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crónicas del siglo pasado |
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REVISTERO |
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Vuelos de Argento
El Anillo del Capitán Beto
Rolando Ariel Rojo
Lo conocí en Paris, por
casualidad. Después me di cuenta de que era "el dibujante" del cual los amigos
de Buenos Aires me habían escrito para que nos encontráramos, hacía ya mucho tiempo. Y
fue la casualidad la que tomó la iniciativa. Rolando, sobre todo, amaba la música.
Solitario, recorría los metros de Paris con su guitarra y la armónica a lo Dylan,
interpretando tangos y boleros "cósmicos", como los denominaba él mismo, y con
los que se hacía algunas economías para comprar papel y material de pintura.
Durante años fuimos amigos, y mi taller le sirvió de refugio durante varios periodos, en
los que tuvimos tiempo de dibujar y conversar mucho. Así conocí un poco de su vida, de
sus viajes a la Cordillera, de su estadía en el Cuzco, y de sus ensueños. De repente
desaparecía por meses, pero nunca verdaderamente se instaló en una parte. Sin duda,
disfrutaba de su vida errante. Cultivaba preciosamente su soledad, a pesar de ser sociable
y con gran sentido del humor.
Pocas veces nos vimos de día. Tenía la llave del taller y llegaba tarde en la noche; si
yo aún estaba, teníamos para rato. Su fantasía y su virtuosismo me causaban
admiración. Juntos dibujamos y avanzamos en una historieta, en la cual aportó una serie
de máquinas y paisajes extraordinarios. Así fue como en la carátula del disco
"Aconcagua" de Los Jaivas, me ayudó a terminar el retrato de uno de los
músicos, al que no lograba el parecido y debía entregarlo al día siguiente. Pero
Rolando prefería mas que nada que tocáramos, a pesar de conocer mis pocas condiciones
para la música. Me entregaba una de sus numerosas armónicas pequeñas (en la tonalidad),
y entonces nos deleitábamos con temas del recuerdo. Creaciones como su tango
"Naca-rol", triste y sublime, del cual por fortuna encontré hace poco una
grabación de aquel entonces.
Un día desapareció. Supe después que tuvo una rápida y fulminante enfermedad.
Rolando Rojo, sobre todo, marcó profundamente mi sentimiento de resistencia pacífica, de
complicidad con la modestia y la generosidad del hombre verdadero.
René Olivares |
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- ¿Te acordás de esa obra, tan
antigua, que cantaba tu tatarabuelo, allá en el siglo XX, sobre un naufragio sideral...
¿cómo era?
- ¡ah. sí! como no me voy a acordar, loco! Lo que pasa es que solo se conservaron
algunos fragmentos de aquella elegía... y este anillo extraño, que, según se cuenta,
tenía el poder de ahuyentar los peligros en el cosmos.
"Comienza en una noche de julio, en Buenos Aires. La noche en que un estruendo
inolvidable sacudió hasta los cimientos de la vieja estación de Haedo: era la astronave
del Capitán Beto, que iniciaba su largo periplo sin retorno".
"Ayer colectivero" "Hoy amo entre los amos del aire" |
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