Empeñada en ofrecer la imagen de una persona tenaz,
suficiente y profesionalmente asexuada, Paloma Efron
expone aquí esos desvelos, casi tan arraigados a su
personalidad como los recuerdos de su familia. Varias
horas de diálogo con Dionisia Fontán quizás no hayan
bastado para reflejar con total nitidez cómo es ella; sí,
en cambio, para descubrir las razones de su vigencia, de
su gran predicamento, el porqué de su notoria influencia
en un medio tan veleidoso como la televisión
Quien
pretenda entrevistar a Paloma Efron —una sagitariana
nacida en Basavilbaso, Pueblito de E. Ríos— reconocida como
Blackie— debe resignarse a empeñar todas sus energías
corriendo a su lado, casi sin parar, durante lo que ella
considera una jornada normal de trabajo, algo así como
dieciocho horas. Para esta mujer de cuerpo magro y ágil,
de voz peculiarmente áspera y de apariencia tan
suficiente, disciplina y serenidad son los dos factores
que le permiten dispersarse y a la vez hacer bien lo que
se propone. Aunque es fácil advertir que ella tiene
punch, que inclusive es sulfurosa, el buen trato y la
simpatía forman parte de su manera de ser. De sonrisa
pronta, de común piropeadora y con una natural tendencia a
proteger a quienes la rodean, este singular personaje que
hace cuarenta y tantos años se inició cantando negro -
spirituals, hoy continúa teniendo plena vigencia y una
lucidez para producir éxitos difícilmente parangonable.
Por todo esto, porque apabulla observar su agenda de
actividades, y también por pudor, es que no me atreví a
preguntarle la edad a Blackie; un asunto con el cual ella
—haciendo gala de su sentido del humor— se divierte
bastante. "Mirá, viejita —reflexionó en tanto, saboreaba
una frugal taza de té—, mientras el bocho me funcione yo
me río de los años. ¡Tengo una polenta que ni te cuento!"
Desde siempre entusiasmada con la radio, su programa
Diálogo con Blackie, que se emite por Continental de
lunes a viernes, los mediodías, tiene el mérito de
reflejar con bastante claridad su manera de sentir y
expresarse. Consciente de que a través de este medio es
factible divulgar información a casi todos los rincones
del país, sus Diálogos promueven la intervención de
médicos, psicoanalistas, hombres de letras, artistas. El
año pasado tuvo la feliz idea de reunir en sus audiciones
a un sacerdote, un rabino y un pastor, conjunción de
notable provecho, realmente saludable. Socia fundadora de
Filium (entidad que protege a la niñez), creyó oportuno
ceder al analista Arnaldo Rascovsky gran parte de su
espacio de los miércoles. "Precisamente porque la radio no
es excluyente —enfatiza— y porque la señora que vive en un
pueblo apartado de Misiones puede escucharla mientras
realiza los quehaceres, es que resulta un valioso recurso
de formación e información. Hay quienes no están
preparados para abordar un libro científico: le asiste
entonces a la radio la tarea de proyectarse mediante una
temática constructiva y reveladora" Como para ratificar
que ella encuentra tiempo para desdoblarse, sin perder la
calma, entre la radio y la televisión —su verdadero gran
amor— nuestro diálogo tuvo micrófonos y cámaras por
testigos: sin concederse una tregua para digerir un
sandwich, permaneció hasta las doce de la noche al pie del
cañón, supervisando No hay más localidades, un show
musical interpretado por Jorge Porcel, Alberto Olmedo,
Dringue Farías, Alberto Locatti y Beba Bidart, entre
otros. Me llamó la atención que en ningún momento
Blackie se detuviera a pedirle al fotógrafo que no le
tomara primeros planos o que fuera piadoso con sus
arrugas, monserga que se escucha tan a menudo. Al
contrario, en una oportunidad en la cual se advertía
francamente agotada, ni siquiera le importó que la
retrataran a cara limpia. Sin embargo, conviene destacar
que en el fondo ella es bastante coqueta, muy cuidadosa de
los accesorios que elige para vestirse e impecable en su
clásico peinado (pelo corto y rubio), que por lo visto
considera un requisito básico de su aseo personal. Por
último, siento la necesidad de aclarar tres cosas: que
pocas veces me resultó tan difícil desarrollar un plan de
trabajo (en verdad no lo hubo, ya que Blackie charló de
lo que tuvo ganas); que a pesar de mi insistencia no hallé
la forma de que ubicara los hechos en el tiempo, como si
para ella el pasado fuese un paquete de souvenirs; que por
una y otra cosa Paloma propone aquí una enorme
contradicción: profesionalmente empeñada en no distraerse
en remembranzas ("hay que mirar sólo para adelante",
machaca), su encuentro conmigo le permitió solazarse en la
evocación de sus años mozos, de los heroicos tiempos en
que, sin darse cuenta, se convirtió en eso que la gente
insidiosa llama "un bicho raro".
LA NEGRITA CANTA
JAZZ "A mi padre le debo llamarme Paloma: el muy
ingenuo creía que yo iba a traer la paz. Mamá, en cambio,
prefería decirme 'tabale', que quiere decir palomita en
idisch. Naturalmente, dudo que alguien ignore la devoción
que yo sentí por los viejos Efron; un sentimiento que se
agiganta con el trascurso del tiempo y cobra dimensiones
insospechadas. Y no es para menos; hoy, que el desapego se
ha constituido poco menos que en una forma de vida,
admirar de todo corazón que les estoy profundamente
agradecida suena medio estrafalario pero me llena de
orgullo. Amor y respeto fueron constantes en mi familia.
De chiquita nomás empezó a respetárseme, simplemente
porque yo era un ser humano. Y también de purreta aprendí
el significado de la palabra libertad, A mí se me dio la
llave de la puerta de calle porque a ninguno de los míos
se les ocurrió jamás que La Negrita (así me llamaban
cariñosamente) podría defraudarlos. Tenía dieciséis años
cuando papá me convidó por primera vez con un cigarrillo:
Tome, pruebe si le gusta. Prefiero que fume delante mío a
que decida hacerlo escondida en el baño. El viejo era
genial, me había calado muy bien. Eché un par de pitadas y
no me entusiasmó. Recién diez años después probé de nuevo.
"También a la misma edad, dieciséis años, decidí
independizarme. Yo había escuchado decir a mi papá que
ninguna mujer podía considerarse emancipada mientras
dependiera económicamente del hombre. Y tomé al toro por
las astas: desde entonces no paré nunca más; desde
entonces ofrezco la imagen de una mujer dura,
temperamental. Era la única forma de que una mujer se
impusiera cuarenta años atrás: exteriorizando dureza.-
"En mi primer empleo (era bibliotecaria de un instituto de
enseñanza inglesa) me pagaban ochenta pesos por mes. Un
día cayó en mis manos un álbum recién llegado de Estados
Unidos y que contenía negro-spirituals, las canciones
religiosas del pueblo negro. Ahí nomás empecé a estudiar,
acompañándome en el piano con mi vocecita que de vez en
cuando entonaba algún tango delante de mis hermanos. Al
poco tiempo gané un concurso que auspiciaba el jabón
Federal en Radio Stentor. Como te darás cuenta, esto
aconteció en la era del jopo. ¿Sabés qué canté? Tiempo
tormentoso." —Te ayudó la suerte, ;no surgiste en un
momento oportuno. —Claro. La gente joven tenía
necesidad de algo nuevo y fui un éxito arrollador.
Imaginate, una pibita con esta voz grave, áspera, que
cuando se la oía a través del teléfono se la confundía con
la de un hombre. Todo lo mío resultaba muy exótico, hasta
mi extracción social. La hija de un patriarca de la
colectividad judía, la benjamina de un hogar tradicional
accediendo a un mundo en el cual no pegaba ni con cola.
¡Yo sí que fui hippie! —¿Y cómo era eso de que cantabas
tangos? —Lo hacía para pasar el rato. Quien me dijo que
tenía la voz justa para dedicarme a ese género fue Jaime
Yankelevich, zar de Radio Belgrano, entonces la más
popular y encumbrada de todas las emisoras. Recuerdo que
me propuso que estudiara un tango: pero aunque siempre me
encantó, yo era consciente de que no iba conmigo. Así se
lo dije. Me contestó lo siguiente: "¿Preferís esa
porquería de jazz? Está bien, allá vos". Y me contrató a
los diecisiete años: don Jaime siempre tuvo olfato para
pescar el gusto del público. —¿Cómo te recibió el
ambiente? —Nadie entendía nada. Los músicos me
recibieron muy bien, estaban chochos conmigo. Oíme, yo no
cantaba para divertirme, estudié como loca y fue difícil,
fue muy duro salir a flote. —¿Y tus padres cómo tomaron
esta veleidad tuya? —Mis hermanos y mi madre, muy
felices. Ella, sobre todo, estaba encantada de que yo me
hubiera decidido a romper esquemas. Papá no dijo nada
durante un año. Hasta que un día me citó en su despacho de
la calle Ayacucho, el lugar donde discutíamos los temas
importantes ... Porque no te vayas a creer que todas eran
flores. Con mis padres se hablaba a calzón quitado y se
discutía en igualdad de condiciones. Aquella vez, yo
rondaba los dieciocho años me acusó de mistificadora.
Cuando le pregunté por qué, respondió: "Porque usted,
Palomita, canta el folklore de un pueblo que no conoce".
Y ahí no más me empaquetó para los Estados Unidos. ¡No te
cuento la experiencia fascinante que fue aquello!
Permanecí año y medio en una universidad del Sur,
estudiando y conviviendo con negros; yo era la única
blanca. Tuve así oportunidad de adentrarme en la
idiosincrasia de un pueblo que baila cuando camina, pude
ilustrarme, ¿entendés?, y logré profundizar las canciones,
comprenderlas mejor. Por eso a mí nunca me gustó Al
Jolson, un mistificador que se disfrazaba de negro y
cantaba como blanco. Los negros decidieron imitarlo al ver
que tenía éxito y también ellos distorsionaron su natural
manera de entonar. —¿Cómo es que aterrizaste en el
teatro de revistas? —¡Qué sé yo, esas casualidades que
en definitiva signaron mi vida! ¿Querés decirme qué pitos
tenía que ver una mina como yo al lado de mostruos
sagrados como Pepe Arias, Sofía Bozán o Dringue Farías?
Curiosamente, a mi regreso de Estados Unidos debuté en el
teatro Casino. El espaldarazo se lo debo a ese genio de la
escena que fue Pepe Arias. —¿Cómo te recibió el
público? —Extrañado. Nadie entendía bien lo que estaba
pasando, empezando por mis compañeros de trabajo. Yo
aparecía vestida con un vaporoso traje de tul blanco y a
manera de apertura tocaba al piano el vals en si bemol de
Chopin. ¿Había que tener agallas, no? Pero lo que más
desconcertaba todavía era mi conducta fuera de la escena.
Llevaba una vida normal, sin rarezas de ninguna especie.
Fui prudente, eso sí; y aunque no me hice de amigos
enseguida, en aquel mundo trasnochado conocí a la gente
más macanuda que puedas imaginarte. Con Pepe Arias fuimos
muy compinches; ya en aquel entonces sus monólogos
políticos eran de antología, fuera de serie. A la Negra
Bozán aprendí a quererla y comprenderla con el trato
cotidiano. Yo siempre tuve la virtud de detenerme en la
gente, de tomarme un tiempo con quienes me inspiran
afecto. Una tipa buenaza era Sofía, golpeada como pocas;
aturdida con los brillantes y las conquistas pasajeras a
falta de cariño estable; la consecuencia de una niñez sin
afecto.
LOS AMORES PARA SIEMPRE —¿Qué se decía
de vos en aquella época que a una mujer le costaba sangre
independizar se con dignidad? —Uff, se decía de todo;
por ejemplo, que era lesbiana, ya que no se me conocían
aventuritas amorosas. A mí se me trató como a una
excéntrica, como a una chiflada a quien siempre terminaban
por perdonar. ¡La pucha si fue peliagudo meterse en un
medio que de la mujer tenía un concepto tan pobre. Y
conste que yo fui seductora y muy atractiva con mi melena
larga y negra; con esa alegría que me desbordaba y unas
ganas locas de farrear todo el día, porque había sido muy
feliz siempre. Pero, ojo, yo jamás utilicé mis recursos
femeninos para imponerme, para atraer la atención de los
otros. —De tu vida afectiva ha trascendido muy poco.
¿Cuál es tu estado civil? —Soy viuda de Carlos Olivari,
periodista y autor de teatro, junto con Sixto Pondal Ríos.
Formaron un binomio famoso que escribió no menos de dos
docenas de obras exitosas. Algunas hicieron época, como
Los martes orquídeas o El otro yo de Marcela. Con Carlitos
viví doce años; al final la cosa no resultó y nos
separamos. Al año siguiente falleció. Carlitos. tipo
bonachón e inteligente, era, sin embargo, diametralmente
opuesto a mí: era un clásico individuo de la noche, de
amoríos fáciles, de relaciones transitorias. Yo, en
cambio, siempre detesté lo furtivo; nunca acepté
embarcarme en esos idilios que duran lo que una lluvia de
verano, Los primeros años de nuestro matrimonio fueron
inolvidables, nos rodeábamos de la mejor gente: artistas,
intelectuales, en fin, una maravilla. Las comidas que
ofrecíamos los jueves fueron célebres: abundaba el
talento, el humor y la gracia. Yo soy hogareña, sé
cocinar, coser, limpiar, me gusta el orden y la paz. Aún
hoy en una casa de mujer sola se huele el hogar. La mía no
es una casa de paso ni nunca lo será mientras yo la
habite. Recuerdo mis primeros cinco años de matrimonio
como la mejor etapa que me tocó vivir. Tenía a mi mamá, a
mi papá, a Carlitos y, por si fuera poco, también cantaba
Luego sobrevino el deterioro, algo que con mucha cautela,
por el temor a herirme, ya me había vaticinado mi padre al
principio de nuestro matrimonio. Cuando me casé, me advirtió sabiamente: "Esto no va a andar, hija, porque usted
es Europa y él es Corrientes y Esmeralda". —¿Nunca más
intentaste formar pareja? —No, Carlos me marcó a fuego
para siempre. Elegí mi libertad con los riesgos que ésta
implica. —La soledad es uno de esos riesgos. —No en
mi caso. De lunes a viernes trabajo un promedio de
dieciocho horas diarias, mientras que el fin de semana lo
invierto en mí o lo comparto con cuatro hermanos, sobrinos
y una tanda de amigos. Ahora yo doy la imagen de una tipa
comunicativa pero soy introvertida al máximo. Con decirte
que hace un par de años casi me muero de una úlcera
tremenda. A mí nadie me saca nada ni con un tirabuzón.
Siempre fui reservada, pero desde que vivo sola mis manías
y obsesiones se agudizaron. Si antes era ordenada, ahora
soy una delirante; es que no puedo darme el lujo de perder
tiempo buscando un papel o una libreta. Yo estiro la mano
y encuentro lo que necesito. Llegar a convertirme en una
ejecutiva que debate junto a veintitantos hombres los
problemas que preocupan a nuestra televisión, no es moco
de pavo. Un día resolví que ya no estaba para el flirteo,
que se me había terminado el cuarto de hora y que en vez
de hacer el ridículo, como muchas mujeres de mi edad,
mejor me dedicaba a full a lo que me importaba: ser una
profesional competente. A partir de ese momento opté por
asexuarme, cosa de que los hombres no vieran en mí una
mujer sino, apenas, una persona con ganas de trabajar y de
tener nuevos estímulos Creo que el secreto reside en saber
retirarse a tiempo. Eso hice con el canto: un día dejé de
gorjear y me inventé otra actividad.
LA TEVE:
OLFATO Y OJO CLINICO —¿Cómo te iniciaste en la
televisión? —Una vez me llamaron para cantar. Cobré
quinientos pesos. Otra vez me pagaron mil y un día llegué
a los diez mil, mucho dinero para la época. Fue mi última
aparición como cantante. Yo estaba deslumbrada por este
mundo fantástico de la televisión y me moría por conocerlo
desde adentro, entre bastidores. Jorge Sueldo Piñeyro,
factótum de una renombrada agencia de publicidad, me
brindó la oportunidad de producir Cita con las estrellas,
que estuvo ocho años en el aire. Inventó el living en la
tevé; y yo me ubicaba en segundo plano, casi siempre de
espaldas a las cámaras. —¿Qué opinás de la televisión?
—Que es peligrosa. Sostengo que es el invento más tremendo
que generó esta era de la civilización. Porque aunque es
cierto que una bomba atómica destruye, la televisión
también destruye en la medida que puede corromper, drogar
a un pueblo. Claro que también puede mejorar, entretener
en el buen sentido, informar y pulir el buen gusto. Ya no
hablo de cultura, eso viene después; antes hay que crear
el hábito. No se puede dar a Bach de entrada; empecemos
por Strauss. Cultivar no es aburrir ni ofrecer temas
sesudos, inalcanzables para la mayoría. A mí no me
preocupa demasiado que la televisión sea estatal o privada
en tanto se ciña a un estilo, en tanto elija con buen
criterio a sus realizadores. Aquí todavía se tiene el
concepto de que los conciertos hay que propalarlos tarde,
cosa de que vayan dirigidos a una minoría. ¡No, señor!
¡Ahí está el error! Siempre me consideré capaz de detectar
programas de calidad y a la vez populares. Porque si hay
algo que me interesa en serio es atraer el interés de los
vecinos de Avellaneda antes que el de la señora Victoria
Ocampo. Claro, todavía se piensa que un concierto hay que
trasmitirlo bien tarde, por las dudas. Está mal, que
jorobar. Un concierto no tiene que ser necesariamente de
música barroca, puede ser de tango, dirigido por Aníbal
Troilo. ¡Qué te parece, chiquita! Después le tocará el
turno a Bruno Gelber y la gente chocha, agradecida de que
no se la subestime más. —¿Cómo has hecho para adaptarte
a este medio que siempre contó con magros recursos y en el
cual la improvisación parece ser uno de sus peores
defectos? —Aunque técnicamente estamos muy atrasados,
tenemos la capacidad suficiente para crear la mejor
televisión del mundo. En fin, me adapté a la fuerza, ya
que en este laburo todas las cosas son para ayer. Como
vivo de mi trabajo y esto me apasiona, trato de hacer lo
humanamente posible para que lo que está en mis manos
guste, tenga dignidad y no defraude a nadie. Además, a
esta altura del partido ya saben que yo no fracaso, que
conozco a fondo el métier; caso contrario, hace rato que
me hubieran sacado a patada limpia. Y te aclaro: detesto
los entrometidos Soy muy altiva, de un orgullo enfermizo y
como ya te dije antes, con un concepto purista del respeto
al prójimo. Así que cuando advierto que invaden mi
terreno, ahí me pongo muy dura y expongo con razones muy
fundadas lo que digo. —Uno de tus últimos éxitos fue
'Derecho a réplica', programa político que durante año y
medio emitió Canal 9. ¿Cómo fue esa experiencia de intimar
con dirigentes públicos? —Te adelanto que adelgazaba un
kilo y medio por programa. No sé cómo acepté porque
convalecía de una tremenda úlcera y me sentía una
piltrafa. Pero Alejandro Romay quiso que trabajara aquella
idea en colaboración con don Bernardo Neustadt, persona a
quien me une una gran amistad pero que no sabe trabajar en
equipo. Y cuando conocí a los panelistas no podía creerlo:
eran todos rejuntados del pasillo, ¡qué mala sangre! Al
principio yo dejaba hacer porque no me daba el físico;
pero cuando recuperé las energías y me di cuenta que a
Bernardo no le interesaba el programa, le sugerí que se
fuera y me dejara sola. Me propuse mejorar Derecho a
réplica y fui a vérmelo a Romay para preguntarle si me
dejaba armar algo con más polenta, más comprometido, con
periodistas de verdad. Alejandro me apoyó y jamás puso una
traba, nunca interfirió, con todo que es un hombre difícil
de complacer. Antes de formar ese famoso grupo de
periodistas, desfilaron por allí más de ochenta hombres de
prensa. Llegamos a tener 40 de rating, ¡era el despelote!
No sé si vos te acordás, pero yo casi no abría la boca a
pesar de que conocía al dedillo el tema del día. —¿Cómo
ves a la mujer argentina? —Muy confundida. Pocos seres
humanos tienen la noción exacta de lo que significa la
libertad, que es el ejercicio de mayor responsabilidad que
le atañe a un individuo. Ser libre no significa volver a
cualquier hora, tener un amante o decir "Mis viejos no me
entienden". No, es una disciplina severa, algo bien
profundo. Yo ya te lo dije antes: un día me asexué casi
deliberadamente, harta de ver a esas mujeres que por un
lado quieren equipararse al hombre y por otro se ajustan
la cintura, usan corpiños más chicos para destacar su
delantera y cuando se equivocan empiezan con eso de que
vos que sos tan buenito, ¿no me perdonarías?, y no sé
cuántos chamuyos más. ¿En qué quedamos? La mujer pretende
la igualdad de los sexos, pero no bien la cosa se pone
difícil echa mano a cualquier artimaña y se vuelve
seductora. Cuando yo me equivoco, enmiendo mí error sin
rodeos. Digo: hice una cagada y chau. Antes me muero que
tener que recurrir a mi condición de mujer para ser
disculpada. Haceme el favor, escribí lo siguiente: primero
es necesario liberar a la sociedad y después
automáticamente, al hombre y a la mujer. Porque ahora se
agrede al hombre, se lo humilla y el pobre no entiende ni
jota con tanto cambio y tanta milonga. Para colmo, las
feministas aborrecen del sexo, al cual consideran una
inmundicia. ¿Te das cuenta qué matete? —¿Nadie te dijo
que vos sos muy maternal? —¿Maternal yo, con esta pinta
de recia? Y si, la verdad es que tengo muchos hijos
adoptivos, a falta de los propios. Adoro a la gente joven
tanto como aborrezco a la de mi generación, tan aburrida y
llena de nanas. Por eso despisto con mi edad, que a más de
uno ha de resultarle matusalénica. La verdad es que no me
angustian las arrugas ni los cumpleaños: en serio, me
siento piba. Recién me asustaré cuando el bocho no me
funcione, y entonces ahí sí que se acabó Paloma. Pero como
creo profundamente en la genética y mis viejos fueron
lúcidos hasta el final, mientras pueda seguiré en la
brecha con el dinamismo de siempre.
Dionisia Fontán
Fotos de Carlos Pesce
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Con Juan Carlos Thorry y Dringue Farías en 1944 |
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Con Juan Carlos Thorry en 1944
En 1948 y en Radio Continental en 1974
con la periodista de Siete Días Ilustrados
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