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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Nota de la Revista Primera Plana
08-07-1969

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MUSIC HALL
AQUI ME PONGO A CANTAR

Bastaron cinco encuentros en el Coliseo -los domingos, a las once de la mañana- para convencer a Jorge Alvarez y Pedro Pujó, actuales adalides de Mandioca, la madre de los chicos, de que su mensaje comenzaba a ser recibido. Los recitales que bajo el rótulo común de Beat Baires, congregaron a solistas y conjuntos dedicados no sólo al ritmo beat, sino también a rock y blues, sirvieron para que artistas y públicos midieran sus fuerzas. En pleno proceso de gestación, unos y otros reconocen una inspiración común: el underground norteamericano; y las difusas limitaciones (también comunes) derivadas de lo que Jorge Alvarez llama, sagazmente, "falta de lugares físicos y de un verdadero ground artístico" al que oponer, musical y socialmente, una respuesta fervorosa. Aun así, por la ínfima brecha abierta entre "la difusión masiva de toda clase de sanatas espantosas", han surgido algunas voces.

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Pedro Pujó y Jorge Alvarez

MORIS

Para Mauricio Birabén, 27, todo empezó hace quince años. "Escuché Hotel de corazones destrozados", en la versión de Elvis Presley, y comencé a imitarlo. Cantaba por la calle, en el tren, en los bares. Todavía lo hago, a veces. Después aprendí a acompañarme con una guitarra española, leí Los vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac, me enloquecí. Comencé a decir mis propias cosas y no pienso parar."
Provocando como nadie, la agresión de un público lumpen, que ha cambiado el lengue y el cuchillo por la melena y los collares, pero que sigue esperando estrofas tautológicas y entonación segura, Moris soportó en la función del domingo 29, sin demasiado estoicismo, toda clase de injurias. Sin embargo, cuando un espectador indignado invitó a los ofensores a dirimir la causa en la calle, el juglar le espetó: "Pará, flaco, que aquí somos todos pacifistas". Él lo es, por lo menos, y también el solista más interesante del movimiento. Aunque todavía sus letras amontonen todos los temas que lo desvelan, aunque "todavía desafino, cuando me emociono demasiado", el suyo es, sin duda, un estilo auténticamente apasionante, al que sólo le falta un público de su nivel.

 

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Manal

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Son tres: Javier Martínez, 23 (batería y canto; Claudio Gabis, 20 (guitarra), y Alejandro Medina, 19 (bajo), y, a pesar de un común desprecio por la enseñanza y el aprendizaje convencionales, abruman con un léxico plagado de tecnicismos. Frecuentadores de escuelas comerciales e industriales, los tres dedican ahora todo su tiempo al conjunto, preocupados por extender y profundizar "el espectro de su dominio musical".
Sin embarcarse en definiciones, coinciden en la ambición de expresarse y ser captados "a distintos niveles". Entretanto, toda la filosofía del conjunto goza de una saludable vaguedad: "Evidentemente lo que hacemos tiende, de alguna manera, a provocar una determinada apertura mental", pontifica Gabis. Javier Martinez (autor casi exclusivo del repertorio prefiere informar sobre sus inclinaciones: Las "formas musicales que contienen improvisación, el flamenco, los antecedentes orientales, toda la música del norte de Africa, el candombe (su heredero rioplatense), el jazz auténtico y el blues, hacia el que nos inclinamos, aunque sin la insistencia que pretenden achacarnos".
Detrás de los anteojos, la cara flaca y obsesiva se anima solamente al impacientarse con los límites del lenguaje hablado. Es entonces cuando Martínez recurre al tamborileo, al silbido y, por fin, al canto, para explicarse. Indudablemente, él y Gabis (un personaje rubio que solía dictar conferencias sobre música en el Nacional Buenos Aires) son los ideólogos del terceto. Y reconocen, sin vacilar, que "una cierta solvencia que provoca el desborde instrumental es, probablemente, la que genera nuestra imagen de solistas". Esa falta de imagen de grupo que se retroalimenta y la vaciedad de algunas letras son los obstáculos más evidentes que Manal debe sortear.

 

ALMENDRA
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Son cuatro: Rodolfo García, 23 (batería); Edelmiro Molinari, 21 (guitarra); Emilio del Guercio, 19 (bajo y flauta), y Luis Alberto Spinetta, 19, quien, según propia definición, hace "lo que puede, sobre todo cantar". Según los más fervorosos seguidores del movimiento, conforman el equipo más solvente entre los grupos beat de Buenos Aires.
Ellos, entretanto, prefieren limitar las presentaciones en beneficio de una mayor cuota de ensayos. A diferencia de Manal, los cuatro almendras han estudiado música pero no están muy seguros de cómo o cuánto les ha servido. Ahora, mientras dos de ellos esperan, intranquilos, que el servicio militar los aleje del conjunto, reconocen que "hacer música y renegar de la violencia" son las dos únicas constantes de su ideología.
Como Manal, afirman desconocer su público: "Sí, casi siempre son jóvenes, más que nosotros, incluso. Y deben ser más o menos los mismos. Pero son pocos, eso es seguro". Autores de un colosal éxito de Leonardo Favio, Para saber cómo es la soledad, reconocen, sin amargura, que por el momento "no vendemos nada, por muchos motivos, pero esperamos que eso cambie". Aunque todavía no saben muy bien si el cambio debe ser gestado por ellos o por el reticente público.

 

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