A despecho — o como consecuencia— del auge actual de la
comicidad en medios de difusión masiva como la televisión,
ciertas formas del "humor", que Robert Escarpit califica en
su ensayo editado por Eudeba de "superiores", parecen ir
quedando relegadas, corriendo similar infortunio al de las
publicaciones especializadas que hasta hace poco tiempo las
alojaban. En estos momentos en Argentina no existen revistas
humorísticas que vendan más de 20.000 ejemplares, a pesar de
que hasta hace pocos años una publicación como Tía Vicenta
llegaba a colocar 120.000 y, en tiempos más rosados, una
publicación como Rico Tipo trasponía fácilmente la barrera
de los 200.000 ejemplares. Además, prácticamente toda una
promoción de humoristas surgidos hace dos o tres años ha
desaparecido repentinamente de la escena. Las formas del
humor se canalizaban habitualmente a través de dos
conductos: la radio, el teatro pasatista, el cine sin
pretensiones, por una parte; por la otra, los medios
gráficos, diarios y revistas, donde se manifestaban con
mayor libertad los humoristas que esgrimían el ingenio o el
espíritu satírico antes que la gracia fácil y gratuita. Las
excepciones — como el caso del libretista Wimpi —
confirmaban la regla. Y la regla bien podría enunciarse
diciendo que el humor en sus formas superiores era el que
llegaba sin intérpretes, estableciendo el contacto directo
entre el escritor o el dibujante y el lector. Cuando la
forma humorística recurría al intermediario-actor el nivel
se rebajaba. Hace apenas un año Guillermo Murray dio a
publicidad un ensayo sobre humoristas argentinos; resultó
muy sintomático que aun entre las promociones recientes no
resultara mencionado ningún libretista, guionista ni
comediógrafo. El ensayo sirvió también para descubrir una
suerte de constante del humorismo argentino, a través de
antecedentes temáticos y formales. Y sirvió también para
mencionar por primera vez desde un libro la existencia de la
nueva generación de humoristas, numerosa y calificada, que
se formó entre 1956 y 1959.
Las huestes de "Rico
Tipo" Como las generaciones humorísticas coinciden
generalmente con la aparición o el auge de las publicaciones
donde se manifiestan, es inexcusable referir que hasta
aquella fecha existía sólo un canal para el humorismo: la
revista Rico Tipo, publicación que prácticamente desde la
postguerra (se había fundado en 1943) experimentó un auge
pocas veces repetido en el periodismo argentino y dio a su
editor, el dibujante "Willy" Divito, la oportunidad de
imponer marcas comerciales y modas relacionadas con los
personajes de la revista. Rico Tipo no vio amenazado su
reinado — y probablemente se estancó por eso, durante más de
doce años — en todo el período del régimen peronista, cuando
realmente resultaba muy riesgoso hacer humorismo. En todo
caso, podría decirse que la veterana Patoruzú compartía
parte del mercado, pero los profesionales se niegan a
considerar a esta publicación como específicamente
humorística. En general la consideran como un género
diferente, también llamado patoruzú y que está a mitad de
camino entre el humorismo, las aventuras y la crónica
periodística. Hacia 1958 y 1959, Rico Tipo promovió
algunos nuevos valores aislados como el dibujante
costumbrista Calé; por aquel entonces ya hacía pie firme en
la revista el ahora popularísimo Horacio S. Meyrialle quien
en los primeros años apenas si existía para el público con
los desvaídos seudónimos de "Yo" y "Mey". Un poco después se
incorporó el hoy célebre Landrú. Pero la revista se armaba
sobre la base de sus "monstruos sagrados": Rodolfo M.
Taboada y Carlos Warnes (César Bruto, Napoleón Verdadero)
entre los escritores y el propio Divito, Mazzone, Ianiro,
Toño Gallo, Rafael Martínez y Osoki, entre los dibujantes.
Paralelamente aparecían nuevos medios de expresión y nuevos
valores. Revistas de actualidad política como Esto es y Qué
incorporaron a sus entregas secciones de dibujos
humorísticos a toda página, que pusieron a cargo de dos
principiantes llamados a prosperar: Quino (Joaquín S.
Lavado) y Garaycochea. Ambos comenzaron a trabajar con
una técnica diferente que se conoció como "humor mudo": el
dibujo lo explicaba todo. Admitían, por otra parte, la
influencia de los dibujantes franceses que colaboraban en
París Match: Bosc, Siné, Chaval, Sempé y otros. Por ese
entonces hubo un intento importante: la revista Potpurrí,
que editó el fino dibujante costumbrista de La Nación. Luis
J. Medrano, conocido principalmente a través de sus "grafodramas".
Estaban allí también Quino y Garaycochea y entre los
escritores aparecía un desconocido, Julio Gil, que más tarde
haría carrera en Tía Vicenta con el seudónimo de Pericles.
La revista no tuvo éxito comercial. El "clima político"
de 1957 se prestaba para el ensayo de nuevas fórmulas
humorísticas y los primeros en advertirlo fueron los
directores de Avivato, revista que poco antes había lanzado
el célebre caricaturista Lino Palacio y que estaba
conducida, por entonces, por su hijo Jorge (Faruk) y por el
desaparecido Luis Alberto Reilly (Billy Kerosene), sobrino
del legendario Juan José de Soiza Reilly. En la nueva
tónica de Avivato ingresaron los ya conocidos Landrú, Quino
y Garaycochea (comenzó a alternan la caricatura política con
el chiste de situaciones). Se incorporaron Alfredo Olivera
(elemento nuevo que también se especializó en el "humor
mudo"), Ángel Aboy (primero, costumbrista y más tarde
introductor del "humor negro" con el seudónimo de Drácula) y
el propio Jorge Palacio quien, al cambiar su "marca", cambió
estilo y temática; siguiendo una tendencia similar a la de
Landrú, recogió fuertes influencias de dibujantes españoles
de La Codorniz, principalmente "Tono" (Antonio de Lara).
En Avivato estaban dadas casi todas las condiciones
(faltaba, tal vez, una promoción de escritores nuevos) para
que se constituyera en la publicación de "impacto" que
arrebatara el trono a Rico Tipo. Pero circunstancias
fortuitas y discrepancias comerciales dentro de la empresa
anularon el esfuerzo.
"Tía Vicenta": una heredera
La herencia fue recogida casi sin dificultades por el
dibujante y escritor Landrú (Juan Carlos Colombres) quien,
por entonces, se encontraba en su cénit profesional; tenía
secciones fijas en cuatro revistas de gran penetración: Rico
Tipo, Avivato, Vea y Lea y Mundo Argentino, y sus disparates
(las encuestas de Vea y Lea y los "Dramas Bestiales" de
Mundo Argentino, eran piezas maestras de humor por el
absurdo) encantaban al público. Landrú consiguió
originales auspiciadores para su proyecto de lanzar un nuevo
semanario humorístico (Tía Vicenta): diez oficiales de la
Marina de Guerra. Sin embargo, la revista actuó
desprejuiciadamente —al menos durante mucho tiempo —y no se
embanderó en una candidatura o en el apoyo o la crítica
parcial a los gobiernos; era lógicamente corrosiva, como lo
aconsejaba la búsqueda del éxito comercial. Landrú contó,
además de su increíble y casi anormal imaginación, con el
aporte de un joven intelectual, Carlos Peralta (firmaba sus
artículos con el seudónimo Carlos Del Peral) quien había
trabajado ya en las revistas Contorno y Mundo Argentino. Del
Peral-Peralta fue en realidad quien promovió a una nueva
generación de humoristas reclutados entre amistades y
relaciones de medios literarios y artísticos. Tía Vicenta
consiguió, así, reunir a lo mejor de una generación
creciente de humoristas, promover a valores desconocidos y
atraer al género a quienes como Ignacio Anzoátegui y Jaime
Botana (Jaimote Botanilla) sólo lo habían practicado
esporádicamente. Cuando todos estos elementos se
encontraron, Tía Vicenta experimentó todas las formas
imaginables de la innovación: sacó revistas de dos tapas,
hizo un número bilingüe dedicado al "gran cambio",
transformó, en personajes a su personal administrativo (la
secretaria Elena Kufa llegó a hacerse famosa), anunció
varias veces que "se vendía al oro" de Moscú, o de
Washington o del gobernador Gelsi. Introdujo modas,
principalmente musicales, y giros y maneras de hablar.
Tía Vicenta llegó a ser el equivalente del parisiense Canard
Encháine que los intelectuales franceses leen no sólo para
divertirse sino también para enterarse de la actualidad
política. No otra cosa que una auténtica primicia
periodística fue la continua reiteración de una foto de
Alejandro Gómez preguntando: "¿Y a mí por qué me miran?" Tía
Vicenta adelantó así en varios meses el desenlace de las
ambiciones presidenciales de Gómez. También comenzó a hablar
del "Dragón Verde" antes que cualquier otra publicación. Y
cuando una compañía internacional solicitó radicarse en
Mendoza para practicar cultivos de remolacha, la revista fue
la primera en recoger ciertas versiones sobre presencia de
uranio en esa zona, mencionando sutilmente la expresión
"remolacha uranifera". Pero Tía Vicenta era,
evidentemente, algo más que una revista; era casi una manera
de vivir para quienes la hacían. Cuando se puso de moda el
aro hawaiano, Landrú, Del Peral, las secretarias, los
diagramadores y los colaboradores daban pruebas de
suficiencia en un patio contiguo a sus oficinas. Landrú y
Del Peral habían afiatado un dúo de armónica y tonete, con
el que ejecutaban torpemente melodías en boga. Landrú tenía
siempre en su escritorio algunos baberos que se ponía cuando
quería sorprender a los visitantes, para atestiguar su
"reblandecimiento". Una desinteligencia que los
protagonistas califican a veces de ideológica, otras de
ética y también de simplemente comercial, llevó a la
separación del izquierdizante Carlos Peralta-Del Peral de la
revista. Con él se fue, por solidaridad, la generación
promovida por Tía, Vicenta: los dibujantes Copi, Kalondi,
Nowens. Catú, Vergara, Constantini y Brascó, este último de
reconocida labor como poeta y antologista. Entre los
escritores, el profesor Silverstein, Julián Jota, y el
miniaturista Castel, fueron las bajas.
Exquisitez y
explosión Casi todos siguieron a Del Peral-Peralta en su
intento de crear una nueva revista sin concesiones estéticas
al gran público, ni políticas a los factores de poder. En
los cuatro números que llegaron a salir de Cuatro Patas,
pudieron leerse algunos de los ensayos más explosivos o más
exquisitos del humor argentino. Los humoristas comprometidos
como Del Peral, manifestaban: "Cuatro Patas preferiría un
mundo de dos patas, pero no puede cerrar los ojos a la
existencia y difusión de las cuatro". El no comprometido
(pese a ser hijo del político Raúl Damonte Taborda) Copi,
escribía pequeñas maravillas en estilo epistolar, remedando
la cursilería que palpaba, según propia confesión, en su
medio: "Mon cher Marquis: ... Je vous re-mercie d'abord las
orquídeas que me envió: mamá adora las orquídeas. La pobre
está tan vieja, no puede masticar otra cosa. Usted pensará
que somos una familia de excéntricos, y en parte es cierto,
pero lo principal — ¡usted estará de acuerdo conmigo! — es
estar fuera de moda: ¡ahora todo el mundo está de moda! Mamá
misma, sin ir más lejos, se está poniendo tan comunista. Me
pide de rodillas que le compre una de esas nuevas pelucas
gonflées. Dice que se tiene que pasar el día cubriéndose la
calva con las manos para que no se le hiele; y de esa manera
no le queda ninguna mano libre para pedir limosna. Pero yo,
mon cher, como usted comprenderá, me mantengo inflexible con
respecto a este punto. Como una gran concesión, le
permitiría tener una mano nueva, pero una peluca, ¡jamás!".
La dispersión El intento de Del Peral-Peralta no duró
mucho tiempo y cuando éste fue citado a Coordinación Federal
para notificarle que la revista no iba a poder salir más,
contestó que en realidad él ya se había dado cuenta de eso y
que la revista no salía desde hacía dos meses, por falta de
fondos. Tía Vicenta, por entonces, ya daba muestras de
debilitamiento. El grupo de Cuatro Patas se desintegró y
hoy casi ninguno de ellos, salvo el suficiente Quino, se
dedica al humorismo como medio de vida. Carlos Constantini
emigró a Suecia, donde trabaja de jardinero, después de
haber obtenido un éxito rotundo como publicitario en el
popularísimo "jingler" de yoghurt "La Martona" que él
dibujó. Catú (Jorge Martín) se dedica exclusivamente a la
publicidad y lo mismo hace Martín Vergara; Copi está en
Europa; Jorge Olivera se fue a Estados Unidos; Julián Jota
se dedica al periodismo serio; Kalondi tiene título de
arquitecto y trabaja en diseño industrial para Siam Di
Tella; Castel es comerciante; Del Peral está en Brasil. La
mayor parte de ellos no desean hacer humorismo nunca más.
De los veteranos, Warnes, Meyrialle, Taboada, Gius (de la
última promoción de Rico Tipo) prefieren ahora hacer
comicidad antes que humorismo y escriben para la televisión.
El inefable Oski vive por temporadas en Chile y en Italia.
Ianiro ha muerto. Algunos se han jubilado. Los pocos
puntales que todavía defienden el género (Landrú, Jordán de
la Cazuela, Quino y otros) empiezan a cansarse; Landrú
repite sus pasadas creaciones, Jordán escribe sólo
esporádicamente; Quino prepara sus valijas para radicarse en
Europa a mediados de este año. ¿Quién hará sonreír a los
argentinos en lo sucesivo? 19 de febrero de 1963
REVISTA PRIMERA PLANA
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