Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

El ómnibus show de Los Beatles
Los geniales trovadores, cuyas canciones son comparadas con las del mismo Schubert, consagraron los últimos meses del año a escribir, producir e interpretar un tedioso film televisivo. El "Viaje mágico y misterioso", estrenado por la TV londinense en Navidad, intentaba fortalecer la alicaída popularidad del extraordinario conjunto

Un ómnibus corre vertiginosamente por el sendero de una montaña. A cada paso su enloquecido zig-zag parece precipitarlo en el vacío. El viento se rompe en las ventanillas; dentro del vehículo se oye un repetido Help!, Help!, y hay muecas horrorizadas ante el desastre inminente. Esas caras recorridas por una cómica alarma —algunas, cruzadas por tremendos bigotazos— son mundialmente famosas y provocan desmayos de admiración desde Londres a Buenos Aires, desde Karachi a Moscú. Porque los protagonistas de este "Magical Mystery Tour" ("Viaje mágico y misterioso") filmado a todo color y con pretensiones de gran espectacularidad, son cuatro monstruos musicales llamados Los Beatles.
Un segundo después de aquella escena inicial, el ómnibus desciende de una cumbre nevada. . . y se sumerge en pleno tránsito londinense. El mítico cuarteto estalla entonces en un huracán de cítaras, baterías, trompetas barrocas, guitarra y órgano, sin excluir un enorme piano instalado en el capot. Todo es posible en este grotesco show fílmico que asombró a millones de televidentes de la BBC y TV de Londres durante las recientes fiestas de Navidad y Año Nuevo. La pobre idea, el débil guión, la vacilante dirección y la producción de "Magical Tour" estuvieron a cargo de los mismos Beatles y también, claro, los roles protagónicos.
El Viaje Mágico y Misterioso, primera película realizada enteramente por los Beatles, comenzó ahora a invadir todo el mundo civilizado. Su pretensión original era convulsionar cada uno de los rincones donde existan la televisión y la juventud.
Pero hay quienes se preguntan: ¿por qué "resucitó" el piloso conjunto, cuando en los más diversos círculos se había extendido la idea de que estaba muerto. . . ¿Y por qué lo hizo con este "fiasco"?

EN BUSCA DEL AYER PERDIDO
En más de un aspecto los cuatro triunfadores de Liverpool llegaron a un punto crítico. También, a un peligroso endiosamiento que puede momificarlos y convertirlos en productos de vitrina, pese a sus audaces intentos reformadores. Son tan venerados como la estatua del almirante Nelson, como la reina Isabel o el León británico, justo cuando están produciendo música que sería revolucionaria en el mismísimo siglo XXI. Ellos, hartos, anunciaron reiteradamente su próxima disolución.
Quizá por eso el benjamín del grupo, Paul McCartney, gestó a principios de 1967 la peligrosa idea del ómnibus televisado y multicolor. Un ómnibus para correr en busca de la juventud perdida, de la comunicación alegre y exuberante con el público que marcó sus comienzos artísticos. Durante dos semanas Paul, John, Ringo y George —junto con los muchos extras que también animan el film— se desplazaron con su filmadora de mano por Devon y Cornwell; se desgañitaron cantando "Todo lo que necesitas es amor" en el paisaje fabril de Manchester; y en las verdes colinas de Irlanda entonaron su "Campo de frutillas", con un insólito ropaje: John Lennon, el poeta creador de In His Own Write y Spaniard in the Works exhibió un traje a rayas azules y rojas; George Harrison, especialista en cítara (instrumento que estudió en la India con el compositor Ravi Shankarele), un saco bermellón en tela moiré; Paul McCartney, autor ahora de música para películas, se enfundó en una chaqueta blanca y pantalones bordó. Pero el más detonante fue el baterista Ringo Starr: traje hindú con todos los colores del arco iris... y una piel de cabra.
Sin embargo, ropas y canciones se renuevan con grotesco ritmo; cubiertos por uniformes tipo militar, Los Beatles pueden jugar de pronto otra escena de "Magical Tour": la actriz Jessie Robins (como tía de Ringo) da la mamadera a un león dentro del ómnibus; George Claydon (en el papel de fotógrafo aficionado) quiere registrar la hazaña, pero Maggie Wright (quien interpreta a una estrellita amiga de Paul) se opone indignada: "¿Qué tiene un león que no tenga yo?"
Los pasos de comedia, casi todos improvisados, se alternan con las secuencias fantásticas. Y con cinco canciones nuevas de Los Beatles (además de un número instrumental). Por lo pronto, un álbum de once bandas con toda la música del show fue lanzado ya en Estados Unidos. Registra melodías que, como "Frutillas", exploran nuevas sendas musicales; pero también otras como "Todo lo que necesitas es amor", que se quedan inmediatamente pegadas en los oídos. Que pueden llegar a todos los gustos. Y a todas las edades, "entre los ocho y los ochenta".
El "fiasco" de este show navideño de los Beatles —a pesar de que los norteamericanos ofrecieron por él un millón de dólares— refresca la duda: ¿se desintegra el cuarteto, murió la beatlemanía? Lo real es que, mientras algunos musicólogos comparan sus obras a las de Schubert o Schuman, ellos comprendieron que ya no son los de antes. Ahora están en otra cosa. Buscan —lo han confesado— "explorar las infinitas posibilidades de los sonidos puros". Y cancelaron todas las presentaciones en público; en parte, porque les roban tiempo y energía, pero también porque sus actuales composiciones no pueden entonarse, ante miles de fans que aúllan y no escuchan.
Sin embargo, este ''show" mágico-musical difícilmente logre —no obstante su éxito comercial— reavivar los lazos de los Beatles con su público. Apenas un día después de su estreno, el barbilampiño Paul McCartney reconoció melancólicamente que los críticos tienen razón. Que "Magical Tour" es un fiasco: "Produjimos una tontería —se quejó— pero acaso ¿no tenemos derecho a fracasar?" Es doloroso, pero ya pasará. . . Esta ha sido una buena lección, y no sentimos amargura". Y añadió, como consuelo: "Además, no fue el peor programa navideño: El discurso de la reina tampoco fue nada sensacional...". Los "reyes" del ritmo se desahogan con Su Majestad. Pese a su genio han dado un mal paso, a bordo de un ómnibus sin destino.
Revista Siete Días Ilustrados
09.01.1967

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba