En la mañana del primero de agosto, el
corresponsal de Primera Plana en España, que se había
desplazado a Barcelona ex profeso, formalizó dos
entrevistas. Los protagonistas de las mismas son Goyo
Peralta y Cassius Clay, que, en la noche, se
enfrentarían en un combate de exhibición. Dejando al
margen los comentarios sobre la reunión deportiva, las
entrevistas que damos a continuación hacen hincapié
sobre aspectos más importantes de la actualidad
argentina y mundial. Peralta y Clay —el blanco y el
negro— expresaron lo siguiente para los lectores de
nuestra revista:
EL BLANCO
—He conseguido muy poco, deportivamente hablando. Pero
sigo en España porque acá está el Jefe. Yo no tengo
nada que hacer en la Argentina mientras el Jefe no
vaya allá. Él está por encima de todo. La primera vez
que, a mis diez años, dormí en un colchón bueno y
calcé zapatos y no alpargatas o zapatillas, fue
gracias a que él gobernaba ...
—¿Sólo por eso te consideras peronista?
—¿Te parece poco? ¿Sabes lo que es para un pibe del
pobrerío, como era yo, ponerse unos zapatos nuevos, de
cuero verdadero, nada de adulteraciones? ¿Sabés cómo
te lo agradecen los pies?
—Bueno, pero eso, Goyo, no justifica una militancia
política.
—Yo no soy justicialista sólo en recuerdo de los
zapatos de purrete. Lo soy enteramente porque Perón es
la única posibilidad que tenemos todos los argentinos
de tener una Patria grande, justa, libre, soberana.
Una Patria en que todos podamos sentirnos hermanos,
porque entre todos la habremos convertido en un país
digno. Si es verdad que la historia la hacen los
pueblos; si es verdad que el pueblo argentino,
mayoritariamente, es justicialista, ¿qué duda cabe de
que nosotros seremos los encargados de transformar a
la Nación y liberarla de su estado de postración
colonial para convertirla en "la realidad efectiva con
que soñó San Martín"?
—¿Te acordás cuando en Buenos Aires encabezabas
manifestaciones y llevabas la bandera nacional como si
fueras un soldado?
—Mira, todos somos soldados en esta hora de la
Argentina. La cuestión es saber para qué lado vas a
tirar cuando llegue el momento de las decisiones.
Ningún justicialista ignora hoy que, debido a la mala
conducta de unos gobernantes, a los que nadie eligió y
a los que muy pocos toleramos, estamos al borde de una
guerra trágica, más trágica que ninguna, pues será
protagonizada exclusivamente por argentinos. En esta
situación, yo soy uno de los millones de soldados del
Movimiento Nacional Justicialista. ¿Me explico?
—Sí, te explicás muy bien. Pero, decime, ¿lo que hayas
de llevar a cabo, podrás hacerlo desde fuera del país?
Se iluminan los ojos del gran púgil en el momento de
responder terminantemente.
—Lo que haya de hacer lo haré en el país. No voy a
quedarme aquí. He de volver a nuestro país en el
momento oportuno, cuando sea necesario. Y entonces,
sin hacer declaraciones, ¡ya verás dónde me enrolo!
—¿Crees en el retorno del General?
—En ese retorno cree hasta Lanusse. Si no, su lenguaje
sería otro. Lo que acaba de decir en el Colegio
Militar es muy parecido a lo que suelen decir los
boxeadores miedosos, que se animan con el desprecio
hecho al enemigo. Pero después, en el ring, son cartón
mojado.
—¿Qué significa ese retorno para vos?
—Muy simple: la culminación de un sueño y el fin de la
angustia que llevo escondida desde 1955. Además, y
esto es muy importante, significa que mis hijos podrán
crecer en la Patria, felices, con la seguridad de que
nada les faltará. Igual que a todos los chicos
argentinos. Siempre recuerdo como una de las frases
más significativas del General aquella de que "los
únicos privilegiados serán los niños". Este concepto
es maravilloso, profundamente criollo y cristiano.
Para mí, como te digo, es definitivo.
—Algunos dicen que pregonás tu justicialismo para
hacerte propaganda ...
—¡Que lo digan! Es cosa de ellos. ¡Pero que no le
escuche yo nunca, porque me olvido que soy boxeador!
Yo sé muy bien por qué soy lo que soy. Si lo proclamo,
ello se debe a que tengo un gran orgullo de pertenecer
al Movimiento.
—Y el boxeo, ¿ qué sentido tiene para vos?
—En un tiempo lo fue casi todo. Pensá que es mi oficio
y que me gano la vida gracias a él. Soy de una familia
muy humilde, muy pobre. Si salí para adelante, a lo
largo de doscientas veinte peleas, se lo debo al box.
Gracias a él me hice un nombre, viajé y hoy puedo
mantener a mis hijos. Pero también Perón tiene algo
que ver con todo esto. Y es que por su legislación,
los boxeadores dejamos de ser unos peleles en manos de
los empresarios. Ya ves: al General no hay modo de
olvidarlo ni de postergarlo.
EL NEGRO
Lo recordarán los porteños: alto, elegante, irónico y
agresivo. Es la estampa que su equipo de relaciones
públicas le fabricó con vistas a la correspondiente
promoción. Le ha ido muy bien y Cassius Clay, o
Mohamed Alí, no tiene por qué cambiar de imagen. Así
llegó a España, tal como antes lo había hecho a Buenos
Aires y a tantas otras ciudades del mundo, en las
cuales sus seguidores se cuentan por miles y miles.
Lo primero que dijo, al descender del avión en
Barcelona, fue una de sus clásicas "genialidades".
—Al boxeo lo uso para ganar dinero y defender a los
negros. La política la dejo para los blancos.
Un buen comienzo para que Primera Plana, ya a solas,
le preguntara si involucraba en la categoría de
blancos que él desprecia a los que son pobres.
Sencillamente, moviendo sus manos a "lo latino" (según
creen todos los yanquis que nos comportamos los
latinos), M.A. respondió.
—¡Eso sería un grave error de mi parte! Los blancos
pobres son iguales a los negros. No hay ninguna
diferencia entre ellos y nosotros.
—¿Se considera usted en las mismas condiciones que un
blanco perteneciente a la clase trabajadora?
—A mí me tratan del mismo modo que suele emplearse con
la gente de muy abajo, sea blanca o negra. Nunca seré
un negro rico para ellos. Ellos siempre me verán como
a un insecto, susceptible de ser aplastado contra el
suelo o una pared. En realidad, para ellos no existo
como persona.
—¿Quiénes son "ellos", Cassius?
—Muy sencillo: los que mandan en mi país y en todos
los países del mundo donde los ricos oprimen a los
pobres y se toleran las injusticias que ofenden el
origen divino del hombre.
—También hay negros que mandan y maltratan a lo» de
abajo..., especialmente si son blancos.
—La injusticia, el ultraje a la persona humana, no es
cosa de piel sino de concepción mental y de ubicación
moral. Si yo particularizo en el hombre blanco como
símbolo de muchos males padecidos por el mundo es,
simplemente, porque han sido los blancos del
"establecimiento" quienes se ensañaron con los pueblos
de la tierra entera. Inclusive con los suyos, claro
está.
Sin perder su aplomo un solo momento, utilizando una
dialéctica convincente, basada en verdades
elementales, Mohamed Alí es capaz de enfrentarse con
quien sea, en la seguridad de salir airoso. De este
modo prosiguió su diálogo barcelonés con Primera
Plana.
—Es cierto que cuando estuve en Buenos Aires frecuenté
los ambientes más populares y anduve con algunos
dirigentes obreros. Eso revela que soy consecuente con
los ideales que sustento. Yo no me dejaré atrapar
jamás por la maquinaria de un sistema que rechazo.
—Pero usted convive con ese sistema.
—Del mismo modo que millones y millones de hombres. O
tal vez de un modo más agresivo, menos dispuesto a la
asimilación. Porque yo estoy obligado a vivir dentro
de unas normas que me son impuestas. Pero las rechazo
constantemente. Al punto de no considerarme más que un
"quiste" en un organismo al cual debo atacar. En una
palabra: asumo la actitud de un revolucionario.
—No obstante sus palabras, debo recordarle que en el
boxeo usted no ha significado, precisamente, una
revolución. Usted se adaptó al sistema y éste le
responde bien, recompensándolo magníficamente. ¿No
existe una cierta complicidad entre usted y el
sistema, en este caso concreto?
—Aparentemente sí. Pero, ya lo dije antes: el boxeo es
un modo de ganar dinero, y mucho, dentro de la
sociedad capitalista y clasista en la cual vivo.
¿Usted querría verme hecho un pobre negro de Harlem o
de Nueva Orleans, de los que trabajan en los muelles o
lustran zapatos por unas monedas? No soy esa clase de
hombre. Y me he preocupado en superar a los de mi
raza, precisamente para defenderlos. Tengo una misión
que cumplir y aprovecho el boxeo como otros se
aprovechan de su ciencia o de su profesión para
sobresalir y hacerle pagar a los demás por eso mismo,
porque me gusta sobresalir. Yo sobresalgo por mi
inteligencia, les guste o no les guste.
—¿Aunque los que paguen sean negros y blancos pobres?
—Le parecerá una crueldad lo que voy a decirle. Pero
sí, aunque paguen los negros y blancos pobres. ¿Y sabe
por qué motivo? Simplemente porque lo que ellos den
ahora les volverá en forma de obras políticas, de
periódicos, de escuelas, de cuanto sea necesario para
lograr la liberación de todos. Y, no se olvide, el
físico, la cara, la pongo yo. Y no literariamente.
—¿Conoce el problema del pueblo argentino?
—No se lo puede ignorar. Hoy por hoy la lucha de los
argentinos es conocida en todos los medios
revolucionarios del mundo. Los justicialistas están
acompañados por miles y miles de hombres y mujeres en
toda la redondez de la tierra. Además, cuando estuve
en Buenos Aires me di cuenta, inmediatamente, que
nadie quiere saber nada sin Perón, y si no, que se lo
pregunten a Goyo Peralta, mi rival de esta noche. Por
algo vino a verme antes que ustedes.
8/VIII/72 • PRIMERA PLANA Nº 497