Cine
La guardia nueva
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"Me volví a Mendoza, para hacer lo mismo que hice cuando empecé. .. Allí recibí un telegrama de Isidro Miguel, el productor ejecutivo de la película, diciéndome que había arreglado todo". Y, realmente, lo había arreglado, haciendo posible que se comenzara, después de cuatro años, una película que había sufrido, como tantos films argentinos, increíbles idas y venidas. Este proceso farragoso y desdichado, fue el que indujo a Favio a perder la paciencia e irse a Mendoza, de donde había venido ocho años atrás. Es decir, borrón y cuenta nueva: es que las dificultades que se ponen en el camino de la gente que quiere decir algo en nuestro país, suelen ser excesivas: "Es muy duro aquí, muy difícil, nunca se termina". Si un realizador puede llegar a concretar algo, una vez terminado no le sirve para nada; si quiere hacer otra cosa, tendrá que empezar de cero, sin que cuente lo anterior. Si logra que le aprueben el libro cinematográfico, deberá conseguir el productor; luego vendrán los problemas de aprobación del libro, de calificación, conseguir sala, poder ir a festivales para que el trabajo se conozca afuera, etc. Y cada una de estas etapas es una verdadera odisea. Esta circunstancia se reproduce a menudo en casi todos los órdenes de la vida nacional. Reconocerlo, admitirlo, es tomar conciencia de una realidad y no necesariamente buscar la autocompasión.

Dificultades: Leonardo Favio es un buen testimonio de estas idas y venidas. Se lamenta, no por lo que pudo haberle tocado en este proceso —"Yo he tenido suerte"—, sino porque 'Héroes de hoy', de Enrique Dawi, por ejemplo, todavía no se haya estrenado, ni tal vez se dé nunca. Que Lautaro Murúa no filme porque no lo dejan, o vaya uno a saber por qué... A lo mejor acobardado por lo que tuvo que pasar con sus dos películas. Sumado a todos los impedimentos que acosan al nuevo realizador, Favio ve en la crítica cierto desmedido celo. Los críticos se ponen exigentes con nuestras películas, y tolerantes con "muchos bodrios de la producción extranjera". Insiste en que él ha tenido suerte, que no lo dice por razones personales, y es cierto. No le parece mal a Favio que haya una exigencia "entre nosotros", pero le parece peligroso que se haga pública esta implacabilidad que suele desconcertar a la gente.

Alternativas. Favio, para filmar su 'Crónica de un niño solo', estuvo dos años tratando de que le aprobaran el libro —fue rechazado tres veces en el Instituto del Cine—. "Cuando conseguí que me lo aprobaran, empezaron a pedir la inhibición de bienes", para avalar el crédito que otorga la institución. Hasta ese momento, con la mera declaración de bienes, quedaba garantizada la operación, sin necesidad de congelarlos hasta que fuera amortizado totalmente el préstamo. Así pasó otro tiempo considerable, esperando que apareciera alguien dispuesto a ser sometido a esta exigencia. Y apareció: Luis Destefano, joven bodeguero mendocino, aceptó la imposición. Pero era difícil empezar: las cuotas con que el Instituto va haciendo efectivo el crédito que otorga no se pagan por adelantado, y cuando se comienza rodar una película, hay gastos previos o simultáneos con el trabajo, sueldos, por ejemplo. Aquí es donde Favio decide abandonar la lucha y volverse a Mendoza —hace de esto un año aproximadamente—. Pero Isidro Miguel le encuentra "la vuelta": el equipo —reflectoristas, cameramen, etcétera— está dispuesto a cobrar la mitad del sueldo y la otra mitad cuando se cobren las cuotas del instituto. La película es rodada en cuatro semanas..., pero no hay plata para pagar el procesado en laboratorios. Pasan dos meses en estas circunstancias, hasta que aparece un productor que ve el "campeón" —película "armada", pero todavía sin sonido—, le gusta y pone el dinero que hace falta. El film es terminado. Luego, la historia es conocida: 'Crónica para un niño solo' tiene premio especial del Gran Jurado del último festival de Mar del Plata, y el premio máximo del jurado internacional de la crítica, en el mismo festival.

Crónica de un director: Leonardo Favio, cuyo verdadero nombre es Fuad Jorgue Jury, perdió a su padre a los seis años de edad. Había nacido en Luján de Cuyo, provincia de Mendoza, "tierra de poetas y de pintores", en 1938. Cuando fallece su padre, ingresa al colegio William Morris —hoy "Alcaidía de Menores"—; de allí sale a los nueve años para ingresar al Colegio Don Bosco, donde estuvo internado casi un año. Un premio en religión, lo traslada al seminario, donde pasa buena vida, con la pileta del lugar y las comodidades, pero por incompatibilidad con el tipo de estudio debió irse. "No hubo problemas de conducta". Del seminario pasó al "Hogar del niño", cuya fama como establecimiento educacional no es demasiado venerable. Su madre vivía cerca de allí y con la anuencia de un celador iba a visitarla todos los días. Hasta que lo descubrieron. Entonces se empezó a escapar, y lo castigaron, lo pelaron, entre otras cosas. De allí fue a parar a la "Correccional de Menores" en Las Heras. "Le hice el planteamiento a mi madre: que me sacara. Si no, hubiese hecho cualquier locura... ¿No es un poco melodramático todo esto?", acota Leonardo Favio, A los 17 años viene a Buenos Aires, pero "hice una macana y me metieron en el Agote". Entró con el nombre de un primo, Rodolfo Benard, para que no desenterraran los antecedentes de Mendoza. Estuvo unos meses, hasta que su madre, Laura Favio, vino a sacarlo.

Primeras armas. Tenía 18 años cuando empezó a hacer radioteatro y giras por la provincia de Mendoza, con su madre, actriz de este género. A los 20 volvió a Buenos Aires y empezó a hacer "bolos" en televisión. Haciendo uno para el programa 'Todo el año es Navidad', lo vio el representante de actores Salvador Salías, que lo recomendó a Leopoldo Torre Nilsson, que para ese entonces buscaba gente para su película 'El secuestrador'. Allí comienza la carrera de Favio. "Nunca soñé hacer cine". Poco después de su debut en la pantalla debuta también en el matrimonio y se casa con María Vaner —hija de María Luisa Robledo y Pedro Aleandro, hermano de Norma Aleandro—. Actualmente tienen dos hijos: Luis María Fuad y Pedro Zuhair. Su mujer ambientó su película: antes de ser actriz había trabajado como decoradora y dibujante.

Nada de lágrimas."Si yo hubiera puesto cosas mías en la película, la hubiese convertido en un melodrama. Y no me interesaba: quería hacer una exposición analítica que sirviera y no un cantito llorado". Su película toca un problema bien conocido por Favio: los internados para niños. El chico que protagoniza el film, Diego Puente, no dice "Qué triste es mi vida". Está metido en el drama, es parte de él. "A mí me hubiese resultado fácil poner un pibe simpático y que todos lloraran. Pero quería que el espectador se convirtiera en un analista del problema, que se volcara. Me han dicho que la película es fría, pero es una película dilecta: no he utilizado un solo símbolo... Quise mostrar la constante necesidad de libertad. Al pibe —de la película— le dicen Piantadino, porque se escapa permanentemente... Y se va a volver a escapar... No doy soluciones a este problema, porque sería falso darlas". Favio aclara que no ha querido volcar sus propios resentimientos. "Si hubiese mostrado a los celadores como realmente son, nadie me hubiera creído...; además, todo se habría convertido en una exposición de actitudes personales y no se hubiese mostrado lo que la sociedad hace con el niño". Tomar objetividad sobre este problema no debe ser una tarea que le haya resultado fácil a Favio: "Tuve que tirar el libro tres veces y empezar de nuevo".

Proyecto.La próxima película se llamará 'Romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco y comenzó la tristeza'. "No puede llamarse de otra manera; me sirve el título largo para contar lo que quiero contar". Considera que este libro puede ser más autobiográfico que Crónica... porque es un poco "lo que yo descubrí en Buenos Aires, con otro tipo de gente... Cómo se puede llegar a perder una vida, mientras en otros lugares se desarrolla". Es la historia de gente marginada, sus fantasías de resurrección que no se cumplen, su muerte arrinconada, que a muy pocos importa. Paradójicamente, el día que muere el protagonista cruzará el espacio el primer satélite artificial. Será, seguramente, una prueba más de que los adelantos de "la civilización", los desarrollos económicos, científicos, etc., no suponen mecánicamente adelantos sociales. Ha tomado el tema de un cuento de su hermano mayor, Zuhair Jury, que es escritor y también trabajó en el libro de Crónica... Favio tiene también un hermano menor, Horacio (17 años), que comenzará a ayudarlo en su tarea de director.

Nuevo cine. Con Torre Nilsson comienza una nueva modalidad de hacer cine argentino. Alias Gardelito, de Lautaro Murúa, y Faena, cortometraje de Humberto Ríos, provocaron inquietud e incomodidad en el Festival de Cine Argentino que se realizó en Río Hondo, hace cerca de tres años. Este "nuevo cine" se hizo respetar y obtuvo numerosos premios en festivales internacionales, pero internamente ha sufrido todo tipo de embates, celadas que han intentado deteriorarlo y hacerlo, en suma, desaparecer. Intereses de la producción tradicional —llamada comercial erróneamente, ya que mucho sentido comercial no ha tenido en virtud de perder todo el mercado que en Latinoamérica tenía el país—, intereses extranjeros que no quieren competencia para sus películas. No obstante los deterioros inevitables en este tipo de lucha y la heterogeneidad de producción, este "nuevo cine", reforzado seguramente por la necesidad de encontrar una expresión cinematográfica que hable un lenguaje propio, que trate problemas que nos conciernen, que interese popularmente —sin golpes bajos o recursos deformantes del gusto y la imaginación de la gente—, ha mantenido su vigencia. Favio cree en el futuro de este cine: "Creo en la medida en que otros comparten mi creencia". La unión de los realizadores que están en la misma cosa es fundamental: "Creo que el momento es bravísimo para el cine argentino. Las grandes empresas norteamericanas, junto a los viejos intereses que se mueven adentro, son los que ponen trabas, los que entorpecen —por ejemplo— la aplicación de la ley llamada 6 a 1, que obliga a los exhibidores a pasar una película argentina por cada seis extranjeras". Esta ley promovería toda una industria cinematográfica nacional. "Mi premio es una patada al hígado para todos ellos", comenta Favio refiriéndose a los que entorpecen el progreso de nuestro cine. Piensa que daría mucho resultado en esta lucha "tomar conciencia, hacerse responsable por todo lo que cada uno representa". Por todo lo que pone en juego. Favio sabe que él y muchos de sus compañeros representan la posibilidad de expresar en cine una realidad todavía intocada, que apenas ha llegado a mencionarse.
REVISTA TODO Nº 27
8 abril 1965

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Leonardo Favio


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