Una década sin Stalin
A diez años de su muerte, sigue siendo el eje sobre el que gira la disputa actual por la supremacía del mundo comunista.

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un montículo de tierra, una modesta lápida, un esmirriado ramillete de flores. Este es el aspecto que ofrece la tumba del todopoderoso jefe del Soviet, a una década de su desaparición.


Lenin y Stalin, 1922. A poco de morir Stalin, se supo que "el padre de la revolución comunista" lo había repudiado por su naturaleza brutal y proclive al abuso del poder. Lenin murió en 1924. Después de algunas expurgaciones, Stalin obtuvo la batuta comunista y la esgrimió férreamente durante 27 años, hasta su muerte


Yalta, 1945, Winston Churchill, Franklin roosevelt y José Stalin. La reunión cumbre, celebrada a la terminación de la guerra, coincidía con la època de mayor esplendor del jefe ruso.

 

El teletipo repiqueteó el mensaje transmitido por Moscú: "Cinco hombres acaban de ser condenados a muerte, en Leningrado, por fabricar ilegalmente y especular con la venta de botones, hojas de afeitar, lapiceras a bolilla y reglas para trazar líneas. A otros cinco complicados en el mismo delito se los condenó a cumplir 15 años en la cárcel". El mensaje moscovita concluyó expresando que el proceso judicial había durado cuatro meses y que en el mismo declararon alrededor de 300 testigos.
DIEZ años después de la muerte de Stalin, cuyo aniversario se cumplió el 5 de marzo último, la vida en la Unión Soviética ha mejorado mucho para el ciudadano común, de acuerdo con la versión que suministra la mayoría de los expertos rusos. El empleo de las patrullas de fusilamiento y otros medios de terror utilizados por el Estado, que tan vehementemente caracterizaron al régimen de Stalin, han decrecido en la década transcurrida desde el día de su desaparición. Su poderosa policía secreta se fue extinguiendo poco a poco hasta desaparecer y la mayor parte de los campos de concentración y de trabajos forzados donde millones y millones de esclavos rusos sufrieron el rigor del poder de Stalin han sido abolidos por Nikita Khrushchev. Los que aún quedan son para alojar a los pocos "enemigos del pueblo".
En la Rusia post-Stalin las nuevas autoridades del Kremlin han adoptado algunas medidas de genuina "liberalización" con los poetas y novelistas. Tal el caso, por ejemplo, de los escritores Yeftushenko y Solzhenistsyn, a quienes el régimen actual les permite expresarse con absoluta libertad sobre los crímenes y errores que cometió el stalinismo en sus casi treinta años de gobierno. Este problema, el del stalinismo, es la verdadera raíz del resquebrajamiento de las relaciones entre Moscú y Peiping. La China de Mao Tse-tung, que respetó y admiró profundamente a Stalin, se mantiene inconmoviblemente fiel a su memoria y a sus métodos, sosteniendo, en cambio, que Khrushchev es sólo "un débil líder del mundo comunista". Mao ha criticado repetidas veces al actual jefe del Kremlin por sus esfuerzos tendientes a lograr un acercamiento con las potencias de Occidente. El amo de la China Roja recuerda y le reprocha sus viejas promesas de "enterrar a los países del Oeste", para, concluir acercándose con una rama de olivos mientras formula dulces promesas de coexistencia pacífica entre los dos mundos que, para la mentalidad china, son decididamente irreconciliables. Cada, vez que la guerra fría comienza a derretirse, Khrushchev se "endurece" de nuevo y lanza estrepitosamente algunos cohetes.
A pesar de que en el reinado del Kremlin cedió un poco la tensión, el gobierno de la Unión Soviética continúa siendo una dictadura y Rusia sigue gobernada por la oligarquía comunista. El mantenimiento de la pena de muerte simboliza la plaga de dificultades económicas y sociales que Khrushchev debe afrontar en el orden interno. La traición, el espionaje, los actos de terrorismo y sabotaje fueron castigados en Rusia, durante muchos años, con la pena de muerte, pero desde mediados de 1961 se la aplica también para castigar con la misma severidad a los que utilizan indebidamente los bienes del Estado, a los que roban, a los que atacan a las autoridades carcelarias o aterrorizan a otros prisioneros, a los que ilegalmente intervienen en transacciones de dinero y a todos aquellos que actúan en el mercado negro afectando la economía del país. La crónica de los fabricantes de botones y lapiceras a bolilla condenados a muerte en Leningrado ilustra vividamente y muestra con qué grave seriedad miran los líderes rojos los delitos cometidos contra la economía nacional.
Con la muerte de Stalin, ocurrida el 1 de marzo de 1953, terminó en la Unión Soviética un gobierno despótico de un solo individuo. Tres años después de la desaparición del ex seminarista de Tiflis comenzó una enérgica campaña oficial de "destalinización". El primer feroz torpedo lo lanzó Khrushchev en una de las reuniones celebradas en febrero de 1956 por el XX Congreso del Partido Comunista. En un largo discurso que duró tres horas y media, Khrushchev atacó duramente los métodos del "viejo zorro georgiano". Lo acusó de haber sido un tirano y de haber hecho derramar mucha sangre inocente en sus casi seis lustros de despótico gobierno. El discurso fue secreto, y aunque jamás se conoció su texto, ni en Rusia ni fuera de ella: su esencia trascendió a todos los rincones del mundo. Khrushchev presentó ilevantables pruebas de horrendos crímenes, de crueles torturas y —lo que seguramente debió conmover más profundamente a los comunistas— demostró también las verdaderas chapucerías en que había incurrido el amo ruso en los rudos tiempos de la guerra. Por supuesto, en su largo discurso no omitió afirmar que el viejo líder había pisoteado los "sagrados" principios de Lenín.
A partir de entonces la campaña contra Stalin se expandió como una ola al través del ancho mundo comunista para deshonrar su memoria allí donde hubiese sido honrada. Pero en la China de Mao Tse-tung y en algunos otros países satélites del gigante ruso la campaña comenzada en el XX Congreso del Partido Comunista tropezó con una verdadera resistencia masiva. Una grieta se había producido ya entre Moscú y Peiping cuando Khrushchev presentó a Mao Tse-tung como un "stalinista dogmático". Téngase en cuenta el sentido peyorativo de la frase, porque de acuerdo con la actual opinión del Kremlin "stalinismo" es una palabra sucia...
La obra de "destalinización" iniciada hace poco más de siete años por Khrushchev continuó en todas partes originando serias discordias entre los partidos comunistas, tanto del Este como del Oeste. Muchos dirigentes rojos siguen riendo fieles a la obra y a los métodos del jefe desaparecido hace diez años y en muchos casos parecen vanos los esfuerzos que en la actualidad realiza el Kremlin para escribir una nueva historia a sus expensas. Las memorias de las víctimas que pagaron con sus vidas las iniquidades del tirano han sido rehabilitadas, y otro tanto le ha ocurrido a los pocos que milagrosamente se salvaron de sus "purgas" incesantes. La ciudad de Stalingrado recobró su primitivo nombre: de nuevo se llama Volvograd. Las principales avenidas y calles rusas que perpetuaban el nombre del hijo del humilde zapatero georgiano, ahora, tienen otras denominaciones y sus fotografías e igualmente incontables estatuas desaparecieron de Rusia como fulminadas por el rayo.
Otro de los puntos culminantes de la tenaz campaña emprendida para arrasar con el culto a la memoria de Stalin consistió en la exhumación de sus restos que reposaban, junto a los de Lenin, en ese santuario que es la severa e imponente cripta levantada en la Plaza Roja de Moscú por la que diariamente desfilan millares de moscovitas, los campesinos y trabajadores del interior y cuanto turista se acerca a Moscú.
La medida fue dispuesta en el mes de octubre de 1961 por el XXII Congreso del Partido Comunista y, por supuesto, no tardó en ser cumplida porque para ciertas cosas los largos y abrumadores trámites de la burocracia no existen. Días después, en efecto, al caer la tarde, del 19 de noviembre, los restos de Stalin fueron silenciosamente retirados de la cripta y sepultados en una modesta tumba de tierra junto a la muralla exterior del Kremlin. Por allí sigue desfilando, inadvertidamente, la legión interminable de turistas y curiosos que visitan la cripta donde descansa Lenin. sin percatarse que en esa humilde tumba reposa el otrora temido (y temible) dictador.
Un nuevo haz esclarecedor que contribuye a arrojar mayor luz sobre la sombría Unión Soviética de Stalin acaba de darlo el diario "Izvestia", órgano del partido comunista que se edita en Moscú. Según la verosímil versión difundida por esa publicación, los tres grandes procesos espectacularmente realizados en plena era staliniana, fueron fraguados. Esas tres grandes "purgas" que en su hora conmovieron a Rusia y al mundo entero comprendió la condena (y consiguiente ejecución) de 16 importantes figuras del partido, entre las que se encontraban Kamenev y Sinoviev, en el transcurso de 1936; al año siguiente el castigo de 17 líderes más y, finalmente, en 1938, la condena de otros 21 dirigentes entre los cuales figuraban Buhkarin y Rykov. Todos ellos se habrían "confesado" culpables de traición y sabotaje en favor Trotsky. Esta reciente, aunque no muy sorprendente revelación de "Izvestia" viene a confirmar los rumores difundidos en Moscú, según los cuales las víctimas de aquellos terribles procesos —entre ellos Buhkarin— habían sido secretamente declaradas inocentes de los crímenes por los cuales se les procesaba.
Las fotografías que ilustran estas páginas muestran momentos culminantes de la vida del dictador rojo, que a diez años de su muerte y siete años después de haber iniciado el Kremlin su vigorosa campaña para desalojarlo de las páginas de la historia, aún, ¡todavía!, continúa siendo una fuerza poderosa en el mundo comunista.
revista Vea y Lea
abril 1963

La muerte de Stalin, ocurrida el 5 de marzo de 1953, constituye un hito en la historia de la revolución comunista. con la pompa de un héroe, su féretro es conducido al mausoleo de la Plaza Roja. Lo transportan -de izquierda a derecha- Shvernik, Kaganovitch, bulganin, Molotov, Vassily Stalin (hijo del dictador) y Malenkov. Del otro lado (extrema derecha) se ve a Lavrenti Beria, que poco después fuera acusado de colaboracionista y fusilado. Moscú, 1952. esta es una de las pocas fotografías en las que aparece Stalin y Mao Tse-tung juntos. El ministro de Relaciones Exteriores soviético, Andrei Vishinsky, firma el trascendental tratado de paz ruso-chino. A la derecha: Georgi Malenkov, que sucedió en el poder a Stalin.