LAS VERGÜENZAS DE LOS ARGENTINOS Volver al índice
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"Este país es de una blandura extraordinaria, que se confunde fácilmente con cobardía y complicidad", proclamó Jorge Luis Borges en su despacho de la Biblioteca Nacional. Entretanto, Tita Merello respondía: "Nada me molesta de los argentinos. Me gusta como somos".
Entre estos dos extremos, con todas las variantes atribuibles a posición social y económica, a nivel cultural y a temperamento personal, hombres y mujeres de los más diversos campos —actores, actrices, médicos, novelistas, vedettes, boxeadores, psicólogos y ensayistas, sacerdotes, humoristas y navegantes solitarios— respondieron la semana anterior o una encuesta de ANALISIS sobre lo que avergüenza a los argentinos, ya sea como individuos o miembros de una comunidad.
Las conclusiones oscilaron siempre entre lo que nos falta y lo que nos sobra, formas opuestas de apuntar, consciente o inconscientemente, a los complejos de un país indefinido.
Para algunos resultó demasiado importante Como para responder espontáneamente y prefirieron hacerlo frente al teclado de una máquina (Abel Santa Cruz); otros lo encontraron demasiado trivial como para comprometer un cierto prestigio (Marcelo Sánchez Sorondo) o demasiado "parecido a" (Germán García) De pronto, muchos contestaron con cautela o evasivas (Norman Briski) y otros, en cambio, con inusitada sinceridad (Héctor Coire). Atemorizados o condicionados por sus antecedentes o funciones actuales, Arturo Frondizi y Marco Aurelio Risolía, entre varios, negaron sus opiniones. También hubo contestaciones inexplicables ("María Elena Walsh no contesta esas preguntas").
En rigor, la vacuidad o no de las preguntas dependía, exclusivamente, de la calidad de las respuestas: tal como se confeccionó el cuestionario, se dejaba librado a las intenciones de cada uno dar la orientación preferida o necesaria al problema de las Vergüenzas de los argentinos.
El más advertible de los complejos —30 por ciento de las respuestas— fue el de inferioridad, en una u otra de sus múltiples manifestaciones. Luego los temores al cambio, al ridículo —20 por ciento—. En un nivel personal, casi el 30 por ciento confesó no tener complejos o no avergonzarse de nada (!). El defecto más molesto de los argentinos fue, para el 18 por ciento, su dependencia de pautas extranjeras.

1.- ¿Dé qué Se acomplejan o avergüenzan los argentinos?
JUAN CARLOS ALTAVISTA (actor): No tenemos nada de qué acomplejarnos y mucho de qué enorgullecernos.
JORGE ALVAREZ (editor): Lo único que puede acomplejar a los argentinos es la ineficacia de nuestra clase dirigente. Características —y no complejos— son cierto temor al ridículo, propensión a la envidia y temor al cambio.
RODOLFO BEBAN (actor): No creemos en nuestras propias fuerzas; nos frena un complejo de inferioridad en todo orden de cosas. Como la figura del clavo que dice: "Si hablo me dan por la cabeza". Otro problema: queremos creer pero no tenemos en qué. Y es natural, el pueblo fue vapuleado y defraudado muchas veces. Para creer hay que tener grandes hombres.
MIGUEL BELLIZZI (cirujano): Hay miedo a comprometer una opinión, resistencia al cambio, temor al ridículo.
EDUARDO BERGARA LEUMANN (La botica del ángel): Unos creen que no tienen complejos y piensan que tenerlos es cosa de raros o de poco machos; otros, creen que tienen más complejos de los que hay.
ARMANDO BO (director de cine): No creer en nosotros mismos es el primero de los complejos argentinos. Se trata siempre de derrumbar lo nacional. Ejemplo: Bigritte Bardot es la mamá de Francia; en Argentina, hay quienes quieren tirar la cáscara de banana para que Isabel (Sarli) se rompa una pierna. Ya ni en el fútbol creemos. Bonavena, para convencer al público, tiene que ganar por K. O... ¡pobre tipo!
OSCAR NATALIO BONAVENA (boxeador): No creo que los argentinos tengan complejos. Puede ser que tengan el de no ser argentinos.
JORGE LUIS BORGES (escritor): Contrariamente a lo que se supone, el argentino es esencialmente tímido; admiramos al compadre porque hay muy pocos. El mayor temor que tenemos es ponernos en ridículo. Se advierte en la arquitectura: la mayoría de las construcciones son grises. Se busca lo que menos pueda llamar la atención. Eso va con el temor a comprometernos. En política es una forma de complicidad, como el lema de Lonardi: "Ni vencedores ni vencidos".
NORMAN BRISKY (actor): Nuestro principal complejo es el de Edipo, porque dependemos de la Madre Patria. Otro: el de que no podamos ser ni siquiera un país capitalista.
SUSANA BRUNETTI (vedette): No hay una raza, algo como para querer y defender más al país. Esa fuerza que se advierte en México, por ejemplo, mientras Buenos Aires se caracteriza por ser una ciudad europea.
HECTOR COIRE (animador): Hacia el país no creo que haya complejos. En cambio, queremos ser los mejores del mundo, no nos gusta perder, queremos tener siempre razón... Pero los que sienten eso, más que argentinos son porteños; y, fundamentalmente, la Argentina es tierra y no asfalto.
ERNESTO DEIRA (Pintor): Existe un complejo de inseguridad que hace considerar todo lo importado como lo mejor. Desde las ideas hasta las medias de nylon. Todo el mundo se siente turista, nos fugamos de la realidad. La inseguridad general provoca el delirio de grandeza. Somos básicamente desarraigados. Además, es muy difícil que un' argentino se desprenda de esquemas para considerar dinámicamente la realidad; es una forma particular de maniqueísmo: no creen demasiado en el bien o, por lo menos, que lo que está puesto de su lado sea el bien.
SARA GALLARDO (escritora): Igual que los mestizos, los homosexuales, los hijos naturales y algunos genios, los argentinos encuentran su ser puesto en cuestión: europeos en Latinoamérica y latinoamericanos en Europa. Se portan con prepotencia cuando visitan Latinoamérica y con admiración servil cuando recorren Europa o Estados Unidos. Sin embargo, no existe ser más sutil, irónico, simpático e inteligente que un argentino en la Argentina. Alguna vez, alguna causa los moverá a jugarse. Ese día cambiarán.
GERMAN GARCIA (escritor): Como comunidad,, no sé qué acompleja a los argentinos. Quizá la falta de imaginación y de actitud creadora.
HECTOR RICARDO GARCIA (periodista) : La gran contra de los argentinos son los argentinos mismos. Yo voy mucho al box. Bueno, cuando un fallo se da a un argentino por poco margen se protesta, se dice que en el exterior no hubiera ganado. Siempre estamos disconformes. No tenemos valentía de decir que somos los mejores; que el mejor periodismo es el argentino; que tenemos la mejor radio y la mejor televisión, en su parte privada. Es que no somos nacionalistas, como los brasileños, por ejemplo. En Alemania, si conocen la bandera argentina es por Bonavena. Tenemos muchos embajadores que nos cuestan plata y los mejores embajadores son los deportistas, que no cuestan nada. Por eso yo no estoy de acuerdo con los que criticaban a Perón porque se abrazaba con Gatica. Yo no soy peronista, pero si se ensuciaba el traje, era de él, ¿no?
HUGO GATTI (futbolista): No creo que los argentinos tengan complejos. Somos, sí, un poco indios, sobradores. Vamos a jugar a Europa y nos portamos como argentinos. Eso no quita calidad y roce.
JORGE GARCIA BOUZA (psicólogo social): Los porteños de cierta clase, más que los argentinos en general, acusan un gran desconcierto y desorientación, propio de las sociedades urbanas, que surge frente al proceso social de características crecientes de complejidad e inestabilidad. Cuando el cambio y la complejización ocurre en el campo de las conductas, valoraciones políticas o religiosas, puede surgir el escándalo y la vergüenza, sobre todo en los sectores más atrincherados, los mayores de edad o los más poderosos. Simétricamente está la rebeldía de los jóvenes, de cualquier grupo en condiciones de inferioridad, que importa también desconcierto y vergüenza porque la sociedad no es como ellos necesitan que sea.
La timidez del porteño, que a veces se disimula con la sobrecompensación de la guarangada o el riesgo, proviene de la inestabilidad del país.
JUAN CARLOS GENE (actor y director teatral): Fundamentalmente existe un complejo de inferioridad, típico de los países dependientes y de sus desconcertantes ciudadanos.
ARTURO JAURETCHE (ensayista): El único complejo grave de los argentinos surge del colonialismo cultural. Como todo complejo, tiene reacciones defensivas exultantes. Entonces viene aquello de "no hay bife como el nuestro" y eso nos condena a oscilar entre el tilingo y el guarango. Todo es producto de una educación. Otra explicación no cabe, porque complejo de inferioridad no tiene el inmigrante ni ningún pionero. Tampoco, naturalmente, el criollo, cuya fuerza surgía de su seguridad. Ocurre que nuestros instrumentos de formación cultural no han puesto el acento en el ser sino en el cómo ser y nos han querido formar no según nosotros sino a manera de. Fracasaron, porque la realidad americana se impone, pero lograron quitarle seguridad, certidumbre. (Me percato ahora que hablé de los porteños más que del argentino en general).
JUAN JOSE JUSID (director de cine): Peripecias políticas y económicas han contribuido a crear en los argentinos, específicamente en los porteños, un escepticismo burlón, una actitud de desentendimiento con la propia realidad. Es nuestro famoso no te metas, pensar que no vale la pena jugarse por nada. Aceptarlo es la más peligrosa de las castraciones:, la propia.
MARCELA LOPEZ REY (actriz): El porteño tiene el complejo del cornudo: tiene terror de ser engañado por su mujer. Además se avergüenza de expresar sus afectos y, como ciudadano, es muy contradictorio: quiere mucho a su país y, al mismo tiempo, lo niega.
TITA MERELLO (actriz): Nos damos cuenta que estamos un poco desconectados con el resto del mundo: somos el último aeropuerto de todo itinerario, más allá no se puede ir. Pero tenemos de todo, grandes cirujanos, grandes poetas, un gran pueblo.
PALITO ORTEGA (cantor): Creo que la palabra es frustración, nacida de deseos muy grandes de superación, de ver a la Nación cada vez más importante. Pero la Argentina es un país en crecimiento y nadie puede sentirse acomplejado de su país; lo que ahora nos falta ya lo tendremos.
ROBERTO PERFUMO (futbolista): Este país tiene un poco el complejo de superioridad, pero no creo que fundamentalmente padezca de complejos.
QUINO (humorista): Nos acompleja no ser primeros del mundo en casi todo.
TELMA RECA (psicóloga): Hay enormes diferencias entre los argentinos de la capital y los de otras zonas; y no sé si hay denominador común de complejos, dado que sabemos muy poco de una gran masa de argentinos. Los más comunes en buena parte de los argentinos son los complejos de inferioridad y de superioridad. Uno, se expresa en el desborde de afirmación de cualidades en relación a otros que no son argentinos. Otro, en la toma, admisión y reverencia de elementos de conocimiento, formas de vida y productos de otras naciones. Ambas cosas son muy perjudiciales, aunque comprensibles, dado que éste es un país que se ha desarrollado rápidamente, acusa grandes desniveles y no tiene una tradición elaborada con los siglos.
ABEL SANTA CRUZ (libretista): Saliendo del país descubrimos que lo que suponíamos complejos argentinos son, simplemente, complejos de hombres. Pero si se nos intima a hacer folklore con el complejo, hablemos del sentido del ridículo que nos caracteriza: una timidez que de pronto nos frustra y de pronto nos convierte en heraldos del buen gusto. Porque, por ejemplo, mamá y mis tías se negarían a ponerse los sombreros, los zapatos y los vestidos con que las ancianas gordas que veranean en playas norteamericanas componen un estrepitoso himno a la mezcolanza. Por otra parte, tiene desgraciada vigencia nuestra humillante sensación de colonos, nacida bajo la advocación de Bernardino Rivadavia e irremediablemente abonada por recuerdos tan aberrantes como el pacto Roca-Runciman. Claro que este socorrido "complejo de inferioridad" es una cólera sorda por lo que nos pasa y una frenética necesidad de sobreponernos.
JOSE ANTONIO SOJO (sacerdote, profesor de teología): Tenemos un poco el deseo de aparentar. Se ve en la forma de vestir: somos muy elegantes, pero más vale no investigar porque el tipo que usa un traje impecable vive, a lo mejor, en una casita de lata. También noto una gran distancia entre lo que decimos y hacemos; recuerdo un dicho que creo es de Ortega: Argentinos, a las cosas. Abunda el blablaísmo. De pronto, creo que tenemos la manía de comparación, de ponderación de lo nuestro, de decir tenemos de todo, que atribuyo a un mal entendido patriotismo. Nos caracteriza, además, el temor al ridículo, muy inhibitorio la mayoría de las veces.
DAVID STIVEL (director teatral): Es difícil referirse a todos los argentinos, y ése podría ser el primer complejo: la falta de una clara representación del ser nacional. Los porteños acusan la imperiosa necesidad de demostrar su machismo y las mujeres su frágil femineidad. Constituyen rasgos característicos de su difícil conexión con la realidad. Eso se entronca con una serie de lugares comunes: somos los mejores del mundo, Dios es argentino. Cosa que se contradice con nuestra necesidad de ser víctimas del paternalismo más evidente, de líderes fuertes o gobiernos ídem.
MIRKO TAPAVICA (navegante solitario): No hay complejos, según mi criterio, en el orden social ni el cultural. En lo económico, quizá los argentinos se sienten algo acomplejados por la falta de expansión, dado que gran parte de las mercancías y creaciones llegan del extranjero.
DIMMA ZECCHIN (modelo publicitaria) : El argentino busca mucho imitar al europeo, sin desarrollar su propia personalidad. Pueden acomplejar a los argentinos la desorganización y la subversión de ciertos valores. Pero, además, el argentino es muy cómodo y no está habituado a las reacciones drásticas. Aunque la violencia me aterra, comprendo que hace falta para solucionar ciertas cosas.

2. ¿Cuáles son sus vergüenzas y complejos personales?
ALTAVISTA: ¿De nada, por qué? ¿No le dije que no tenemos complejos?
ALVAREZ: Aquellas cosas de las que poseo determinada conciencia, para nada me parecen complejos.
BEBAN: Me acompleja no ser un superdotado para darle al país la solución que necesita y haber descubierto mi faz exterior como artista dejando de lado la parte interna, que descubro no tiene nada.
BERGARA LEUMANN: Me avergüenzo de haber descubierto recién ahora que soy argentino, que quiero a mi país y a su gente.
BELLIZZI: Le tengo miedo al ridículo. Yo no podría andar con un saco al que se le cayó un botón: ;Me vuelvo a casa volando!
BO: Creo no avergonzarme de nada. Siempre fui honesto me he fundido y he vuelto a empezar veinte veces, pero nunca estafé a nadie.
BONAVENA: ¿Complejos yo? No, no tengo ninguno. Puede avergonzarme perder el título mundial, porque por encima del dinero que pude ganar ahí yo representaba al país y todos quedamos mal.
BORGES: Soy tímido. Salvo que, al pisar los 70 años, he comprendido que la timidez no es importante. Sin embargo, cada vez que tengo que dar una conferencia me siento físicamente aterrado.
BRISKY: Me avergüenzo de lo que se avergonzaría cualquier buen argentino: de que no se festeje el Día del Trabajo, de no tener cuatro hijos, de que haya muchos gordos
BRUNETTI: Puedo a veces ser muy tímida. No es que lo sea para sacarme la ropa, pero fuera del escenario lo soy y mucho. También, soy muy habladora y un poco muy ambiciosa. Me avergüenza que hablen mal del país. En México me comentaron un dicho: "Si quieres hacer negocio compra a un argentino por lo que, vale, y vendelo por lo que cree que vale." ¡Me puse tan colorada! De rabia, claro.
COIRE: Me avergüenzo de lo, poco que soy y lo mucho que me creo, y no soy absolutamente nada...
DEIRA: Odio de mí mismo; la cobardía que practico todos los días. Cobardía de no arrojarme permanentemente a lo que me parece necesario. Es aceptar limitaciones, inconscientemente, de mí mismo y del medio ambiente, impuestas por el miedo a las sanciones internas y societarias.
GALLARDO: Participo del más argentino de los complejos: la reserva.
GERMAN GARCIA: Me molesta no ser libre. No poder actuar siempre en función de lo que pienso, ni pensar en función de lo que hago. Me avergüenzo de la represión propia y, del medio.
HECTOR R. GARCIA: Yo no tengo complejos. En la vida hice siempre lo que quise.
GATTI: Soy tímido. La gente me conoce mucho, desgraciadamente, y eso me da vergüenza.
GARCIA BOUZA: Me avergüenzo de aquellas debilidades mías que puedan causar daño a los que me rodean.
GENE: Esto lo hablo totalmente con mi analista.
JAURETCHE: Esas son cosas personales.
JUSID: Mi viaje por Europa me hizo tomar conciencia de una particular limitación que padecía. La de la dependencia y servilismo cultural a los moldes de la cultura europea.
LOPEZ REY: Acepto que hay cosas que me afectan a nivel personal, pero prefiero no hablar de ellas.
TITA MERELLO: Tengo complejo de inferioridad porque soy chiquita y
gorda y me hubiera gustado ser alta y delgada.
PALITO ORTEGA: No tengo por qué avergonzarme de nada. La vida me ha dado más de lo que soñé.
PERFUMO: Me avergüenzo cuando defraudo a alguien en mi profesión.
Pero mi problema es mi falta de audacia, fuera del fútbol, para encarar empresas de cualquier tipo.
QUINO: Me avergüenza, mi informalidad, mi inconstancia, mi falta de naturalidad y soltura en el trato con los demás. Estas también son. características nacionales.
TELMA RECA: No tengo, honradamente, nada de qué avergonzarme. Puedo haberme equivocado, pero siempre procedí de acuerdo con Jo que consideré mejor.
SANTA CRUZ: Puedo y debo avergonzarme de mis cobardías y mis equivocaciones maliciosas, Pero esto nada tiene que ver con la nacionalidad que disfruto o con el estupendo —y desdichado— país en que he nacido.
SOJO: Como sacerdote, habiendo elegido un estado que requiere generosidad, abnegación y dedicación, siento que hay diferencias; entre la realidad y el ideal que me propongo.
STIVEL: Me avergüenzo de tener miedo, de no hacer lo necesario para que las cosas que creo que están mal empiecen a cambiar.
TAPAVICA: No me avergüenzo de nada. Entiendo que lo más sublime es poder dar, ofrecer algo a quien lo necesita. Por lo tanto, cuando sé de alguien que está necesitado y no estoy capacitado para otorgárselo me siento apenado.
DIMMA: Me avergüenzo de mis indecisiones: a veces necesito que me empujen para hacer algo necesario. Me afecta no ver claramente lo que quiero.

3. ¿Qué le molesta o avergüenza de los argentinos?
ALTAVISTA: Que me hagan preguntas como esta.
BEBAN: Lo que molesta es, como dijo Unamuno, que no nos miremos a la cara y caminemos juntos, hacia la tumba del Quijote. Debe haber grandes soluciones para este país que aguanta a pesar de todos sus desastres.
BELLIZZI: Vivimos apegados a las tradiciones, mantenemos divisiones por asuntos pretéritos porque no somos capaces de llenar el vacío del futuro. El argentino, fuera de su medio, crece de manera total. En cambio, su propio medio lo ahoga, su temor al ridículo y a afrontar el porvenir. El país no cambiará a menos que se produzcan modificaciones internas, que la gente no tema comprometerse.
BERGARA LEUMANN: Me molesta que los argentinos no hagan todo lo que pueden hacer. Me afecta el derroche de capacidad y ciertos slogans: "somos un país joven" o "estamos en el traste del mundo".
BO: Deberíamos ser más nacionalistas, creer más en los argentinos. En el extranjero me ofrecen siempre trabajo y, sin embargo, vuelvo porque creo en la Argentina.
BORGES: Actualmente, me parece que este país es de una blandura extraordinaria, que se confunde fácilmente con cobardía y complicidad. En los diarios, por ejemplo, no hay crítico que se atreva a decir que una obra es mala, no quieren enemistarse con nadie. En el siglo XIX la gente, equivocada o no, estaba dispuesta a jugarse. A mi abuelo lo mataron en una revolución, en 1874. Desde 1955 hay en el país una serie de revoluciones incruentas. Eso no quiere decir que yo sea sanguinario, pero advierto que los únicos que conservan cierta violencia son los criminales.
BONAVENA: Me molesta que demos importancia a lo extranjero y nos volvamos locos por cualquier cosa que venga de afuera. Yo tengo un Mercedes Benz, así que no hablo por interés propio, pero me da mucha rabia que a los Torino los silben en todas las carreras porque ganan siempre. Y es el mejor coche argentino, viejo.
BRISKY: Bueno, déjame pensar, porque todo lo que se me ocurre no lo puedo decir..., me meterían en cana.
BRUNETTI: Me molesta la excesiva vanidad de los argentinos, pero no tanto acá sino afuera, donde nos sentimos la mamá de Tarzán. También
que no seamos más unidos para hacer cosas importantes.
COIRE: El argentino, solo, es un hermoso ejemplar, pero en patota es insoportable.
DEIRA: El argentino debe tomar conciencia de su pobreza de antecedentes y de su indefinición, resolverse a asumir todo su contexto para lograr su propia imagen.
GERMAN GARCIA: Me molestan la solemnidad, la falta de espontaneidad, la desvalorización personal respecto de poderes y valores establecidos.
HECTOR R. GARCIA: Me molesta la falta de patriotismo. El 25 de Mayo, en un cine, nadie sabe cantar el Himno o si lo cantan lo cantan bajito, con vergüenza... Los que fuimos a las Malvinas estamos procesados y algunos presos. En otro país, en Uruguay, pongamos por caso, les hubieran dado la medalla al volver, en cambio, nosotros fuimos todos presos.
GATTI: Somos muy fanfarrones, muy ganadores. Nos cuesta mucho aceptar que estamos equivocados.
GARCIA BOUZA: Una de las cosas que me molesta y divierte, al mismo tiempo, es que somos virtuosos en la queja. Hace un tiempo me molestaba la ineficacia del argentino a nivel instrumental, su falta de armas elementales para poder funcionar, como el orden, la puntualidad. Creo que cambiamos, sobre todo en las ciudades.
GENE: Obviamente, me avergüenza nuestra tendencia a la dependencia económica, política y cultural. O, mejor dicho, no advertir que lo último es consecuencia de las dos primeras.
JAURETCHE: Todo lo que se refiere a la falta de fe en sí mismo y en el país me molesta. La constante comparación peyorativa, propia de los tilingos. Prefiero al guarango, porque éste es el diamante sin pulir y el tilingo el que se pasó de talla.
LOPEZ REY: Muchas de las cosas que me molestan de los argentinos las comprendo y, por eso, dejan de molestarme. Lo más serio es, probablemente, su falta de definición: no está en una cosa ni en la otra.
TITA MERELLO: Nada me molesta de los argentinos. Me gusta como somos.
PALITO ORTEGA: Me molesta la falta de autenticidad de algunos. Tenemos que mirarnos un poco más entre nosotros, reconocer el talento que hay en nuestro país.
PERFUMO: En el país existe indolencia y eso trae desorganización. Lamento la distancia que existe entre las posibilidades del país y su realidad. Creo que la nueva generación, donde me incluyo, va a terminar por romper esa indolencia y logrará el cambio.
QUINO: Me molesta la avivada, la cachada, la fanfarronería y el machismo de los argentinos.
TELMA RECA: Me molesta que se sigan servilmente modelos extranjeros al tiempo que se afirma una superioridad nacional.
SANTA CRUZ: De los argentinos podría molestarme su obsesiva sujeción a lo importado, los arrebatos de la patota, proclive a la delincuencia, la estulticia de los rastacueros o ese espíritu servil de imitación que convierte a determinada juventud en un descomunal ejército de monos. Pero todas esas deficiencias las veríamos en otras partes. Lo que hizo el pueblo francés en la Revolución de 1789 configura la exaltación del patoterismo bañado en sangre. Y esta generación de melenas y canilla colgada al pescuezo y relaciones prematrimoniales es una generación imitativa que encontramos en todas las grandes capitales del mundo. Me niego maniáticamente a reconocer defectos o virtudes inventados por los argentinos, pertenecen a la humanidad. Y del argentino deseo una utopía: su total emancipación del dólar, tanto económica como intelectual.
SOJO: Ante todo, me molesta la impuntualidad. Si uno va a un casamiento a la hora anunciada no encuentra ni al sacristán. La informalidad ha llevado a la pérdida del culto por la palabra dada: antes se negociaba, se convenían compras y ventas de palabra. Políticamente nos empalagamos con torneos de palabras que jamás se convierten en realidad... y la gente sigue creyendo. En figuras como el Che Guevara fascina, en cambio, la autenticidad que no justifica la obra pero sí su gran atractivo. El podía haberse quedado en Cuba fumando cigarros y, sin embargo, salió a jugarse. Los comienzos del Cristianismo se hicieron con esa clase de gente.
STIVEL: Lo que molesta de los argentinos es lo que me molesta de mí. Nos hace falta impacientarnos un poco más. Pero tengo confianza en el país, en los que vivimos y luchamos en él.
TAPAVICA: Me molesta su impuntualidad. Están reñidos con el horario de sus citas y compromisos.
ZECCHIN: La falta de sinceridad de los argentinos me molesta; también su machismo. su forma equivocada de demostrarlo, con la fuerza física o la grosería. Del argentino me molesta también su falta de valentía para decir quiero esto y voy a hacerlo. Se detiene demasiado a pensar si su actitud va a gustar o no, si quedará bien o cómo saldrá. Le falta espontaneidad, depende del juicio de los demás. Me indigna la falta de respeto hacia el hombre, que no se respete su forma de ser, de actuar, de pensar.
Revista Análisis
06.11.1968

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