Gobierno de Illia
Primero, ganar tiempo
Volver al índice
del sitio
A principios de la semana pasada, Arturo Umberto Illia resolvió que era peligroso mantenerse solamente en la defensiva y ensayó el ataque, en su primer intento espectacular por contrarrestar la ola de descontento militar (y civil) que viene golpeando contra la Casa Rosada desde fines de 1965. El viernes, de 8.50 a 11.40, dirigió la única deliberación ministerial de su mandato (hubo una anterior, en noviembre de 1963, con fines exclusivamente protocolares), que continuó el lunes 13 y quizá sea renovada en los próximos días. Un inflamado radical del Pueblo resumió los alcances del cónclave, en la noche del viernes, con esta frase: "El Presidente se ha puesto a gobernar de una vez por todas".
Era, sin duda, una interpretación demasiado optimista. En todo caso, un reconocimiento de culpa: porque Arturo Umberto Illia asumió la Presidencia hace 32 meses. La euforia del dirigente radical partía de una base candorosa: creer que las reuniones del gabinete son una forma de conducir un país. En la misma trampa cayeron todos los Ministros y Secretarios del Poder Ejecutivo, y hasta ciertos periodistas y observadores políticos. Ocultaban —o trataban de olvidar— así los dos elementos motrices de la asamblea, sus dos objetivos principales:
• Ganar tiempo, descolocar a los numerosos críticos del Gobierno, aun al costo de ceder a la presión de un sector de las Fuerzas Armadas.
• Abrir una expectativa pública que pueda beneficiar la imagen del Gobierno, vituperada ya por algunos de sus conmilitones; buscar la concesión de un nuevo crédito de confianza de la opinión pública.
El método no es novedoso: ha sido empleado desde el 12 de octubre de 1963. El Presidente Illia es un adicto del aislamiento político, un enemigo de las alianzas y de las concesiones. Se limita, simplemente, a administrar su estabilidad constitucional y a ejecutar pequeñas entregas, sólo cuando las circunstancias lo exigen imperiosamente. El método fomenta las divisiones en los frentes opositores y desorienta, por sus obligatorias contradicciones externas, a muchos adversarios.
Las resoluciones tomadas el viernes, y que un comunicado oficial prefirió no precisar, son éstas: 1) Intervención a Tucumán; 2) Desplazamiento de funcionarios de las empresas estatales; 3) Provisión de las subcarteras vacantes; 4) Conversaciones del Presidente con lideres políticos, empresarios, gremiales y culturales.

Operativo Escoba
La intervención a Tucumán (donde el miércoles pasado, en la localidad de Monteros, una refriega entre cañeros y policías dejó un muerto, Emilia R. Cardoza de Elia, y dos heridos) se resolvería, si el "gradualismo" de Illia lo cree imprescindible, mediante un simple decreto del Ejecutivo nacional, que pasaría luego al Congreso, por la puerta del Senado, en busca de su ratificación. Si el "gradualismo" dijera que conviene esperar, se utilizaría el acostumbrado proceso de enviar un proyecto al Parlamento y aguardar su sanción. Fuentes vinculadas con el Gobierno sostienen que el cargo de Interventor le ha sido ofrecido a un militar retirado (ver Nº 180); aun cuando se trate de una versión sin asidero, esas fuentes manejan tres nombres: el general Carlos J. Mosquera; el coronel Ramírez, que hasta 1955 militó en el R. 19 de Infantería, y el general Delfor Otero, jefe de la Guarnición Tucumán.
En cuanto al desplazamiento de funcionarios de segundo plano, comenzó con Javier López Zavaleta, presidente del directorio de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel), sobre quien se acumulan cargos de inoperancia y aun peores. El mismo viernes a la noche, Illia concedió a López Zavaleta una piadosa licencia de seis meses para que estudie "los aspectos económico-financieros atinentes a la prestación de los servicios públicos de telecomunicaciones de jurisdicción federal". Además, lo sustituyó con un miembro del directorio de ENTel, el coronel retirado Gustavo Adolfo Eppens, ya prevenido por el Ministro Leopoldo Suárez.
La decapitación de López Zavaleta fue precedida de un par de episodios confusos. Primero, se divulgó la noticia de que estaba por solicitar una licencia; Illia lo mandó llamar y le pidió que no lo hiciera. "Don Javier, usted es mi amigo", lo reconfortó. López Zavaleta declaró, entonces, que se tejía sobre él una maraña de infundios y que no pensaba renunciar. Entre tanto, Ricardo Illia lo aconsejaba para que aceptara un cargo diplomático en el exterior para estudiar en Europa y en USA las comunicaciones por satélites. Durante el cónclave ministerial, Illia no se mostró dispuesto a defenestrar a López Zavaleta (en efecto, los une una fuerte amistad); por la tarde, le concedió una audiencia al cabo de la cual López Zavaleta insistió en que no pensaba dimitir ni alejarse temporariamente de su cargo. A la noche, Leopoldo Suárez, Miguel Ángel Ferrando y Antonio Pagés Larraya apremiaron al Presidente: a las 23, el titular de ENTel quedaba sacrificado con dignidad.
Los proyectados encuentros del Jefe del Estado con los sectores de la vida nacional es una secuela de su mensaje a la Legislatura del 1® de mayo. Entonces, Illia veló su invitación; el viernes, en la asamblea del gabinete, prometió ir más lejos. Ya había convocado al jefe de la Democracia Cristiana, José Antonio Allende, y se aguardaba que repitiera la cita con los conservadores y el filo-radical Américo Ghioldi. Precisamente la semana anterior fue prologada por dos declaraciones del conservatismo y la Democracia Cristiana: ambas reclamaban el diálogo.
Ninguno de los presentes en la reunión del gabinete osó predecir los temas que se tocarían el lunes 13: al parecer, el Presidente expondría sus planes en materia puramente política y su esquema electoral de 1967. En todo caso, el comunicado oficial del viernes contenía una alusión a la posible proscripción del peronismo: "La defensa del estilo de vida democrático y el propio ejercicio de las libertades esenciales, demanda que se resguarden las instituciones de la acción de quienes con distintos medios, propósitos y motivaciones están empeñados en desfigurar la vida de la Nación".

La mordedura de los garrones
El cónclave ministerial fue aceptado por Illia ante la presión del Ministro de Defensa y del Secretario y Subsecretario de Guerra, y quedó acordada, en principio, una semana antes, el viernes 3, luego de que el Presidente promulgara la Ley del Chocón y mantuviera una agria conversación con Ricardo Balbín, el jefe de la UCRP. Allí se convino, también, la intervención a Tucumán, se discutió la posibilidad de imitar esa medida en la provincia de Buenos Aires y en la Universidad de Buenos Aires, días atrás agitada por reclamos presupuestarios. Finalmente, se sugirió al Primer Magistrado que pronunciara un discurso "patriótico, un llamado a la paz y al trabajo en común", un vigoroso rechazo del golpismo. Fecha tentativa: el 20 de junio, Día de la Bandera.
El miércoles, se reunió el Consejo de Almirantes. Al cabo de su debate, un trascendido oficial originado en las oficinas del Secretario y distribuido a los diarios aseguraba que los mandos respaldaban el orden constitucional. Era un bálsamo, un contraveneno para aplacar la intransigente posición de los brigadieres de la Aeronáutica que ese mismo día exigieron explicaciones a su Comandante en Jefe por un radiograma favorable al Ministro de Defensa (ver páginas 18/20).
Junto al encrespamiento de la situación en Aeronáutica, pendía ya sobre el Presidente la protesta de su partido, siempre en busca de cambios. En el Congreso pudo palparse la ansiedad del oficialismo. "Ya no se puede esperar más. El bloque, salvo poquísimas excepciones, piensa que el Presidente debe apurar el ritmo. Y si no lo hace, habrá que morderle los garrones", explotó un Diputado de la UCRP.
El Senador Santiago Fassi asumió la defensa del Gobierno en su Cámara: "Se dan un sinfín de argumentos para impresionar a la opinión pública y hacerle creer en la necesidad del cambio, como si hubiera un mago que por el hecho de llevar uniforme pudiera, de la noche a la mañana, conjurar todos los problemas que afligen a la República".
Los uniformes, sin embargo, fueron fantasmas que frecuentaron el Congreso. El bloque de Diputados oficialistas consideró los temas de la actualidad y decidió propiciar la intervención a Tucumán, modificaciones en el gabinete (sobre todo, la salida de Juan Palmero, Ministro del Interior), reclamo de una mayor actividad a Balbín. Antonio Troccoli, virtual jefe del sector, dijo a Primera Plana: "Creo que nada justifica la postergación de cuatro o cinco medidas que atraerán la confianza de la ciudadanía en favor del Gobierno. Le adelanto dos: la intervención a Tucumán y la puesta al día de sueldos y jubilaciones" (a esa altura, y por primera vez en años, los legisladores aún no habían cobrado
sus haberes de mayo). El Senador Ángel R. Freytes, íntimo de Illia, comentó a un redactor de esta revista: "No es fácil mantener la serenidad ante tantas presiones, pero el Presidente la conserva. Ese es su gran mérito".
El miércoles, en fin, el Secretario interino de Prensa anunció que el gabinete estaba convocado para la mañana del 10. Poco después de ese anuncio, en la noche del miércoles y madrugada del jueves, el cónclave tuvo una primera versión, sin Illia ni los Ministros de Economía, Juan C. Pugliese (enfermo, también faltó el viernes), y de Exterior, Miguel A. Zavala Ortiz, en la casa de Palmero. Motivo declarado: organizar las exposiciones para la reunión.
En casa de Palmero, según los Secretarios militares informaron luego a los mandos, los Ministros presentes comunicaron su decisión de renunciar para dejar expedito el camino del Presidente. El anfitrión, en cambio, se negó a sumarse a la corriente: "Si lo hacemos ahora, en diez días no sólo querrán un nuevo Gobierno sino un nuevo Presidente. El doctor Illia nos ha exhortado siempre a mantenernos firmes contra las presiones caprichosas que no busquen el verdadero bienestar del país".
Suárez compartió la posición de Palmero, aunque sostuvo que él resignaría su cargo si queda en claro que no lo hacía "por miedo a las presiones sino por el bien de la República", Una llamada de Zavala Ortiz sirvió para que el Canciller contestara al tema en discusión: "Yo ofrecí varias veces mi renuncia. Estoy dispuesto a hacerlo nuevamente". El Ministro de Trabajo, Fernando Solá, tuvo expresiones idénticas.
Allí mismo se convino en difundir la siguiente idea: Illia no recibe planteos sino sugestiones y es él quien decide. Pero en la asamblea ministerial habría que hablársele con energía y evitar que se diluyeran las propuestas y la búsqueda de soluciones. En cuanto a las renuncias, se dejarían para otro momento. Es verdad: el viernes, nadie puso sus cargos a disposición del Presidente, quien al cabo de la conferencia se esmeró en elogiar al gabinete y a la labor que ha cumplido.

Las voces del cónclave
Illia se adelantó a lo acordado en casa de Palmero. No podía aparecer ante sus Ministros como un Presidente jaqueado. De allí, la energía de su proceder, que asombró a sus allegados. El Primer Mandatario tuvo palabras de aprobación para el equipo económico, y admitió que existen fallas en el terreno político, que han determinado un desgaste psicológico de la conducción. Su reflejo serían las versiones golpistas, que en menos de un mes ganaron la calle con una inesperada voracidad.
Los Secretarios de Hacienda, Carlos García Tudero, y de Comercio, Bernardo Grinspun, trazaron un panorama económico de Tucumán, a cuya intervención se opusieron Palmero y el jefe de la SIDE, Medardo Gallardo Valdez. Según estos dos funcionarios,
la intervención apareja una rápida consulta electoral, que ganaría el peronismo. El resto de los presentes coincidió en que esos comicios pueden dilatarse con comodidad.
En cuanto al golpe de Estado, el Presidente dijo (palabras más o menos): "¿Quiénes lo quieren? No lo quiere la Universidad, no lo quieren los partidos políticos de gravitación y caudal electoral, incluido el peronismo; no lo quieren las Fuerzas Armadas, según aquí lo ratificarán los Secretarios responsables; menos lo quiere la Iglesia... ¿Quiénes lo quieren, entonces? Un reducido sector de las Fuerzas Armadas, menos del diez por ciento de ellas, que no lo propician porque suba el costo de la vida, baje algún índice de producción o existan problemas políticos, sino sencillamente porque tienen apetencia de poder. Este grupo carece de capacidad para comprometer la estabilidad institucionalidad del país, al menos por el momento". Suárez había informado previamente sobre la presencia de un núcleo revolucionario en las Fuerzas Armadas. También se estimaron las tropas que defenderían al Gobierno, en caso de subversión: se mencionaron los Cuerpos del Litoral y Córdoba.
A las 11.35, Illia cerró abruptamente las deliberaciones: "Señores, hemos llegado al límite de tiempo en el cual se puede concentrar la atención que requieren estos problemas. Así que vamos a pasar a un cuarto intermedio hasta el lunes". Fue otra sorpresa: el Presidente es famoso por sus largas conversaciones. En marzo habló durante siete horas y media con las autoridades militares, en una famosa cena.
Todo el oficialismo se mostró enfervorizado por la asamblea. También su promotor director, el Secretario de Guerra. Los mandos de la UCRP (que pensó, inclusive, en pedir a Illia que resignara la Presidencia), en cambio, se mostraron compungidos: si Illia sacrifica Ministros, si se alía con otras agrupaciones, el ocaso de Balbín seria un hecho. Sin embargo, a fines de la semana era temprano para trazar profecías. No se cerraba proceso alguno. Apenas si se inauguraba una espera.
Página 13 • PRIMERA PLANA
14 de junio de 1966

Ir Arriba

 

Gabinete Illia
Illia y el golpe según Flax