era Zelda, y la mujer que se le parecía como una reproducción de calidad inferior era una periodista que Fitzgerald había conocido precisamente en 1937 y de la que había hecho su amante: Sheila Graham, conocida hoy en día como una de las más poderosas "comadres" de Hollywood.
Después de la muerte del escritor la Graham contó esta aventura suya en un libro de memorias: poco más que un chisme, del que, de todos modos, resulta que del poeta infeliz no había comprendido mucho (del hombre, tal vez, un poco más). De ese libro se ha condensado el argumento de la película a la que nos referimos y de la que publicamos algunas fotografías. El título del film es "Beloved Infidel". Habrá que esperar que se pase la película para saber si se habla de "un querido infiel" o de "una adorada infiel".
revista vea y lea
02-1960