Qué hará ahora la Juventud Peronista Volver al índice
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Juventud Peronista
Con su retiro de la plaza los sectores juveniles abandonaron definitivamente la actitud tolerante hacia el jefe del Movimiento. Fue además una expresión de desobediencia civil, tras un diálogo de estribillos agresivos y respuestas desmedidas, que culminó en una refriega. La Juventud Peronista ha desconocido el liderazgo de Perón y comienza a enfrentarlo abiertamente.

Finalmente sucedió lo que debía suceder. El escenario: Plaza de Mayo. La ocasión: el acto central del festejo del Día de los Trabajadores. Los actores principales: Juan Domingo Perón y los manifestantes del sector radicalizado de la Juventud Peronista (Regionales, Montoneros). Desenlace: rompimiento entre los protagonistas, seguido de retiro masivo y breve combate a pedradas entre miembros de la JP y "verticales" allegados al sindicalismo. La plaza quedó medio vacía, pero las cámaras de televisión enfocaron hábilmente para otro costado y no se pudo ver nada.
Fue la protocolización de un hecho que se venía arrastrando casi desde el 20 de junio del año pasado; si se quiere, desde el día siguiente, cuando Perón pronunció su primer discurso después del último retorno. Entonces comenzó en los sectores juveniles un período de discernimiento que los llevó a darse cuenta que: a) el Perón real e histórico nada tiene que ver con el Perón que habían creado a su imagen y semejanza durante los
últimos años del gobierno militar; b) ellos mismos, en sí conforman una cosa distinta al peronismo, tal vez un neoperonismo, integrado por una confluencia de distintas inquietudes matizada con elementos ideológicos de diverso —y a veces antagónico— origen, tal como el Poder Joven norteamericano.
De todos modos, era evidente que ya no se podía mantener más la ficción de un "peronismo socialista". Si ello puede existir, nada tiene que ver con Perón, quien apoyó tácticamente esa pretensión cuando estaba exiliado y jugando a la oposición, pero jamás la va a aceptar como Presidente de la República. Quienes se confundieron fue porque no conocían a Perón, o porque no quisieron conocerlo.

El cambio, los cambios
Por cierto que no fue una mera casualidad que en el mismo acto de Plaza de Mayo se viera a la fanfarria de los Granaderos ejecutando la Marcha del Trabajo frente a los dirigentes sindicales y que, más tarde el corneta del mismo regimiento llamara a silencio in memoriam de Eva Perón.
Esos hechos definían simbólicamente la situación, algo que advertían ya los sectores izquierdistas del peronismo, pues habían señalado que no asistirían al festejo "porque no tenían nada que festejar": en los últimos treinta días se habían clausurado El Descamisado y Militancia; el gobierno había aceptado la renuncia a la Jefatura de Policía del general Miguel A. Iñíguez (a quien se suponía interesado en que no se rompiera el diálogo con los jóvenes izquierdistas "rescatables") y nombrado en su lugar el comisario general Alberto Villar, nada predispuesto a interesarse por el futuro de los jóvenes disidentes.
En consecuencia, asistir a un acto cuidadosamente preparado para que no hubiera posibilidad de copamiento, sólo podía conducir a una provocación o un acatamiento. De hecho, ocurrió lo primero: algunos silbidos y algunos gritos lanzados durante el minuto de silencio dedicado a Evita fueron suficientes para encrespar el ánimo de Perón y transformar su pacífico discurso en una encendida arenga. Por primera vez, el Presidente se definió públicamente contra ese sector y en defensa del "peronismo histórico", encarnado por la dirección gremial y, en general, los intereses de la clase media.
Quizá Perón no hubiera querido hacerlo. Como todo jefe de un movimiento político multisectorial, prefiere actuar en medio de ambigüedades que conforman a todos, pero los hechos marcaron en este caso el guión. Las conversaciones mantenidas directamente por él o por sus colaboradores inmediatos (el secretario general de la Presidencia y rector-normalizador de la Universidad de Buenos Aires, Vicente Solano Lima, o el secretario militar y de Gobierno, coronel Vicente Damasco) con los representantes del sector juvenil demostraron que Perón quería ganar tiempo; en un principio le beneficiaba que los jóvenes interpretaran sus discursos y sus decisiones para combatir la violencia o favorecer a los sectores derechista y centrista, como sutiles maniobras dialécticas para fortalecer a la Tendencia Revolucionaria. Pero los ataques frontales contra el Acuerdo Social, el empresariado, la CGT y las Fuerzas Armadas exigieron que, paulatinamente, la pinza formada por el Gobierno y la estructura oficial del Movimiento Justicialista se fuera cerrando sobre la Tendencia. Pero no porque sus miembros "dijeran cosas" —Perón es un político demasiado pragmático como para tomar muy en serio las palabras— sino porque esas "cosas" irritaban a los componentes de la apoyatura en que se basa su poder.
Perón no es exactamente un peronista —uno de los estribillos coreados en Plaza de Mayo lo calificaba de "infiltrado"— sino un transperonista; en buena parte, porque el peronismo sigue siendo tan inorgánico que no conforma aún un partido efectivo. Sobre este punto, resultó muy elocuente que por intermedio de su esposa —vicepresidenta—, Perón impusiera como delfín al senador popular cristiano José Antonio Allende en la presidencia provisional del Senado, contra la opinión de los legisladores peronistas, encabezados por José Humberto Martiarena, quienes proponían a su correligionario Ítalo Luder. Daría la sensación que le tiene ahora más confianza a "los de afuera que están cerca".

Los pilares de apoyo
Así, el Gobierno se apoya sobre cuatro pilares que lo sostienen por ahora con similar expectativa:
• Primero, en el ámbito estrictamente político, en la convergencia peronista-radical. Es una situación curiosa, pero en las actuales circunstancias de la Argentina el peronismo, que tiene los votos, requiere de la interacción con el radicalismo —el único partido efectivamente organizado a nivel nacional— para poder conservar el apoyo de la clase media. La UCR le da consejos sensatos, como en el caso de la defenestración de Bidegain o en el tratamiento de la Ley Universitaria; y cuando lo critica lo hace en defensa del régimen, no en su contra. Todo eso le sirve al peronismo para neutralizar también ese peligroso costado suyo, tan autoritario, que suele aflorar cada vez que se lo enfrenta abiertamente.
• Segundo, en lo político-social, en los sindicatos, que conforman la columna vertebral del peronismo en sí. Puede suponerse que quizá Perón encuentre que su actual conducción se halla desgastada y que a veces irrita a otros sectores —grupos radicales, a algunos empresarios— y piense en articular un mecanismo de recambio; posiblemente favoreciendo a la dirigencia nacional de Luz y Fuerza y de sindicatos medianos, en detrimento de la actual hegemonía de la Unión Obrera Metalúrgica, pero ello no modifica lo fundamental de la estructura de este pilar.
• Tercero, en el sector empresario, esta vez decidido a acompañar al peronismo y evitarse "males mayores". Esta situación se ve ahora favorecida por la absorción que la Confederación General Económica hizo de la Unión Industrial Argentina. El acuerdo —que nadie sabe cuánto durará— sirve momentáneamente al Gobierno, pues neutraliza a uno de sus tradicionales adversarios.
• Cuarto, en las Fuerzas Armadas, cuyo apoyo resulta imprescindible para conservar la estabilidad del Gobierno. A cambio de esa prestación, el peronismo —cuyo jefe es militar antes que nada— le facilita ahora el retorno a su propia cohesión después del desgaste sufrido en los siete años en que gobernaron al país con poco éxito.

El Proyecto Nacional
No puede extrañar entonces que en su alocución de la Plaza de Mayo, Perón dirigiera elogios a la Oposición y al Pacto Social que — según él— "salvará a la República". Tampoco debe sorprender que el mismo 1° de mayo, durante el discurso pronunciado por la mañana, en el Congreso, haya anticipado la creación de un Consejo para el Proyecto Nacional, en el que estarían presentes todas las organizaciones representativas de la sociedad.
La idea viene a reemplazar a otra anterior, de formar un Consejo de Estado y, posiblemente, a sustituir el actual Consejo Económico y Social, virtualmente en agonía. Pero resulta que cada vez que se oye hablar de una organización de "representaciones por estamento o actividad", surge de inmediato la sospecha de que se busca implantar una cámara corporativa en la que el respeto por las mayorías puede zozobrar.
Sin embargo, el peligro se atenúa en la medida en que se mantenga la plenitud de funcionamiento del actual Poder Legislativo y que éste continúe siendo el gran filtro de las decisiones. Por otra parte, puede deducirse de las palabras de Perón que su idea radica en constituir un organismo de consulta, de donde surja de una buena vez el tan mentado "modelo de país" que quieren los argentinos, y que tendría a su cargo la función de proponer antes de legislar. Bien puede ocurrir, además, que a su seno se incorporen dirigentes políticos, con lo cual el futuro Consejo albergaría, finalmente, a los representantes de todos los pilares políticos del actual Gobierno.

"Jóvenes: ¡Envejeced!"
Los hechos señalan que Perón desea que la juventud asuma el poder, pero recién una vez que deje de ser joven. Con suficiente ironía, su principal embajador ante ese sector, Vicente Solano Lima, señaló un par de meses atrás que la juventud debía esperar unos diez años antes de asumir la responsabilidad de la conducción política. . .
Es notorio que de todos los proyectos para el futuro, el sector juvenil se encuentra totalmente marginado, pues ya es imposible que acepte encuadrarse dentro de las reglas fijadas por "los mayores". Y aunque la idea del Consejo — en donde se dará representación por actividad— permitiría esa situación, después de lo ocurrido el 1º de mayo las puertas de la actividad quedaron prácticamente cerradas para ellos dentro del peronismo oficial.
Estrechando cada vez más su campo de acción, los jóvenes han vuelto a recluirse en a Universidad, desde donde comenzarán ahora a enfrentar a Perón con más virulencia aun que sus antecesores del decenio 1945-55, pues aquéllos lo veían como un enemigo pero jamás lo hubiesen juzgado como un traidor. Es allí, en esa tradicional caja de resonancia juvenil donde se empiezan a percibir esos movimientos de respuesta, siempre más efectivos que los que pueda elaborar por su cuenta la Juventud Peronista de las Regionales.
Más allá de posibles declaraciones, el sector radicalizado de la Juventud Universitaria Peronista comienza ahora a estrechar vínculos con la agrupación radical-alfonsinista Franja Morada, segunda en el ránking de posiciones dentro de la Universidad. La consecuencia directa sería una unidad de acción contra los dirigentes principales de sus respectivos partidos: Perón y Balbín. Este proceso, de realizarse con inteligencia, podría culminar a largo plazo en la formación de un "partido de alternativa", algo que ansían no pocos militantes de centro-izquierda, o sea de una agrupación que interprete en principio ese populismo intelectualizado y con capacidad de movilización que define a la Tendencia Revolucionaria. La idea también agrada a los políticos derechistas, deseosos de que la actual frustración juvenil se canalice por alguna vía orgánica antes que se convierta en una peligrosa suma de voluntades subversivas.
La otra alternativa de la Juventud Peronista consiste en quedarse dentro del Movimiento, en seguir soportando los embates del ala derecha y aprovechar, a su hora, la crisis: de la conducción con el propósito de terciar en la herencia. Pero ese tránsito —a juzgar por la vitalidad de Perón— puede hacerse largo, y ello implica el riesgo de desaparecer por dispersión o por absorción. Lo primero en cambio significa la militancia activa fuera del Movimiento, la articulación de una estructura con sello propio, la formación de un nuevo partido.
En definitiva, mientras Perón y Balbín buscan perfeccionar un sistema que permita a sus partidos rotarse en el Gobierno (como en los Estados Unidos o en Gran Bretaña) , para gozar siempre de una oposición leal, tolerante y tolerable, ese mismo proceso ha comenzado a engendrar algo que los europeos denominan "oposición extraparlamentaria". Es decir, la crítica de un sector que no acepta las reglas de juego impuesta por "los mayores", y que se denomina Poder Joven. La Argentina empieza a verlo crecer. Puede que también logre verlo madurar.
Revista Redacción
mayo 1974

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José Allende