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EL EXPLORADOR DEL ALMA
La herencia de Carl Gustav Jung, el fundador de la psicología analítica, se halla reunida en un gran archivo que contiene las interpretaciones de 100.000 sueños, otras tantas guias para la comprensión en profundidad de la psiquis.

Por FRANCO PIERINI

Revista Vea y Lea
1961

 

 

 

 

"Desde tan lejos es difícil hacerse entender"
Ya nació la leyenda: se dice que éstas fueron las últimas palabras de Carl Gustav Jung, quizá el más grande de los exploradores del alma que haya tenido el siglo XX. Si no ha sido el más grande, quedará sin duda como el más aventurero, pues ninguno ha ido tan lejos como él. Siempre fue su problema hacerse entender desde tan lejos. Hoy todo el mundo utiliza palabras que Jung inventó, como "complejo", "introvertido" y "extrovertido", pero en sesenta años de actuación él ha explorado territorios tan misteriosos que pocos han podido seguirlo.
La psiquiatría debe tener en cuenta todas las experiencias del hombre, decía Jung, desde las más concretas hasta las más evanescentes. Sobre la más evanescente de todas las experiencias humanas, los sueños, Jung ha trabajado durante toda su vida para edificar gran parte de su doctrina psicológica, una construcción cuya arquitectura resulta compleja y majestuosa como la de una catedral. Desde lo alto, la mirada se extiende hacia lejanías infinitas y sobre abismos pavorosos que dejan abierto el camino hacia hipótesis desconcertantes en torno a la naturaleza del hombre y de su alma. ¿Cualquier psiquis humana forma parte de una gran alma cósmica, de una especie de reserva psíquica del mundo, de la que se nos proporcionan las formas fundamentales del inconsciente? Jung no era un hombre de hipótesis, de modo que no dio respuesta a ese interrogante que, sin embargo, se halla implícito en sus descubrimientos.

EL MUSEO DE LOS SUEÑOS
Ante todo, Jung era un explorador. Los mapas de que se valió son conservados religiosamente en Zurich en un lugar que es algo así como un museo, el museo de los sueños. Algunos pocos estudiosos lo frecuentan y recorren el camino que el "mago", el "hechicero de Küsnacht" ha tragado. Al igual que los planos más seguros, los análisis y las interpretaciones de los sueños del hombre compilados por Jung conducen exactamente adonde se quiere llegar. Constituyen su herencia realmente singular, es decir, él primer paso importante, quizá, hacia un concepto totalmente nuevo del mundo y de la vida en las huellas de remotísimas verdades primordiales que se remontan al caos y a la creación. No todo resulta fácilmente accesible en el museo de los sueños. Algunas cosas sin duda, pueden considerarse francamente secretas, animadas como están por un extraño hechizo. Entrar en ese museo, aun a los que carecen de preparación especial, expone al pavor del descubrimiento de un mundo fabuloso y sin límites imaginables.
—Se ha dicho que hay un millón. En realidad, sólo son 100.000 los sueños que Jung y sus alumnos han analizado e interpretado. Pero son suficientes. Prácticamente se encuentran entre ellos todos los tipos de sueños que puede tener un hombre.
El doctor Franz Rilkin es el presidente del Instituto C. G. Jung de Zurich y el hombre que tiene las llaves de todos los cajones en que se hallan reunidos y clasificados los sueños estudiados según las teorías junguianas. A simple vista, los cajones resultan poco impresionantes, con su aspecto de cosa intermedia entre el fichero y la colección de facturas de una firma comercial cualquiera.
—También los sueños pueden ponerse en orden alfabético. Mire usted: Aaler (águila), Zwitter (hermafrodita). Es muy sencillo — dice el doctor Rilkin—. Es cuestión de símbolos.

AYUDAR AL HOMBRE A VIVIR EN PAZ CON SU MENTE
Si bien en los detalles no todo resulta tan sencillo como parecería, muy claro, en cambio, es el objetivo del trabajo de Jung y de sus alumnos. Se trata de ayudar al hombre a vivir en paz con su mente.
El lo había logrado. A los 86 años ha muerto serenamente, en paz consigo mismo con los demás y con Dios. También con Dios, por lo menos como Jung lo entendía. Aquel viernes por la tarde, el pastor protestante de Küsnacht celebró el rito fúnebre para ese hombre, que más que cualquier otro había indagado en la significación de la religiosidad en la historia de sus semejantes.
—No fue una crisis cardíaca, sino simplemente que su corazón dejó de latir —cuenta Aniela Jaffe, su secretaria.
Hasta abril había trabajado como siempre, lúcidamente activo y con su pipa eternamente en la boca. Como siempre, se ocupaba de religiones, mitos, yoga, fábulas populares, alquimia, astrología, ritos primitivos, filosofías esotéricas, budismo zen, percepciones extrasensoriales, magia medieval y diseños cavernícolas del hombre prehistórico. Por ello, algunos adversarios decían que Jung ya no era un psiquiatra sino un místico. El siempre había rechazado la acusación, pues su objetivo seguía siendo la salud de la mente humana. Algunas semanas antes de su fallecimiento, poco a poco había sido presa de un gran cansancio. Luego de una breve estada en una clínica, regresó a su hermosa casa sobre el lago. No volvió a levantarse más de su lecho. Se había vuelto silencioso y quieto, él que siempre había sido sumamente dinámico y comunicativo.
Forma parte de la historia del pensamiento humano el episodio de su primer encuentro personal con Sigmund Freud, el maestro. Ambos charlaron a razón de trece horas diarias durante muchos días consecutivos. ¿Habrá vuelto Jung a vivir en sus últimos días el largo camino recorrido desde aquel histórico encuentro en el lejano año 1907? ¿Y la historia de su ruptura con Freud, cuando le dijo sus famosas palabras: "El cerebro no puede ser solamente un apéndice de las glándulas genitales"? ¿Y sus investigaciones en el inconsciente colectivo que lo alejaron siempre más de Freud en demanda de la que había de ser la gran exploración de su vida: la interpretación de los sueños a través de los símbolos?

HABÍA LLEGADO AL PUNTO FINAL DE SUS INVESTIGACIONES
No sabremos en qué pensaba exactamente Carl Gustav Jung en sus últimos días hasta que Aniela Jaffe, que lo protegió con suma severidad durante su vida, haya terminado de escribir su biografía. El doctor Rilkin y la doctora Jacobi, que figuraban entre sus alumnos predilectos, dicen que hasta el último momento había tratado de concluir sus investigaciones sobre los símbolos en la vida del hombre.
—Símbolos no sólo del sueño sino de la vida real —dice Rilkin—. Había llegado al punto final. Todo cuanto hacemos en la vida es símbolo de algo que llevamos en lo profundo del inconsciente. Luego de haber indagado en todos los sentidos el misterioso territorio del sueño, estaba llegando a la conclusión realista: ¿quiénes somos, pues, nosotros los hombres?
Pero el punto de partida, son siempre los sueños y las fantasías inconscientes recogidas, clasificadas, analizadas en todos sus detalles y documentadas con esbozos y diseños de los que las habían tenido en la mente, por un instante o por largo tiempo. Ahora un joven psicólogo del Instituto Jung se halla reordenando los análisis de 100.000 confesiones. Se llama Rudolf Michel. Trabaja en un desván del Instituto colmado de cajas de cartón en que se hallan encerrados documentos tan singulares como los sueños. Todo eso se ve, se puede tocar y hasta leer en parte, pero ¿cuál es la técnica para hacer funcionar esa máquina? ¿Adonde se llega leyendo los sueños?
—Cuando Carl Gustav Jung comenzó su actividad práctica de médico psicólogo —dice el doctor Michel—, le tocó comprobar continuamente, todos los los días, que los símbolos más antiguos de la historia del hombre y los rituales más primitivos se repetían en los sueños de los hombres del siglo XX y hasta en individuos que no podían de ninguna manera tener conocimiento de ellos. ¿Qué sabe un campesino de las montañas suizas de antiguas simbologías orientales o egipcias? Y bueno, hasta los campesinos suizos tienen a veces los mismos sueños que tuvieron hombres que vivieron hace miles de años a orillas del Ganges o del Nilo. Imágenes idénticas a las expresadas por el arte más antiguo se volvían a encontrar en la descripción de esos sueños. Así nació en la mente de Jung la idea de un inconsciente colectivo, de toda la humanidad, que es anterior a la evolución de la parte consciente de la mente y se repite en cada hombre con imágenes especiales que él llamó arquetipos.

CUANDO EL CONSCIENTE OFENDE A LOS ARQUITEPOS. . .
Dice Jung en uno de sus libros: "El arquetipo es una "presencia eterna" y el problema sólo consiste en si la conciencia lo percibe o no'". El doctor Michel explica:
—Cuando en un sueño se encuentran símbolos y mitos que pueden hacer individualizar a un arquetipo, se trata de establecer en qué relación está la parte consciente del individuo con ese profundo órgano del alma. Muchas neurosis del hombre moderno nacen de ofensas que la parte consciente ha causado a los arquetipos. Entonces éstos reaccionan desde el inconsciente perturbando el equilibrio psíquico del hombre. La curación se logra ayudando al paciente a individualizar los símbolos de su propio inconsciente.
¿Cuándo hay ofensa a los arquetipos? Responde Jung, desde lo alto de su experiencia: "He curado a muchos cientos de personas y entre las que tenían más de 35 años no he visto a una sola cuyos problemas, en último análisis, no se redujeran a querer encontrar un significado religioso de la vida". 
Para ilustrar nuestra exposición, he aquí un caso que puede dar una idea de las diferencias existentes entre el psicoanálisis de Freud y la psicología analítica de Jung, cuando se trata de interpretar lo que está sucediendo en el alma de un hombre. Un hombre de negocios importante y próspero solicita ayuda al psicólgo de la escuela junguiana. A los 51 años se le ha declarado una neurosis en forma de fobia contra los viajes en tren y en avión, con manifestaciones de ansiedad irreprimible y de vértigos. Un psicoanalista freudiano lo haría recostar en el sofá y lo dejaría hablar libremente, sobre todo en torno a su infancia, con la intención de descubrir algún traumatismo que explicase los vértigos o cualquier stress (tensión) emotivo reprimido que aclarase el sentido de la ansiedad

DOS INDIVIDUOS IGUALES EN PRESENCIA
El analista junguiano no utiliza el diván, pero se sienta frente al paciente, con un simbolismo que representa el encuentro de dos individualidades iguales. El médico junguiano se interesa sobre todo en el presente y en el futuro. Resulta ante todo que el hombre de negocios ha trabajado duramente por un lapso de muchos años. Ahora de su inconsciente surgen síntomas que lo obligan a detener sus actividades. Inconscientemente debe de desear reducir su ritmo de trabajo. Para conocer los motivos de ese anhelo, al paciente se le pide que hable de sus negocios y de sus viajes. Al cabo de algunas sesiones, el hombre narra un sueño que ha tenido:
"Estoy sentado en un carro lleno de heno que voy conduciendo a la granja. Pero cuando estoy a punto de pasar por la puerta de la granja me doy cuenta de que estoy tan alto que me golpeo la cabeza en el dintel y caigo. Despierto aterrorizado por la sensación del vacío".
Para los freudianos, la granja con su puerta constituye un claro símbolo de femineidad. El sueño representaría una tendencia al retorno al seno materno, pero ya que esto tiene un significado incestuoso oculto, esa tendencia contiene un autocastigo. De ahí la neurosis.
El analista junguiano, por su parte, se atiene más al pie de la letra en su interpretación del sueño. Luego de examinarlo repetidamente en el cuadro conjunto de la vida del hombre de negocios, sugiere esta explicación: el paciente ha cargado demasiado el carro de su existencia, más allá de sus capacidades. Como resultado del exceso, la neurosis. El sueño es una tentativa del inconsciente para advertir a la parte consciente de la mente que la actividad del hombre ha sido exagerada para su edad.
"En una neurosis está siempre el alma de una persona —ha escrito Jung— o por lo menos una parte considerable de la misma. Si una neurosis pudiese eliminarse al igual que un diente cariado, el paciente no ganaría nada y perdería algo. El individuo debe elegir su camino conscientemente y con una decisión moral consciente". Pero ¿dónde están en ese sueño del hombre de negocios los arquetipos y la proyección del inconsciente colectivo?
—No siempre se presentan —dice la doctora Jacobi—. Muchas veces los sueños pertenecen a los llamados "residuos de la jornada" o manifestaciones del inconsciente superficial. Por lo demás, cuando los símbolos de los arquetipos aparecen en un sueño, resultan a menudo fuera de foco y difíciles de recordar, aunque surgen precisamente de lo más hondo del alma. Por ejemplo, en la llamada serie del "femenino", que está bien clasificada, suele comenzar el sueño con la aparición de la madre real, bien identificada en todos los detalles y con su preciso significado de madre. Luego esa imagen se profundiza y se expande como símbolo de la mujer en todas sus variaciones, como compañera del otro sexo en general. Cuando esa imagen sube de una capa aún más profunda, adquiere ya rasgos mitológicos y se vuelve hada o dragón, hasta que en el último material de experiencia colectiva genéricamente humana, es una gruta oscura, es el Averno, es el mar, y el significado puede ampliarse también al extremo, convirtiéndose en una mitad de la creación, el caos, la oscuridad, el elemento de la concepción en general. Y la doctora Jacobi continúa diciendo:
—Esos símbolos del inconsciente en los sueños parecen ilustrar una especie de "mitología individual" que tiene muy estrechas analogías con las figuras típicas de todas las mitologías, leyendas y fábulas. Según Jung, hay que admitir que esos símbolos corresponden a ciertos elementos estructurales colectivos (y no personales) de la psiquis humana y hereditarios como las formas del cuerpo. Los símbolos pueden indicar los más diversos contenidos. La trayectoria del Sol, para el primitivo, puede simbolizar el concreto desarrollo de los hechos naturales externos y, para el hombre moderno, puede representar un desarrollo análogo, otro tanto regular, en su mundo interior. El símbolo "renacimiento" representa siempre la idea primordial de la transformación del alma, trátese de un rito de iniciación primitivo, del bautismo en su muy antiguo significado cristiano o de la correspondiente imagen en el sueño de un hombre moderno. Sólo el camino por el que se alcanza ese renacimiento es distinto según la situación consciente, histórica e individual. Los símbolos son hechos. No somos nosotros quienes soñamos, dice Jung, sino que somos soñados. Los símbolos aparecen todas las noches, pero probablemente existen en lo profundo de nuestra mente también durante el día, es decir que es posible que la actividad del sueño continúe, salvo que nosotros no la percibamos. Entre los herederos de Jung se advierte mucha resistencia a hablar en términos precisos del significado que la escuela junguiana ha atribuido a los distintos símbolos. Probablemente nunca estará al alcance de todos ningún verdadero y auténtico diccionario de los símbolos de los sueños, pues resulta demasiado ardua y compleja la interpretación de cada imagen. El doctor Rilkin, a quien, por su prestigio, podría considerarse quizá como el heredero del gran mago de Rüsnacht, ve en una publicación indiscriminada de ese género hasta un grave peligro por los temores que algunos símbolos podrían crear entre los no iniciados.

POR QUE ROMPIÓ CON FREUD
Entre otros hay un símbolo que siempre atrajo a Jung, durante toda su vida, y es el del "mAndala", que en sánscrito significa círculo mágico y del que los orientales se valen como de un auxilio para el pensamiento contemplativo. Se trata de una forma circular, que puede ser dibujo o escultura, dividida en cuatro o múltiplos de cuatro. El número cuatro se encuentra a menudo en sus sueños y de varias maneras. Explica la doctora Jacobi:
—Según Jung la difusión universal y el significado mágico de la cruz o del círculo dividido en cuatro se explican con el carácter de arquetipo que tiene la cuadruplicidad. También el número tres es un símblo importante. En efecto, en la religión cristiana ha sido siempre considerado la figuración del puro espíritu abstracto. Pero el número cuatro resulta aun más importante para el alma del hombre, porque con el cuarto miembro el espíritu puro adquiere su corporeidad y se vuelve creador.
Comentando la pasión de Jung por los "mandala", dice la doctora Jacobi:
—No es por casualidad que en la simbolística de casi todas las civilizaciones los números impares son símbolos de masculinidad y los números pares, de femineidad. Jung los había encontrado en la India, en África, en América, en las representaciones cristianas medievales, con el Cristo en el centro y los cuatro evangelistas en los puntos cardinales, y la misma figura le volvía bajo forma de dibujos que personas totalmente ignorantes de ese símbolo trazaban para describir sus sueños.
Fue precisamente a causa de las investigaciones de Jung en terrenos como ése que se partió y se rompió su asociación con Freud. El inventor del psicoanálisis consideraba al joven Jung como su "hijo y heredero", pero en 1912, cuando ya había comenzado la tensión entre ambos, Freud escribía: "Estoy más que nunca convencido de que Jung es el hombre del futuro. Pero sus investigaciones lo han llevado demasiado lejos en el castillo de la mitología, que está tratando de abrir con la llave de las teorías psicoanalíticas. Por más interesante que pueda resultar todo eso, le he advertido a tiempo de que vuelva al estudio de las neurosis".
Pero ya era demasiado tarde para hacer volver a Jung. Un año después, era inevitable y definitiva la ruptura entre los dos más grandes creadores de la psiquiatría. Más tarde, Jung tratará de explicar en términos de arquetipos la diferencia entre él, Freud y Adler, el otro gran pensador del psicoanálisis, también él separado del maestro. A juicio de Jung, el arquetipo dominante de los sueños de Freud era la sexualidad, el de Adler, la voluntad de poder, y el suyo propio, la tetrasomía, es decir, la visión ordenada y unitaria de las cosas según los cuatro puntos cardinales: a la izquierda, lo irracional; a la derecha, lo racional; arriba, el pensamiento; abajo, el sentimiento. Nuevamente un "mandala", el suyo propio.
Mitos y sueños. Ahora que el gran anciano se ha marchado, muchos continuadores de él seguirán trabajando en sus huellas. Sin embargo, también entre los junguianos, al igual que entre los discípulos de Freud y los de Adler, no hay unidad perfecta de ideas en cuanto a lo que vendrá después de la muerte del maestro. Están los ortodoxos, que piensan continuar ocupándose de mitos y sueños, y los progresistas, que querrían trasladar el acento de la escuela de Zurich sobre más amplios problemas de la vida del hombre, incluyendo los problemas de la infancia que Jung ha descuidado porque eran demasiado debatidos por los freudianos. Parece que después de la última visita que le hiciera en su retiro de Küsnacht, uno de sus colaboradores ha dicho:
—El viejo hace adelantos. No hemos hablado solamente de arquetipos, esta vez. Por fin, ha pronunciado la palabra ombligo.
Cierto es que al final Jung se preocupaba por cierta introversión de su movimiento, en el que se estaba verificando una tendencia hacia lo abstruso y la abstracción.

ALGO FUERTE LLAMADO DIOS
En torno a los sueños y mitos resulta casi imposible seguir avanzando. Más allá de ello el viejo no podía continuar su exploración. Rozar el problema de la existencia de Dios es lo máximo que puede pedirse de un psiquiatra de nuestros tiempos. Interpretando sus propios sueños, Jung ha llegado a la convicción de que en época de mayor religiosidad que la nuestra no haría falta ponerse en contacto con el inconsciente, pues la religión proporcionaría sus propios símbolos al hombre. El cristianismo se ha vuelto tan débil, bajo ese aspecto y sobre todo a causa de la reforma protestante, a juicio del protestante Jung, que para la gente sus símbolos ya no significan nada. Por esa razón, siempre según el gran maestro desaparecido, el catolicismo es más eficiente que otras iglesias y se encuentran pocos católicos que tengan necesidad del psicoanálisis.
Una monja de Basilea, en cambio, tuvo necesidad una vez de él. Jung la escuchó narrarle sus sueños monacales y luego la hermana preguntó si el profesor creía en Dios. Jung contestó: "La verdad es que no puedo decir que creo. Pero he experimentado la sensación de estar aferrado a algo más fuerte que yo, algo que la gente llama Dios.