¿Quién le teme a Jesucristo superstar? Volver al índice
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El atentado que arrasó el Teatro Argentino, el miércoles 2, dio pruebas de la existencia de un terrorismo contracultural, cuyo signo es el fanatismo a ultranza y la intolerancia más absoluta. El comando incendiario no sólo impidió la representación en Buenos Aires de la ópera - rock "Jesucristo Superstar": también logró un triste prestigio para los argentinos

A las tres y media de la tarde del pasado viernes 4, en el escenario del teatro Ateneo, un nutrido grupo de jóvenes se amalgamaba alrededor de un pulcro ciudadano norteamericano, quien —después de traducido— habló a la concurrencia en un inglés, nada neoyorquino.
—Esto se termina —dijo, apenado pero con entereza—; esto es una despedida. Me voy el martes.
Charles Gray, asistente de -dirección de la obra Jesucristo Superstar en su versión estadounidense, fue contratado por Alejandro Romay para dirigirla en Buenos Aires. El frustrado estreno del martes 2 en el incinerado Teatro Argentino —obra de una banda armada (Siete Días Nº 312)— puso al elenco en una curiosa situación: listos para comenzar a representar, la falta de local y la ulterior decisión del productor Romay de no ofrecer la pieza al público porteño, los obligó a desandar el camino recorrido.
Un camino que convocó a 42 actores —seleccionados de entre varios miles—, 17 músicos y un grueso número de personal técnico que día tras día, a lo largo de los últimos cuatro meses, se aprestaban a montar una obra polémica, que había sido uno de los sucesos taquilleras más importantes de los últimos tiempos en el hemisferio Norte. Opera-rock de origen inglés, compuesta por Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, fue estrenada el 5 de octubre de 1971 en el Mark Hellinger Theatre, de Broadway, con singular y sostenido éxito.
Basada en la versión del Evangelio según San Juan, había logrado que su faz musical vendiera más de cuatro millones de placas discográficas. Atacada por irreverente —y presa dilecta de la censura— en varios países, la versión porteña, sin embargo, había sido convenientemente adecuada al pensamiento de la Iglesia Católica argentina. Y a pesar de las reiteradas amenazas que se recibían cotidianamente en la sala de la calle Bartolomé Mitre y en el canal de televisión que regentea el productor Romay, todo se dispuso para consumar el estreno el 2 de mayo.

¿CIVILIZACION O BARBARIE?
"Pero ahora todo quedó atrás", comentó, lagrimeante, Susan Ferrer (20), que representaba el papel de María Magdalena, cuando se instaló junto a dos hombres de Siete Días, en la primera fila del teatro Ateneo: allí presenció la despedida de Gray. Entre risas y aplausos, cada uno refrenaba su frustración como podía Charlie, extrañamente sereno, abrazó uno por uno a sus dirigidos, besándolos y obsequiándoles una medalla de plata —compró 42, de su propio peculio— y repitiendo constantemente: "Algún día volveremos a encontrarnos".
Algunos defeccionaban y se abrazaban compungidos, mientras otros sollozaban entre los cortinados. Gray, en tanto, hacía bromas, evitaba los discursos y la solemnidad.
"¡Basta! —dijo— estamos vivos y eso es lo bueno. Que esto no sea un funeral, muchachos."
—Pero en realidad lo es —aseguró a Siete Días un miembro del elenco, que pidió que su nombre no fuera revelado—; acá ganábamos un promedio de 250 mil pesos viejos por mes y teníamos contrato hasta noviembre, con posibilidades de renovarlo. Esta pieza iba a ser un exitazo. Y muchos de nosotros, como yo, pensábamos que nos podía permitir la tan ansiada independencia económica y el despegue artístico. ¿Y ahora qué hago, me querés decir?
Claro que, para otros, el problema se planteaba preferentemente a nivel ético. "Es un atropello que no lo hubiera imaginado ni el doctor Jekill —suspiró Fernando Lewis (32), uno de los actores—. Por eso quisimos hacer la obra el mismo día del siniestro, a la noche, a manera de desagravio. Ofrecimos trabajar sin vestuarios, aunque fuera en una plaza pública, pero Romay se negó por temor a nuevos atentados".
Casi paralelamente, durante un almuerzo con Nélida Lobato, el jueves 3, el presidente de la Asociación Argentina de Actores, Luis Brandoni, anunció que se iniciarían gestiones para realizar la obra en la Catedral Metropolitana. Una idea que no prosperó ante el embate de nuevas llamadas telefónicas anónimas, intimando a los responsables a un "no va más", so pena de recibir otra drástica represalia.
Sustancialmente, Jesucristo Superstar desencadenó desde el momento mismo en que se anunció que sería puesta en escena, una oleada de contradictorias opiniones. Ante la inmediata reacción de sectores católicos y grupos preconciliares, los organizadores de la representación abrieron las puertas del teatro para que las jerarquías eclesiásticas asistieran a los ensayos, a fin de juzgar y compenetrarse del espíritu y la verdadera intención de la pieza. El mismo Romay declaró, el día del atentado, que "la vieron los más altos dignatarios de la Iglesia, quienes aplaudieron a rabiar. Estuvieron los monseñores Quarracino, Collino y Villena, este último en su carácter de presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social". Luego del comentario, Romay se encerró en un impenetrable mutismo. El acceso de sacerdotes a los ensayos pareció significar un aval del catolicismo argentino. Como explicara a Siete Días el secretario ejecutivo de Monseñor Villena, el profesor Martínez Sotomayor, "se trata de una obra magnífica, de gran contenido, a la que asistimos varias veces para que se corrigieran pequeñísimos detalles. Y le aseguro que nos gustaron mucho todos los actos. Inclusive asistieron con nosotros dos obispos extranjeros: Monseñor Ismael Errázuriz, auxiliar de Santiago de Chile, y Monseñor López, secretario general del CELAM (Consejo Episcopal de América Latina), con sede en Bogotá. Este atentado es, pues, una obra insólita, producto de mentes enfermizas. Inexplicable". Conceptos que coincidieron con los que vertiera el propio Monseñor Villena: "Se iba a presentar una digna versión argentina de Jesucristo Superstar. Este hecho —el atentado— configura un verdadero atropello, inadmisible y anticristiano".
Con respecto a las reiteradas visitas realizadas por las autoridades eclesiásticas, Susan Ferrer deslizó este comentario: "Venían seguido y se advertía que les encantaba. Exagero apenas si digo que nos vieron todos los curas de Buenos Aires, y muy pocos hicieron una que otra observación. A mí, por ejemplo, un alto dignatario me dijo que le gustaba como interpretaba mi papel de María Magdalena, pero que no le acariciara el rostro a Jesús, como debía hacerlo en determinado pasaje de la obra. Pero mi caricia era de una inmensa ternura".

CAMINO DEL GOLGOTA
En la mañana del 18 de abril — Miércoles Santo— una entidad de la que sólo se conocieron sus siglas —ORCI— empapeló el casco céntrico de Buenos Aires con afiches que, aludiendo a la pieza, invitaban a un Vía Crucis de desagravio "por la ofensa que se hace a la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo". Esa misma noche, un nutrido grupo de Jóvenes militantes católicos se congregó en el tricentenario templo de San Ignacio, en la esquina de Bolívar y Alsina, a una cuadra de Plaza de Mayo. El acto fue presidido por sacerdotes de la parroquia, quienes explicaron el sentido de las estaciones padecidas por Jesús camino hacia su crucifixión.
Luego, a la salida del tempo, algunos asistentes repartieron volantes suscriptos por la autotitulada Guardia Restauradora Nacionalista, en los que se denunciaba el "Infame sacrilegio... de la obra Jesucristo Superstar, pieza sacrílega y escandalosa en que se hace aparecer a Nuestro Señor Jesucristo renegando de su Divinidad y acto seguido entregado a expansiones equívocas con Santa María Magdalena". Reclamaban, a continuación, "una respuesta valiente, digna y eficaz".
Al día siguiente del incendio del Argentino, como parte de una extensa recorrida por distintos medios, Siete Días recaló en el templo de San Ignacio, donde entrevistó al párroco Julián Agüero. "Yo estoy contento de que la gente defienda a Cristo, —comentó, a propósito del Vía Crucis del 18 de abril —. Aquella fue una manifestación de fe muy emotiva, realizada por una muchachada profundamente cristiana". Dijo, además, que desconocía el argumento de la obra en cuestión, así como la identidad de los integrantes de la Guardia Restauradora Nacionalista y de ORCI, sigla que repudió el estreno a través de una solicitada en diarios de la Capital.
Entre tanto, mientras el periodismo agotaba las informaciones sobre el atentado y se conocía la decisión de no volver a montar la obra teatral, arreciaban las declaraciones de sacerdotes y funcionarios de la Curia Metropolitana en el sentido de que la obra no era inmoral ni atentatoria hacia la persona de Jesucristo.

LA FUNCION NO DEBE CONTINUAR
"Lo más triste de todo, es que la gente que quemó el teatro no tenía la menor idea de lo que trataba la obra", supuso pocos días atrás Carlos Wibratt (24, soltero), un esmirriado cantor que hasta pocos meses antes de asumir el papel de Jesucristo se desempeñaba como obrero de una cuadrilla callejera de la empresa Entel: "Fíjense en este panfleto distribuido por una patota en Bolívar y Moreno. Las cosas que dice no tienen nada que ver con la realidad. En ningún momento Jesús reniega de su carácter divino. Al contrario, como cualquiera de nosotros tiene sus crisis de fe y duda, pero al final queda claro, sobre todo para el público, que es el hijo de Dios. La gente que hizo esta barbaridad debería haber visto la obra antes de decidir el atentado".
En realidad, la molestia de Wibratt tiene personal justificación: además de troncharse de la noche a la mañana un ascenso a la fama que los empresarios de la obra consideraban inminente, el lánguido artista debió realizar más de un sacrificio para adecuarse a su personaje. Así, por ejemplo, tanto él como su partenaire Carlos Alberto Burlot (25, soltero), más conocido por su seudónimo Greco, tuvieron que someterse pocas semanas atrás a un tedioso tratamiento de entretejido de sus cabellos. Una operación que demandó casi 24 horas y que le significó al empresario algo más de 600 mil pesos viejos. "Ahora no sabemos si quedarnos así o no: yo me siento como con la cabeza hipotecada", bromea Greco.
"Pero todo lo que hemos dado de nosotros mismos no es nada al lado de la indignación que nos produce la barbarie —concluye Wibratt—. Es que no podemos evitar habernos contagiado de la religiosidad que trasunta la obra; yo, personalmente, además de haber aprendido muchísimas cosas nuevas sobre arte escénico, me voy de aquí con una importantísima experiencia y con la seguridad de haber comprendido mejor que nunca la pasión de Jesucristo. Por eso creo no equivocarme cuando me preguntan qué habría que hacer con los autores del incendio y yo contesto con las mismas palabras con que culmina la obra: "Perdónalos, no saben lo que hacen".


CHARLES GRAY; "MAS PAPISTAS QUE EL PAPA"
Seguramente, cuando la presente edición de Siete Días gane la calle, Charles Gray (38, soltero, en la foto junto al protagonista principal de la obra) —el movedizo director teatral norteamericano encargado de la puesta en escena de Jesucristo Superstar—, estará devanándose los sesos para explicar a sus colegas estadounidenses las razones de su repentino e inesperado regreso. Es que a mediados de la semana pasada, exactamente cinco meses antes de lo planeado., el jovial realizador se embarcó rumbo a su país natal: en el aeropuerto lo despedía un adusto apoderado del empresario Alejandro Romay y algunos miembros del elenco de la obra. Un adiós en el que no abundaron los parlamentos y que quedó definitivamente sellado con un "Mi no entender nada. Esto ser incredible ...".
Así, entre confundido y resignado, se alejó uno de los más cotizados regisseurs de Estados Unidos — Gray fue uno de los responsables de la versión yanqui de la obra—, a la vez que se desvaneció, al menos por ahora, toda posibilidad de volver a montar Jesucristo... en Argentina. Pocas horas antes de su partida, Siete Días logró una entrevista exclusiva con el atónito Gray, cuyos tramos más significativos —traducidos al castellano— se reproducen a continuación:
—Antes de arribar al país, ¿se imaginó alguna vez que su trabajo podría terminar así?
—No, yo sabía que existía una situación política inestable. Tenía conocimiento de varios atentados, y había leído de algunas manifestaciones callejeras que a menudo terminan en violencia. Pero jamás me hubiera imaginado que se atentara contra una obra de teatro, y mucho menos contra una con un mensaje tan fraternal como Jesucristo Superstar.
—¿Cuáles son los aspectos de la obra que, a su juicio, podrían haber motivado esta reacción?
—Eso es lo que yo mismo me pregunto. Incluso, realizamos una función para la Curia de Sueños Aires, para ver qué opinaba la jerarquía eclesiástica, y sólo hubo algunas objeciones con respecto al título de la pieza y al hecho de que Jesús plantea en determinado momento sus dudas con respecto a su origen divino. Pero, en general, estaban de acuerdo y aplaudieron todos. Eso es lo más llamativo del asunto: los autores del incendio son más papistas que el Papa.
—¿En Estados Unidos pasó algo similar?
—Nunca se llegó a esto. Apenas hubo algunos piquetes de grupos católicos y organizaciones judías que expresaban su oposición distribuyendo panfletos y desfilando pacíficamente frente al teatro. Esto que ocurrió en el Argentino, en cambio, es un acto propio de fanáticos. La única comparación que admite este atentado es con el que se llevó a cabo en ocasión del estreno de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky (en USA). Entonces, hace muchísimos años, quemaron la sala de conciertos por considerar que la obra era demasiado moderna. Este hecho se relaciona con todos los actos terroristas perpetrados por gente incomprensiva. Les mismos que mataron a Kennedy o a Luther King ...
—¿Usted tiene alguna simpatía política?
—En mi país soy demócrata, pero nunca fui algo así como un militante. Al llegar aquí, el 20 de febrero, asistí a todas las campañas electorales y nunca logré entender demasiado la situación de cada partido... En realidad, creo que Cámpora es un hombre capaz.
—¿Por qué se va?
—Romay decidió que, por el momento, la obra no puede representarse. De manera que me indemnizó y me agradeció los servicios prestados.
—¿Se puede saber cuánto dinero le pagó?
—Por supuesto que no.
—¿Usted está de acuerdo con la decisión de no insistir en la representación de Jesucristo Superstar?
—Creo que fue una postura correcta de parte de Romay. Esa gente está decidida a todo, y no podemos arriesgar la vida de los actores y el público.
—Si los empresarios cambiaran de idea y lo invitaran a volver, ¿lo haría?
—Hmmm... sí.
—No parece muy convencido ...
—Es un derecho que me corresponde. No se olvide que los terroristas preguntaron por mi. Querían matarme o hacerme daño.
—¿Cuál cree usted que hubiera sido la actitud del Jesucristo que plantea la obra ante un hecho como éste?
—No sé ... Primero, quizás, hubiera llorado. Y luego sentido mucha rabia.
—¿Y nada más?
—Bueno, les hubiera buscado. Pero sólo para hablar con ellos y convencerlos de que actuaron equivocadamente.

Revista Siete Días Ilustrados
14.05.1973

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Jesucristo Superstar
Mientras el elenco en pleno posaba para Siete Días Ilustrados frente a la Catedral Metropolitana, Romay (arriba) decidía que la obra no volvería a representarse por el momento y por eso los integrantes de la troupe trataron de consolarse mutuamente
Jesucristo Superstar
Charles Gray
Jesucristo Superstar
La despedida del director charles Gray, en el teatro Ateneo

Jesucristo Superstar
Cura párroco Julián Agüero
Jesucristo Superstar
Los participantes del Vía Crucis de desagravio en la parroquia San Ignacio hacen votos de su fe inquebrantable