Son 60 hectáreas cercadas por alambrado; entre ellas, 4
kilómetros de caminos —tierra apisonada— las recorren.
Había que abrir picadas en el monte, pero ya está hecho.
Hoy, nada de andar caminando por allí, siempre en coche:
algún bisonte, uno de esos búfalos o un ciervo en época de
brama, podrían hacer tiritar al más valiente. Sobre el
camino a La Plata, en el parque Pereyra Iraola, a unos 40
kilómetros de la Capital Federal, flanqueadas por dos
empalizadas de troncos, se abren las puertas de ECAS, una
estación de cría para animales salvajes; es la primera en
América latina. Por doscientos viejos pesos, un automóvil
(con los pasajeros que soporte) puede recorrer un
itinerario señalado; está prohibido tocar bocina, arrojar
colillas encendidas, pero pueden detenerse los coches para
sacar fotografías o dar alguna golosina a los animales que
el buen instinto aconseje: se recomienda preferir a los
mansos cervatillos, y cerrar las ventanas cuando un búfalo
merodee el picaporte. Tres mil metros de alambrado
cercan esta idea original del doctor Roberto Aquerreta,
41, Subsecretario de Agricultura y Ganadería en el
Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos
Aires. A su par, Marcelo Lago, quien se empeñó en señalar
que sólo acumula 33 años de edad, Subsecretario de
Promoción Agraria y Recursos Naturales, le parece que "al
parque Pereyra Iraola le faltaba vida, no tenía
atractivos. Únicamente para un naturalista de alto vuelo
significaba algo". Había quienes opinaban, además, que era
bello, aunque debe reconocerse que ecas afirmará el
concepto. Un vuelo en helicóptero permitió elegir el
lugar donde se habría de fundar la estación; junto a él,
130 hectáreas están prestas para ampliar los límites. Por
ahora, los animales recién llegados se alistan en un foso
de adaptación —una hectárea y cuarto de superficie—; allí
muestran su carácter, se estudia el comportamiento. Un
caso actual: seis antílopes cervi capra, sin objeciones,
se encontraron tan cómodos, que fue nula la inducción de
esa tranquera abierta; no quisieron ingresar en el monte
común. Así, comparten el foso con diez bisontes americanos
y dos búfalos de la India. Cuando éstos superen el período
de estudios, y aquéllos se decidan, completarán la
dotación inicial de doscientos cuarenta animales, todos
herbívoros, que pastan con placidez; también disponen de
un complemento alimenticio: avena, rabacillo, alfalfa.
El ingeniero agrónomo Walter Rodríguez, 38, y Pedro
Machuca, 59, correntino, directores de esa orquesta
zoológica que tocó para el público, inicialmente, el
domingo 25, saben que a los visitantes no los encandilarán
esos detalles: les preocupa, sí, obsesivamente, controlar
los trabajos de las topadoras; cuidar la presentación de
los animales ("Con el tiempo, todos van a mejorar el pelo;
esto es distinto a estar encerrados", promete Rodríguez);
poblar a ECAS con nuevas especies. Por el momento, se
observa el apresuramiento de la inauguración. Injusto
sería, en cambio, soslayar el encanto de cruzarse, en las
bucólicas bocacalles, con ciervos —axis, dama-dama,
colorado— mouflones corsos, ñandúes, cabras de Camerún,
antílopes eland, guanacos, llamas, un cebú de la India
—tan pacífico ante la cercanía de un coche, como agresivo
cuando alguien de a pie se le acerca— y una vaca que le
han prestado, como sedante, pero que adhirió a su mal
humor y ahuyenta, con divertidos topetazos, a los animales
que rondan cerca suyo. Hasta que el invierno concluya,
los viernes, sábados y domingos, de 10 a 17, se reciben
visitas. ECAS, aún, mostrará su hábitat a medio vestir.
Sin embargo, representa un encantador paseo, que los niños
agradecerán. Algunas historias contribuyen al pasatiempo:
en el foso, inaugurado simbólicamente el 8 de diciembre de
1970, nació una llama macho; era el primer vástago
autóctono, lo bautizaron Adán. No fue simple para los
cuarenta hombres que todo lo hicieron: antes del
alambrado, perros sabandijas, hambrientos, ingresaban sin
permiso y mataban crías de ciervos, ñandúes, mouflón corso
(especie de oveja, con gran cornamenta) ; menos
justificables eran algunos cazadores furtivos, cuyos
instintos merecen tratamientos psiquiátricos. Para no
toparse con idénticas sorpresas, la ampliación futura será
alambrada previamente. El ingeniero Rodríguez cuenta con
un personal inesperado: "Los postes los están haciendo
presos de Sierra Chica; en cuanto al alambrado, lo tejen
internos, de buena conducta, en las cárceles de Azul y
Olmos: ellos mismos los colocan. Es gente a la que se le
tiene confianza, vienen a trabajar acompañados sólo por un
celador. Además, se les paga un salario que les vendrá
bien cuando salgan en libertad". Los proyectos hacen
brillar las ilusiones de Rodríguez y Lago: "Cuando se
agreguen las hectáreas previstas, una se va a reservar
para jabalíes. También pensamos traer cebras, jirafas,
elefantes y, por supuesto, toda la fauna de las lagunas
que hay en la provincia de Buenos Aires: espátulas
rosadas, flamencos, cigüeñas, garzas, cisnes de cuello
negro". Los anímales que iniciaron esta feliz idea
provienen de los zoológicos porteño y de La Plata. Hubo
donaciones privadas. "¿Con cuánto dinero se hizo esto?:
con nada, todo salió con esfuerzos de personas, con el
apoyo de instituciones y de estancieros que colaboraron",
aclara Lago, mientras Machuca recomienda: "Nunca le dé la
espalda a un bisonte. ¿Vio que parecen pesados, lentones?
Bueno, en cuanto le pegan un pique, ya los tiene encima.
Y, sí, con un palo o algo se puede defender, pero lo van a
atropellar igual, ¿eh?" Se estima que el viaje a través
de ECAS puede concluir en 15 minutos. "Pero nosotros
damos, al público, tres cuartos de hora, ya que se le pide
que los coches vayan a paso de hombre, y hay que admitir
detenciones para mirar a los animales, darles algo de
comer, sacarles fotos", concede Rodríguez. Los
atascamientos o dificultades mecánicas son resueltos con
un servicio de remolque. Cinco hombres patrullarán la
zona, previendo infracciones a la módica instrucción que
se recomienda en un folleto. El doctor Benítez. un
veterinario de la Dirección de Ganadería, y dos ayudantes,
tienen menuda tarea, aunque ya saben lo que les aguarda
con la expansión. La salud de la fauna que aloja ECAS está
en su control. Cuando las 60 hectáreas se dilaten hasta
190, esa selva de bolsillo les presentará una maraña de
problemas. Pero un niño mirando maravillado, a través de
un vidrio, un buen remedo de la naturaleza, justificará
todos los desvelos. 3/VIII/71 • PRIMERA PLANA Nº 444 •
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