Garra y talento, dos componentes que permitieron al equipo
de Avellaneda conquistar por quinta vez la Copa
Libertadores. Los mejores exponentes "rojos" de esas
virtudes cruzan opiniones sobre fútbol
El sábado 19
de octubre, al derrotar (1 a 0) en Santiago de Chile al
equipo brasileño de San Pablo, Independiente retuvo la
Copa Libertadores de América. El éxito adquiere una
insólita dimensión porque, en los últimos diez años, el
conjunto rojo conquistó cinco veces ese trofeo; las tres
últimas, en forma consecutiva: record del fútbol
sudamericano. No deja de ser llamativo que
Independiente —aunque anduviera a los tumbos en los
campeonatos locales— nunca defraudó en el certamen
subcontinental, e incluso se clasificó campeón mundial de
clubes — el año pasado, al derrotar al Juventus—, en un
alarde de estabilidad poco frecuente. Es que el team de
Avellaneda es uno de los pocos equipos argentinos que ha
mantenido una alineación casi permanente —con leves
retoques anuales— en casi una década. Además, el
conjunto ofrece un curioso ensamble —muchas veces
envidiado— de jugadores de distintas características,
donde se entremezclan los futbolistas de temple y garra
con los exquisitos y habilidosos. Precisamente, la semana
pasada, Siete Días reunió a Ricardo Elbio 'Chivo' Pavoni y
Ricardo 'Bocha' Bochini, típicos representantes de esas
dos fuerzas disímiles, quienes además ofrecían otro
atractivo contraste: la veteranía y la juventud. Pavoni
(31), nacido en Pocitos, Montevideo, debutó en
Independiente en 1965 —luego de ser adquirido al club
uruguayo Defensor— y se apropió del puesto de marcador de
punta merced a la tenacidad con que cumple su función. Y
como si esto fuera poco, atesora un envidiable record: es
el defensor que más goles —47— ha convertido en la
historia del fútbol profesional argentino. Dos factores
resultaron decisivos para que lograra esa marca: su
precisión para ejecutar penales —es un especialista, sin
dudas— y la potencia de sus tiros libres. En la vereda de
en frente se sitúa Bochini — poco menos que un novato en
estas lides—, propietario de un talento indiscutido, de
una habilidad que no se reduce al juego lujoso, sino que
está aderezada por la frecuencia de su llegada al gol. Es
que Bochini todavía conserva intacta la espontaneidad que
derrochaba en los potreros de Zárate —donde nació hace 20
años— y apenas lleva dos años en primera división.
Naturalmente, la charla de Siete Días con los cracks —
desovillada durante el almuerzo en un restaurante de
Constitución, en las proximidades de la concentración
roja— sirvió para sopesar diferencias técnicas y ensayar
un jugoso análisis del exitoso equipo de Avellaneda.
También alcanzó para deslindar el futuro de ambos
jugadores y descubrir algunos de sus gustos y manías.
—¿Cómo justifican que Independiente levante su
rendimiento en la disputa de la Copa Libertadores de
América?
Pavoni: Es un poco difícil de explicar;
pero creo que en gran parte se debe a que el plantel sale
a la cancha con mucha confianza, y eso es algo que se
consiguió gracias a que las cosas salieron bien de
entrada. Si Independiente hubiera perdido la primera vez
que entró en la Copa, aunque parezca raro, todo sería
diferente.
Bochini: Yo no puedo opinar igual que el
Chivo porque soy más nuevito en el equipo. Pero si tengo
que arriesgar una respuesta te diré que lo importante es
que a través de estos últimos 10 años se ha mantenido una
línea definida de juego. Lo único que cambiaron,
lógicamente, fueron los hombres.
Pavoni: A
propósito de eso, hay algo que es llamativo. Fíjate que
siempre se han ensamblado jugadores ya experimentados, con
valores nuevos. Creo que ésa es una fórmula que no falla
nunca.
—¿Con eso querés significar que los
veteranos ayudan a los que recién empiezan? Pavoni: Sí,
eso en Independiente es algo inevitable. Pero, aparte, me
refiero a que se complementan bien ambas cosas. Por
ejemplo, cuando alguno de los pibes se entretiene con la
pelota o quiere sobrar a algún contrario, le pegamos un
grito y entran en razón. Claro que esos gritos no son mal
intencionados: entrá al vestuario cuando termina un
partido, hayamos ganado o perdido, y vas a ver que el
clima es de camaradería siempre.
—¿Esas reprimendas
no te ponen nervioso?
Bochini: No, al contrario.
¿Sabés lo que pasa? A veces yo pienso que todavía sigo
jugando en el potrero y me gusta mandarme algún lujo. Eso
me pasa sobre todo cuando me junto con Bertoni. Si sale
una de esas jugadas que al público lo deja con la boca
abierta, nos miramos y sonreímos. Todo sin maldad; yo creo
que el fútbol, en cierta forma, es diversión.
—¿Y
no pensás que jugadores de características diferentes de
las tuyas, como podría ser Pavoni, pueden ver las cosas de
otra manera?
Bochini: Eso es lógico. Pero insisto
en que cada jugador tiene que hacer en la cancha lo que
realmente siente. Claro que hay que respetar algunas
reglas y no hacerse el loco porque sí. Hay que respetar
los ideales de los compañeros pero, a la vez, hacer lo que
a uno le gusta. Si no. sabés qué aburrido sería esto.
Pavoni: Yo estoy de acuerdo por completo con lo que
dice el Bocha. Si yo no me pongo a gambetear tipos es
porque no me tengo confianza. A mí me gusta la marca. Pero
con eso no quiero decir que los que tienen condiciones no
lo hagan; siempre y cuando no se pasen de revoluciones,
claro. En esos casos, precisamente, es cuando les pegamos
un grito.
—Si ambos coinciden en que dentro de la
cancha lo único que vale es la improvisación del jugador
de acuerdo a su estilo, ¿qué participación le cabe al DT?
Pavoni: Mirá, con Pipo —se refiere a Roberto Ferreiro,
el coach de Independiente—, no tenemos problemas. El nos
deja jugar libremente y nos marca los errores que
cometemos en el partido. Eso es muy importante porque
muchas veces desde adentro no se ven bien las cosas. Claro
que conozco casos de técnicos que lo único que hacen es
encomendarle a los jugadores misiones que no pueden
cumplir. Suponé, por ejemplo, que a Bochini lo manden a
perseguir a un rival por toda la cancha: sería una locura,
porque no siente esa función y la va a cumplir mal.
Bochini: Yo comparto la opinión del Chivo. Por
ejemplo, ahora Ferreiro me pone de centrodelantero y ése
es un puesto que no me gusta mucho. A mí me gusta arrancar
del medio campo y avanzar apilando contrarios. Claro que
en este caso, me la tengo que aguantar porque no hay otro
para ese puesto.
—Para muchos jugadores, los
entrenamientos significan poco menos que un sacrificio.
¿Cómo toman ustedes esa tarea?
Bochini: A mí.. .
qué querés que te diga, mucho no me gusta. Pero de todas
maneras lo acepto porque me doy cuenta que es algo
inevitable; si no, cuando jugás, las piernas se te doblan
y eso es mucho más feo que amasijarse en los
entrenamientos.
Pavoni: Lo comprendo perfectamente
porque cuando era pibe a mí me pasaba lo mismo. En cambio,
después de unos años en primera me di cuenta que la
práctica semanal es uno de los pilares del futbolista. De
otra manera, el fracaso llega en cualquier momento y eso
es mucho más triste. Por eso, a veces, les hago entender a
los más jóvenes lo necesario del entrenamiento.
Bochini: Y no se equivoca. Antes me costaba una barbaridad
terminar el partido sin acusar el cansancio. Ahora, en
cambio, aguanto perfectamente los 90 minutos del partido.
¡Y eso que jugamos bastante seguido!
—¿Y eso no
produce saturación?
Pavoni: En realidad, sí. El año
pasado, si mal no recuerdo, jugamos 92 partidos; o sea un
promedio de dos partidos por semana. Naturalmente, a ese
ritmo te llega la saturación. Por ejemplo yo, durante el
año pasado, tuve que pedir un descanso porque no aguantaba
más.
Bochini: A pesar de que hace poco que llevo
este ritmo, también lo siento. Claro que como los
muchachos son macanudos, organizamos algunos
entretenimientos que nos hacen olvidar un poco del trajín.
Pavoni: Sí, eso es muy importante. Nos llevamos tan
bien qué aparte de haber formado un excelente grupo entre
los jugadores, también vinculamos a nuestros familiares.
Para ello organizamos asados o algún otro tipo de
reuniones. De esa manera, combatimos los problemas de
soledad que pueda tener la familia cuando viajamos.
—¿Qué balance harían ustedes de acuerdo a Jo que
llevan jugado?
Pavoni: Yo estoy más que conforme
con lo que llevo realizado. Imaginate que un jugador que
ganó cuatro campeonatos de América, una Copa del Mundo, y
se mantiene en el puesto desde hace casi diez años, no
puede pedir otra cosa. Si a eso le sumás que me llamaron
de mi país para jugar en la Minicopa y en el Mundial de
Alemania, te darás cuenta de que estoy hecho.
Bochini: Yo, en cambio, todavía no salgo del asombro de
verme jugando en un equipo como éste, que las tribunas
festejan los goles o las jugadas que hacemos. En pocas
palabras, es el sueño del pibe.
Pavoni: ¡Ah!, tomá
nota de otro record. Fui goleador, en dos oportunidades,
del seleccionado uruguayo.
—¿Con cuántos goles?
—Bueno, con dos, nada más: uno en la Minicopa y otro
jugando contra Bulgaria, en el último Mundial. Qué record
desastroso, ¿no?.
Luis Laplacette Juan Carlos
Porres Revista Siete Días Ilustrados 28.10.1974
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