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crónicas del siglo pasado

 

INFORME A FRANCO
El Conde de Motrico, hombre de las misiones secretas del Generalísimo, estuvo en París los días de la Juventud versus De Gaulle. En 5.000 palabras, rigurosamente secretas, comentó y juzgó los dramáticos episodios. Saca conclusiones tremendas. Habla del estupor y del miedo de la sociedad burguesa. Cuenta que Cohn Bendit, hijo de padres judío-alemanes, era el novio de la hija de Peyrefitte, ministro de Educación de Francia a la hora de la gran revuelta.
¡Un documento único!...


Revistero

 


 

 

 

 

 

Me hallaba yo en París en breve visita privada en la tarde del día 6 de mayo pasado. Era lunes y seguía con interés las noticias que la prensa cotidiana contenía, sobre la rebelión estudiantil. Quise adquirir en cierta librería universitaria que frecuenté durante los años de mi Embajada en Francia algunos volúmenes recién aparecidos. El taxista que me oyó la dirección se negó en redondo a llevarme al lugar. "Es el punto neurálgico de la insurrección callejera. No debo llevarle". Y como yo le insistiese sobre la liviandad del motín escolar —el "monomio" como allí es llamado el que se produce anualmente en razón al final de curso me replicó seriamente: "Esta vez no estamos ante una rebelión universitaria, sino ante una revolución que comienza".
Confieso mi sorpresa ante ese lenguaje que me pareció desproporcionado. Aproveché mis últimas horas de estancia parisina para visitar amigos franceses que me orientaran sobre lo que estaba en curso. Recogí muchos datos. Más tarde recibí de diversas fuentes amplia y variada información. Los sucesos se agravaron y pasaron al primer plano nacional e internacional. Una grave crisis agitó al país entero, al gobierno, y al régimen. El Presidente, de regreso de Rumania, estuvo al borde de renunciar a su investidura. Finalmente y tras un mal conocido episodio castrense, disolvió la Asamblea y convocó a elecciones. La aventura francesa quedó después oscurecida en la trepidante sucesión de dramas que encierra la vida contemporánea, con la tragedia de Los Ángeles y el oleaje de emotividad que el segundo asesinato de un Kennedy produjo en el mundo entero. Sin embargo, los hechos están ahí, bien cerca, en el país vecino, la gran democracia de Occidente que dio forma y nombre a varias revoluciones en menos de un siglo: 1789, 1830, 1848, 1871. Y dentro de la polvareda que levantó esta revuelta última que todavía no se ha sedimentado, pueden ya adivinarse algunos ejes de coherencia que, a mi juicio, resultan particularmente interesantes. No trato aquí de presentaros un panorama completo ni de acertar en el diagnóstico general y menos aún en el pronóstico inmediato. Mi ambición se limita a ofreceros un esbozo, un apunte precario y posiblemente prematuro, del "accidente sociológico" ocurrido en Francia entre marzo y Junio de 1968 y de analizar someramente sus principales implicaciones. Es decir lo que significa en el contexto específicamente francés. Y lo que cabe augurar del gaullismo y de la V República por él levantada. Comencemos, pues cronológicamente, el relato de esta pequeña historia.

1. — LA REVUELTA UNIVERSITARIA.
LA REVOLUCIÓN DE MARZO
En Nanterre, suburbio de París, habitado en su mayoría —en condiciones lamentables— por trabajadores españoles, portugueses y argelinos, empieza este proceso. Existe allí una Facultad universitaria en la que las condiciones de trabajo, la escasez de locales, la rigidez administrativa y el paternalismo profesoral eran más o menos las mismas del resto de las Universidades francesas. Un pequeño núcleo juvenil de ideas revolucionarias, dirigido por Cohn-Bendit, consigue hacer en torno a sus atrevidas tesis la unidad estudiantil. ¿Quién es Cohn-Bendit? Un típico producto de la sociedad de la post-guerra. Sus padres, judíos alemanes escapan de la persecución de Hitler y se establecen en Francia. Pasa el temporal de la ocupación y de la guerra y el joven Cohn-Bendit que ha nacido en el país de refugio —y tiene por consiguiente la ciudadanía francesa de nacimiento— se reintegra a la Alemania occidental. Allí recibe como todos los refugiados que retornan, la ciudadanía germana que el gobierno de Bonn concede a los proscriptos. Es un hombre con dos pasaportes, que vive a caballo entre Berlín y París. Pequeño, fuerte, rubio casi rojizo, de físico insignificante, habla infladamente y su retórica es a la ves revolucionaria y directa. Usa el francés y el alemán indistintamente. Es culto, estudioso y brillante en sus tesis y escritos escolares. Sus profesores tienen de él, alto concepto intelectual. No es como se le ha querido presentar ni un hampón, ni un degenerado, ni un adicto a las drogas. Es ni más, ni menos, un joven estudiante revolucionario. Para mayor picante que no podía faltar en una historia "gauloise", su novia era la hija de Pierrefitte, el entonces ministro de Educación del gobierno De Gaulle.
¿Dónde y cuándo empieza la revuelta estudiantil? Probablemente en el campus de Berkeley, en California, donde en 1962 una cuestión disciplinaria provoca disturbios en cadena y una profunda revuelta escolar. Allí surge por primera vea la idea del "student power" o poder estudiantil, reconocimiento sociológico del hecho primordial de la demografía contemporánea. La irrupción de la juventud en masa en la sociedad de nuestro tiempo y la trascendencia numérica que los universitarios representan en el conjunto social de Berkeley pasa la onda a Berlín y a la Universidad alemana. De allí a Holanda, Gran Bretaña, Italia, y en tenue medida a Francia. Los chispazos estudiantiles son de diverso alcance y gravedad, pero en ningún caso se ha contagiado allí la revuelta al resto del cuerpo social. La rebelión universitaria está más o menos inspirada en la ideología de Marcuse, en el repudio de la sociedad capitalista, en la lucha contra la burocracia y la tecnocracia, en la rebeldía contra el paternalismo, en una ideología todavía vaga y confusa que los estudiantes alemanes tratan de formular. En esta Academia hemos escuchado hace pocos meses un lúcido comentario de nuestro compañero Millán Puelles sobre el tema, con motivo de la traducción al castellano de cierta obra que se ocupaba del asunto.
Pero volvamos a Nanterre. Allí se produce el primer choque el 22 de marzo. La Facultad entera es ocupada por los estudiantes que la declaran Universidad Libre. El gobierno Pompidou considera que es un simple caso de orden publico. La Policía y la Guardia republicana de Seguridad asalta la Facultad y expulsa a los estudiantes, deteniendo a muchos de ellos, e hiriendo a bastantes más. El ministro declara el asunto terminado, y Nanterre es clausurada, a los pocos días. Es el error inicial. La masa juvenil de Nanterre se corre a la Sorbona. Allí comienza el proceso de fermentación revolucionaria a cargo de los expulsadas de Nanterre. El clima está preparado, y el 3 de mayo, la Sorbona estalla. Es una revuelta profunda y extensa en que unas pocas ideas, una acción fulgurante y una hábil estrategia callejera, arrastran veinte, treinta, cincuenta, mil estudiantes a la lucha. El Gobierno reacciona con los contraataques y la ocupación de la Sorbona. Hay cientos de heridos de una y otra parte, el barrio Latino. El Gobierno clausura la Sorbona. Es el último error. La masa estudiantil, diez días después, ocupa la Sorbona. Ocurre este hecho el 13 de mayo. Diez años antes, día por día, unos generales se sublevaron en Argelia contra el gobierno de la V República y entregaron el poder a De Gaulle.
La ocupación de la Sorbona es el episodio culminante del proceso revolucionario estudiantil. Los jóvenes se dan cuenta de su fuerza, de su éxito. Toman conciencia de su logro y forman con los profesores, en su inmensa mayoría, un frente universitario unido que declara la Universidad libre, autónoma, critica, abierta y autogestionada. El proceso se extiende a todas las Facultades universitarias de Francia que van siendo gradualmente ocupadas por alumnos y profesores, así como los Liceos y las Escuelas especiales. El Gobierno vacila ante la magnitud de los hechos y promete reformas sustanciales. Pero el proceso dialéctico de la subversión sigue adelante y se propaga esta vez al movimiento obrero. Entramos en la revolución de mayo.




2. —LA REVUELTA LABORAL. LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Entre el 13 de mayo, toma de la Sorbona y el 18 de mayo, comienzo de la huelga general, se produce una resonancia formidable del suceso universitario hacia la clase trabajadora. ¿Por qué tiene lugar esta resonancia? ¿Cómo es posible que en la Francia de los salarios altos, del Mercado Común, de la tecnocracia del desarrollo, las tres grandes centrales sindicales, la CGT, comunista, y las otras dos, la cristiana y la socialista, se vean de la noche a la mañana desbordadas en su disciplina interna, desobedecidas en sus mandos y arrastradas en la vorágine del torbellino revolucionario que parte no de los sectores políticos, ni de los sindicales, sino de los grupos revolucionarios de la Universidad? Pues lo imposible se produce. El 18 de mayo, la huelga es total, absoluta, en toda Francia. La capital se paraliza del todo, servicios públicos y funcionarios públicos, incluidos.
Nueve millones de franceses se declaran en huelga absoluta por contagio de la rebelión estudiantil. El hecho es tan asombroso que el Gobierno, los partidos y los sindicatos guardan silencio hasta el 21 de mayo. Y se comprende. La base, el apoyo fundamental de los partidos y sindicatos de izquierda se ha rebelado. Los trabajadores de toda condición toman parte en el movimiento subversivo que ningún partido y menos que ninguno, el comunista, habían preparado. "Fue —escribe un comentarista— como si el país se hubiese vuelto apolítico, de repente, y al mismo tiempo, revolucionario". Era una huelga sin gritos, sin nombre, sin vivas a favor de un líder. Era como un terremoto. El 23 de mayo el orden social se deshacía a ojos vistas. De Gaulle ausente en Rumania fue llamado urgentemente. Su primera reacción fue torpe y equivocada. Creyó que con proponer el "referéndum" consabido e ignorar desdeñoso a la juventud "le chienlit", todo se evaporaría. Pero la respuesta fue unánime en los huelguistas. No habría referéndum. Ni siquiera había imprenta que tirase los papeles necesarios. De Gaulle advertido del error dio marcha atrás para reflexionar. El 26 y 27 de mayo pensó seriamente en abandonar el Poder. Redactó un documento con carácter secreto que entregó a su hombre de confianza, Bernard Tricot, secretario general del Elíseo, para que lo entregara a la Prensa y a los medios de difusión al primer aviso suyo. Era —se supone— su mensaje de despedida. Y el día 29 de mayo, cuando ya la izquierda de los partidos, envalentonada con la noticia, planeaba un gobierno provisional marchó aparentemente a Colombey, más en realidad, a entrevistarse con las fuerzas del Ejército. Pero suspendamos aquí la historia para analizar, antes de proseguirla, lo ocurrido en la revolución de mayo.
Por primera vez, un movimiento estudiantil arrastra a la clase trabajadora a la huelga general. Por primera vez, en una sociedad desarrollada de Occidente, de alto nivel industrializado, se produce una ola de fondo social que amenaza con derribar el sistema. En un breve análisis, podemos observar que el movimiento estudiantil que ocupa la Soborna y las Universidades de Francia declarándolas universidades libres y autónomas, crea en cada Facultad, en cada hospital, en cada laboratorio, en cada departamento, un consejo de autogestión que toma el mando, para la revisión del programa universitario y científico a base de libertad crítica y gestión autónoma. Este ejemplo y el lenguaje en que se formula prenden rápidamente en la clase obrera, en la que la vieja idea revolucionaria que parecía abandonada por las centrales sindicales, de "ocupación de las fábricas" y "autogestión" por consejos de trabajadores, prende rápidamente. Así se van ocupando por los trabajadores, no sólo fábricas y talleres, sino oficinas, bancos, comercios, hoteles, sedes de transporte, teatros, cines y, finalmente, los servicios de radio y televisión del Estado. Es una subversión total en la que toman parte la inmensa mayoría de los empleados y trabajadores intelectuales, ingenieros, economistas, escritores, periodistas, actores, es decir, también la "inteligencia" consideraba como grupo sociológico.
Las centrales sindicales, hostiles al movimiento, se oponen primero, pero ceden después, ante la irresistible avalancha que se les viene encima. Manipulan entonces, a gran velocidad, para situarse al frente de la huelga y darle un carácter de reivindicación salarial altísima con objeto de no ser desbordados por la base que ocupa revolucionariamente, fábricas y oficinas. La clase obrera acepta la reivindicación como ventaja temporal a conseguir, para mejorar su situación en el contexto social vigente, y falta de recursos sindicales, se inclina poco a poco por la negociación y la vuelta al trabajo. Pero, junto a la vertiente reivindicativa salarial que el gobierno Pompidou concede apresuradamente en términos sorprendentes, el famoso protocolo de Grenello, sigue latiendo la dramática gesta revolucionaria que ha contagiado a todos, al comprobar la extensión, la potencia y la unanimidad del movimiento laboral.
¿Cuáles son las enseñanzas que se derivan de este episodio? Por de pronto que la condición de los trabajadores franceses que se suponían insertos en el orden pocial vigente con sus partidos y sindicatos marxistas defensores de sus reivindicaciones tienen una conciencia revolucionaria que desborda en la base, las posiciones aburguesadas y conformistas del aparato político y sindical del partido comunista y del partido socialista. Pero sobre este importante punto volveré, al exponer las conclusiones generales.


3. —EL EPISODIO MILITAR
Dejamos al presidente De Gaulle redactando su secreto mensaje de despedida ante un país en subversión que rechazaba abiertamente la fórmula usual del referéndum. Eran los días 26 y 27 de mayo. París en huelga total, se encontraba, de hecho, sin gobierno. Los rumores de dimisión del Presidente corrían —con algún fundamento— como hemos visto. La Federación de Izquierdas y el partido comunista que hasta entonces habían guardado silencio ante la crisis, trataron de sacar ventaja de la situación. Mitterrand, Mollet, Waldeck Rochet, proclamaron la necesidad de que De Gaulle dimitiera, para superar la crisis. Mendes-France, el más sagaz de todos los políticos de la izquierda francesa —un "general sin tropas" se le ha llamado— se ofreció para presidir el gobierno provisional que habría de formarse con objeto de recoger el hipotético poder dimisionario. De Gaulle guardó silencio. Ese silencio que es, según sus palabras, "el mejor aliado del hombre de acción". En la mañana del 29 suspendía el Consejo de Ministros para reflexionar en su retiro. Tomó el helicóptero y se trasladó al cuartel general de Taverny en las afueras de París, donde tiene su puesto de mando la "force de frappe", el dispositivo estratégico nuclear. Desde allí y con la clave ultrasecreta de comunicaciones militares se puso en contacto con los jefes de unidad. El sondeo, realizado con conocimiento del general Fourquet, jefe del Estado Mayor era aproximadamente éste: ¿Apoyaría el Ejército al Presidente si éste tuviera que actuar con plenos poderes, para hacer frente a una insurrección armada contra el Poder legal?
Terminada la consulta quiso refrendarla en diálogo directo con algunos jefes. En "Caravelle" se trasladó a Baden-Baden, donde los dos jefes de división acorazada que forman el núcleo de la fuerza francesa en Alemania escucharon sus preguntas. De allí marchó a Mulhouse, en cuyo cuartel general, su yerno, el general Alain de Boissieu, jefe de la VII División había reunido en un almuerzo, a una docena de sus compañeros entre los cuales, Jacques de Massu, el jefe de las fuerzas francesas en Alemania y co-autor del golpe de Argelia, diez años antes.
¿Cuál fue la respuesta del Ejército? Parece claro que su sentido general fue más o menos éste: "Las Fuerzas Armadas no están dispuestas a disparar contra los estudiantes que ocupan la Sorbona o contra los obreros que ocupan las fábricas. Pero si el partido comunista se prepara al asalto del Poder, por la insurrección armada, el Ejército intervendría para defender el orden republicano". Respuesta prudente y suficiente, juzgó De Gaulle. ¿No fue él quien escribió en 1932, en "Le fil de l'epée" estas palabras aplicables al caso?
"El Ejército —escribía el entonces comandante De Gaulle— acuerda con mala gana a los poderes públicos una adhesión sin reservas. Disciplinado por naturaleza, obedece, pero esta subordinación no es alegre y los testimonios van más a la función que a la persona. Sopla en las filas bajo todos los regímenes, un espíritu de independencia que se traduce al exterior en una habitual frialdad de las actitudes ..."
Y añade: "En esta ausencia de simpatía recíproca entre el soldado y el político, no es necesariamente inconveniente. Un cierto equilibrio de tendencias es necesario en los Estados y hay que aprobar secretamente que los hombres que los dirigen y los que manejan su fuerza, se mantengan entre sí a una prudente distancia". La prudente distancia había esta vez resultado para él respaldo suficiente.
Vuelve el Presidente a París y deja que las indiscreciones periodísticas inflen lo necesario la consulta militar, hasta llegar al bulo de que las divisiones acorazadas del Rhin venían sobre París. La burguesía respira. De Gaulle se dirige al país: "No abandonaré el Poder. Tengo un mandato del pueblo. Hay peligro de una dictadura totalitaria. El comunismo nos amenaza. La Asamblea queda disuelta. En el plazo de veinte días se convocan elecciones generales".
Una gran manifestación popular apoya el discurso del Presidente. Antiguos combatientes, gaullistas de izquierda y derecha, burgueses, algunos trabajadores, clase media, mucho elemento femenino, llenan la avenida de los Campos Elíseos para desagraviar al soldado desconocido, profanado días antes por otra inmensa multitud —igualmente numerosa— que enarbolaba banderas rojas y banderas negras, porque la vieja enseña del anarquismo revolucionario que apareció en Lyon y en Reims, en 1831, a la caída de Carlos X ha surgido otra vez como emblema subversivo en universidades y fábricas.
De Gaulle pasa a la fase táctica de la operación política: ganar las elecciones. Modifica el Gobierno. Pacta rápidamente con las centrales sindicales a base de conceder alzas y mejoras extraordinarias. Consigue la gradual normalización del trabajo. Y plantea su campaña a base del conocido argumento: gaullismo o comunismo. Yo o el caos. La Federación de Izquierdas y el partido comunista aceptan el envite, acusando a De Gaulle de coaccionar con la amenaza militar, la decisión electoral. ¿Qué pasaría, en efecto, si De Gaulle pierde las las elecciones? ¿Entregaría el Poder a los vencedores? ¿Y si gana por un margen escaso? ¿Invocaría el artículo 16? ¿Gobernaría por plenos poderes? Interrogantes que no podemos analizar aquí y ahora. Pero si queremos señalar este hecho insólito y decisivo: Una común solidaridad une en estos momentos al gaullismo y a su antagonista electoral, la Federación de Izquierdas y el partido comunista: la de continuar el juego político de la V República. Paradójicamente, los dos aparatos partidistas, los de la derecha y los de la izquierda tienen un enemigo y un peligro: el de una sociedad en fermentación que quiere saltar por encima de los viejos cuadros y abrir el paso a una revolución profunda que rompa el mosaico cristalizado de las formas rígidas que el gaullismo, en sus diez años de Poder, parecía haber consolidado.


4. —EL PORVENIR DEL GAULLISMO
¿Cuál es el porvenir del gaullismo? ¿Cuál es el mañana de la V República? ¿Qué se ofrece a la larga como perspectiva del post-gaullismo?
"El «después de De Gaulle» ha empezado ya", escribía André Fontaine, el fino comentarista de "Le Monde". "La etapa que se inició en 1958 con la rebelión de los generales en Argelia ha dado en si cuanto podía. El ejercicio de poder personal, del general De Gaulle y la brillante exhibición de su indiscutible talento y de sus excepcionales dotes de mando toca a su fin".
De Gaulle fue llamado al poder en 1958, por el Ejército con el apoyo mayoritario de la población a la que la tragedia de la guerra de Argelia había sumido en la angustia y en la desesperación. Comprendió bien pronto que la única salida de aquel drama era el abandono, la descolonización y la independencia y pasando por encima de quienes lo habían traído al Gobierno, terminó la guerra con sentido realista. La izquierda -incluido el partido comunista- le apoyó en el empeño descolonizador. El General emprendió seguidamente su doble política, de independencia externa y de conservatismo interior. Aquella, basada en el nuevo contexto creado por el gradual deshielo de la guerra fría que le hizo aprovechar el margen de maniobra que le ofrecía el lento, pero implacable desmoronamiento de los dos bloques, el americano y el ruso. Y así pudo jugar la carta de la independencia francesa frente a Norteamérica, en el problema del Vietnam y en las relaciones con Pekín; los contactos graduales y crecientes con los países del Este; los viajes a Moscú. Extremo Oriente, Canadá e Hispanoamérica con criterio propio; el ataque al dólar; la negativa a la Gran Bretaña en sus aspiraciones comunitarias; la creación de una faena nuclear reducida, pero independiente; la retirada, de hecho, de la Alianza Atlántica. Política de hábil jugador de ventaja, realizada con escasas cartas, de la que la izquierda interior, no podía apenas protestar, ni disentir, porque coincidía con su programa en notable medida.
Y a cambio de ser "izquierda" en su vertiente exterior, su política interna era la de la tecnocracia del desarrollo; la de los burócratas del "fin de las ideologías", la de un conservatismo de reformas sociales, con franco sólido; reservas oro, "establishement" y patronato, satisfechos, y monsieur Pompidou, antiguo gerente de la Banca Rothschild, de cabeza visible del Gobierno. Entendía De Gaulle que este equilibrio externo-interno podía permitirle, ir tirando, con las dos mitades en que Francia, electoralmente, se divide, la marxista y la conservadora. Y mal que bien, fue marchando asi, hasta el momento presente.
El esquema era teóricamente válido, pero cada vez, más irreal. Una Francia nueva, juvenil, insatisfecha, se levantaba por doquier contra el mito gaullista, especie de Padre eterno, de la "Francia de papá", que durante diez años, en brillante monólogo, ganaba referendums, convocaba conferencias de prensa, fabricaba bombas atómicas, recibía jefes de Estado, viajaba por el mundo y desdeñaba profundamente a políticos, partidos, periódicos y Parlamento. Y por supuesto a la juventud. Y el país entero no le llamaba ahora, como en las dos ocasiones anteriores —1941-1958—, Por el contrario, el país joven - es decir, la mayoría— se alzaba contra él.
El gaullismo no fue al problema de fondo que Francia necesitaba. A la reforma visceral de la estructura industrial, económica y técnica que los tiempos competitivos exigían. A la modificación de la empresa. Al cambio total de la Universidad. Al diálogo con los trabajadores que después de 200 años de revolución francesa, siguen anclados rígidamente en el bajo fondo de los estamentos sociales sin perspectivas reales de promoción y progreso. Mientras el gaullismo olvidaba ese inmenso problema, la izquierda oficial se instalaba en el orden legal que le permitía ejercer una tolerada y previsible tarea reivindicatoría. Pero al margen de ambos, la dinámica social por sus mil caminos y focos de tensión ocultos, avanzaba en todos los frentes hasta la inundación del 22 de mayo.
¿El gaullismo habrá comprendido la lección? El General, probablemente, sí. Los que le siguen, probablemente, no.
En su última alocución, De Gaulle, habló de la profunda mutación que una gran parte de la sociedad quería. De las reformas totales necesarias en la Universidad, en la empresa y en el sindicato; de la "participación" como tarea de la nueva sociedad. Es decir, de todo lo que la revolución de mayo oscuramente anticipaba. ¿Sería capaz De Gaulle, vencedor en las elecciones, de ir al encuentro de esos sectores juveniles revolucionarios para hacerse a su manera, el abanderado de esas ideas y saltar por encima de la izquierda tradicional? Deseos no le faltarían. Pero creo sinceramente que la ola de la campaña electoral misma, le obligará a tomar posiciones, mucho más nacionalistas y conservadoras, mucho más "veille France" que puedan dar un respiro y una cierta etapa de estabilidad, aunque sea breve, al régimen, si bien el país esté ya dinamizado en otra dirección, para el porvenir.

5. —RESUMEN Y CONCLUSIONES
Quiero sintetizar en unas conclusiones, el resumen de esta breve impresión general. Pido excusas por lo incompleto del cuadro en aras de la importancia del tema:
I) La revolución de mayo ha sido como un aldabonazo que anuncia en Francia un verdadero proceso revolucionario en marcha. Por vez primera, desde la postguerra, una democracia industrial del Occidente libre, en plena prosperidad económica, se contagia de una rebeldía universitaria y paraliza durante varias semanas la vida entera de la nación.
II) La subversión Juvenil ocupa las Universidades y las convierte en unidades independientes, en islotes revolucionarios. El profesorado se suma en su gran mayoría a la acción estudiantil. Se crean los consejos internos de autogestión. Para comprender bien el alcance de este suceso bastará señalar que hoy martes, once de Junio, siguen ocupadas —y regidas— todas las Facultades Universitarias de Francia por los consejos de autogestión. En Medicina, por ejemplo, se ha redactado ya un plan completo de reforma de la enseñanza médica y de la investigación científica que se pondrá en marcha seguidamente, basado en la autonomía, la autogestión, la libertad y la ausencia de todo paternalismo de cátedra. En Derecho, Ciencias, Filosofía e Ingeniería, funcionan sistemas análogos. Hay que señalar que la UNEF —asociación mayoritaria de estudiantes de predominio comunista—, no es la que dirige esta situación, sino que recomendó vivamente la negociación, con el Gobierno del mismo modo que lo hizo su homologa la CGT sindical.
III) La clase obrera ha demostrado que la base, pese a la acción reivindicatoria de las centrales sindicales que tratan de obtener ventajas y mejoras dentro del contexto social vigente, guarda intactas sus energías revolucionarias para lograr el cambio completo del orden social. La ocupación de fábricas y la formación de consejos de empresa, con la participación de técnicos y empleados, significa que el dinamismo de la clase trabajadora, no está contenido dentro de los cauces actuales de la sociedad tecnológica de Occidente, sino que busca activamente otros caminos y formulaciones distintos. "Tienen los obreros francés conciencia de vencidos en la lucha social", escribió en un agudo resumen, el sociólogo Edgar Morin.
IV) La revolución de mayo, en su doble vertiente universitaria y obrera, tiene reacciones comunes, aunque todavía no formule sus programas, de modo concreto. Es enemiga del "paternalismo" en la cátedra y del "patronalismo" en la fábrica. Reniega de la tecnocracia y de la burocracia. Se opone al centralismo estatal, asfixiante. Es una tendencia que oscila entre el socialismo liberal y el comunismo libertario, acaso en la línea del llamado "socialismo difícil" del sociólogo austriaco André Gorz. Se opone al culto personalista, a la autoridad tradicional, a los partidos políticos, al nacionalismo burgués y a la guerra nuclear. A la Rusia comunista y a la Norteamérica capitalista.
V) La juventud ha demostrado la creciente importancia que su peso demográfico representa en la sociedad contemporánea. La Universidad como ámbito operativo de la juventud intelectualizada y politizada ha jugado un papel relevante en el proceso. La toma de la Sorbona, en 1968, es "mutatis mutandis", como la toma de la Bastilla, en 1789, la conquista de un reducto que simbolizaba la vieja Universidad napoleónica, rígida, autoritaria, distante, paternalista, en la que no cabía ya una población estudiantil que había doblado su asistencia en menos de siete años. La lucha de generaciones se convirtió en lucha de mentalidades y al final, en lucha de clases.
VI) La entrada, en masa, de los trabajadores intelectuales en el proceso revolucionario es otro fenómeno interesante. Su participación activa en los sucesos de mayo no sólo en la Universidad sino en las profesiones liberales y artísticas, demuestra la hondura de la rebeldía latente en una sociedad, ante las estructuras oficiales que la gobiernan.
VII) La reacción de la sociedad burguesa y conservadora ha sido de asombro, estupor y miedo. La sociedad tradicional, se viene abajo poco a poco en Europa erosionada por muchos factores entre los cuales cabe citar el avance tecnológico, la concentración urbana, y el Individualismo, la decadencia del nacionalismo, y la interioridad de las creencias que ya no proporcionan cimiento público de religiosidad a la defensa del orden establecido. No hay, sino, recordar la cautelosa y discretísima actitud de la jerarquía católica francesa ante la revolución de mayo. Un conocido escritor alemán ha llamado a esta tenue consistencia de la sociedad francesa, ante el seísmo que la azotaba, "gesellschaft ohne gemeinschaft": una sociedad sin espíritu de comunidad.
VIII) La desaparición gradual de la guerra fría y el contacto creciente entre Estados Unidos y Rusia, hace que los bloques respectivos se vayan agrietando. Francia hizo, por ello, una política independiente, y del otro lado la hicieron Rumania primero, y Checoeslovaquia, después. Esa independencia tiene naturalmente un limite que impone la exigencia estratégica de los pactos de Varsovia y del Atlántico, o si se quiere del Pentágono y del Kremlin. Pero salvado ese principio, el proceso de desintegración de los bloques está en marcha y será difícil pararlo. Ello permite mayor margen de maniobra a los procesos reformistas o revolucionarios que brotan del dinamismo de la sociedad y que tendrán signo más liberalizador en el Este y más socializante en el Oeste. Por ello cabe predecir que la revolución de mayo, aunque parezca diluirse ahora en la lucha electoral y en las efemérides del post-gaullismo, tendrá una amplia repercusión en toda Europa, incluida la del Este, y que sus síntomas visibles pueden ya verse en Italia donde el impacto de París ha roto la coalición centro - izquierda. Han de pasar meses y años hasta que pueda calibrarse el verdadero alcance de este proceso que se inicia en París. Pero yo me atrevo a pronosticar, a la vista de lo ocurrido, que será importante y tendrá su sitio en la historia social de la Europa y del mundo de fines del siglo XX.
IX) El proceso tecnológico seguirá avanzando en el mundo porque es una exigencia de la producción y promueve el bienestar de los más. Pero la burocratización y el automatismo que proporciona la sociedad de consumo despierta y desencadena episodios y actitudes de violenta reacción. El hombre se levanta contra lo inhumano; contra el maquinismo excesivo; contra su distancia y su alineación de los centros de decisión colectiva. Quiere estar más cerca, participar, ser responsable, humanizar la enseñanza, el trabajo, la política, la información. Esta es la profunda tendencia que late en la revolución de Francia la de un socialismo difícil, humanista y liberal, aunque se haya disfrazado, como ocurre en todas las revoluciones, de mil nombres, cien colores y cincuenta grupos distintos que parecían encabezarla, y que volverán cuando la riada vaya encontrando su cauce a su condición de corpúsculos menores de equivoca y escasa significación. Palpita en las acciones de esta revolución incipiente, la libertad, como tema central de perenne vigencia en las luchas políticas de nuestro tiempo. Y refleja, señores Académicos, una vez más, que las ideas, o si se quiere las ideologías, lejos de estar muertas en la sociedad tecnocrática, siguen manteniendo el rango primordial entre los factores determinantes que condicionan la acción del hombre en sus tareas individuales y colectivas dentro de la comunidad a la que pertenece. 

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El autor de este Informe reservado, José María Areliza y Martínez Rodes, conde de Motrico, es una especie de Averell Harriman español, un eficiente ministro sin cartera. Para los argentinos no resulta un nombre desconocido: fue embalador español en la Argentina desde 1947 hasta 1949 en que volvió a España tras un incidente con Eva Perón. Inmediatamente después de eso —a mediados de 1950— se hablaba de que una de las principales embajadas españolas vacantes quedaría a su cargo; también muchos se empeñaban en señalar su inminente posible ingreso como miembro del gobierno de su país. No era la primera vez que eso sucedería: en 1940 durante el así llamado Gobierno de la Victoria, fue nominado Director General de la Industria, del ministerio homónimo. Al año siguiente su libro Reivindicación Española le valió el premio Francisco Franco. Posiblemente muchos discutan temáticamente esa obra, pero lo innegable —está demostrado en el informe que aquí se publica, además— es la exquisitez, la elegancia del estilo del Conde de Motrico. Hacia 1954, cuando el asunto Gibraltar quemaba, el nombre del Conde comenzó a circular insistentemente como mediador por su país; al mismo tiempo había logrado llegar a buen puerto con la nacionalización de los establecimientos de la General Electric, convirtiéndola en una empresa con mayoría española.
Hoy, el Conde Motrico es uno de los más conspicuos miembros de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, un puesto para el que lo habilita largamente su colaboración en el Instituto de Estudios Políticos, sus cátedras, sus conferencias. Nació en Bilbao en 1909 y hoy —a los 59 años— es, no cabe duda, un talento lúcido y un analista Implacable como lo demuestra cada exhaustivo informe, un documento imprescindible.

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09/1968