Reportaje a Silvano Santander
"Unionistas" y Conservadores
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"Se me ocurre útil para los ignorantes de política y los cortos de alcance, como el que suscribe, una explicación corta, concisa, clara y con el menor uso posible de palabras y conceptos muy manoseados últimamente, sobre las diferencias que, respectivamente, tienen con los otros dos partidos los dirigentes radicales nombrados más arriba ("intransigentes" y "unionistas" con socialistas y conservadores, respectivamente.) "¿Puede esa revista hacer los reportajes necesarios?" Así decía, en su carta de lector del Nº 2353 de "MUNDO ARGENTINO", el señor Juan Pablo Garat, de Pigüé, a quien contesta esta vez Silvano Santander, el ex diputado radical al que la dictadura privó de su banca por actividades revolucionarias que lo llevaron en 1951 al exilio uruguayo. Por tratarse de uno de los principales dirigentes del "unionismo", su palabra tiene valor de representación. Le explicamos al dinámico político entrerriano —entrerriano "naturalizado", ya que no es nacido en Entre Ríos— el motivo de la entrevista y le hicimos leer la carta del señor Garat. Al llegar a la parte en que el señor Garat afirma que la separación de la Iglesia del Estado y el divorcio son "bandera del programa Frondizi", así como la reforma agraria, acotó Santander:
—Esto no es verdad. El programa del partido no habla nada de la separación de la Iglesia del Estado ni del divorcio y, si mal no recuerdo, en su reportaje para "MUNDO ARGENTINO" el doctor Frondizi declaró, como lo declaramos nosotros, que esos problemas quedan librados a la conciencia de cada afiliado del radicalismo.
—Así es. Pero, ¿en cuanto a la reforma agraria?
—En seguida le contesto a eso; permítame antes hacer una aclaración, porque yo no puedo aceptar un reportaje en esos términos.
—¿Por qué?
—Porque es una taba cargada. Parte del supuesto de que los unionistas somos derechistas y los intransigentes izquierdistas, y de que el problema partidario es un problema de diferencias ideológicas.
—¿Usted cree que no lo es?
—Ni yo ni las autoridades del comité nacional que, en las vísperas de nuestra última asamblea en la Casa Radical, reconocieron públicamente que no había diferencias ideológicas en el seno del radicalismo.
—¿No podría ser una prolongación de la antigua división entre "Yrigoyenistas" y "alvearistas"?
—Yo siempre fui "yrigoyenista", nunca estuve en el grupo "alvearista" y, como yo, muchos hombres que militamos en Unidad Radical. Altos dirigentes de la "intransigencia", en cambio, militaron en el "antiyrigoyenismo" y algunos hasta apoyaron el golpe del 30. Nombres concretos podría darle varios, pero no se trata de una cuestión personal, sino de demostrarle que la diferenciación entre un grupo y otro no está allí. Fué el propio Yrigoyen quien al morir pidió a los radicales que apoyáramos al Dr. Alvear como jefe del partido y lo rodeáramos.
—¿Usted insiste, pues, en que entre "unionistas" e "intransigentes" no hay una discrepancia ideológica fundamental?
—En lo fundamental, no, ni debe haberla. Nosotros apoyamos el programa del partido, aunque no lo consideremos una norma inmutable, sino sujeta, como todo lo humano, a posibles reformas. Yo creo que las diferencias formales y conceptuales que han aparecido dentro del partido son, simplemente, imputables a diferencias de táctica.
—¿Por qué, entonces, algunos de ustedes vinculan a veces en sus discursos a ciertos "intransigentes" con posiciones comunistas?
—Eso es distinto: yo creo que puede haber el riesgo de que en el futuro, por abrevar en fuentes contrarias al espíritu y a la razón de ser del radicalismo, se pueda embarcar al partido en una línea que no es la propia. Gente que traza la historia del país ajustándose a las normas estrictas del materialismo histórico, evidentemente tiene concepciones mentales proclives con el comunismo. Nosotros entendemos, y eso no puede ser discutido, que el concepto de propiedad es inherente al radicalismo: quien se oponga a él, no puede ser radical.
—Pero, ¿no tiene la sociedad derechos superiores a los del individuo?
—Naturalmente: cuando hablo del derecho de propiedad no me refiero al de la ortodoxia romana, sino al que se supedita al interés social. La ley de alquileres de Yrigoyen, posterior a la primera guerra, prueba el concepto amplio del radicalismo acerca del derecho de propiedad, y toda la actuación parlamentaria radical demuestra la flexibilidad de nuestra posición. Pero lo que quiero decirle es que el colectivismo, por ejemplo, no es un concepto radical: los que se consideren colectivistas deben estar fuera del partido.
—¿Están de acuerdo con la posición partidaria en el problema de la tierra?
—Hace casi 20 años, la plataforma electoral del doctor Alvear ya establecía el propósito de acercar la propiedad de la tierra al que trabaja en ella, de destruir el monopolio agrario y de conseguir que haya cada vez más propietarios en el campo. Esa es la línea radical, y en ella coincidimos todos: ni el programa actual del partido ni las declaraciones de carácter ideológico de sus dirigentes responsables son más explícitas al respecto.
—Usted dice que no hay diferencias ideológicas entre "unionistas" e "intransigentes" pero, ¿la cuestión internacional... ?
—Ahí sí hay desacuerdo. Nosotros estamos con la línea internacional del presidente Yrigoyen, cuya neutralidad de la primera guerra ha sido explotada de mala fe, olvidando hechos fundamentales. Nosotros somos enemigos del aislacionismo y creemos en la necesidad de colaborar para que en América y en el mundo la libertad y la democracia sean algo más que meras palabras. No se puede ser neutral entre el totalitarismo y la democracia.
—A todo esto, no hemos podido conseguir que usted nos diga en qué se diferencian ustedes de los conservadores...
—Puesto que considero que no hay entre "unionistas" e "intransigentes" discrepancias ideológicas, pueden decir ustedes que hay entre nosotros y los conservadores las mismas diferencias que entre éstos y los "intransigentes": una larga historia que viene desde los orígenes mismos de la Unión Cívica Radical —y aún de antes— y que ha conformado nuestra esencia y personalidad partidaria. Nuestro partido ha luchado en el llano, y defendido en el gobierno, inconmovibles principios de moral política, y ha demostrado siempre, ser una organización cívica abierta a todas las posibilidades ideológicas que tiendan a dar al hombre más libertad y mayor bienestar en un ámbito de dignidad y de justicia. Es tan absurdo preguntarme a mí o a mis compañeros de Unidad Radical por qué no puedo ser conservador, como preguntarle a un dirigente del Partido Demócrata por qué no puede ser radical. Por lo demás, como ya le he dicho, en tanto nosotros coincidimos con la línea de nuestro partido, la pregunta sobre diferenciaciones ideológicas con los conservadores puede ser hecha a los "intransigentes" tanto como a nosotros. Le voy a dar algunos ejemplos para demostrarle que la posición progresista y antiimperialista del radicalismo no es de ahora ni mucho menos: la primera plataforma radical después del 30, la que sostenía Alvear como candidato a presidente de la República, ya aportaba soluciones que ahora se presentan como novedosas; la de 1937, de Leónidas Anastasi, contemplaba de modo acabado los grandes problemas de la hora; el presidente Alvear fué quien presentó en 1927 al Congreso su ley del petróleo, de extraordinaria firmeza conceptual, como que rescataba el fluido de manos de los grandes consorcios, sin descuidar por eso los derechos de cada provincia desde el punto de vista del federalismo; en materia social, los gobiernos radicales han tenido una posición de abierto apoyo al sindicalismo libre, con medidas defensivas de los derechos de la clase menos poderosa; las cooperativas de Entre Ríos, el frigorífico de Gualeguaychú, la acción contra los trusts internacionales —hechos y no palabras—, la defensa del federalismo, la constitución de consorcios vecinales para la fiscalización y apoyo de las obras públicas, como se hizo en Entre Ríos, todo lo que constituye, en fin, prueba de un verdadero afán democrático, es lo que puede mostrar el radicalismo al país como garantía de su afán progresista, lo que los "unionistas" hacemos nuestro, hacemos nuestro todo el pasado radical, con aciertos y errores, sin beneficio de inventario, sin otra reticencia que la de distinguir las virtudes de los defectos, para tratar de asimilar las primeras y no los segundos.
RUBEN ANGEL CORBACHO
Revista Mundo Argentino
9 de mayo de 1956

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