Diecinueve años son muchos si uno piensa que ella está
casada desde hace 3, que es la madre de dos hijos y que se
siente llena de felicidad y de equilibrio. Pero son los
años de una adolescente cuando se la oye decir que todavía
escribe poemas, cuando se percibe su rebeldía y, sobre
todo, cuando se la ve así como está ahora, descalza y
arrebujada en un poncho, con el pelo estirado hacia atrás
y los ojos estallando de vitalidad, de una vitalidad
tierna y desafiante.
Se llama Bárbara Mujica y le ha sido difícil acostumbrarse
a no estar sola, sacar la cabeza fuera de un mundo en el
que era hija única, nieta única y sobrina única. Creció
entre gente de cine y de teatro (Alba, su madre, es
actriz; René, su tío, es realizador), oyendo hablar día y
noche de música, de literatura, de dramas sin estrenarse o
recién estrenados... "Y tal vez por eso nunca jugué con
los chicos de mi edad; tal vez por eso me sentía
constantemente desubicada". De modo que esta Bárbara
Mujica de 1963 ya no es aquella misma criatura de 11 ó 14
años que en Edad difícil (1955), en La casa del ángel
(1957) o en Demasiado jóvenes (1958) descubría el pudor,
el amor y la malicia. Ya no.
Quiénes la han visto asomar en Las ratas, de Luis
Saslavsky, llena de sofisticación, de naturalidad y de esa
femineidad no agresiva que se llama sexy o encanto, han
descubierto algo más que una actriz o una mujer: ella es
ahora un tipo, una personalidad, un temperamento no usual
en el cine argentino; una punta de lanza que (a pesar suyo
o no a pesar suyo) viene a desmoronar el bloque de
ingenuas, de etéreas y de violentas mujeres a que los
films de este país parecían condenados. Porque en lugar de
esos mitos, Bárbara ha establecido el mito de la
complejidad humana.
Al principio fue la danza
Creía haber nacido para el baile, porqué "durante mi
infancia, el baile era una síntesis en la que estaban
presentes la música, el movimiento y la poesía." Sus
primeros zapatos no fueron para andar, sino para bailar:
pero eso no duró demasiado. A los 5 años, imprevistamente,
asomó en El muro, primer corto de Leopoldo Torre Nilsson,
transformada en una chiquilla que rayaba la tierra con una
vara. Y después, a los 11, mientras esperaba a su madre en
las galerías de Argentina Sono Film, Tita Merello la miró,
aseguró que "el cine estaba en su cara", y la impulsó a
ser la protagonista de Edad difícil.
Hacía ya 3 años que escribía posmas, "buenos y no buenos";
desde entonces no ha cesado de escribirlos. Uno de esos
poemas dice: "Mi sombra se ha cansado de caminar conmigo /
y la otra sombra, la tuya, ha huido". Su carácter cabe en
esas líneas, "un carácter solitario y fuerte y triste, sin
que la tristeza se deba a nada, porque nací con la
tristeza, soy feliz y tengo lo que quiero".
Habla, y uno sabe que está diciendo lo que piensa, sabe
que se está negando a impostar la voz y los gestos. "Tengo
lo que quiero —ha dicho— pero me gustaría vivir de otra
forma, quizá con un poco más de seguridad económica, para
dársela a los seres que amo", tres seres que ella
prolijamente enumera: Oscar Rovito, su marido, junto a
quien actuó en casi todos sus films de adolescencia, y dos
hijos, dos varones, uno de 2 años y otro de 6 meses.
"Quisiera vivir de otra forma, pero no si tuviera que
perder lo que ya tengo."
Bárbara no se cree hermosa, aunque lo sea. —"Mi concepto
de lo hermoso no soy yo"—, pero piensa que ha compensado
esa falta con otras cosas, "con algo de adentro, con una
llameante fuerza interior". Se le puede enrostrar que
siempre esté pisando sobre seguro, persiguiendo la paz a
cualquier costa, enorgulleciéndose de "no haber hecho nada
de qué avergonzarme". Pero apenas uno se lo enrostra, ella
protesta, aclara que "tiene sus 10 mandamientos y que esos
10 mandamientos caben en uno solo, en ser honesta consigo
misma". Ella sería capaz de hacer lo que sea, aunque vaya
contra la corriente, aunque agreda la moral en uso,
"siempre que haya razones importantes para hacerlo,
siempre que, haciéndolo, no pierda mi autenticidad y mi
verdad".
Comunicar es ser
Hace 3 años que no lee, que no entiende una frase si no la
ha releído 7 veces. "Me siento vacía apenas tomo un libro,
quizá porque me han ocurrido demasiadas cosas estos años,
porque no me he acostumbrado del todo a ser lo que soy."
Crecer era lo importante, dice Bárbara, y el crecimiento
no es para ella un estado de ánimo, sino un golpe de luz
que le permite conocerse a sí misma.
Ahora, por las tardes o las noches, sigue escribiendo. "La
poesía es mi desahogo, mi refugio, mi arte privado." No le
interesa que esa poesía se conozca, "porque tengo otros
medios para decir lo que quiero decir. Soy actriz, y para
mí ser actriz es ser útil a los demás. Si logro comunicar,
sirvo; y si sirvo, soy, existo".
Desde el 60 hasta ahora ha aparecido en 3 films, "uno
intrascendente y menor, Quinto año nacional; otro cuyo
tema me apasiona, es un tema que ha estado cerca de mí y
de mi vida. Los que verán a Dios", y finalmente 'Las
ratas', con el que obtuvo hace un mes el premio a la mejor
actriz de reparto de 1962 y con el que conmocionó a mucho
público durante el V Festival de Mar del Plata.
"Siempre he elegido —dice Bárbara—, siempre he tenido mi
paz." Ahora, a los 19 años, parece saber lo que quiere,
aunque quizá no lo sepa. Es una mujer adulta y
adolescente; es una actriz; es también el principio de un
mito: demasiadas cosas juntas como para no resultar
contradictoria.
PRIMERA PLANA
21 de mayo de 1963
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