Rosario
Festival de violencia
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EN LA PLAYA DE LA FLORIDA, DE ROSARIO, EL FESTIVAL DE LA MUSICA, PRESENCIADO POR 5.000 PERSONAS, TERMINO EN UNA VERDADERA BATALLA CUANDO GRUPOS DE JOVENES ENFURECIDOS ATACARON A LOS INTERPRETES, DESTROZARON EL ESCENARIO FLOTANTE, ROMPIERON INSTRUMENTOS Y PROVOCARON LA HUIDA DE LOS MIEMBROS DEL JURADO. UN EXTRAÑO IDOLO —PALOLO— CONSIGUIO CONTENERLOS Y CANTO DURANTE DOS HORAS. "GENTE" LLEGO A ROSARIO, INVESTIGO MOTIVOS, VIO TESTIGOS, PESO LOS HECHOS, Y LOS RESULTADOS FUERON MAS INTERROGANTES QUE CONCLUSIONES. ¿UN HECHO AISLADO O UN SINTOMA QUE OBLIGA A PENSAR?

El cantante Ilho Marajó interrumpió su balada y soltó la guitarra. De las cinco mil personas que se habían instalado en el balneario La Florida, de Rosario, fueron muy pocos los que advirtieron que el motivo había sido un puñado de arena arrojado con buena puntería y notable fuerza contra su boca. Los cuatro policías designados para vigilar el Festival de Playa y Río —presuntamente una fiesta de la música joven por la que ya habían desfilado los ignotos intérpretes Milly Galván y Los Dos y Dos— tampoco supieron cuál era la causa del brusco silencio de Marajó. En cambio, un grupo de cincuenta personas entre las que se destacaba como jefe alguien que lucía sobre la cabeza un pañuelo ornamentado con cuatro nudos en las puntas, decidió que había llegado el momento de jugar al malón. Ante las primeras sillas que atravesaron el aire, el jurado — despavorido —inició una tragicómica huida hacia el río. Claramente, se los oyó chapotear minutos después en la orilla, mientras procuraban arrojarse cuerpo a tierra o al agua en los lugares más oscuros. En realidad, casi toda la playa había quedado sumida en la oscuridad apenas iniciado el Festival: los equipos de luces, muy deficientes, parecían encenderse y apagarse voluntariamente. Los furiosos combates de arena se generalizaron, y de alguna parte voces apenas menos pulidas que las de los intérpretes improvisaban canciones evocativas de las usadas por comparsas en Carnaval.
A la una de la mañana, el fotógrafo Markarian —del diario rosarino "Hoy"— conseguía reponerse del impacto producido por un zapato contra su cabeza y apretaba el disparador de su máquina con el objetivo enfocado sobre los que corrían con carteles que identificaban la mesa de los jueces. El escenario —flotante, ubicado a veinte metros del fin de la playa— había sido tomado en veloz operativo por veinte jóvenes que se entregaban a la tarea de destruirlo. Las alambradas situadas en el sector sur de La Florida eran al mismo tiempo arrasadas. Un locutor, aferrado al único micrófono que subsistía, intentó detener aquello: "Que el país tenga una verdadera imagen de la cultura de Rosario, señores. No es posible que suceda esto". Un ataque con arena y piedras terminó con su intento. De pronto, milagrosamente, hubo una tregua. Marajó trepó sobre los restos del escenario y cantó para un jurado que ya no estaba en su sitio. Tras él, procuraron actuar Los Clevers. Iniciaron su trabajo, pero el agua y arena depositados sobre sus instrumentos produjeron un incendio. En la playa, eran arrastrados Pepe Mota y su Grupo Latino y hubieran sido obligados a actuar de no haber surgido, en ese instante, la primera de las voces que gritó el extraño nombre: Palolo. Alto, sonriente, se vio avanzar al dueño del apodo con los brazos en alto. Fueron entonces centenares las voces que solicitaban su presencia. Palolo caminó dos metros y luego —según el testimonio posterior de Juan Montabarren, mozo de uno de los bares que se yerguen en La Florida— fue llevado en andas y homenajeado con el cántico "Queremos a Palolo / como él hay uno solo / Palolo / Palolo". Desde la tarima, Palolo hizo un gesto que bastó para que se ubicaran detrás suyo los integrantes del Grupo Indómito. Como una letanía partió la última silla hacia cualquier parte, y su voz áspera atacó una canción inmediatamente cubierta por aplausos. Mientras agradecía y golpeaba tres veces el suelo con el pie para indicar al Grupo Indómito que retomaran lo que habían iniciado, Palolo se quitó la camisa y la hizo volar en dirección a sus fans. Las canciones de Palolo se prolongaron exactamente durante una hora cincuenta minutos. Una buena parte del público ya había abandonado el Festival. Entre ellos, el subsecretario de Gobierno de la Comuna, doctor Sebastián Cava, con su traje "mojado" por algunos de los iniciadores de la gran batalla. Sobre el final, como si algo hubiera faltado al caos de ruidos, golpes, guitarras, destrucción, el ídolo Palolo improvisó un discurso: "Me imagino que estarán contentos. Somos todos buenos tipos. ¿O no?" "Sí", rugieron desde abajo.

"¿Hippies? No, esos no fueron hippies ni nada parecido. Era un montón de tipos que no quiere escuchar música, que no le importa nada. No tenían por qué quejarse: la entrada costaba doscientos pesos y la mayoría se había colado' "¿Tu nombre?" "Coique" "¿Nada más?" "No, nada más, el apellido se lo regalé a alguien". "¿A qué te dedicás?" "Hago mocasines. Como éstos, ¿ves? Pero los hago cuando se me da la gana". "¿Cuántos años tenés?" "Veinte" "¿Te quedaste en el Festival hasta que terminó?" "No, me fui antes". "¿Estabas solo?" "Estaba con ella".
"¿Yo? Adriana. Coique es mi amigo. Dieciocho. Mejor dicho voy a cumplir dieciocho. Eso no fue un festival. Los que cantaban eran un desastre" "¿Por qué se produjo todo eso?" "Qué sé yo. Gente que no tiene nada que hacer. Nosotros vamos juntos a todos lados. Quiero decir Coique y yo. No molestamos a nadie y no nos gusta que nos molesten".
Coique y Adriana están en la puerta de "Landrú", el bar rosarino regenteado por Andrés Pascual (21) en el que se reúne la variante rosarina de los hippies. Con ellos, sus amigos. "Yo soy "Perita". Me dicen así porque tengo el mentón un poco largo. Sí, trabajo en una perfumería pero vengo aquí porque me siento hippie. Me gusta la música beat. Los que hicieron el lío no son hippies. ¿Sabés por qué? Porque los hippies no le tiramos arena a nadie. Si alguien quiere cantar, que cante. Si no nos gusta, nos vamos".
Jessie tiene trece años y jamás se separa de Perita. "Estoy en segundo año secundario. No sé si me gusta, pero estudio igual. ¿Ahora? Nada. Vengo aquí con él, tocamos la guitarra, cantamos. Yo sé que nos van a echar la culpa de lo que pasó en el Festival, pero no tuvimos nada que ver. ¿Quiénes fueron? No me importa. Que lo averigüe la policía. Que yo sepa, no hay ninguno preso".
"Me llamo Nanny. Tengo 17 años y no hago nada". "¿Estuviste en La Florida la noche del Festival?" "Estuve". "¿Hasta qué hora?" "Me fui apenas empezaron a tirar arena mojada". "¿Quiénes?' "Un montón de tipos. Yo quería escuchar música, nada más. Hicieron de todo y me asusté. Pensé que' no salía viva de allí. Patoteros, ¿te das cuenta? Los mismos de siempre pero ahora con pelo largo. Después la gente dicen que son hippies".

"Poné que me llamo Iand, a secas. Vivo de hacer dibujos para publicidad y vengo a "Landrú" todos los días. ¿Cómo quienes fueron? Bestias. Claro que los vi. Para mi esto tiene algo que ver con la política". "¿De qué manera?" "No lo sé. Pero algo tiene que ver. A mí la política me importa un pepino. Lo que me importa es la música y que me dejen en paz. No molesto. Que no me molesten".

Jorge Wheeler (22), técnico de sonido de L.T. 2, Splendid de Rosario.
"Estuve. Grababa el festival para mi emisora. Desde el arranque se notó cierta intranquilidad en el público. Había unos cuarenta que habían llegado para divertirse rompiendo todo. No, hippies no.
Los revoltosos son bien conocidos. Patotas que no tienen nada que ver con el amor, la paz y todo eso. A la media hora de iniciado el espectáculo hubo un apagón y quedó una sola luz. Ahí empezaron los arenazos. ¿Qué me pasó a mi? Nada. Un poco de arena en los equipos y el robo de un cable. Para lo que fue, la saqué barata".

"Ante la insólita situación protagonizada por un grupo de jóvenes irresponsables que concurrió al Balneario La Florida, debió suspenderse el festival de música que se realizaba allí. La irresponsabilidad de unos cuarenta jóvenes malogró un espectáculo del que participaban más de 5.000 personas pero que, sin embargo, se prolongó hasta el final".
Comunicado de la Municipalidad de Rosario.

"Se vinieron todos de golpe. Creo que eran hippies porque tenían una melenas bárbaras y gritaban y se reían cuando tiraban arena. La verdad es que tenían bronca porque los números eran malísimos y se apagaba la luz. Además, la policía dejaba pasar a todo el mundo. El que salvó las papas fue ese muchacho Palolo. Él anda siempre por todos los balnearios y canta. Sobre todo por el Croting. (Le decimos así porque antes iban ahí todos los crotos). Bueno, Palolo subió y los calmó a todos. Lo quieren mucho los muchachos y él sabe hacerse querer".
Gracián Molina (40), ex boxeador, actualmente bañero de la playa La Florida, testigo.

"Como todos tiraban, yo tiré. Qué sé yo, ¿vio? Los que cantaban eran unos perros y me dio bronca. Yo estaba con todos los del barrio. Nos daba risa uno del jurado que tenía barba colorada y se dormía. A ése le tiramos arena. Después se armó. Oiga, no ponga mi nombre porque vamos en cana como "Ladrillo". Yo laburo. No quiero problemas. ¿Palolo? Ese es un fenómeno".
Dos días después del escándalo, en La Florida, bajo una sombrilla y en la mesa del bar Tutti Frutti.

PALOLO
Mide un metro noventa y se enfunda en una camisa de encaje y pantalones negros. Del cuello le cuelga una gran cruz plateada con un cráneo y dos fémures en el centro. Su nombre: Norberto Pardal. Es electrotécnico y tiene 21 años. Cacique del Grupo Indómito, ha contemplado el proceso de su lanzamiento a la idolatría de los jóvenes habitantes de las playas rosarinas con cierto asombro.
—Esta cruz con la calavera no sé qué es. Me la regalaron unas pibas. Parece de pirata, ¿viste?
—¿Te definirías cómo hippie?
—No sé, ¿viste? Me parece que soy medio hippie.
—¿Por qué?
—El pelo y eso, no sé.
—¿Cuándo empezaste a cantar?
—A los doce años. Formé el grupo "Los demonios del twist", ¿viste?
—¿Por qué se produjo el lio en La Florida?
—Los muchachos se enfurecen, a veces. Eso no era música "bíp".
—¿Qué era?
—Cualquier cosa.
—¿Por qué pidieron que cantaras vos?
—Yo ando siempre por ahí, ¿viste? La gente me quiere. Te imaginás la emoción cuando subís a un escenario y te ovacionan. Es algo bárbaro. Además, les gusta que cante en inglés.
—¿En inglés?
—Bueno, un poco de sanata, ¿viste? Yo inglés no sé. Me dedico a lo mío pero me interesa todo.
—¿Qué?
—La historia. Rosas y esas cosas.
—¿Qué pensás de Rosas?
—Que era un buen tipo. Rimoldi Fraga me dijo. ¿No es el que unificó a la patria?
—¿Compusiste alguna canción?
—Sí: "Retrato de un rebelde". Se trata de un tipo que va por la calle y todos lo miran y a él no le importa. La verdad es que más que componer me gusta cantar y tocar.
—¿Qué instrumento?
—La pandereta.
¿Cuál es la razón última de todo lo que sucedió? ¿Por qué jóvenes que asistían a un recital se transformaron de pronto en columnas de destrucción? Es difícil saberlo. El hecho es que hace una semana, en Rosario, pasó algo que puede ser un hecho aislado, pero que también puede ser un síntoma. Una figura geométrica que tiene en sus puntas a Norberto Pardal (Palolo), a 5.000 espectadores conmovidos, a una ciudad indignada, a los quietos hippies versión Rosario agrupados en el bar "Landrú", a cincuenta jóvenes argentinos sin nombre, sin apellido, sin rostro, que por algún motivo prefirieron la violencia a la alearía.
MARIO MACTAS Y GABRIEL ALVARADO.
(enviados especiales a Rosario).
Revista Gente y la Actualidad
12.02.1970

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Festival de Playa Florida en Rosario
Festival de Playa Florida en Rosario

Festival de Playa Florida en Rosario
Palolo en foto superior
Mactas en foto inferior


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