Campeón Carlos Monzón
A la búsqueda de una nueva corona
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Cuando Carlos Monzón demolió al challenger Emile Alphonse Griffith (knock out técnico en el 14º round), culminó el espectáculo que más dinero produjo en la historia del deporte local. Fue presenciado por más de 200 millones de televidentes de varios países, y al término del show los aficionados nativos se asombraron por otro aunque de carácter político: el presidente Alejandro Agustín Lanusse, después de felicitar a Monzón, se lamentó: "Nosotros no tenemos un adversario como lo tuvo usted. A veces, nosotros mismos somos nuestros adversarios".
Lanusse también le reiteró al boxeador: "Como le dije en mi despacho, saque a pasear a Griffith y preséntele algunas chicas para divertirse". Esos consejos hicieron advertir a Amílcar Brussa, el manager del campeón mundial: "Si le aconseja eso, señor presidente, la señora de Monzón nos va a pegar a usted y a mí".
En medio del silencio y la sorpresa, el relator José María Muñoz advirtió: "Señores, ahora tenemos una entrevista democrática". Lo fue tanto que hasta se internó en el doméstico reino de la gastronomía, cuando Lanusse recordó que Ringo Bonavena no cumplió con la promesa de llevar a Doña Dominga para que amasara una raviolada en la quinta presidencial de Olivos: "Ahora pienso que pueden unirse Monzón y sus padres para ir todos juntos".
Quien no se mostró tan satisfecho y accesible, a pesar de que su empresa cosechó económicamente una fortuna, fue Tito Lectoure. El promotor del Luna Park quizás recordaba el pedido que le hizo Lanusse para que permitiera la televisación en directo del combate, para la Capital Federal y sus alrededores. Lectoure, en esa circunstancia, pidió un minuto para pensarlo, pero aceptó en medio de suspenso, bromas presidenciales y sonrisas. Su resignación se hizo lúgubre el día del pesaje: "La televisación en directo de esta pelea es la muerte del boxeo en nuestro país", declaró. También evocó las dificultades vencidas para que el match por el título se realizara en Buenos Aires.
Esos escollos mantuvieron en vilo a los argentinos —durante cuatro meses— hasta el sábado último, cuando a las 18 horas y 20 minutos aparecieron los dos rivales rumbo al tinglado. Fueron acompañados por Alberto Demiddi, Nicolino Locche y Eduardo El Zurdo Lausse, quienes portaban las banderas de Estados Unidos, Argentina y México, respectivamente. Lausse, el recordado campeón mundial sin corona de los medianos, se ubicó de inmediato en una butaca del ring side. Allí acopió los datos necesarios para componer la nota exclusiva que escribió para Panorama. Su informe:


Como en toda pelea por el título, en ésta también los nervios jugaron un papel preponderante, en especial en el primer round. Los dos tiraron golpes largos y sin efecto. Hicieron así un primer tanteo nervioso y cumplieron con lo de siempre: el estudio preliminar. Fue parejo y no pudieron sacarse ventaja. Más decidido, Monzón inició la segunda vuelta sin abandonar del todo su cautela. Ubicó algunos golpes en la línea baja del negro, que sin embargo no se amedrentó. Tiró varios golpes pero errándolos casi siempre y el round fue del campeón.
Luego pareció tranquilizarse. Siguió la pelea siempre erguido. Así pegó una potente derecha que sacudió a Griffith. Pero le llovieron otros golpes con ambas manos en el cuerpo que le llegaron a disgustar. De todos modos se las ingenió para equilibrar la vuelta. Me inclinaría por otorgar este round a Monzón, ya que en las peleas por el título estas paridades (en todas partes del mundo) suelen adjudicarse al campeón. La superioridad del desafiante debe ser muy clara para que se la cuente.
Otro round para Monzón es el cuarto. Sus largos brazos le permitieron dejar fuera de distancia al norteamericano que no pudo —de esa manera— accionar libremente, y esto pareció desconcertarlo. Mucho más cuando Monzón contragolpeó con izquierda y derecha. A pesar de todo Griffith continuó ensayando golpes —algunos espectaculares — pero que la mayoría de las veces no llegaron a destino. Ya a partir de la quinta vuelta, empezó a prevalecer el campeón. Mantuvo al challenger —como en casi toda la pelea— con la izquierda de punta y su derecha en contra. Este probó de todos los ángulos con mucha habilidad pero no pudo evitar que lo golpearan. El contraataque resultó bárbaro: fue la primera vez que el público se puso de pie, un round a muerte de Monzón y que tuvo la virtud de despertar a la gente. Pero no duró mucho: el descanso sirvió para que Griffith saliera resuelto. Por ejemplo, logró ubicar algunos golpes, aunque sin el efecto contundente de los cálculos previos. Es que los desplazamientos laterales desubicaron a Emile y propiciaron esta otra vuelta para el campeón, que volvió a contraatacar con más precisión. Ese lento trabajo de destrucción rindió disimulados frutos. En el séptimo round —por ejemplo— todo fue más evidente a partir de una fuerte derecha que asimiló bien Griffith. Su inmediato contragolpe se hizo sentir en la cara de Monzón, quien a pesar de la réplica también hizo aquí la diferencia necesaria. Casi monótonas transcurrieron la octava y novena vuelta. La primera —a mi encender— debe adjudicarse a Monzón que gastó potentes golpes y martilló con el punteo de izquierda. El noveno fue parejo, pero se volvió a desequilibrar nuevamente en el décimo: Griffith parecía ya sentir el peso del combate. Con todo mandó a Monzón contra las cuerdas y le acertó una derecha en la cara cuando
el round se tornaba aburrido y los combatientes boqueaban. Fue un round para Griffith, con una diferencia tan ínfima como la que dio vuelta la cosa en el décimo primero.

DURO OFICIO. La lentitud y la falta de amenaza de K.O. aplastaron un poco a la platea, que se puso nuevamente de pie cuando faltaban 30 segundos; 3 derechazos sirvieron para demostrar que el challenger aflojaba. A la vuelta siguiente fue Griffith el más sentido. Era el principio del fin. El décimo cuarto round —que sería el definitivo— se inició con el desafiante casi extenuado. Quedó sentido de los golpes anteriores y no pudo contener el avance demoledor que le propinó Monzón. Acorralado en su propio rincón, aguantó agazapado un recio castigo. Parecía no querer pelear más. Un momento tan fugaz que me hizo acordar la muerte de Kid Paret. Quizás eso recordó el referee mexicano. Su buen criterio acabó una pelea que de todas maneras ganaba Monzón. Allí tomó una decisión que pareció muy humana. Creo que la labor del referee fue impecable. Ramón Berumen no se vio en el transcurso de la pelea. Hizo un imperceptible trabajo que mejoró el espectáculo.
Este terminó como debía terminar: por K.O. Sin rivales a la vista, hay que suponer que hay campeón para rato. Pienso que Monzón subió muy restringido. Si sigue en el esfuerzo por mantenerse en peso, perderá glóbulos rojos y fuerza, aunque la verdad es que no es un noqueador neto sino un "magullador". Trepar al peso medio pesado será su mayor acierto. Se lo facilita la estatura, y si lo hace podrá colocarse otra corona: la que ahora luce el medio pesado campeón mundial Vicente Paul Rondon. Hasta que suceda resta pedirle al público más respeto por los boxeadores extranjeros. Cuando nosotros vamos afuera nos gusta que se nos respete. Si bien no llegué a pelear por el título mundial, a mí me respetaron". Eduardo Lausse

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Carlos Monzón

Monzón/Lausse