SUMARIOS POLICIALES
por CHAMICO
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El problema de los alias
Señor Presidente del Tribunal de Alzada. Honorable Magistrado. El infrascripto, que ali pie firma y rubrica, se dirige a Usía por interpósito pliego (esta foja y las que irán viniendo) y como mejor corresponda (que creo que es como me va saliendo) expone: que si me apersono a Usía y no a magistrados de otra denominación jurídica, es por interpretar a mi ciencia y conciencia que es el que corresponde por tratarse de las alzadas o levantadas, que de ambos tenores se dice en el lenguaje vulgar que aquí se usa por exceso de ignorancia analfabeta, que son frecuentes por demás en este pueblo. Punto y aparte.
Las alzadas a que me refiero son por lo general de alias que se distribuyen por personas no autorizadas a diestro y siniestro y en forma inconsulta invadiendo sin respeto el fuero policial que, como Usía estará de acuerdo, es el único competente para manejar ese elemento de identificación, que aunque quizá no sea tan científico, le gana por mucho, tradicionalmente hablando, al de las Impresiones Digitales, sin pretender desmerecer en un ápice al gran pionero Vucetich. ¡Loor a sus distinguidos restos!
Como Usía sabe, los maleantes, chorros, abigeatores consuetudinarios y demás clientela policial suelen cambiar de nombre y apellido más que de camiseta con el delictuoso propósito de despistar a la Repartición, y el que hoy se llama Juan, Pedro o Diego, mañana se llama de otro santo y con los apellidos pasa tres cuartos de lo mismo, y un Martínez de ayer resulta un Martorena de hoy y un Marcovecchio de mañana, con documentación tan correctamente falsificada que casi es buena. Pero con los alias, cuando son puestos por autoridad competente (Comisarios y hasta algún oficial sumariante aventajado), no hay tu tía, y el que fué bautizado de Tuerto, si lo es, será tuerto por el resto de su perra vida. Llena está la Historia de la Repartición de ejemplos, como el caso del Tano Jorobeta, que fué identificado por esa seña particular cuando lo encontraron con la trincheta tinta en sangre, después de haber ultimado a todo el campamento de mafiosas del que era cocinero. Fíjese si no en el caso del Tarta Colorado; en cuanto empieza a declarar, por más que quiera mentir, ya se sabe que es el dicho Tarta, por el habla defectuosa. Y es porque el personal policial pone los alias con sentido y no al boleo, como hacen los aficionados. Aquí basta que Usía vaya tres veces a la fonda y ya sale con un alias inconsulto que de nada sirve al procedimiento; a uno porque se pone mucha agua de olor le llaman el Zorrino Parisién. ¿Quiere decirme, Usía, qué nos representa, prácticamente
hablando? El prevenido se da un baño y desaparece el alias como con agua y jabón. Imagínese que a una curandera que tiene mala mano para los partos la llaman El Rey Herodes; y al médico nuevo, joven doctor Pagliera, le dicen Fin de la Completa, ¿y por qué?: porque cuando él llega se acaba la función para el paciente, quien pasa a ser finado. Yo no le voy a decir que no tenga gracia y no sea verdad, pero ésa no es la función específica de los alias. Esos son de tipo puramente social y no policial, como en el caso de don Aniceto Rebollo, que en cualquier estación del año lleva siempre una flor en el ojal y lo ecompañan a todas partes dos hermanas, solteronas ellas; bueno, a don Aniceto le dicen, El Rosal de las Ruinas. Eso es tomar a chacota un elemento de gran utilidad procesal; el alias que le corresponde a Rebollo, que de un aire se quedó con la boca ladeada, es Jugala que te la han visto.
Yo aprovecho cualquier ocasión que se presenta para ir formando un nomenclator de alias del pueblo. Que viene uno detenido o por una simple denuncia de abigeato de gallinas, me lo estudio y se lo pongo, y ya me tengo clasificado a medio pueblo. Y no hay necesidad de ofender, como hacen más de cuatro que le ponen a la gente alias, que van en detrimento de su buen nombre y honor como ser El Roñoso, y a los hijos los Roñositos, que, como usted sabe, en los pueblos los alias se heredan y ya no se lo sacan más de encima. El alias policial, propiamente dicho, debe ser objetivo y sin pasionismos políticos ni religiosos. Vez pasada, el agente Porrino —ve, ahí tiene un alias bien puesto, le decían antes de entrar en la Reparación El Gallego Parlamento, y viene a ser como una seña particular, pues en cuanto abre la boca, que es siempre, se manda un discurso en español que hay que sacar balcones—. Como le decía, el agente Porrino trajo detenido a un moreno que tenía una cicatriz que le cruzaba la cara de un lado al otro.
—¿Nombre? —lo interrogué. 
—Presentación Arguello.
—¿Alias? 
—No tengo.
—Pues ya vas a tener —le dije y ordené al agente Porrino que anotaba—: Escriba. Alias Tinaja Rajada.
Le quedó tan bien, que parecía un retrato al lápiz. A lo que iba señor Usía: propongo se dé una acordada o algo así por la que se prohiba bajo pena de multa y arresto el uso de alias indebidos y no puestos por la autoridad competente (policial) para evitar confusiones y malos entendidos, que es lo que sobran. ¡Miren que llamarme a mí Sombrerito de Ciego por decir que recibo cualquier suma en concepto de coima! S. S. S.
AGAPO CARDOSO
(Comisario)

Revista Mundo Argentino
03/09/1958