Religión
Una parroquia de Claypole se ha movilizado para vengar a un niño
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Hasta ahora, el pueblo de Claypole (provincia de Buenos Aires) era conocido solamente por su cottolengo, un asilo de retardados y seniles fundado y conducido por la Congregación Don Orione. Desde 1960, sin embargo, en Claypole se fermenta otra cosa. Se trata de una parroquia (la de Nuestra Señora de Luján) que se ha propuesto concretar una emocionante aventura: vivir el Evangelio. El factor catalizador que impulsó a los feligreses y a su pastor a tentar esta aventura se llamó Ernesto Vilar, un niño de escasos nueve meses que murió de hambre en una de las villas miseria que bordean el pueblo. El drama del pequeño Ernesto fue punto de convergencia de dos historias:
• La de un sacerdote italiano doctorado en filosofía y teología. Se llama Vicente Ré y llegó a la Argentina en 1948. Su función consistía en enseñar esas materias en el seminario de la Congregación Don Orione. En 1950 sus superiores le encomendaron, como función secundaria —como "changa", según dice él ahora—, celebrar misa en el pueblo. Así lo hizo en la pequeña sala de un feligrés armenio de la localidad durante cerca de un año. Se enteró que los católicos del pueblo tenían un terreno y unos ladrillos para iniciar, cuando se pudiera, la construcción de una capilla. El padre Ré, quizás para descansar de su labor intelectual, decidió arremangar su sotana e iniciar, con la colaboración de algunos pocos voluntarios, la construcción de la capilla. El dinero que faltaba fue reemplazado por el trabajo. Así logró congregar a los católicos de Claypole en una casa común. "Es provisoria —aclara el padre Ré—, algún día podremos edificar una iglesia mejor." Pero eso será para más adelante. Antes hay que "vengar" a Ernesto Vilar.
• También converge en el pequeño Ernesto la historia de los miembros de la célula local de la Fraterna Ayuda Cristiana. Desde que en 1956, monseñor Fermín Lafitte creó esta organización, Claypole tuvo su grupo FAC. Su núcleo estaba constituido por Dora de Neurorh, Ángela y Bruno Krzewski, Ignacio Stranz y María Donadío, y trabajaba en las crecientes "villas" de los alrededores. Sin embargo, les faltaba Ernesto Vilar para que comprendiesen el horror desesperante de la miseria. La promiscuidad, la basura y el vicio que habían visto hasta ese día de invierno de 1960 ("No nos acordamos la fecha exacta, pero no importa: siempre será contemporánea a nosotros") fueron superados por la situación de Ernesto Vilar.
Ese día llegó al puesto de FAC una madre desesperada. Dejó una dirección
que la señora de Krzewski tardó tres horas en encontrar ("Fíjese, son barrios tan pobres que sus calles ni siquiera tienen nombre"). Ernesto Vilar la esperaba. Pequeñito en su cunita improvisada, con la piel arrugada como la de un viejo. Impotente, la enviada de FAC vio cómo sus huesos y venas, detrás de la piel casi transparente, trataban de vivir. La familia, padre, madre y otros cinco chicos, tomaron las escasas provisiones que les llevaba. Le contaron de las veces que se acostaban solamente con un mate. Pero en seguida reaccionaron, casi enloquecieron. Prácticamente echaron a Ángela Krzewski a la calle. Ella explica ahora que entonces se dio cuenta, y ese mismo día se dieron cuenta todos, de que era necesario superar el gesto de dar para llegar a alcanzar la actitud de amar y darse.
Ni el padre Ré ni los miembros de la Fraterna Ayuda Cristiana de Claypole pudieron dormir tranquilamente esa noche. Al domingo siguiente, después de mucho rezar, decidieron tomar urgentes medidas. Por de pronto, comprarían un local que estaba en venta a cinco cuadras de la capilla. Allí habilitarían una guardería infantil. Se trataría de alimentar, educar y ofrecer esparcimiento a cuantos niños fuera posible. Primera dificultad: en caja solamente había 420 pesos. El local en venta (un terreno grande con un galpón) costaba ciento setenta mil.
A pesar de todo, se lanzaron a la aventura ("Nuestro único capital era la fe en Dios. Teníamos que forzar a Dios para que ayudase a esta gente").
Firmaron pagarés, organizaron rifas y kermesses. Instalaron un quiosco pequeño para vender pan y artículos de almacén. Todo esto ayudó para que nunca les fuese protestado un documento. Una vez necesitaron levantar un pagaré de dieciocho mil pesos y se encontraron con que en caja había solamente nueve mil. Pudieron prorrogar el pago para el día siguiente; esa noche se inauguraba una kermesse. Era, de todas maneras, un recurso desesperado. Ellos bien sabían que una noche de kermesse no da más de dos mil pesos. Sin embargo, todavía no saben cómo, esa noche recaudaron ocho mil pesos. El problema estaba resuelto.
A medida que las cosas se iban haciendo, crecían la esperanza y las ambiciones. Para comienzos de 1962 la idea era, según el padre Ré, componer una "pentalogía social", es decir, una organización que permitiese a los chicos del lugar cumplir con "sus cinco necesidades": estudiar, comer, vestirse, rezar y divertirse. Al lado de la capilla adornada con santos e imágenes de dudoso gusto estético, ya se levanta la estructura de lo que será la escuela y la post-escuela y el salón de actos, donde semanales funciones de cine "dejan algunos pesos".
En otra manzana ya se levantaron las paredes de la futura guardería, sala de primeros auxilios y comedor. Lo que en un principio iba a ser la guardería, se ha reservado para talleres de aprendizaje. En ese mismo terreno se encuentra el quiosco, que en su breve historial ya tiene dos tentativas de hurto con fractura. Actualmente lo atienden Dora de Neurorh, Ángela Krzewski y don Francisco Caló quien, desde hace unos meses, se sumó a la patriada y, con su ciática a cuestas, camina diez cuadras todos los días para abrir el "boliche".
Todo eso fue hecho, según lo señala con cierto orgullo el padre Ré, con la colaboración de todo el pueblo. El mismo, igual que antes con la capilla, levantó algunas paredes. La parte más desagradable de su trabajo, sin embargo, consistió en pedir dinero a familias ricas de la Capital y hacer largas antesalas en despachos oficiales.
Ni el presidente Guido ni el general Loza, entonces secretario de Guerra, se vieron libres de la presencia del padre Ré. Estas entrevistas le valieron al cura italiano sendas cartas de presentación para el Ministerio de Asuntos Sociales de la provincia. Resultado final: 200.000 pesos. Apenas el dinero necesario para pagar el techo de los dos edificios entonces en construcción.
Actualmente, en estos días de agosto de 1963, todos se sienten un poco cansados. Se ha conseguido mucho. El padre Ré hace a PRIMERA PLANA el siguiente balance: "En lo espiritual, podemos decir que cada misa es un verdadero acto comunitario; en lo material, tenemos edificado por valor de cinco millones de pesos. No es poco para quienes empezaron con cuatrocientos veinte." No obstante, falta mucho. "Todo está cada día más caro y la necesidad aumenta." Sin embargo, no cejan. No pueden dejar de seguir adelante. Jesucristo, disfrazado de Ernesto Vilar, necesita ser vengado. Así, por lo menos, lo entienden ellos.
PRIMERA PLANA - Página 36
27 de agosto de 1963

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Padre Ré