REPORTAJE A IRMA ROY, LA MAS POLITIZADA ACTRIZ ARGENTINA
«NI FRAC NI ALMIDON: CULTURA POPULAR»
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Heroína sufriente de múltiples teleteatros Irma Roy dice ahora su propio libreto: vencida como postulante a la presidencia del gremio de actores, analiza vehementemente la realidad laboral y propone enfoques para la programación televisiva

Quince días atrás, estuvo a punto de convertirse en "la señora presidenta". Sin embargo, el escrutinio no le fue propicio: la Lista Celeste —que propuso a la actriz Irma Roy (40, una hija) para la primera magistratura de la Asociación Argentina de Actores— sucumbió por 158 sufragios frente a la fracción encabezada por Jorge Rivera López. El episodio, inédito en cuanto a una postulación femenina para la conducción del gremio, condicionó sensiblemente la extensa charla que Siete Días anudó con la estrella, en su confortable departamento de Callao y Melo.
Por lo tanto, se soslayaron aspectos de su vida doméstica y aun los planes de su ajetreada actividad profesional: apenas hubo tiempo para recoger algunos hitos de su biografía. El egreso del Conservatorio de Arte Dramático, su primer, juvenil matrimonio con el desaparecido actor Enrique Cuitiño; un obligado exilio latinoamericano, cuando, luego de 1955, se le cerraban sistemáticamente las fuentes de trabajo; por fin, el regreso, constelado de actuaciones intrascendentes, hasta que consigue encaramarse en el boom de los teleteatros: primero fue Cuatro hombres para Eva, caudaloso telelagrimón de Nené Cascallar y más tarde Simplemente María, sin duda el más persistente éxito, cuyos contratiempos oftalmológicos-sentimentales soliviantaron a la teleaudiencia femenina a lo largo del trienio 1967-1969.
Naturalmente, el novedoso rol de militante —para muchos desconocido— oscureció la imagen de sus sufridas heroínas. Esta vez, Irma Roy confirmó el aserto de que los actores, además de decir letras escritas por otros, pueden —alguna que otra vez— pergeñar sus propios libretos: "Nuestro gremio es tan particular que se da el lujo de tener un presidente además de un secretario general. Pero no creas que esas luces nos ciegan —se adelantó a explicar—: es una forma que tenemos de entender la vida. Somos un pequeño mundo dentro de otro, de ese mundo más amplio de la realidad."
—¿Cómo se integran los actores a ese mundo real?
—De la única manera posible: comprometiéndonos con el tiempo que vivimos, participando de las luchas y de las aspiraciones de todo el pueblo; concretamente, diciéndoles a los otros de qué lado estás ubicado.
—Habría urna contradicción entre tus deseos y los estatutos del gremio, que prohíben expresamente hacer política dentro de la institución...
—Sí, mi propuesta choca contra lo que está escrito, pero no nos engañemos porque vos, yo y todos sabemos que la conducción de un gremio siempre es política, aunque se lo niegue. Aferrarse a la letra de unos estatutos que fueron el resultado de un determinado proceso es imposible hoy y aquí, en Argentina 1973, donde se hace política incesantemente.
—¿Cuál era el proyecto político de la lista que encabezaste?
—Nuestra lista fue la resultante de las tres agrupaciones peronistas del gremio: la Enrique Muiño, la Enrique Santos Discépolo y la José Podestá. Nuestro proyecto entronca entonces con la lucha establecida por el movimiento justicialista en pro de la liberación nacional.
—¿Qué matices diferencian a las tres agrupaciones?
—La distinción sólo puede hacerse en base a un criterio generacional; la agrupación Muiño, a la que pertenezco, recluta a los "viejos" peronistas que estamos enrolados en el movimiento desde las primeras horas; de los que vimos a Perón actuando; somos peronistas viscerales o si preferís un término más académico, somos peronistas ortodoxos. De igual modo definiría a los compañeros de la agrupación Discépolo.
—De eso se desprende que habría más de una clase de peronistas. ¿Cuáles serían las demás?
—En realidad, no es descabellado afirmar que hay grandes diferencias entre las dos generaciones de peronistas. Contra ese peronismo visceral, de que hablaba, los jóvenes oponen un criterio más racionalizado, más intelectualizado del proceso, porque tuvieron que formarse, e informarse, casi exclusivamente, a través de lecturas. Los viscerales, en cambio, no necesitan explicaciones de ningún orden; se es peronista porque se siente, porque se vivió el peronismo, porque se lo quiso y porque se sigue creyendo en él.
—¿Pero en política se puede resolver todo sólo por el camino de la fe?
—No, por supuesto. Yo no digo que esa posición sea perfecta ni que yo particularmente esté enrolada en esa línea; digo que comprendo al peronista de esa época; lo que ocurre es que 18 años no pesan en balde.
—¿Pensaste que de haber ganado habrías conducido a un gremio de desocupados?
—Lo que pasa en actores es un reflejo de todo lo que ocurre en la realidad nacional como lógica consecuencia de un sistema liberal; no es casual que en este último tiempo haya tantos actores desocupados, se ha cercenado nuestro trabajo como una manera de presionar sobre el gobierno; las empresas se suman a la inquietud común que existe en nuestro medio porque, en la medida en que se han estatizado los canales —y nosotros estamos de acuerdo con eso— atacan al sistema creando ansiedad en el gremio.

EL FUTURO DE LOS ACTORES
Ajena por completo a las inquietudes maternales, la pequeña Carolina,—hija de Irma Roy con Osvaldo Papaleo— trisca por la sala, amenazando la integridad de una vasta colección de potiches y figulinas orientales, que junto a un cuadro del argentino Le Parc, conforman los tesoros artísticos de IR.
Tras un café reparador, la charla vuelve a transitar por los mismos ríspidos andariveles.
—¿Y qué seguridad tienen las empresas y ustedes mismos sobre la continuidad de las fuentes de trabajo?
—Lo que ocurre es que la prensa tiene gran parte de culpa con respecto a este tema, ya que se hace eco de versiones inexactas: se ha dicho que sólo van a quedar dos canales televisivos, cuando el compañero Emilio Abras, secretario de la Presidencia, ha asegurado que se mantendrán los cuatro canales existentes. Yo me pregunto entonces cuál es la finalidad de este tipo de informaciones, a qué intereses están sirviendo. Mientras tanto, y esto es lo más grave, las empresas no renuevan contratos en previsión de la futura ley y cuando lo hacen, es a partir de abril y ad referéndum de lo que pueda suceder.
—Es un proceder bastante lógico...
—Claro, está bien, ellos se cubren porque no arriesgan nada; nunca las empresas arriesgan nada, siempre buscan ganar. Entonces hacen restricción de teleteatros o abaratan los costos de producción; apelan, en fin, a todas las artimañas propias de una política coercitiva para obligar al gobierno a mantener los canales privados o, mejor dicho, para que siga funcionando la parte privada de las empresas.
—¿Cómo deberían funcionar los canales televisivos?
—Deben hacerlo específica y definitivamente en defensa del trabajo nacional; no es posible que nos invadan las series, las películas, los programas ómnibus de entretenimiento. En una palabra, todo lo que signifique abaratar la producción conspirando contra la educación de nuestro pueblo y contra la defensa del trabajo argentino. Existe, por ejemplo, una ley de doblaje que estipula un porcentaje de trabajo de nuestra parte. De haberse cumplido, tendríamos que haber producido el doblaje del 40 por ciento de las películas difundidas. Ahora explícame vos qué película posee un doblaje efectuado por nosotros.
—Parece que ni en el canal oficial se cumple esa ley...
—En el Canal 7 no se ha podido hacer aún una programación que responda específicamente a las necesidades del gobierno actual; en principio, porque hay contratos pendientes que se han respetado y por otra parte, se debe luchar contra el trabajo que se tomó el gobierno anterior para demostrar que el Estado no podía conducir un canal de televisión, para así justificar su traspaso a manos privadas.
—Se dice sin embargo que las modificaciones introducidas en la programación no mejoraron mucho lo existente...
—Eso es inexacto. Se ha mejorado con la inclusión de teleteatros, como Patio de la Morocha, el teatro de Miriam de Urquijo; aunque no lo quieran aceptar, se han abierto fuentes de trabajo. Y esto es así como te lo digo yo.
—Comparto tu alegría en lo que respecta a las nuevas fuentes de trabajo, pero desde el punto de vista político-educativo ¿qué función debería cumplir el canal oficial?
—Es, fundamentalmente, educativa. Lo cual no significa que durante todo el día pongan conciertos de cello. A mí me aburriría, no sería eficaz. Pienso que lo más importante es quitar de raíz la dependencia cultural a la que nos han sometido las series, sobre todo en el plano del lenguaje. Y esto no es fácil de solucionar porque el proceso ha durado muchos años, se ha deformado el gusto de la gente, asimilando costumbres distintas y ajenas. Todo esto es un mal de la televisión en general y resulta imposible cambiarlo en un día. Menos se puede esperar que el Estado lo haga en tan poco tiempo porque no es mesiánico, está hecho por hombres y los hombres
tienen fallas. Hay que aprender a contemporizar, a tener fe para lograr el bien del país.
—Si países altamente desarrollados como los europeos solo explotan uno o dos canales de televisión, ¿considerás justificable que en un perímetro tan reducido como la Capital y la provincia de Buenos Aires funcionen cinco estaciones?
—Quizás sería conveniente que se fusionaran los 4 canales, porque si se restan series, entretenimientos, películas, yo me pregunto cuánto de positivo, argentino y cultural queda. Pero de todas maneras yo me atrevería a decir que puede llegar a ser un arma de doble filo, porque no es sencillo utilizar como se debe semejante poder.
—¿No pensás que así como se ha sugerido evitar el sensacionalismo en las noticias o la publicidad lindante con la pornografía, se debería intervenir también para modificar los planteos generalmente morbosos de los teleteatros?
—Los teleteatros que se hacían hasta ayer eran estupidizantes; no era casual, participaban de un sistema. En algunos órdenes se ha mejorado, pero todavía no ha llegado el proceso de liberación a los canales de televisión en tanto y en cuanto son entes privados sin regimentación estatal.
—¿Y cuando llegue le regimentación estatal se harán teleteatros con contenido?
—Las señoras tendrán su cuota de teleteatro y de escapismo porque no vamos a ser una sociedad almidonada; la cultura no equivale a ponerse el frac desde la mañana, es también entretenimiento; el fútbol es cultura en la medida en que es expresión de pueblo.
Amelia Figueiredo
Revista Siete Días Ilustrados
09.12.1973

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Irma Roy
Irma Roy y su hija Carolina Papaleo
Irma Roy
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Irma Roy
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