LA CUESTION DE LOS PRECIOS Y SALARIOS
Por CARLOS MACCHI
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La Gran Paritaria Nacional alumbra en medio de un panorama económico y gremial bastante confuso los nuevos precios y salarios. Por su parte los trabajadores deberán cumplir el rol de nodriza haciéndose cargo de la criatura. Muchos creen que quienes los dirigen —así como los que aspiran a dirigirlos— deberían explicarles con toda claridad los secretos del parto.

EN otros tiempos y hace poco, Perón ha sostenido que "la víscera más importante del pueblo es el bolsillo" y que "cualquier sistema que se base en el sacrificio del pueblo está destinado al fracaso". Estas afirmaciones son de tal importancia que podrían ser incorporadas como los cánones veintiuno y veintidós al conjunto de sus verdades justicialistas.
Es cierto, también, que Perón ha sido definido, aún por sus sostenedores, como un político pragmático que es capaz de decir repetidamente algo y llegado el momento hacer todo lo contrario en lo que, a fuer de sinceros, debe reconocerse que no le ha ido tan mal.
Con los enunciados citados ha sucedido algo por el estilo. Porque no fue otra cosa que, ellos mediante, con la conformidad de Perón se llegara al Acta de Compromiso Nacional —el llamado Pacto Social— que no le presta mucha atención a la trascendente víscera popular y, sin ocultamientos, pidió al pueblo el sacrificio necesario para lo que se llamó el despegue del país hacia la concreción de la Argentina Potencia.
Curiosamente, quienes recuerdan —expresa o implícitamente— esas verdades en su predicar son los grupos de dirigentes sindicales calificados como combativos, opositores a la conducción cegetista y de las 62 Organizaciones. Por su lado, los sostenedores de la verticalidad se limitan a instrumentar las directivas de Perón a despecho de las afirmaciones que, por cierto, no figuran en las citas que habitualmente se hacen de sus palabras en las frecuentes solicitadas periodísticas.
Recordamos todo esto porque el mes pasado los hechos parecían de una trascendencia poco común para el cuerpo social argentino. Así, junto con el proyecto de ley, denominada de "contrato de trabajo", a la que se calificó como una avanzada en el orden mundial, se llevaron a cabo las reuniones de la llamada Gran Paritaria Nacional —a la que se incorpora ahora la Unión Industrial— con miras a adecuar el salario de los trabajadores a las fluctuaciones observadas en los precios, asegurando el poder real de aquéllos.
Lo que se supo del proyecto de ley de contrato de trabajo siguió siendo insuficiente y poco claro para hacer en esta instancia un comentario cabal y veraz de su contenido como de sus posibles proyecciones. Es deseable sí, que lo que se logre como beneficio social no deba ser aportado por los trabajadores en función de miembros de la comunidad consumidora y que lo hecho tenga coherencia, validez constitucional para evitar largos trámites tribunalicios previos a su efectivización. Y, por último, que se haya tenido en cuenta que no siempre lo inédito resulta beneficioso por la simple razón de la novedad.

¿Pan para hoy?
De la reconsideración de ciertos valores del Pacto Social por la Gran Paritaria Nacional se puede comentar con mayores y menores elementos de juicio. Porque esos valores tuvieron en su momento consagración legislativa (a pesar de la afirmación en contrario de Raúl Alfonsín en reciente programa televisivo) el 6 de julio de 1973, con la promulgación el 17 de ese mes y publicación en el Boletín Oficial dos días más tarde. Y con esa ley en mano se hace más fácil el análisis de lo que se está haciendo para arribar a la esperada adecuación de los salarios a los precios.
Se ignora si la Comisión integrada por miembros de la C.G.T. y de la C.G.E. cuenta con los índices necesarios para actuar dentro del marco legal fijado al Poder Ejecutivo. Vale decir, si ha crecido la productividad media de la economía y, en caso afirmativo, cuál ha sido el porcentaje de ese incremento. No hace mucho, el Secretario de Prensa de la C.G.T., Hugo Barrionuevo, afirmó a periodistas que lo interrogaban, al salir de la residencia de Olivos, que el organismo oficial que tiene a su cargo la confección de las estadísticas era obsoleto y no respondía a las necesidades actuales. Si eso es cierto cabe preguntarse cuáles fueron los datos indispensables considerados para proceder a la adecuación salarial y quién los produjo. No deja de tener importancia que el ministro Gelbard. el 15 de marzo, al término de una de las reuniones, dijera algo similar a lo expresado por Barrionuevo, sin señalar al organismo estatal responsable.
Ese mismo día, el Secretario General de la C.G.T., Adelino Romero. formuló declaraciones sobre el tema que no pueden quedar sin comentario. En efecto, aseguró Romero que se llegará a la fijación de los niveles de remuneraciones luego de haberse concretado el de los precios y el valor de los servicios. Agregó que no se deseaba caer en prácticas inflacionarias que durante tanto tiempo esquilmaron el bolsillo de los trabajadores. Cabe reconocer que Romero se apuntó allí un buen poroto. Primero porque hábilmente se colocó a la zaga de los precios para determinar los salarios, lo que revela una cierta habilidad negociadora, y luego porque, al margen de las motivaciones que lo impulsaron a hacerlo, requiere una buena dosis de coraje reconocer los perniciosos efectos de la inflación cuando se está representando a los trabajadores en la mesa en que se discuten sus salarios.
Pese a las preguntas de los cronistas acreditados en Economía, la fecha de vigencia de los nuevos salarios permaneció en la sombra. Sin embargo, no se descarta que rijan con anterioridad al de junio próximo. Si eso sucediese, se estaría violando la ley que fijaba esa fecha como la de la primera corrección. Tal vez se podrá argumentar que la justificación surgió porque se debía dar respuesta a una urgente necesidad de los trabajadores. Por otra parte nadie reprochará al Gobierno por ello aunque signifique un incumplimiento de la ley que debe desearse no se repita si es que el ejemplo debe venir de arriba, sobre todo en momentos en que hay tantos intereses que pugnan por hacer de la ley un elemento decorativo.
Es, finalmente, imprescindible que la ley se cumpla en tanto ella manda al Poder Ejecutivo a adoptar las medidas que aseguren el mantenimiento del poder de compra a la fecha de sanción de la ley, es decir a julio de 1973. El mandato legal no es de fácil cumplimiento. Las fórmulas aplicadas en nuestro país —el ultimo congelamiento de precios inclusive— y las adoptadas por otros países con similares problemas no parecen constituir una garantía para el mantenimiento del poder real de las remuneraciones.

Palo porque bogas...
Resulta previsible que los sectores opuestos a la actual conducción sindical habrán de poner el grito en el cielo apenas se tenga conocimiento del monto o porcentaje de aumento de los sueldos. En una solicitada comentada por Redacción (Nº 11), ese sector pedía un salario mínimo de doscientos mil pesos viejos lo que significa lisa y llanamente duplicar el sueldo mínimo establecido por la ley que mencionamos. Nadie puede pensar que el ajuste considerado por la Gran Paritaria resulte en un aumento de un ciento por ciento ni en el salario mínimo ni en ninguna otra remuneración ni aún en la de quienes Redacción (Nº 12) calificara como más iguales que otros.
De todas maneras las críticas le van a llover al Gobierno no bien se conozca el aumento. Y, como hasta ahora, las críticas serán valoradas de acuerdo a la simpatía o antipatía que siente el que juzga.
¿Puede extrañar que la oposición en lo sindical califique de magros a los aumentos y a los dirigentes cegetistas de burócratas, quedantistas y burgueses? De la misma forma, a su turno, quizás, los dirigentes de la C.G.T. encuadrarán a sus adversarios como representantes de la sinarquía y de agentes de la confabulación marxista.
Y es lamentable porque en eso de personalizar ya hay experiencia formada y desfavorable. En su momento, los grupos opuestos a la conducción sindical actual criticaron la ley de Asociaciones Profesionales concentrando sus críticas en aspectos de la misma que estaban relacionados con la permanencia y el alargue de los mandatos de las actuales autoridades de la C.G.T.
En esa obstinada oposición casi personal se dejó de lado las crítica a otros aspectos de la ley que implicaban la subsistencia de controles estatales rígidos para las organizaciones gremiales cuyas consecuencias están sufriendo algunos de los sindicatos con dirigentes enrolados en las filas del sindicalismo llamado combativo. De dos de estos casos tuvo ocasión de ocuparse Redacción en el número anterior.
Lo definitivamente más lamentable de todo esto es que en ambos sectores hay gente capaz de esclarecer a los trabajadores y hasta el momento no parecen haber encontrado el modo ele hacerlo. Los unos pueden ser acusados de que, conscientes de la falta de vocación "revolucionaria" de los trabajadores argentinos, buscan centrar las críticas en las personas de quienes ocasionalmente los dirigen en vez de poner sobre la mesa el contenido revolucionario de su ideología. Los otros son pasibles de otra crítica ya que, también conscientes de esa falta de vocación, atacan a sus opositores al tiempo que ofrecen a sus dirigentes una revolución nada ortodoxa.
Ninguno de los dos sectores, por fin, parece darse cuenta que el olvido de esa función esclarecedora puede hacerles caer en cuenta que los dichos de Perón; citados al principio, son verdades inconmovibles y que, emuna de esas, los trabajadores se descubren alguna víscera aletargada capaz de poner a las cosas y a los hombres en su lugar.
REDACCION
abril 1974

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