La presidenta de Platense revela las experiencias de
una actividad hasta ahora reservada a los hombres. Los
jugadores, la Haute-couture y las empanadas.
Todos los domingos se aplica una dosis espesa de
pancaque, unta con abundante sombra las pestañas,
barniza sus labios con rouge y se dispone a cumplir un
ritual que hasta ahora parecía destinado
exclusivamente al hombre. A las dos en punto de la
tarde —entre los cánticos zumbones de las hinchadas—
penetra en el estadio donde juegue el Club Atlético
Platense y ocupa el sitial de presidente de esa
institución. Rato después, cuando los estribillos
anuncian el ingreso de los jugadores, Natividad
Gallego de Marcovecchio (48, viuda, dos hijos) aborda
una segunda, obsesiva gimnasia: una por una, dentellea
las diez uñas de las manos, flanqueada por su
inseparable amiga, Leonor Iocoli ("una solterona que
siempre me acompañó en estas lides", se enternece).
Desde el 7 de mayo, la Marcovecchio comenzó a
protagonizar un hecho insólito en el fútbol argentino:
ese día, tras las renuncias presentadas por el
entonces presidente, Juan Santiago, y el
vicepresidente primero, Salomón Fainstein, ella, en su
carácter de vice-presidenta segunda, se hizo cargo del
club. "Desde entonces, todos los días me rodean los
jugadores, los hinchas y los acreedores de Platense",
confesó la semana pasada a SIETE DIAS. Con la misma
sinceridad, enhebró un diálogo que transitó su pasado
y develó las actuales ambiciones.
—¿Cuándo se sintió presidenta?
—Cuando enfrenté a los 150 socios ante los que
renunciaron Juan Santiago y Salomón Fainstein. Ese día
se oyó de todo, se dijo cualquier cosa, pero quedé
como presidenta de Platense.
—¿Y desde cuándo está en este club?
—Desde los 14 años. Yo practicaba natación y tenis y
resolví asociarme al club.
—Pero en aquel entonces Platense sólo ofrecía
fútbol...
—Es cierto. Pero me entusiasmaban las atajadas que
hacía Julio Cozzi. Volaba de palo a palo.
—¿Todos los domingos seguía a Platense?
—No. A los 17 años murió mi padre, y aunque tenía un
hermano en el Colegio Militar, yo reemplacé al hombre.
Me puse al frente de un obraje que papá tenía en
Misiones y debí abandonar por un tiempo el fútbol.
—Sí, a los 20 años, con Carlos Marcovecchio, un
obrajero como yo. Aunamos las industrias.
—¿Cuándo enviudó?
—A los 37 años. Pero desde los 27 me tuve que hacer
cargo de la industria de mi marido y de la mía. El
estaba enfermo y desde entonces ocupé su lugar. Como
ve, el destino me llevó una vez más a reemplazar al
hombre. Y eso que mi marido era irreemplazable ...
—La prueba sería entonces que usted no se volvió a
casar...
—Sí. Es muy difícil poder encontrar otro hombre para
marido igual al que yo tuve.
—¿Esos contratiempos la alejaron mucho tiempo de
Platense?
—Bastante. Recién en 1960 ocupé cargos directivos en
la subcomisión de natación. Poco después integraba el
staff encargado de los departamentos físicos.
—¿Cómo se siente como mujer ocupando cargos en un club
de fútbol?
—Muy cómoda. Los clubes de fútbol no son sólo fútbol.
—Sin embargo, como presidenta, tendrá contacto con los
jugadores...
—Sí, pero sólo humano. Porque al equipo de fútbol lo
maneja el director técnico.
—¿En qué consiste ese contacto humano?
—En darles consejos a los jugadores cuando me los
piden. Conmigo son todos muy buenos, me confían sus
cosas...
—¿Qué tipo de cosas?
—Las peleas que tienen con las novias o esposas no me
las cuentan, en ese aspecto son reservados. Pero me
suelen preguntar en qué modisto me visto yo para
llevar después a sus señoras.
—¿Y usted les confía la dirección de sus modistos?
—Sí. Pero además les aconsejo que no digan que son
jugadores de fútbol. La haute couture piensa que los
futbolistas son multimillonarios.
—¿Cuál es la psicología del jugador de fútbol?
—Los jugadores de fútbol, en el fondo, y aunque tengan
treinta años de edad, son niños.
—¿Y usted los trata como una madre?
—Prácticamente.
—¿Le da buenos resultados?
—Sí. Los más rebeldes, los más discutidos por la
tribuna a mí me prometen la camiseta sudada después de
los partidos.
—¿Qué les dice cuando pierden y la tribuna brama?
—Que se pongan algodones en los oídos.
(Cuando se habla de finanzas, comienza a fumar un
cigarrillo tras otro, como si estuviera en la cancha.
Se agita, muestra agendas con retahilas de citas con
directivos de la banca. Es que Platense atraviesa un
momento económico muy difícil.)
—¿Cómo andan las finanzas del club?
—Cuando la lista que encabezaba Juan Santiago se hizo
cargo, en enero de 1970, Platense estaba al borde de
la quiebra. Actualmente la situación mejoró algo. Sin
embargo, después de los partidos, tengo que presenciar
un desfile de acreedores que se han hecho ya tan
amigos entre ellos, que se reparten los bordereaux
como dice el cántico de la tribuna: "Tómala vos,
dámela a mí..."
—¿Les deben muchos sueldos a los jugadores?
—Durante la presidencia de Onganía ocupé un cargo en
la secretaría general de Gobierno, a cargo del general
Héctor Repetto; entonces usé algunas influencias y
conseguí préstamos bancarios. Ahora, y por fortuna, el
primer equipo está al día.
—¿Esas deudas le acarrearon muchos disgustos?
—¡Ni se imagina! En febrero de este año ya tenía una
partida destinada a pagar los sueldos del plantel y
cayó un embargo al club. Iban a rematar la sede. No
quedó más remedio que levantar el embargo con el
sueldo de los jugadores.
—¿Ese hecho es común a los clubes chicos?
—Desgraciadamente, sí. Y es una lástima, porque la
atomización de instituciones que se ha dado en la
Argentina no ocurrió en ningún otro lugar del mundo.
En nuestro país, los clubes chicos son la gran
introducción a la democracia: en ellos se codean los
encumbrados con los humildes.
—¿Qué podría ocurrir si desaparecieran?
—Grandes porciones de la población se quedarían sin
practicar sana gimnasia. Platense atesora 14 mil
socios; además de la cancha de fútbol en Manuela
Pedraza y Crámer, está erigiendo un complejo deportivo
en Vicente López, donde ya se practican 14 deportes.
—El descenso a primera B del equipo, ¿podría influir
en la postergación del crecimiento de Platense?
—Por supuesto. Hoy el fútbol es fundamental y mi club
no puede volver a jugar los sábados. Un hecho así
acabaría con las posibilidades de expansión.
—¿Y si se produjera?
—Yo lo afrontaría con todas mis fuerzas. Iría a hablar
hasta con el presidente Lanusse, si fuera necesario.
—¿Alguna vez alguien le insinuó que lavara platos en
lugar de dedicarse al fútbol?
—Sí, me lo insinuaron.
—¿Y qué pensó?
—Que podía hacer las dos cosas a la vez. Hoy las
mujeres estamos llamadas a ocupar las funciones que
hasta ayer ocupaban solamente los hombres.
—¿Cuál es su vocación definitiva?
—En el fondo, ninguna de las dos. Aunque no me
disgusta ser ama de casa y dirigente de fútbol a la
vez, mi gran ambición es ser médico.
—¿Cuál es su actividad preferida como ama de casa?
—Lavar platos y cocinar empanadas. Las hago de
rechupete.
—¿Son su plato predilecto?
—No. Las empanadas son el plato que me exigen mis
familiares. Yo prefiero la cazuela de mariscos, pero
sin picante, para que no se perjudique el hígado.
—Hubiera jurado que prefería los calamares...
—Sí, claro... Pero a otro nivel. Porque yo le aseguro
que, por encima de todo, mi corazón es un calamar.
LA PRESIDENTA TIENE QUIEN LE JUEGUE
Apenas Natividad Gallego de Marcovecchio se hizo cargo
de Platense —algo bastante insólito, por cierto— se
desató una polémica en el primer equipo. No era para
menos: que una mujer se encaramara en la presidencia
de una entidad dedicada casi exclusivamente a la
práctica de fútbol era un suceso inesperado. "No
importa; esto de la mujer en la presidencia de un club
de fútbol es como la minifalda —terció ante SIETE DIAS
el coach del equipo, Oscar Coco Rossi—. La cosa
empieza de a poco, pero al final terminará en gran
suceso. En Boca y River también ocurrirá lo mismo, y
en buena hora." Rato después, algunos jugadores
desgranaron sus impresiones, sus estados de ánima bajo
la férula de la señora presidenta.
-Juan Carlos Pirís (24), defensor: "Esto que nos pasó
a nosotros es una prueba de que mañana una mujer puede
llegar a la presidencia de la República".
-Enrique Topini (33, una hija), arquero: "A mí me
gusta que una señora maneje el club donde atajo.
Cuando me hagan goles sabrá comprender".
-Jorge Doval (21), delantero: "La mujer no tendría que
meterse en el fútbol. Si lo hace, que ocupe sólo
cargos administrativos. Me duele lo que debe oír en
las sesiones y en la cancha la señora de
Marcovecchio".
-Mario Zanotti (23, una hija), defensor: "La verdad,
la verdad, nunca creí que una mujer llegara a esto.
Pero me alegro: la señora de Marcovecchio tiene
agallas como para esto y mucho más. Ella, como mujer
(valga la paradoja), demostró ser muy hombre en los
momentos difíciles".
-Roberto Cabral (18), delantero: "Quizá todavía a la
mujer que se mete en fútbol le falte la experiencia
que tiene el hombre. Pero eso se consigue con unos
añitos de tablón
-Jorge Miranda (25, dos hijos), delantero: "Si el
hombre llegó a la Luna, es lógico que la mujer ahora
sea dirigente de fútbol. ¿O no?".
-Ernesto Ulrich (21), delantero: "Con la señora de
Marcovecchio yo me siento protegido, seguro. Para mí,
la mujer en el fútbol puede ser más importante que el
hombre. Es más comprensiva y querendona".
-Ricardo Troncone (21), defensor: "¿No se les cantó
antes a Evita capitana y Perón general? No veo por qué
no se puede cantar hoy por Evita generala y Perón
capitán".
Revista Siete Días Ilustrados
31.05.1971