Cómo deben ser los partidos políticos. La democracia.
El peronismo. La participación cívica. La autocrítica.
En momentos en que el diálogo político está en pleno
desarrollo estos temas son de candente actualidad.
Sobre ellos habla Fernando De la Rúa, 42 años,
cordobés, radical. Esta es la segunda de una serie de
entrevistas de SOMOS a dirigentes de distintos
partidos como un aporte al tiempo político.
SOMOS: —En esta etapa de dialogo hay gente que
recuerda la experiencia del último gobierno peronista,
dice que la vigencia de una democracia plena en la
Argentina es impracticable.
DE LA RUA: — El fracaso de un gobierno. concretamente
del último gobierno constitucional, no es el fracaso
de la democracia. Cuando un gobierno electivo anda mal
algunos dicen que sólo subsiste lo formal de la
democracia, y por ese camino acaban justificando no el
cambio del gobierno sino la supresión del sistema.
Otros encuentran que hay democracia sin sufragio,
incluso para tiempos de facto, argumentando que es de
fines, aunque no de medios. Estas calificaciones
destruyen lo esencial: la democracia simplemente es,
sin aditamentos.
—El jurista Sebastián Soler habla con frecuencia de
que la democracia se funda en la funesta ilusión de
que la libertad es ilimitada. ¿Qué piensa usted?
—Las calificaciones a una idea tan esencial como la
democracia son peligrosas. Yo no las acepto. Se habla
por ejemplo de democracia formal o real, o de
democracia de fines por contraposición a la de medios,
También se habla de democracias populares en las
dictaduras marxistas. La democracia es un sistema de
gobierno pero también un sistema de vida. Su idea
esencial es la participación, que no se limita al
sufragio sino que debe asumir otras formas de control
y opinión.
—¿Cuales, por ejemplo?
—Yo creo que el principio básico es la educación, la
moral y la ética de las conductas. Todo eso se
trasunta en el nivel cultural y político de una
sociedad y sus dirigentes. Su acto eminente es la
elección, pero por sobre todo la sustitución periódica
de los gobernantes en una renovación que expresa la
decisión de la mayoría.
—El gobierno que subió en 1973 lo hizo por medio de
elecciones, con amplia mayoría, ¿cree que la Argentina
pasó entonces por una etapa democrática?
—Nada es perfecto en la obra humana. Pueden en la
democracia surgir malos gobiernos, como pueden surgir
malos gobiernos de la fuerza. Pero en la democracia es
donde hay más posibilidad de control, resistencia y
cambio. Admito que el origen democrático de un
gobierno no impide por sí solo un ejercicio
desnaturalizado del poder, la democracia no es sólo el
sufragio sino el modo de gobernar en el marco legítimo
de las instituciones.
—Teniendo en cuenta esa experiencia, ¿de qué forma
puede una democracia defenderse de los elementos
antidemocráticos que están en su interior?
—Cuando se desnaturaliza el ejercicio del poder las
propias instituciones deben producir el cambio,
incluso anticipado, si es el caso. La historia muestra
la competencia entre libertad y poder. Pero hay que
tener en cuenta que tan falsa es la afirmación de
quienes invalidan la idea democrática porque un
gobierno fracasó, como la de quienes creen que la
mayoría puede hacer cualquier cosa, o que haber ganado
un comicio consiente cualquier abuso.
—Muchos dicen que la culpa de tantos fracasos la
tienen los dirigentes políticos. Después de cuatro
años de Proceso. ¿piensa que los partidos políticos
han cambiado, se han modernizado, han estudiado a
fondo la realidad argentina sin sectarismos
infantiles?
—Si bien la actividad pública partidaria está
restringida, creemos que el país necesita una
actualización constante de planes e ideas y la
formación de hombres aptos para concretarlas. Ahora se
nota la afluencia de jóvenes que quieren participar en
cursos y debates, ávidos de conocimientos. Si queremos
partidos vigorosos debe alentarse este tipo de tareas.
—-¿Cómo deben ser los partidos políticos para poder
funcionar verdaderamente en un nuevo orden
democrático?
—El país necesita pocos y fuertes partidos nacionales
que expresen las grandes corrientes de opinión,
evitándose su atomización en una pluralidad excesiva
de fuerzas menores. También se espera de los partidos
autenticidad, fidelidad a los principios y
consecuencia con las ideas. El que exhiba valores
éticos, organización eficiente y capacidad de
convocatoria tendrá un rol principal en el futuro.
—¿Qué propone para llegar a eso?
—Una ley que precise que para actuar en el orden
nacional se requiera un número mínimo de afiliados y
una representación que responda a ese porcentaje en un
mayor número de provincias. A veces con cinco
distritos a un partido se le permitía actuar en el
orden nacional. A mi juicio es más positivo que las
fuerzas menores se agrupen en una federación de
partidos para proponer un candidato, que cada una de
ellas lleve su propio hombre.
—Muchos dirigentes políticos dicen que sus partidos
sólo reflejaron la crisis en que estaba hundido el
país. Pareciera que nadie quiere reconocer errores,
hacer autocrítica. . .
—El radicalismo tiene una organización nacional, poder
convocante y sentido ético de la política. Padeció de
errores, pero no rehúye la autocrítica. Defiende
principios pero no se encierra en dogmas. Es cierto
que no se le ahorraron críticas, a veces con razón,
otras injustas y hasta algunas falsas. Sin
embargo, ningún radical ocupó cargos en el gobierno
pasado ni los ocupa en éste.
—Usted dijo que los partidos deben estar por encima de
los intereses sectoriales, pero la realidad indica que
no siempre ocurre eso. ¿No es una contradicción?
—En todos los partidos actúan hombres que pertenecen a
un sector determinado. Hay partidos en donde prevalece
un sector (agropecuario, laboral), pero lo importante
es que no sea ese sector quien imponga la política. El
predominio de un
sector sobre el otro rompe el equilibrio. . .
—¿Puede dar ejemplos concretos?
—Eso ocurrió en nuestra historia mas reciente: fue lo
que pasó cuando se entregó el cuerpo principal del
poder a un sector que acostumbraba luchar por su
interés. Eso alteró los esquemas del equilibrio social
con las consecuencias conocidas.
—El doctor Soler dijo en más de una oportunidad que el
peronismo no es un partido democrático y que habría
que excluirlo a la hora de fundar un sistema
democrático. ¿Cual es su opinión?
—No quiero entrar en polémicas con el doctor Soler.
—Pero ¿qué piensa del peronismo?
—Creo que es una fuerza política real cuya
organización dependía exclusivamente de un líder. Con
su desaparición toda esa estructura quedó cuestionada.
—¿Cómo se resuelve esa situación?
—La respuesta pertenece al campo de las hipótesis. Es
deseable que el peronismo logre una verdadera
organización democrática, porque como decía Sáenz
Peña, para organizar republicanamente la nación hay
que organizar republicanamente los partidos. De modo
que si el partido peronista se ajusta a ese postulado,
si logra una verdadera democracia interna donde no se
resuelvan los problemas por presión de ningún sector,
su actividad podrá ser positiva.
—¿Existe ahora en la Argentina una clase dirigente
capaz de revertir el ciclo de frustraciones que
soportó nuestro país en las últimas décadas?
—Sí, pero en potencia, porque se fragmentó por
enfrentamientos o desconfianzas. En los sectores
independientes hay personas de singular valor cuya
actuación, convergencia y compromiso son necesarios
para el éxito de cualquier proyecto político, tenemos
una gran clase dirigente y no la aprovechamos.
—¿No cree que existe una gran apatía por parte de la
población para participar o interesarse en la cosa
publica, que falta militancia cívica.?
—Hay mucho de eso. Es que la suspensión de la
actividad partidaria acentúa la renuencia de muchos a
participar en la vida política, y —por el contrario—
habría que intensificar esa participación, todos deben
comprender que los partidos serán la vía natural de
contribuir al servicio del bien común.
—¿Esa participación debe canalizarse únicamente por
los partidos políticos?
—No puede ignorarse que las estructuras sociales
modernas tienen otros modos de expresión, además de los
partidos. como las asociaciones gremiales, económicas,
culturales. Pero el partido político es la institución
que debe actuar por encima de los intereses
sectoriales y de allí parte la representación política
para acceder al gobierno.
—¿Es la democracia un sistema débil para lograr
sobrevivir en un mundo donde la agresión al derecho es
una constante? ¿Como se defiende la democracia?
—No entiendo que se califique a la democracia en débil
o fuerte. La debilidad o la fuerza es de los gobiernos
o de cómo se ejerce el poder. Los gobiernos
democráticos no deben tener temor de impedir que sus
enemigos la destruyan, deben evitarlo con todo el
vigor de la ley. Democracia plena, gobiernos fuertes,
vigencia de la ley y la justicia, es un resumen
adecuado.
Revista Somos
25.04.1980