La Patagonia prohibida
por Héctor Grossi
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La falta de autorización por parte del Ente de Calificación para exhibir el film de Héctor Olivera, La Patagonia Rebelde (debió estrenarse el 11 de abril último), renueva las dudas sobre qué pautas se aplican para dar el visto bueno a una producción cinematográfica. Descontado la necesidad de abolir ciertas normas restrictivas, importará saber cuál es el código con el que trabajan los encargados de la censura.

AL cierre de esta edición, aún era incierto el estreno de la película argentina La Patagonia Rebelde. Fuertemente publicitada, su presentación para el día jueves 11 de abril pasado quedó demorada sin fecha, por no contar con la debida autorización que debe expedir el Ente de Calificación Cinematográfica. Trascendió que el certificado del caso no contaba con el apoyo del Ministerio de Defensa. Aparentemente sectores del Ejército se oponían a la exhibición de La Patagonia Rebelde. Dirigida por Héctor Olivera, sobre la base de rigurosa documentación periodística, esta película recrea cruentos acontecimientos ocurridos a comienzos de los años 20, en el extremo sur del país. El gobierno nacional presidido por Hipólito Yrigoyen, ante la intensa y efectiva actividad de gremialistas rurales con epicentro en Río Gallegos, tomó cartas en el asunto que culminó con una sangrienta escalada represiva en la que participaron fuerzas del ejército.
Filmada a partir de comienzos de enero pasado, en los lugares reales —Río Gallegos, Puerto Santa Cruz, Puerto Deseado, Lago Argentino, Río Turbio— con un sobresaliente elenco encabezado por Héctor Alterio, Luis Brandoni y Pepe Soriano, La Patagonia Rebelde con un costo total que ronda los 300 millones de pesos viejos, configura —a escala argentina— lo que en la jerga se denomina una superproducción.
El órgano estatal dispone de un mes —a partir de la presentación de la película— para expedirse respecto de su autorización para exhibir, dicho plazo vencería recién el 8 de mayo de 1974. Antes de vencer el mismo, La Patagonia Rebelde se encamina a ser una de las causas clásicas en la zigzagueante historia de la prohibición cinematográfica en el país, a nadie escapa que la definición última tendrá incalculables consecuencias que además de afectar al cine, trascenderán hacia otras regiones de la industria cultural y habrán de contribuir a precisar el perfil de esta etapa política. Los valores en juego son de gran importancia, los funcionarios en danza son del primer nivel y, de consolidarse la insinuada prohibición, una vez más el cine demostrará que no es solamente una variedad del entretenimiento para el consumo de plateas escapistas, sino lo que ha alcanzado a ser dentro de complejos culturales más evolucionados, y aún en aisladas instancias entre nosotros, una expresión comprometida visceralmente con un cuerpo social, un medio formidable que pone a prueba el grado de madurez, la capacidad de asimilación y la sanidad institucional de un país.

Viajes con mí tío
Tal como lo declaró para Redacción —en febrero último—, Héctor Olivera rondó este tema hace más de una década cuando pensó llevar al cine, la novela de David Viñas, Los Dueños de la Tierra. El clima general del país —entonces— no era propicio, según Olivera, para atacar al asunto. Y desensilló a la espera de que aclarara. Estimó que el tiempo había cambiado cuando accedió al poder el ex presidente Cámpora. Aún más, los productores de La Patagonia Rebelde se sintieron estimulados, al margen de medidas libertarias de carácter general, con la designación de Octavio Getino como Interventor del Ente de Calificación. La efímera permanencia de ambos ciudadanos en sus distintas funciones, no desalentó la iniciativa y con plausible entusiasmo empresario y juvenil denuedo se continuó con el complejo armado de la difícil película. Cada paso adelante era un éxito parcial y tonificante: 1) el libro a filmarse —como corresponde legalmente— fue aprobado por el Ente de Calificación, donde ahora parecieran surgir obstáculos; 2) el Instituto Nacional de Cinematografía declaró a La Patagonia Rebelde película de "interés especial" y, además, le concedió un crédito de 55 millones de pesos antiguos; 3) trascendió, asimismo, que el actual Secretario de Prensa y Difusión, Embajador Emilio Abras, no sólo consideró plausible al proyecto sino que habría alentado su realización
Si a esta recapitulación de antecedentes sumamos las netas declaraciones periodísticas del Embajador Abras, cuando el 24 de marzo último dijo: "No. de ninguna manera (habrá censura)", no resulta desatinado conjeturar que La Patagonia Rebelde se hizo a impulsos de vientos propicios que soplaban de un cuadrante favorable.
Hechos de última data que motivan la actual crisis experimentada por esta película y su exhibición, revelan que quizás los vientos han cambiado de rumbo. Y esa mutación, de consumarse, trasciende a La Patagonia. Rebelde para afectar el planteamiento absoluto de la industria cinematográfica.
Cuando Emilio Abras, al promediar el mes de abril, alistaba sus valijas en Nueva York para regresar a Buenos Aires, después de la exitosa gestión cumplida por la misión del Canciller Vignes, alguien bien informado lo anotició acerca del "caso" La Patagonia Rebelde y sus inesperadas dificultades. Se tiene toda la sensación de que la última partida será jugada en muy altos niveles y que en ella. Abras, será uno de los protagonistas.
El riguroso entramado que tejen los actos de gobierno van anudando las grandes líneas de acción concreta. El 20 de marzo pasado se anunció el "Plan de realizaciones para 1974" de la Secretaria de Prensa y Difusión. El mismo incluye nueve puntos fundamentales del plan cinematográfico oficial, un ambicioso proyecto que aporta drásticas innovaciones en el plano de lo posible. El caso La Patagonia Rebelde y su inminente resolución, más allá de los proyectos, de los planes gubernamentales y de las declaraciones periodísticas, importará una definición, fijará una conducta y marcará pautas concretas, a partir de las cuales sabremos a qué atenernos.
A partir de la hipotética vigencia de factores imponderables que gobiernan el destino de los hombres y la suerte final de sus películas, anotemos que La Patagonia Rebelde es una producción del sello Aries, designación asumida a partir del signo zodiacal homónimo. Si además, se recuerda que el ejercicio del signo Aries comprende desde el 21 de marzo al 20 de abril, en cuyo lapso fracasó el estreno de la película, queda esperar que otras fuerzas —que exceden los calendarios zodiacales y las bolas de cristal— sean propicias para la exhibición de La Patagonia Rebelde.

Lo que vendrá
Las dificultades —aún no resueltas— que se han pormenorizado no tienen ni el mérito de ser novedad. En rigor, en la bacheada historia de la exhibición cinematográfica local, han habido películas, nacionales y extranjeras ,que han estado o están demoradas. Ello por clásicas motivaciones de la censura: las políticas y las de las buenas
costumbres. Este tema se anuda con una dolencia crónica del cine nacional al que se ha diagnosticado como la crisis del cine argentino. Si desdeñamos —a los efectos de esta reflexión— los muy esenciales factores del talento creativo, y nos afincamos a aquellos que condicionan la existencia y desarrollo externo del cine nacional, podemos convenir que dos son las líneas de fuerza decisiva: a) la mentada censura; b) un régimen crediticio que posibilite la vida industrial y el apoyo a las nuevas camadas de productores y realizadores, sin los cuales mal puede hablarse de un cine vigente y, sobre todo, de su futuro. Descontando la necesidad de abolir el aparato prohibitivo, con excepción de la salvaguardia de los menores de edad, pero aceptando —con criterio realista— la vigencia de variantes de la censura como ocurre en todas partes del mundo, importaría saber cuál es el código cierto de las restricciones —(más allá de las objeciones críticas que merezcan, incluso el hecho de existir las mismas) que no queden libradas a los nombres cambiantes de funcionarios cambiables. En el trasfondo último del tema late la tradicional polémica sobre la libertad de expresión y la concordante batalla permanente por el desprejuiciado tratamiento artístico de los grandes problemas de nuestro tiempo. En la superficie se dirimen respetables intereses industriales, laborales, creativos y comerciales: ¿cuál es el grado de riesgo en que pueden incurrir los responsables de una producción cinematográfica argentina?
Vinculado con esta última cuestión se da el apoyo estatal que ha conocido desde hace varios lustros, diversos regímenes sin que se haya logrado articular —en forma estable— aquel que se adecúe a nuestra realidad y satisfaga, además de las expectativas de los interesados, las objetivas necesidades de un desarrollo cinematográfico de un país que lo merece por su ubicación relativa en el concierto mundial y que con toda legitimidad aspira a proyectarse como potencia.
Este ancho horizonte de especulaciones, de altas responsabilidades, de honestas esperanzas, vuelven a actualizarse en 1974, como una constante dramática, a propósito de un hecho que se llama La Patagonia Rebelde.
Revista Redacción
mayo de 1974
Acerca de Héctor Grossi e http://www.lanacion.com.ar/430070-fallecio-hector-grossi

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La Patagonia Rebelde
Héctor Olivera