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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Litto Nebbia

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Revista El Porteño
abril 1982

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En la Falda, en el festival, escuchamos a Litto Nebbia. Nos gustó, nos gustaron también algunos de los puntos de vista de sus nuevas letras. Esas canciones tenían algo del viejo espíritu en conjunción con el actual. Tomamos la decisión de entrevistarlo en Buenos Aires, donde charlamos largamente sobre episodios del Festival, sobre su historia personal en relación con la música, sobre el movimiento rock, sobre la identidad de los argentinos, sobre la cultura del público. Esta es la transcripción del diálogo:

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El Porteño; -Hace unos días, en el Festival de La Falda, vimos mucha agresión contra los músicos.

Nebbia: -Ya no sé, a esta altura del partido esperan un Woodstock. Bien, era así la pelota.

-Era raro. Charlie García nos dijo: "cuando cantaba Popotito todos gritaban viva, viva, y cuando cantaba algo con contenido todos me chiflaban, o me tiraban monedas"

-Al tipo que no consideran músico, al que no adoran como músico, como a Charlie (que si encuentra algo sólido se los tira a la cabeza) no le piden contenido, le piden ruido y no lo tienen en cuenta por el contenido de las letras.

-A vos, el de La Falda, no te pareció un público representativo ¿Por qué?

-Cuando vas a un festival así, donde hay muchos números, muchos músicos, hay mucha gente que va en la onda de Woodstock, o qué se yo, del hipielinato de hace veinte años, o en la onda de pasarla en la carpa con la mina y dos o tres amigos, y se arma un lío terrible, y pueden tanto abuchear una cosa cirquera como una cosa buena. No tienen paciencia para nada si vos queres hablarles, los tipos están impacientes y siguen hablando como si no te escucharan. Ahora, si vos les gritas, los prepeás un poco y los manejas, te aplauden. ¿Me entendés? Es una onda con la que yo no tengo problemas porque nunca me tiran nada, les hablo a los tipos y se quedan callados. Pero salgo desgastado, tengo que hacer un doble esfuerzo. Normalmente cuando voy a tocar, expongo lo que hago ahora, lo toco y se terminó. No tengo que andar con las antenas paradas porque tal tipo me gritó tal cosa y no tengo que dejarla pasar. Es como si fuera al circo romano.

-Ese día, en La Falda, vos tuviste que pararlos.

-Por la bendita cosa de que te piden que toques temas viejos, que son los que reconocen. Aunque no sea la mayoría de la gente, hay tipos que no te escuchan cuando le explicas un tema nuevo, te piden otro. Entonces yo me hincho y les digo lo que pienso. Yo al trabajo lo estoy haciendo y se terminó, no hay derecho a que sigan hinchando y te sigan gritando "¡No que ésto, que lo otro!". Entonces les hice ver que para mí tocar temas viejos es afanarlos. Si hubiera querido lo estaría haciendo hace años. Si les decís eso sale otra parte del público que te apoya en eso, te aplaude y los hace callar a los otros, pero vivís en un ping-pong total. Y se nota, por comparación con los recitales que hacemos solos, con el grupo. Los músicos del centro, en todos los lugares del interior donde vamos. ¡De los dos mil tipos que van nadie me pide nada, negro! Los tipos saben que lo que voy a hacer al subir es lo que yo creo que es lo mejor. Ahí hay una calma... te das cuenta que es otro tipo de público. La vez pasada, cuando tocamos en Obras, un amigo me decía que parecía el público de Les Luthiers. Y bueno, el público de La Falda no era ni de lejos ese público, a pesar de que la organización, en cuanto a vigilancia, sonido y todo eso estuvo realmente mejor, pero de cualquier manera tiene un concepto que no va más. La gente que va ahí llega de distintos lados, va como a una especie de fenómeno, de ritual, no va especialmente a escuchar música. Es una moda, a veces ni saben quién va a tocar. A mí no me gustan esos festivales.

-Pero algo representa eso. Si sumas todo, había como diez mil.

-Yo te digo que no es representativo de la juventud argentina. La juventud argentina está en distintos lugares, en distintos barrios. Toda esa mezcla que hay hoy en día. No es representativo ni en gustos musicales, es parcial. Por eso ocurren esas cosas tan extremosas, que de repente están haciendo el signo de la paz y le tiran botellazos a un tipo, o sale una consigna política y de repente un canto de fútbol. Nadie sabe lo que esta pasando. La gente tiene una vaga idea, una sensación de algo. Tiene la idea de pasarla bien, de hinchar un poco, de excitarse. Para nada es el festival de la mejor música argentina.

-Pero también parece que saben lo que quieren, se ve que prefieren por ejemplo Bronca, a las últimas cosas de Cantilo, esas que por poco dicen que hay que portarse bien.

-Eso es una cosa que viene de atrás, de hace mucho. Siempre se creyó que tenía que haber un tipo de artista que tenía que decir lo que sale en los diarios. A mí no me parece bien, me parece que hay un concepto general que podes cantar, de amor a la vida, de lucha por el individuo en cualquier sociedad (que hoy en día son todas parecidas,¿ no?). A eso se lo acusa de intimista en cierto momento, de que no es contar la realidad. Creo que es al revés. Yo creo que existe ese supuesto mensaje. A mí me parece mucho más claro si cada tipo cuenta su concepto de la vida, cómo hace el todo. Se puede hablar de eso.

.-¿Por qué se compone tanto ahora?

-Hoy en día hay una deformación que ha sido creada por el mercado del disco, por el negocio del espectáculo. Parece que todo el mundo tiene que ser compositor, todos tienen que componer. Vos agarras un disco de Estados Unidos, de Europa o de acá y todo músico que tiene su grupo compone él: es como una obligación. Yo no sé qué es, si es para cobrar más derechos, pero componer no es una obligación. No todos los tipos son compositores, de la misma manera que no todos improvisan bien con un instrumento, de la misma manera que hay tipos que son buenos armónicamente pero no rítmicamente. Es un error de parte del público no darse cuenta de cuál es su fuerte y así seguir desarrollando eso.

-¿Por qué consideras que cantar tus viejas composiciones es afanarte?

-Siempre fue lo mismo. Cuando salí con el primer grupo cantaba las últimas canciones que había escrito, porque eran las que me gustaban y las que yo creía mejores. Algunas de esas canciones se han hecho tan populares que ahora la gente te las pide a gritos y no sólo las canciones del año 66, como La balsa. Me piden canciones que hice hace ocho, nueve años, de esas que cuando las grabé yo me moría de hambre, no las escuchaba nadie, ni las pasaban por radio.

-¿Porqué?

-La difusión en esos años estaba más volcada a los temas extranjeros. Todo lo que hacíamos los tipos que estábamos en eso, se discutía si era música nacional o no.

-Hablas del 66.

-Hasta el '70, '72 también. Ahora desde hace unos años que no se habla más de esa polémica y está aceptada como música argentina. Ha cambiado mucho. Ahora me nombran como uno de los cultores de la música nacional. La prueba está en que compones canciones, las cantas y a los seis o siete años se transforman, crece un mito y se reconocen como bien argentinas. Pero no es problema mío que guste siete años después, ni tampoco voy a esperar siete años para cantarlas. Las canto. Cuando me piden otra yo les digo que tengo otras, los cargo un poco, les digo que las que estoy cantando en ese momento me las van a pedir dentro de siete años. Es un proceso de ellos, pero no mío ¿Qué voy a hacer con lo que hago, lo voy a tirar a la basura, lo voy a retener? Jamás grabé un disco pensando bueno, este tema va a salir bien, o ahora vamos a grabar un tema para el día de la madre. Nunca trabajé así, trabajo con la música que compongo. A veces a esa música se le da más difusión y se hace más popular.

-¿También las letras son tuyas?

-Todas estas últimas.

-¿La balsa?

-Mía y de Tanguito.

-¿Qué parte hizo Tanguito?

-Hizo la primer parte, esa que dice "Estoy muy solo y triste aquí en este mundo abandonado". Música y letra. Yo hice todo el resto de la canción y le puse el título, La balsa.

-La gente que te viene siguiendo a vos, ¿cómo es?

-Viene mezclada. Está la gente que me viene siguiendo desde el comienzo, gente como yo, de treinta, treintitrés años. Después están los pibitos, que ni habían nacido cuando yo empecé. Que se saben todo, lo que dije tal día, qué toqué con tal tipo, que dije tal cosa.

-¿Te cambia que aparezca una nueva generación en tu público?

-No. Me da una satisfacción bárbara. Es lo que yo pensaba cuando era chico, cuando tenía doce años y compraba discos de Coltrane, de Miles Davis, de todos esos tipos, o leía cosas de Roberto Arit. A mí me ponía triste saber que esos üpos que me daban satisfacción o habían muerto o tenían cuarenta años más que yo. Entonces me decía ¿cómo puede ser que la vida sea así?. O la gente que a mí me gusta ya se murió o es muy vieja, yo no la voy a conocer. Y ahora, la mayoría de los tipos que manejan la escena tienen más de cuarenta, a quien quieras mencionar, Zappa, Gismonti, Chick Corea. Las audiencias que tienen son de chicos de quince años mezclados con gente de cuarenta como ellos. Me parece muy lindo y yo no tengo que modificar nada.

-Vos sos de Rosario, ¿no? ¿Hasta qué edad estuviste allá?

-Hasta los quince.

-Entonces empezaste a tocar alla, ¿no?

-Desde los ocho, porque mis padres son músicos. Teníamos un trío, tocábamos por el interior,

-¿Qué tocaban?

-Boleros, canciones de jazz, tangos de Gardel y Lepera. Yo tocaba la guitarra, mi viejo la armónica y mi vieja el piano. Eramos músicos ambulantes. A los quince años yo me fui para hacer el primer grupo, que fue con el que vine a Buenos Aires. Cuando tenía diecisiete salimos con Los gatos.

-¿Cómo eran los viajes, las giras con tus viejos?

-Eso era una locura, íbamos en unos ómnibus, era una compañía artística, donde mi tío, el hermano de mi vieja, era ventrílocuo. Había una parte del espectáculo donde él hacía malabarismos, después mi viejo cantaba boleros con un trío, después mi vieja cantaba tangos, después cantábamos todos juntos, después yo cantaba con mi viejo a dúo, después salía un cómico. Era una compañía artística.

-Era un circo.

-Claro. Iba el tano Genaro, tipos famosos en Rosario, porque en esa época a Rosario le decían la Chicago argentina, era un lugar donde había más ambiente de noche. Era impresionante ¿sabes? Estaba la maffia, estaba todo ahí. Entonces yo iba con mi viejo y me quedaba en todos lados con mi viejo hasta las cinco de la mañana. Estaban Ortíz Tirado, Lara, Gardel, se quedaba un mes Alfredo Gobi, me entendés. Era como si fuera Las Vegas.

-¿Cambió mucho? ¿Iban a los clubes?

-Estábamos en clubes o en boites.

-¿Cómo empezó lo del rock?

-No sé. Yo componía digamos desde los doce. Mi viejo me había enseñado a improvisar. Me ponía discos de jazz, y entonces me explicaba dónde venía la improvisación, es decir las variaciones sobre la música que habían tocado antes. Me pasaba todo el día haciendo melodías, tarareos, y de repente, un buen día, me di cuenta que eso era una canción. Más tarde pensé que si les ponía letra, si escribía algo, las podía cantar. A los doce años tenía cinco o seis temas que a veces tocábamos. De ahí en adelante empecé a perfeccionarme.

-¿Ya sabías escribir música?

-Sí, porque me enseñó mi vieja. Después los estudios de armonización, los hice solo. Después que tenes las bases te vas haciendo solo.

-¿A qué edad te largaste en Buenos Aires?

-Cuando grabé el primer disco tenía quince años. Fue un fracaso. Era la época en que todo el mundo cantaba en inglés o italiano. Fue un fracaso pero yo me quedé trabajando acá en las boites, tenía un permiso que me había firmado mi viejo para que no me fletaran a la noche de los boliches. Me quedé tocando el bajo, en el Bajo, justamente acompañaba cumbias, lo que fuera.

-En esa época, cuando eras pibe, ¿los jóvenes eran diferentes?

-Sí, era bien distinto. Hoy en día hay un montón de mitos que antes no corrían.

-¿ Y en la música?...

-Ahora la gente que compone, compone apurada, al servicio de algo que pueda andar. Eso es una mierda, no sirve para nada. Cada grupo que sale ya sabe que está en determinada onda. Le preguntas a la gente de un grupo y en vez de decirte "estamos en la onda nuestra" te dicen, estamos en la onda de Pink Floyd. Todos están en la onda de alguien. Son sucursales de algo que saben que tienen éxito en otro lado y que puede pegar. No llegan así al cien por cien de lo que son ellos, apenas están llegando a un chispazo del talento que tienen y que a lo mejor podría ser algo original.

-En el festival de La Falda había pibes que decían: "cambió todo porque antes los músicos se quedaban con nosotros a tocar".

-¿Cómo? No entiendo.

-Que antes los músicos de rock estaban con los rockeros, venían y se quedaban. En cambio ahora, dicen, son todos estrellas y no los podes ver.

-No sé. No creo, me parece que están equivocados. Si algunos están en estrellas, siempre pasó eso. A mí personalmente no me sucede, a mí me encontras en cualquier lado. Yo creo que cada tipo es responsable por la imagen que da. La actitud de la gente la capta. A mí particularmente no me interesa para nada el mito ese. No quiero ser raro, no soy extraño. Me para un tipo por la calle y cuando el tipo no es un pesado y no me viene a hinchar, me voy caminando con él, por qué no. No sé, nos tomamos un café, no hay ningún problema. Hay otros que no. Qué se yo, tienen miedo de la gente. Como tienen miedo de la gente, tienen que pasar como que son medio loquitos. Eso es efímero, no existe, la gente al final se da cuenta y los detesta. Pero esa es la imagen que quiere dar cada uno.

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-¿Cómo vivís ahora? ¿Te fue bien?

-Vivo bien. Vivir bien para mí es tener cigarrillos, cassettes, whisky, discos, instrumentos, que mi mujer esté bien. Están los amigos, mi vieja está sana, viajo mucho. Estoy bien pero no tengo ninguna cosa extraña.

-¿Cómo nace una letra? La venís trabajando...

-No, no. Generalmente me sale todo junto: compongo la música y escribo la letra al mismo tiempo. Nunca corrijo las letras. No es poesía. Digo que no lo es porque yo trabajé mucho tiempo poniéndole música a la poesía de otra gente, y además porque leo bastante y sé lo que es el rigor poético y cómo se maneja un tipo que hace poesía. A mí no me interesa, es otra cosa. Me interesa que lo que cuento o canto esté apoyado por la música. Lo que yo hago son letras de canciones, y por eso debe ser que me salen al mismo tiempo, están ligadas a la música. Cuando me pasa algo y tengo ganas de decirlo, cuando me siento al piano o agarro la guitarra, en ese momento sale. Lo que voy a decir ya tiene una melodía y todo es cuestión de armonizarlo. Ahí la canción termina.

-¿ Te modifica en algo componer o escribir en el extranjero?

-Por ejemplo, grabé en el '78 un long play en Nueva York, y es el más porteño que hice en los últimos tiempos, y sin embargo lo hice explicándole en inglés al técnico de grabación cómo quería lograr el sonido y el clima del disco. De esto quiero hablar porque siempre me preguntan sobre las raíces y me hablan de la incursión en el folklore, el tango y ahora el chámame, y de un montón de cosas que desgraciadamente a mitad de camino, se mezclan con el esnobismo, con la moda. Ahora todo el mundo le gusta el chámame. No entiendo, no entiendo. Eso de las raíces no tiene sentido.

-¿Cómo lo ves, entonces?

-Las raíces uno las tiene, o no las tiene; uno no puede ir a buscarlas, ni a comprarlas. Tampoco van a aparecer las raíces porque uno empiece a tocar zambas o chacareras. Creo que uno, como hijo de italianos y españoles tiene una cantidad de cosas que ha vivido, que surgen a flor de piel, que aparecen en todo el trabajo de la letra, que también aparecen mezcladas con todo el cargamento cultural, si es que uno no ha tenido anteojeras, todas las cosas que uno ha viajado o estudiado. Y eso conforma una nueva música argentina que comprende todas esas cosas, porque los argentinos somos también eso, ya no somos ni gauchos ni tangueros, somos tipos que comprenden una mezcla impresionante. Entonces yo me di cuenta que sin saber exactamente qué pasaba acá, en la Argentina, estaba escribiendo cosas como si estuviera parado en la calle Corrientes todo el mes. El asunto de las raíces lo veo distinto, no he tenido que tener la preocupación de estar acá, en la calle Corrientes y decirme, bueno, qué es lo que nos falta acá. No tuve que pensar nada. Estoy sentado en la cama, se me ocurre un tema y lo escribo. En ese momento yo no soy mejicano, nadie me está persiguiendo para que yo sea argentino. Soy un tipo, sale que soy un tipo, y eso soy acá. No voy a escribir en japonés. La cosa sale, sale sin ningún tipo de presión, sin tener que ponerme en la cabeza que tengo que salir con guaguas ni con boleadoras.

-En los tres años que pasaron, en el tiempo que estuviste afuera, ¿el movimiento rock progresó o se quedó?

-Veo que el movimiento está más fuerte que nunca. No estuvo tan fuerte ni siquiera en las épocas en que no había inflación. Nunca estuvo como ahora, con todo lo que pasa en el interior o acá en Buenos Aires. Es terrible la preocupación de los pibes, desde hacer una revista underground hasta un recital. También es impresionante la cantidad de boliches que hay para tocar. No es como antes, cuando sólo podía laburar un tipo famoso, ahora también pueden tipos desconocidos con un buen nivel musical. La evolución más grande que veo es la del público.

-¿En qué sentido?

-Todo el público, parece, tiene conciencia de una búsqueda de identidad. Ve en el músico un protagonista que de alguna manera los representa. Eso no existía antes. Nosotros, en la época de Los Gatos, éramos masivos pero de aquí a Beirut, y sin embargo no existía ese tipo de conciencia. Nosotros les gustábamos a esos tipos que les gustaba la nueva música de vanguardia argentina y también les gustábamos a la gente que les gustaba Sandro. Eramos algo recreativo, un grupo que hacía canciones lindas, que sonaba bien. Cuando me voy de Los Gatos paso a gustar a grupos minúsculos, a los que se supone que saben más, y pasas a una élite, aunque uno no elija eso. Pero en este momento no, me parece que hay mayor amplitud, sobre todo en el público.

-¿Escribís muchas canciones?

-Muchas. A veces, dos o tres por semana. Y las tengo guardadas. El año pasado, entre todos los recitales que hice, toqué setenta nuevas. Por eso la gente se confunde, porque después sale un long play con doce.

-¿Son una selección?

-Sí, selecciono mucho. Al escribir tanto, hay veces que desarrollo un tema en tres o cuatro variantes, y de repente, en la cuarta, es cuando le di en la bocha al asunto.

-Pero, a veces, puede parecer que la primera es la mejor, ¿no? sin tanta purificación

-No, yo no corrijo. Hago tantas canciones porque no corrijo nunca.

-¿No sentís en el público, que de pronto llegaste a ese punto que es la síntesis de todas esas canciones?

-No, lo siento por mi trabajo. Te quiero decir.¿Escuchaste una canción que ahora pasan mucho, esa que dice "cuánto pagaría por tener una mirada"? ¿La conoces? Bueno, entre esa canción y La balsa hay como catorce años, y en las dos hablo de lo mismo, de que uno está más solo que la mierda. Lo que pasa es que uno ve de manera diferente esa situación cuando tiene 16 años que cuando tiene 33. Cambié el punto de vista, pero siempre hablo de lo mismo, de lo único que me interesa: las relaciones humanas.

-¿Y la canción a John Lennon?

-¡Minga que es para John solamente! Es siempre sobre lo mismo.

-Pero ahí no está sólo tu sentimiento. Tocaste algo que era de casi todos.

-Primero se refiere exclusivamente a él, después dice qué difícil es aceptar que alguien a quien amas, querés o adoras no está más con vos./ La violencia acudió. Un pájaro voló/ qué llamado fatal hizo alguien/ para llegar hasta él/ sólo hay que lesperar/ sin tratar de recordar/ y esforzarse y crecer y luchar/ por un mundo mejor./ Eso quería él/ igual que tú o yo/ y es tarea que gran parte de la humanidad/ ya olvidó. Entonces, cuando viene la última estrofa ya es global, ya no se trata solamente de John Lennon, dice: El mundo gira cruel y uno se deja rodar/ pero quién me podrá explicar y hacerme entender/ y quién será capaz de poder contener/ lo que su espíritu despertó en mi juventud.

-Es la síntesis, la síntesis de lo que sintió toda una generación.

-¿Vos viste? Ahora hice una que, sabes, cuando la canto veo que a la gente le gusta, pero queda un silencio. Un silencio, como el de ese tipo de dolor, como cuando reconocés tu problema en una película, que lo desarrolla todo. Decís, ésto es el cine, acá me encuentro, pero salís con la cabeza... como si te hubieran dado una patada en la médula. Infernal. Siento que la aplauden, pero no la aplauden como a las otras. Se llama Llegamos de los barcos. Esta canción la canto para que nadie más me pregunte qué es la música nacional y toda esa bola. ¿no?. Está en un ritmo de zamba, pero no tiene la forma de la zamba tradicional. Yo la canto, pero mientras tanto no es un éxito, y la canto igualmente en todos los lugares porque me parece que es algo que yo tengo que decir.

-¿Cuál es el tema? ¿El de la inmigración?

-No exactamente. Dice así: Quería escribir una zamba /que no fuera igual a otras zambas/ porque las zambas más lindas/ ya fueron escritas./ Quería escribir una zamba/ que un poco explicara de dónde venimos/ así sería más fácil saber dónde vamos./ Entonces viene un estribillo: Los brasileños salen de la selva/ los mexicanos vienen de los indios/ pero nosotros los argentinos/ llegamos en los barcos/ Quería que fuera una zamba/ que hable de nosotros/ pero que nadie dijera/ que ahora escribo zambas./ Quería escribir una zamba que un poco explicara -no me acuerdo bien la letra- que explicara toda esta mezcla que somos, y cómo queremos a esta tierra y cómo nos enojamos también, y de nuevo repito el estribillo, los brasileños, los mejicados, todo eso, y la canto en falsete, con la viola solo, muy suavecito. Cuando termino Llegamos de los barcos escucho de los tipos un suspiro, un aplauso respetuoso. Como que está bien, pero no es un ¡bravo!, cántate otra. No, no toques más. Es impresionante. (Litto Nebbia se ríe).

-Un momento. Lo que cantas es un hecho histórico, porque Ilegamos en los barcos y había acá pocos indios. Estás planteando un problema en el que no se ha insistido lo suficiente. Es un país sin novelas de la inmigración, por ejemplo. Nadie asumía el abuelo tano o gallego.

-Antes de que pasara lo que está pasando ahora con la música, el movimiento más grande de cantantes, compositores y letristas era en el tango, que coincidió con el bolero, con los tríos mejicanos. Termina eso, ambas músicas no evolucionan y quedan como clásicos. En la Argentina pienso que prácticamente esta ocurriendo eso. Es la música de puerto, ¿no? Es la música que llegó al puerto con el inmigrante, con el que se quedó acá, que fue dando el tango. Y ahora es la música que puede pasar las fronteras y que nosotros vamos transformando, le damos nuestro acento propio.

-Pero a su vez esas músicas que llamas clásicas, el tango, el bolero, ¿no evolucionaron?

-De la última época del bolero lo único que salió fue Armando Manzanero, en México, que escribe con la fórmula clásica. No salió una onda nueva, no es como la música rock que primero dio a los Beatles y después a Frank Zapa, que es bien distinto. Ahora es la época de la música de puerto, porque puede entrar por el puerto y pasar fronteras. Eso es lo que pasa. Realmente, enviar a un gaucho que cante Luna tucumana no es representativo de la Argentina en este momento.

-Pero, la música de ustedes...

-Claro que es representativa, con los distintos ritmos que hay. Porque esos dos movimientos que podemos llamar clásicos se pararon. Se paró esa época en que yo cantaba con mis viejos las canciones compuestas por Gardel y Lepera. Y estoy hablando de canciones, ¿no? Están las cartas en un libro sobre Gardel, dice que se va a Nueva York porque acá se está muriendo de hambre. ¿Por qué? Porque Gardel y Lepera no hacían tango bailable. Si escuchas Volver, Mi Buenos Aires Querido, ¿qué son?, son las canciones de un tipo solo en la ciudad. Y eso son los boleros, negro, son canciones donde el tipo habla, está triste porque se le fue una mina o está contento porque llegó otra. Y eso va a ser toda la vida, acá, en Venus, en cualquier parte. Se habla del tipo que está solo en la adversidad, y entonces se pone a escribir. Ninguna música representa ningún lugar. La música popular dice lo que pasa en cada lugar. Hay veces que no lo escribe, nada más.

-¿Crees que se va dando eso, que hay energía para lograrlo?

-Yo creo que sí. Lo que ocurre, como en todo movimiento, es que hay cosas que se han mezclado con los negocios. Hay cosas de tipo farsante, hay errores del mismo movimiento. Fíjate, vos cazas un movimiento que no viviste de cerca, en literatura, el surrealismo, por ejemplo, y cazas doce monos. Pero guarda, son doce monos de los que tenes las obras completas, pero ¿cuántos eran cuando era un movimiento? ¿Vendrían a ser seiscientos? Pensás en Bretón que era amigo de Artaud y en otro que se iba a cenar con Dalí y decís ¡qué movimiento! Pero no eran diez tipos. Nosotros, dentro de cinco o diez años nos sentamos y decimos: bueno, hay una música nacional. Y preguntas ¿cuántos long play hay editados? Mil. Y, qué pasa entonces. Decís, me gustó Moris tal día, este tal otro. Por ahí te quedan veinte long play, ¿no?

-¿Ves que se trabaja fuerte en la música nacional?

-Lo veo porque hay más músicos que antes, por la mezcla que se produce, se juntan tipos de cincuenta años con tipos de veinte. La primera vez que salimos a tocar con Cura casi nos linchan. Le gritaban viejo de mierda ¿entendés? Eso fue en el 72. Ahora voy a trabajar con Cura y los pibes le gritan ¡Don Mingo! El público va cambiando.

-¿Se perderá esa rigidez con el tiempo?

-Creo que sí, pero está relacionada con una actitud cultural de los tipos, te quiero decir que hay muchos tipos que son unos ignorantes, que no han leído siquiera Platero y yo. Eso es real, viejo, yo no te digo que todo el mundo tenga que ir a la Sorbona, ni que sea un intelectual, pero te digo que hay una cantidad de cosas básicas de la vida que vos vas conquistando desde los quince a los 23, si querés. Para mí la evolución del individuo es irreversible, es hacia la belleza y hacia la lucidez. Para otro tipo puede ser antiguo, yo le puedo resultar un viejo, qué se yo. Para mí la evolución es ésa, con toda la investigación que vos quieras. Pero es hacia la belleza, hacia la lucidez. Yo quiero saber cada vez más, eso me hará morir tranquilo.

 

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