FRENTISMO
LAS PROPUESTAS DE FRONDIZI
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Hace un tiempo, cuando comenzó a barruntarse la posibilidad de una salida institucional, el ex Presidente fue el primero que enarboló la insignia de no comicios. Pasaron los días. Y hoy, ante la inminencia de una fecha electoral, ya está organizando sus huestes: el Frente Nacional. La semana pasada, en su departamento de la calle Beruti, Arturo Frondizi recibió a Primera Plana, interesada en conocer su posición actual. Esto fue lo conversado.

Primera Plana — Doctor Frondizi, las declaraciones últimas del Gobierno sobre temas económicos parecen aproximarse mucho a lo que usted ha proclamado siempre. El Presidente Lanusse ha ratificado la voluntad de alcanzar un crecimiento acelerado y autosostenido, con aliento a las industrias de base y a la infraestructura. Hay proyectos concretos en vías de realización sobre acero, papel, soda solvay, aluminio, petroquímica ... Hay deseos de convocar al capital extranjero fijando reglas de juego claras que eviten la desnacionalización de empresas argentinas existentes. Sin embargo, tenemos la sospecha de que el doctor Frondizi no está conforme, de que a su juicio esto todavía no es la Revolución que reclama. ¿Por qué?
Arturo Frondizi — En política es malo tomar las meras declaraciones por hechos. Juzgo al Gobierno por lo que hace, no por lo que dice, y me cuido muy bien de sucumbir al halago de oír en otros labios aquello que constituye nuestro programa, mientras los hechos no hacen más que profundizar una política económico-social que desarma al país y lo entrega al interés de las grandes corporaciones internacionales. Por otra parte, no veo los "proyectos concretos en vías de realización" a que usted alude. En acero, el empeño seudo-nacionalista de mantener toda la producción de arrabio en la órbita del Estado impide que el país cumpla objetivos largamente demorados, desalienta a la empresa privada y consiente que naciones vecinas nos superen cada día, creando las condiciones de nuestro sometimiento. En los otros rubros que usted menciona, la situación es aún más grave: o no se ha hecho nada, o se avanza en sentido contrario al del interés nacional. Sigue demorada la industria del papel de diario; se colocan nuevos obstáculos a la soda solvay, cuando bastaría un simple trámite administrativo para que la abundante iniciativa particular fructificara; el aluminio se lo separa de El Chocón, resorte de la integración patagónica; la petroquímica, industria de la que fuimos líderes en el continente, sigue en crisis. En cuanto al capital extranjero, no hay más que una manera de atraerlo a los rubros y zonas prioritarias: dar impulso a la actividad económica con un plan acelerado de prioridades, sostenido en la política impositiva y crediticia. Esta diferencia abismal entre los hechos y las palabras es lo que separa a la Revolución querida por el país de la actividad concreta del Gobierno.

p. p. — Creo que esto está muy relacionado con las posibles condiciones que usted aconsejaría poner a sus correligionarios antes de aceptar cargos en un gabinete de unidad nacional. ¿Nos equivocamos?
a. f. — En efecto, aunque soy muy enemigo de negar cualquier aporte a la solución de los problemas nacionales, lo soy mucho más de facilitar el equívoco que surgiría de dar la imagen de un Gobierno desarrollista al que no lo es y cumple un papel contrarrevolucionario.

p. p. — Hay frondicistas que atacan las políticas económicas propuestas desde el Banco Central por el equipo de Ricardo Grüneisen, tachándolas de "liberales". Sin embargo, a Grüneisen se lo tenía por simpatizante del frondicismo. ¿Cuál es su opinión?
a. f. — Muy poco adelantaríamos si basáramos nuestra acción política ya en rótulos, ya en lazos de supuesta amistad. El señor Grüneisen, y ,su equipo son parte del equipo económico que lleva adelante esta política contrarrevolucionaria, y hacen bien los desarrollistas que la impugnan. Esa política, por otra parte, no es de hombres sino de la política económica que se resuelva en el más alto nivel.

p. p. — ¿Cree que en 1971 bastaría una política adecuada para atraer a la Argentina tantos capitales extranjeros como en 1958, o que las condiciones del mercado internacional de capitales han cambiado? ¿Y cómo torcer las tendencias hacia una división internacional del trabajo en América latina que llevan a convertir a Brasil en el centro industrial y a la Argentina en un proveedor de alimentos?
a. f. — Creo que las actuales circunstancias son aún más propicias que las que regían en 1958 para la atracción de capitales, sean extranjeros o locales, que han emigrado. La prueba la ofrece la verdadera competencia pacífica entre capitales de distintos orígenes —americanos, rusos, japoneses, europeos—, que acuden allí donde se les ofrecen condiciones adecuadas. Un ejemplo de ello es el reciente reclutamiento de tales capitales por parte del Brasil, en sus proyectos eléctricos y siderúrgicos.
En el mundo hay lugar para el desarrollo de todos los países, y Brasil y la Argentina no tienen por qué excluirse recíprocamente. Basta la voluntad nacional para evitar la nueva división internacional del trabajo que reserva para la Argentina el papel de proveedora de alimentos y materia prima. Es claro que esa voluntad debe operar sobre un plan bien definido de prioridades dentro de una estrategia nacional que considere la economía del país en términos de integración argentina y no caiga en la trampa del eficientismo y la competencia internacional abierta.

p. p. — ¿Qué piensa sobre las herramientas de participación que se proyectan: un Consejo Económico Social, posibles experiencias de cogestión en empresas del Estado?
a. f. — Creo que un Consejo Económico Social puede ser un organismo de
consulta en el cuadro institucional de la República. Creado, sin definir el curso revolucionario, se transformará inevitablemente en un escollo más para llevar adelante una política dinámica. Trabajadores y empresarios se expresan en la lucha que sobrellevan todos los días para defender su capacidad de producción y los niveles de vida, de los que dependen ambos sectores, ya sea para satisfacer sus necesidades mínimas, ya sea para disponer de un adecuado mercado interno.

P. P. — En 1970 usted había expresado que sólo cabían dos alternativas: revolución o dictadura. ¿Sigue pensándolo? Una salida electoral a 18 meses, sin introducir demasiados cambios entretanto, ¿no ofrece una tercera posibilidad?
a. f. — La hora cero de la Revolución no puede esperar ni dieciocho meses, ni un día. La Revolución hay que hacerla ya mismo, con comicios o sin ellos, pero inmediatamente.

P. P. — Usted ha calificado el proceso político de "cortina de humo". ¿Qué hay detrás?
a. f. — En el mejor de los casos, impericia; en el más grave, allanamiento al plan de los consorcios internacionales que quieren disponer del mercado argentino, como del de otros países, sin atender a los requerimientos nacionales. En ambas hipótesis, el resultado es igualmente infausto para el país.

P. P. — Si se confirmara una convocatoria a elecciones con "candidatura presidencial negociada", ¿cree usted que el MID y las agrupaciones afines deben concurrir al comicio?
a. f. — Las situaciones concretas deben ser analizadas a la luz de las circunstancias históricas en que se producen. A pesar de eso, puedo decirle desde ya que el país no está para candidaturas negociadas, aunque se las proclame so pretexto de un programa revolucionario. La urgencia de esta hora es la revolución. En marcha ésta, marchará el proceso democrático.

p. p. — ¿Es verdad que se está registrando una reunificación desde las bases entre el MID y la UCRI? ¿Se reproducirá en otros distritos el proceso que tendría lugar en la Capital Federal?
a. f. — Creo que ese proceso es parte del de mayor envergadura que comprende el Movimiento Nacional, y su expresión política, el Frente.

p. p. — ¿Cuál es el papel del Justicialismo, como expresión más caudalosa de la línea nacional, dentro del Frente cuya constitución usted propicia? ¿Y del radicalismo del Pueblo?
a. f. — Uno muy importante. Se trata de dos movimientos populares cuyos cuadros mayoritarios están destinados a converger en el Movimiento Nacional. El Justicialismo es inequívocamente parte principal en este proceso; diría yo que está en su esencia serlo. En cuanto al radicalismo del Pueblo, aunque sirvió largamente de instrumento a la reacción, está constituido por contingentes populares que en definitiva, a la hora de la decisión, se alinearán correctamente.

p. p. — ¿Qué diferencias concretas hay entre el Frente Nacional auspiciado por usted y el Gran Acuerdo Nacional del Gobierno?
a. f. — Mientras el Frente Nacional interpreta que no hay solución política sin quebrantar de inmediato la estructura económico-social que somete al país a la voluntad de los monopolios y por ello degrada la condición nacional y frustra el destino de sus habitantes, el "acuerdo" propone un arreglo político en la cúspide. Basta leer el programa elaborado por "La Hora del Pueblo" para advertir que, al trazarlo, se ha buscado una simple coincidencia política insustancial y demagógica, en lugar de enfrentar los problemas básicos de la Nación.

P. P. — ¿Cuáles son los seis u ocho puntos sobre los que debe constituirse el Movimiento Nacional?
a. f. — Los enuncio así:

1º) Ley del Olvido que facilite el reencuentro de todos los argentinos.
2º) Medidas económicas y sociales de coyuntura, destinadas a rehabilitar la economía nacional; incluye estas cuatro:
•Nuevo ajuste salarial a las actuales necesidades del costo de la vida.
•Amplia e irrestricta moratoria impositiva y previsional; baja de la presión impositiva.
•Aumento drástico de los niveles de protección industrial, abarcando toda la actividad manufacturera.
•Control de los depósitos bancarios, sin perjuicio de que los Bancos extranjeros funcionen con sus propios capitales.
3º) Medidas económicas y sociales de fondo; son nueve:
•Racionalización del gasto público, comenzando por el tratamiento del déficit ferroviario.
•Siderurgia: ampliar las bases económicas de SOMISA; facilitar la integración de las plantas privadas productoras de laminados.
•Destinar la energía de El Chocón principalmente a la Patagonia, comenzando por su utilización en la fabricación de aluminio.
•Petróleo: prohibir su importación. YPF asegurará el autoabastecimiento, explotando los yacimientos en forma directa o por contratos.
•Soda solvay: adjudicar la fabricación a la propuesta más conveniente, elegida entre las ya formuladas.
•Papel de diario y celulosa: protección adecuada, para que la fabricación en el país sea rentable.
•Viviendas: facilitar su construcción para cubrir las necesidades de los sectores socialmente más desamparados.
•Ganadería: repoblamiento del plantel, en base a estímulos crediticios e impositivos.
•Agricultura: aliento a la producción de plaguicidas y fertilizantes.
4º) Política educacional amplia, dando respuesta a las necesidades de desarrollo del país; democratización del gobierno universitario.
5º) Acuerdo sobre la promoción del interior, rompiendo el círculo de hierro de la concentración geográfica que acompaña al plan de los consorcios internacionales.
6º) Política internacional independiente, de la que es un buen ejemplo la seguida con Chile en la actual emergencia.

p. p. — Si usted cree, como lo ha dicho hace poco, que todo desarrollo económico supone la acumulación de capital, ¿cómo hace para compatibilizar la justicia social con el desarrollo?
A. F. — Es un tema del que he hablado largamente. Justamente cuando reclamamos la incorporación de capital extranjero al desarrollo, es para facilitar el proceso con el menor costo social.

p. p. — Las coincidencias programáticas sobre diversos tópicos, manifestadas por los partidos que integran La Hora del Pueblo, ¿no le parecen a usted una base mucho más sólida para la unidad de acción que los puntos tan generales a los que usted alude para constituir un frente?
A. F. — Creo que la pregunta tiene respuesta en el cotejo de ambos programas.

p. p. — ¿A qué atribuye las manifestaciones explosivas y las agresiones de que usted ha solido ser objeto recientemente, cuando pronunció conferencias en el interior?
A. F. — Es parte de la lucha en la que estamos empeñados. Por otra parte, constituyen apenas lunares en una campaña en la que encuentro el mejor de los ecos en todos los sectores de la población.

p. p. — ¿Qué reflexiones le merece la muerte de Juan Pablo Maestre y el secuestro de su esposa?
A. F. — El bárbaro hecho muestra la profundidad de la crisis de la que debemos salir. Si el Estado es rebasado en su propio sistema de represión, tenemos que concluir que estamos al borde de acontecimientos aún más graves. Ellos nos convocan a buscar la solución nacional.

P. P. — ¿Qué opina usted sobre la forma en que fue disuelta hace un par de semanas una manifestación dentro de la sede Arzobispal de Córdoba?
A. F. — Es otro rasgo del profundo temor y desconcierto que hace presa de la conducción en presencia de un curso de acontecimientos que se siente incapaz de controlar. El miedo es el peor de los consejeros.

p. p. — ¿Cree usted que es posible combatir la violencia subversiva con una contraviolencia represiva?
A. F. — Es obvio que no. La represión de la violencia subversiva sólo es positiva y legítima cuando el orden constituido está construyendo eficazmente las estructuras nacionales. El concepto de eficacia involucra el ritmo.
16 • PRIMERA PLANA Nº 444 • 3/VIII/71

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Arturo Frondizi
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