El viernes, entrevistado por un periodista de Canal 13,
Tomás Sánchez de Bustamante confirmó la versión: el futuro
Estatuto de los Partidos exigiría un número de afiliados
no menor al 6 por mil de los ciudadanos registrados en el
padrón de cada distrito. Según el representante del
Ejército ante la Comisión Coordinadora que redactará el
Plan Político, "la idea básica es que las agrupaciones
partan de cero". Es decir, no se rehabilitarán los
partidos preexistentes, sino que se crearán otros nuevos.
Sin embargo —aclaró—, los que ya se hallasen organizados
al 28 de junio de 1966 gozarán de un plazo para adecuarse
a las condiciones del Estatuto, reconociéndoseles
entretanto una especie de personería provisional. La
reacción de los agrupamientos menos populosos fue
inmediata: llegó a hablarse de partidicidio, una figura
delictiva inhallable en el Código Penal. Y tal vez la
primera contraofensiva se recogió entre los herederos del
movimiento engendrado por Juan B. Justo: el domingo 23,
durante su 34º congreso ordinario, los social-demócratas
metropolitanos acordaron propiciar el parto de una
"Federación de Fuerzas Socialistas" que unifique la acción
de los diversos partidos de ese rótulo con vigencia en el
país.
La semana pasada, primera plana requería una opinión sobre
el tema a dos líderes, pertenecientes a sendas fracciones
del tronco socialista: el señor Jorge Selser, 39,
secretario general del PSA, adherido a La Hora del Pueblo,
y el profesor Américo Ghioldi, 72, miembro del Consejo
Nacional del Partido Socialista Democrático. He aquí lo
que respondieron:
Jorge Selser — Por el momento no conocemos la versión
oficial de las pautas del futuro Estatuto de los Partidos
Políticos, pero no dejamos de alarmarnos ante algunas
informaciones que han trascendido. Debo aclarar ante todo
que el Partido Socialista Argentino no aceptó el decretazo
de la disolución de los partidos políticos. Continuamos
con las actividades y mantuvimos la organización pese a la
incautación de nuestras oficinas y centros de actividad y
otras arbitrariedades de las que fuimos objeto. Creemos
que los partidos políticos son producto de corrientes
históricas o grupos de interés y que sólo el pueblo tiene
derecho a considerarlos perimidos. La historia nos ha dado
la razón, ya que ha marginado inexorablemente a aquellos
que pretendieron liquidarlos por decreto. Nuestro partido,
entonces, ha resistido, y existe y no puede; aceptar
ningún intento limitativo del Gobierno.
La pretensión de que sólo podrán existir partidos que
reúnan un determinado número de afiliados, impuesto por
los gobernantes de turno, es una forma de restringir las
posibilidades de cambio en la vida política argentina. En
las actuales circunstancias, esta pretensión tiene menos
asidero que nunca, puesto que, desde junio de 1966, el
Gobierno militar ha estorbado en todo lo posible la acción
partidaria, impidiendo la renovación de los cuadros y
prohibiendo el proselitismo. Y ahora se pretende exigirle
a esos mismos partidos perseguidos un número de afiliados
que se les ha impedido sistemáticamente conseguir.
Sobre esta restricción a la existencia de los partidos
políticos también se insinúa otra más nefasta: es el
control estatal de la afiliación partidaria. Esta
condición resulta especialmente agresiva en la Argentina,
donde aun en empresas privadas la afiliación conocida de
un trabajador puede significar una sanción y una
postergación segura. Pero es todavía peor la situación del
obrero o empleado nacional o municipal o perteneciente a
alguna empresa estatal. En los numerosos vaivenes de
nuestra vida institucional hay demasiados ejemplos de
persecución, especialmente contra militantes de la
izquierda, como para que aceptemos poner en manos de
"autoridades" y servicios de inteligencia las fichas de
afiliación de nuestros compañeros.
Finalmente, quiero decir que si hay necesidad de nuevas
formas para el funcionamiento de los partidos políticos
deberán resolverlas los organismos representativos
populares, una vez institucionalizados los mecanismos
respectivos.
Con respecto al Congreso de la Capital Federal del partido
Socialista Democrático y a su resolución sobre la unidad
de las fuerzas socialistas, debo manifestar que ha sido
positivo, sobre todo si se toma en cuenta que en el mismo
evento se aprobó una resolución de apoyo al socialismo
chileno, lo que acerca este Congreso a las posiciones del
PSA. Sin embargo, la imagen que del PSAD ofrecen sus
principales autoridades exige —a mi entender—- una
profunda revisión en varios aspectos para poder discutir
una unificación de fuerzas: 1º) la actitud agresiva hacia
el peronismo; 2º) actitud negativa frente al socialismo
chileno, que ha sido revisada por el Congreso de la
Capital pero no por las autoridades nacionales; 3°)
actitud negativa frente a la intervención estatal en el
proceso económico.
Por otra parte, nuestro Partido integra el movimiento
denominado La Hora del Pueblo y el rechazo del PSD a esa
alianza tiene una connotación política muy importante para
nosotros. En fin, podemos afirmar que la división del
socialismo en Argentina no es un hecho irreversible, pero
la unidad está condicionada a coincidencias políticas,
doctrinarias y tácticas, más que a procedimientos
organizativos.
Américo Ghioldi — Dentro de pocos días se conocerá el
anteproyecto de la Comisión de Peritos; antes de finalizar
junio conoceremos el dictamen de la Comisión Política;
para el 30 de junio se divulgará el proyecto definitivo
del Ministro de Interior; y, por último, para los primeros
días de julio, acaso para la cena de camaradería de los
militares, se publicará el Plan Político.
Por lo que se sabe, es posible que los despachos se
refieran a modificación de la Constitución, probablemente
por vía de Decreto: llamado pomposamente Acta
Institucional; además se proyecta la reforma de la Ley
Electoral y el esquema de los estatutos de los Partidos
Políticos. Si este último incluyese la cláusula de exigir
el 6 por mil del electorado en cada distrito como cantidad
mínima de afiliados para reconocer un Partido Político, se
tendrá una variante de la proscripción de los partidos.
Las agrupaciones políticas, entre nosotros, se han
desenvuelto, algunas con criterio multitudinario, para
llamarlo de cierta manera; otras, como partidos
masificados que responden a un jefe absoluto reconocido
como tal. Pero se han formado partidos orgánicos, en base
a principios, con disciplina interna y verdadera
organización democrática, entre ellos el Partido
Socialista Democrático, reconocido como una verdadera
escuela de la democracia nacional.
Por la reciedumbre de sus ideas y de sus costumbres,
nuestro partido nunca fue una agrupación de grandes masas
de afiliados; no obstante, ha hecho historia en la
política nacional: creó el método de la justicia social;
es el fundador de la legislación del trabajo y de sus
principios filosóficos y sociales. Hay, también, otros
partidos de larga trayectoria, como el Demócrata
Progresista, que tampoco ha sido una agrupación de grandes
masas de afiliados; lo mismo cabe decir del PSA y de la
Democracia Cristiana; además de otras agrupaciones del
interior del país. Imponer ahora una cláusula limitativa
es forzar arbitraria y artificialmente la formación de
grandes corrientes o, mejor dicho, es proveer a las
principales minorías de caudal político, para que sean
mayoría.
Esta fabricación de partidos sobre la base de la
destrucción de otros, es arbitraria e injusta y significa
una siembra de activo disconformismo que compromete
cualquier ficticia estabilidad.
Complementaria de la reforma estatutaria sería la
modificación de las leyes electorales, habiéndose hablado
al respecto de mecanismos distintos destinados a completar
la política malthusiana que inicia el proyecto de
Estatutos de los Partidos. Las organizaciones políticas
son células originarias de la sociabilidad política; valen
y representan en cuanto sean células espontáneas y no
productos de la alquimia gubernamental. El número puede
decidir en una democracia pero las condiciones
cualitativas de las ideas no deben dejar de influir jamás;
reglamentar partidos pensando que se crean divisiones
militarizadas de la política es cometer un trágico error.
Revista Primera Plana
01.06.1971
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