Por primera vez, el doctor Raúl Blanco, jefe
de un equipo de científicos, describe los resultados de
los estudios experimentales y las posteriores
intervenciones a que fueron sometidas, en Buenos Aires,
cinco mujeres orgánicamente impedidas de tener hijos. Un
avance que honra a la ciencia médica argentina
Estamos, sin duda alguna, atravesando la época de oro de
la ciencia y acercándonos a pasos gigantescos al umbral de
un sinfín de nuevas y maravillosas posibilidades: desde la
hasta ayer impensada de despertar de la muerte dentro de
una morada de hielo, para ser alguna vez descongelado y
continuar viviendo, hasta la de poder elegir el sexo y las
características físicas y psicológicas de los hijos que se
engendrarán, o la de realizar la fecundación humana
extracorpórea desarrollando el embrión dentro de un tubo
de ensayo, o la escalofriante, peno factibilísima, de
reproducir el ser humano en serie. Todo, o casi todo, es
hoy concebible para la ciencia, ya que penetrando en los
más recónditos secretos de la estructura viviente, está
acondicionando el camino para una nueva y totalmente
revolucionaria forma de vida.
Mientras tanto, y en contraste con los muchos que luchan
para evitar nacimientos no deseados, el avance en el campo
de la lucha contra la esterilidad (que hace sólo diez años
ofrecía muy pocas posibilidades a los que deseaban y no
podían tener hijos) condujo, a través de nuevas drogas,
nuevo instrumental y, sobre todo, de nuevos conocimientos
referentes a la naturaleza misma de la reproducción
(muchos de ellos adquiridos precisamente a través del
estudio de los anticonceptivos modernos) a extraordinarias
consecuencias. En los casos de esterilidad masculina, por
ejemplo, mientras se estudia la manera de resolverla
mediante un tratamiento hormonal, un cada vez mayor número
de parejas optan por la inseminación artificial. En
cambio, en los casos de esterilidad femenina, han sido
descubierta hace poco nuevas drogas capaces de inducir la
ovulación y se ha creado un instrumento ginecológico
parecido a un telescopio que permite (sin necesidad de
recurrir a la cirugía) visualizar los órganos pélvicos y
detectar los motivos de su mal funcionamiento. Los
adelantos en el terreno psicológico también permiten,
actualmente, solucionar los casos de esterilidad provocada
por factores emocionales. Pero ninguno de los mencionados
progresos era capaz de resolver el problema de esterilidad
irreversible específicamente ovárica, hasta que en 1967 el
médico argentino Raúl Blanco (que en aquel entonces
trabajaba en la sala de Ginecología del hospital Alvear,
en Buenos Aires) se planteó la posibilidad de poder
realizar un trasplante de ovario.
—En aquel entonces —explica el doctor Blanco (adscripto a
la cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires, miembro de la Sociedad de
Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires y ginecólogo del
Departamento Materno Infantil del hospital Alvear, que
dirige el profesor Jorge R. Firpo, quien autorizó este
reportaje)— con mucha frecuencia me enfrentaba con
problemas de esterilidad aparentemente irreversible, en
1os cuales el ovario no podía cumplir sus funciones
creativas. En 1967 se me ocurrió por primera vez realizar
un trasplante de ovario, pero para ello tenía que superar
antes una cantidad de etapas de las cuales la primera era
la experimental... Porque si bien existían antecedentes de
implantación de ovarios (comenzaron a realizarse hace
aproximadamente cuarenta y cinco años), en los métodos
utilizados hasta allí los órganos se dejaban librados a su
suerte. En cambio, en el trasplante que yo me proponía
realizar, deseaba, en el mismo acto operatorio, unir
arterias y venas para conectar el ovario de la donante al
sistema circulatorio de la receptora. En busca de ese
objetivo comencé a poner en práctica un plan de
investigación experimental en perras.
—El ciclo sexual de la perra, doctor Blanco, ¿es similar
al de la mujer?
—No, es muy distinto y, justamente por ese motivo, pasé
casi un año estudiando el ciclo sexual de la perra.
Diariamente revisaba a las perras, las controlaba y
realizaba una cantidad de análisis hasta adquirir los
conocimientos necesarios como para someterlas a las
operaciones. Fue entonces cuando solicité la colaboración
del doctor Miguel Domínguez y luego de los doctores Juan
Valmaggia y Roberto Pairola (los tres cirujanos
cardiovasculares) para que me orientaran acerca de modos y
técnicas de unión de las arterias y de las venas. Se
encontró una técnica adecuada y operamos a diez perras.
Después del trasplante, nueve de ellas tuvieron cría. Y,
no en una, sino en reiteradas oportunidades.
—Durante esa etapa experimental, doctor, ¿se preocupaba su
equipo por la raza de las perras, la relación en tal
sentido entre donante y receptora?
—No, no le otorgábamos tanta importancia a la raza como al
tamaño de los animales. Las perras tenían que pesar de 23
a 25 kilos. Para hallarlas recurríamos al Instituto
Pasteur; las trasladábamos a nuestro laboratorio y, antes
que nada, les proporcionábamos una alimentación adecuada
para ponerlas en condiciones de someterse a las
operaciones. Una vez realizada la operación, si el ovario
reimplantado funcionaba, eso significaba que la técnica
era adecuada. La perra entraba en celo, se embarazaba y
tenía su cría. Eso era índice evidente de que su ovario
había funcionado perfectamente. En base a nuestros
resultados positivos, nuestro equipo llegó a confeccionar
un trabajo científico que yo llevé al Congreso Mundial de
Ginecología y Obstetricia de Nueva York, presentando los
primeros resultados experimentales y demostrando que
habíamos obtenido una técnica aplicable al trasplante de
ovarios.
—Y en los Estados Unidos, doctor Blanco, ¿se habían
realizado experimentos similares?
—Hasta entonces, no. Luego de nuestro trabajo, sí, pero
sin llegar a obtener nuestros resultados. Consiguieron
embarazo en perras, pero todas ellas abortaron. Nuestras
perras, en cambio tuvieron perros vivos y en reiteradas
oportunidades. Después de ese trabajo nos planteamos la
posibilidad de llevar esa experiencia al terreno humano.
Iniciamos de este modo una etapa experimental que duró dos
años y recién realizamos el primer trasplante en una
mujer.
¿Se trataba de una mujer con problema de esterilidad?
—No, de una mujer de aproximadamente treinta y cinco años
con un problema de menopausia precoz.
—¿Cómo consiguieron el ovario para esa mujer?
—Como solemos conseguir a la mayoría de las donantes: a
una mujer que entra a la sala de Ginecología para
someterse, por cualquier otro motivo, a una operación, se
le plantea la posibilidad de ser la donante de una
paciente que padece de tal o cual problema. Jamás conocerá
a la receptora, ni sabrá siquiera su nombre. Si la mujer
acepta ser donante, tiene que someterse a una serie de
estudios entre los cuales, y tal vez el más fundamental,
es el psicológico.
LA AYUDA ESPONTANEA
—¿Resulta dificultoso conseguir donantes de ovarios?
—No. A pesar de que la donante no recibe ningún tipo de
beneficio económico (es una norma de nuestro equipo: si no
tenemos el derecho de comprar un órgano, nadie tiene
tampoco el derecho de venderlo), no existen dificultades
en encontrar mujeres dispuestas a donar uno de sus
ovarios. La mujer, por lo general, se muestra muy proclive
a cooperar en la solución de un problema de esterilidad o
de salud de otra mujer. Le relataré un caso significativo:
anteayer recibimos la visita de una mujer joven, que ya
tenía varios hijos (que es una de las condiciones para ser
donante), y nos explicó que se había enterado que
realizábamos trasplantes de ovarios y que ella se sentiría
sumamente gratificada de ser una donante. Hubo otros casos
en los cuales los estudios psicológicos demostraron que la
donante no era adecuada y tuvo que ser rechazada. Pero en
el caso de que sea aceptada, se le hace un
psico-diagnóstico, a través del cual la psicóloga detecta
y nos informa si se halla realmente en condiciones de ser
donante. En caso positivo, se la compatibiliza con la
presunta receptora y si del estudio de compatibilidad
resulta que ese ovario puede ser trasplantado, la donante
entra en una nueva etapa de estudios psicológicos y se la
somete a una psicoprofilaxis quirúrgica.
—Puesto que la donante tiene que ser una mujer joven, con
su ciclo menstrual normal, ¿no se corre el riesgo de
esterilizarla?
—A primera vista parecería así, pero los ovarios no son
órganos vitales. Además, la mujer tiene dos ovarios y con
uno solo puede seguir teniendo hijos, si así lo desea,
hasta el octavo embarazo. De ahí en adelante, las
posibilidades de maternidad con un solo ovario disminuyen.
También hay que señalar que la donante tampoco sufre, a
posteriori, inconvenientes de tipo hormonal.
—¿Cuánto tiempo duran los estudios preoperatorios?
—Tres meses. Además del estudio psicológico se estudia el
funcionamiento del ovario de la donante para verificar si
en realidad es sano. Para ello se la somete a una serie de
pruebas hormonales que duran tres meses. Una vez que el
estudio psicológico finaliza, aconsejando el trasplante
(en el caso de que el estudio hormonal realizado resulte
favorable), y la compatibilidad sea adecuada, recién
entonces se plantea la operación.
—¿También la mujer receptora tiene que someterse a los
estudios psicológicos, doctor?
—Sí, y no solamente ella, sino también su marido. Y
también el marido de la donante, porque hay que evitar que
después de la operación se produzcan conflictos a nivel
familiar. En el caso específico de esterilidad, es muy
importante someter también al marido de la receptora a una
serie de estudios psicológicos, para evitar de este modo
que, en el supuesto caso de que se produzca el embarazo,
el marido no llegue alguna vez a recriminar a su esposa
que ese hijo no es de ella, sino de la donante. Le repito
que los estudios psicológicos son sumamente importantes:
tienen que ser tomados en cuenta no solamente los
conflictos emocionales vinculados al trasplante sino
también los que padecía previamente.
EL PRIMER CASO
—¿Puede una mujer negra donar un ovario a una mujer
blanca?
—Técnicamente sí, pero no se debe hacer, porque los
caracteres genéticos de la donante, a través de los genes
que trasmite el óvulo, van a influir de una manera
decisiva en el futuro ser.
—Ya que el trasplante de ovario no se realiza únicamente
en los casos de esterilidad, ¿podría usted citarme algunos
otros casos que requieran este tipo de cirugía?
—La idea primitiva era, efectivamente, la de resolver los
problemas de esterilidad, pero una vez que vimos que la
técnica era viable, surgieron muchas otras aplicaciones.
En este momento, hemos realizado cinco operaciones y
solamente una fue para resolver un caso de esterilidad.
Uno de los casos, el que mencioné antes, era de menopausia
precoz. Se trataba de una mujer que había sido sometida a
una anexohisterectomía, o sea, que le habían extirpado el
útero y los ovarios. Y bien, normalmente se tratan con
hormonas exógenas (artificiales) que suplen el
funcionamiento del ovario, pero en este caso particular la
paciente no toleraba las hormonas y por lo tanto padecía
de una menopausia sin posibilidades de tratamiento. Es
importante aclarar que el ovario no cumple únicamente una
función generativa, sino que también una función somática
(que es la que desarrolla las características sexuales del
cuerpo femenino) y una función trófica (dirigida al
desarrollo de su aparato genital). Por lo tanto, este tipo
de cirugía puede resultar importante tanto para que una
mujer pueda ser madre como para que el ovario pueda
cumplir con las funciones tróficas o somáticas. También
existen casos de mujeres que nacen sin ovarios.
—En el caso específico de la paciente con menopausia
precoz, ¿cómo evolucionó después de la operación?
—Mejoró a tal punto que hace más de siete u ocho meses que
no concurre más a los controles. También operamos dos
casos de mujeres jóvenes que tenían dos órganos no bien
diferenciados o sea que no cumplían con su función
femenina. Hubo que extirpárselos e implantarles ovarios
normales para que éstos cumplieran realmente su función.
El cuarto caso fue el de una joven que había nacido sin
ovarios y el quinto uno de esterilidad.
—¿Cuáles fueron los resultados de este último caso? ¿Pudo
la señora tener un hijo?
—La señora quedó embarazada, pero tuvo luego un aborto
espontáneo ajeno a todo lo que podía llegar a ser un
problema de técnica o de rechazo. La intervención se
desarrolló perfectamente bien, el ovario comenzó a
funcionar y al quinto mes del trasplante la paciente quedó
embarazada. Se trata del primer caso registrado en la
historia del mundo que una mujer se embaraza después de un
trasplante ovárico, y si bien la señora perdió a su bebé,
nosotros creemos haber tenido éxito puesto que después de
la operación su ovario demostró funcionar perfectamente y
cumplió con la función generativa. El embarazo duró tres
meses. Las cosas andaban muy bien, pero la señora,
evidentemente cansada de someterse a un sinfín de
análisis, pidió autorización para transcurrir un período
de vacaciones fuera de la Capital. Se lo otorgamos y
lamentablemente sufrió una insolación, para luego entrar
en un proceso broncopulmonar agudo con temperatura muy
elevada, que le ocasionó pérdidas y una amenaza de aborto.
Entonces regresó a Buenos Aires, donde intentamos retener
el embarazo. Lamentablemente, la hemorragia siguió y se
produjo el aborto. Pero para nosotros lo importante es
haber podido comprobar (a través de los análisis
realizados por el anatomopatólogo) que el aborto fue
provocado por un problema de índole infecciosa y no por un
proceso de rechazo. El inmunólogo del equipo nos demostró
que el ovario es hasta ahora el único órgano incapaz de
producir rechazo. En un sólo caso hubo un atisbo que fue
superado con un tratamiento adecuado.
—En cuanto a la operación en sí, doctor, ¿es complicada?
—No es riesgosa, pero sí complicada en cuanto a su
técnica. Por lo general, dos equipos trabajan
simultáneamente. En este caso, el acto quirúrgico tiene
una duración de cinco a seis horas. Si se realiza en forma
diferida (que también se puede), cada una de las etapas
dura aproximadamente dos horas y media.
—¿Cuáles son las dificultades que se presentan actualmente
para realizar esta técnica en la Argentina?
—Se necesitan equipos especiales de laboratorio para
determinados controles hormonales, un equipo para los
seguimientos anteriores y posteriores al trasplante y un
equipo quirúrgico especializado. No me refiero al elemento
humano (porque disponemos de él ampliamente y está
capacitado para realizar un trasplante diario), sino al
material quirúrgico y otros elementos. Además, los
análisis a los cuales hay que someter a la enferma son
costosísimos y actualmente lo estamos pagando nosotros.
Uno de nuestros proyectos es crear un centro de
reproducción, no solamente destinado a los trasplantes de
ovario, sino también a encarar todos los problemas de
esterilidad e infertilidad femenina y masculina. Para ello
contamos con personal profesional altamente especializado
para realizar todo ese tipo de investigaciones
fisiológicas, psicológicas y sexológicas. Hemos presentado
el proyecto. Lo único que necesitamos ahora es el aval de
las autoridades y las partidas económicas necesarias para
poder concretarlo.
—¿Por qué, doctor Blanco, ya que los resultados han sido
tan positivos, no se ha comenzado a utilizar esta técnica
en otros países?
—Porque los resultados de las experiencias de los trabajos
científicos se publican recién después de mucho tiempo de
estudio. Después de realizar un trasplante tenemos que
esperar por lo menos un año para verificar sus resultados
y recién entonces se está en condiciones de darlo a
conocer. Hace un año nuestra técnica se dio a conocer en
los Estados Unidos y hace poco tuve la oportunidad de
concurrir a distintos congresos en Paraguay, Brasil y,
recientemente, al Congreso Mundial de Ginecología y
Obstetricia en Moscú. En todos ellos hemos presentado
nuestros resultados. A medida que aumenta el número de
trasplantes, aumenta también la confianza en la validez de
la técnica.
Estamos, sin duda alguna, atravesando la época de oro de
la ciencia y nuestro país comparte la vanguardia con los
más avanzados del mundo. Nos lo han demostrado muchísimos
científicos argentinos como el doctor Raúl Blanco y los
integrantes de su equipo, quienes con esta nueva técnica
de trasplantes han logrado y lograrán resolver
innumerables problemas de la patología femenina, entre los
cuales, en orden prioritario de importancia, se cuenta la
esterilidad irreversible por disfunción del ovario.
Obviamente, el éxito médico no dejará de tropezar con
ciertas consideraciones y prejuicios. En efecto, el ovario
de la mujer contiene los óvulos, y la fórmula genética de
dichos óvulos es, indefectiblemente, el de la donante. Por
lo tanto, el hijo de un embarazo logrado con óvulos de
ovario trasplantado tendrá una fórmula genética por
mitades provenientes de su padre y de la donante del
ovario. Esto plantea un espinoso interrogante: ¿quién es,
en realidad, la madre de ese hijo? ¿Es la donante, que le
impone el sello de sus características biológicas, o la
receptora, que lo gesta a lo largo de nueve meses en su
seno y luego lo echa al mundo?
LOS PRECURSORES
El equipo de cirugía de trasplante de ovarios del hospital
Alvear, está integrado por los siguientes doctores:
Raúl Blanco: médico ginecólogo; jefe del equipo de cirugía
experimental. Miguel Domínguez: cirugía cardiovascular.
Grato E. Bur: anatomopatólogo. Roberto Pairola: cirugía
cardiovascular, cirugía experimental. Juan Valmaggia:
cirugía cardiovascular, cirugía experimental. María E.
Giachino ginecóloga. Ana Carpano: ginecóloga. Edmundo
Foglia: anestesista. Antonio Lorusse: ginecólogo. Héctor
Botto: inmunólogo. Alberto Santoro: inmunólogo. Bernardo
Nussimovich: endocrinólogo. Isidoro Dujovne:
endocrinólogo. Ariel Scaglia:, bioquímico. Moisés Cazado:
químico. Licenciada Ada Santiso: psicóloga.
Además, un grupo de 20 colaboradores en las distintas
áreas de trabajo, que comprenden: instrumentad oras,
enfermeras especializadas y técnicos de laboratorio de
endocrinología e inmunología.
Revista Siete Días Ilustrados
03.12.1973
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El Dr. Raúl Blanco con
parte de su equipo, Dras. Giachino y Carpano y los
doctores Foglia, Pairola y Lorusse.
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Dr. Raúl Blanco |
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