El regreso de Almendra
Fiesta de vitalidad
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Almendra

Por la inteligencia y la omnipresente calidad de Almendra, lo que podría haber sido una estremecedora práctica necrofílica se convirtió en una fiesta vital, que sirvió para reafirmar el presente logrado y no para refrendar (como algunos creían y tal vez crean) que "todo tiempo pasado fue mejor"

Almendra en escena diez años después
Almendra 1979 resume de alguna manera toda la música escuchada durante esta década fundamental de rock argentino. Porque en su núcleo se encuentran dos de los compositores que marcaron estilos en los setenta: Emilio Del Guercio y Luis Alberto Spinetta. Este aporte fundamental estuvo claramente reflejado en cada uno de los seis conciertos que la banda dio en Buenos Aires.
El material presentado por el conjunto se remitió a los dos álbumes y los primeros simples que Almendra grabó durante su fructífera trayectoria, y a cuatro canciones compuestas en esta nueva etapa.
La apertura del espectáculo correspondió a "Ana no duerme", uno de los temas más fuertes del primer álbum. La nueva forma que esta canción adquirió marcó las pautas de cómo iba a ser el nuevo sonido de Almendra. Todos los temas recibieron un tratamiento renovador, no sobre la base de nuevos arreglos, sino en la manera de ser tocados. Allí es donde se notó más el tiempo transcurrido y las experiencias aprehendidas por cada uno de los músicos. Este Almendra sonó moderno, desde una base rítmica ajustada, llena de swing y sin desbordes, hasta el sonido extraterreno de fa guitarra de Edelmiro Molinari (equipada con sintetizador).
"Ana no duerme" se transformó en un tema denso, cargado de cadencias del rock metálico y con una buena vocalización de Spinetta.
El número siguiente marcó un reencuentro aún más directo con la nostalgia: "El tema de Pototo". Y aquí apareció una de las primeras constantes: Almendra demostró haber asimilado el tiempo y saberlo volcar en forma de nueva sangre para los viejos temas, pero en ningún momento trasuntó lo mismo en las nuevas canciones.
"Todo el hielo en la ciudad" también pertenece a las primeras grabaciones que Almendra hizo a fines de los sesenta. Son perfectos ejemplos de cristalinas canciones pop, con una inocencia cargada de mensajes sociales. La voz de Spinetta rescató intacto el espíritu de estas letras, correctamente apoyado por los coros de sus compañeros.
De aquella primera época memorable también volvió "Final", una composición hermosa que resultó uno de los momentos más logrados de la noche, combinando la dulce melodía con las armonías vocales más acertadas del concierto. La riqueza y el lirismo de esta canción hicieron sacudir a una audiencia que supo reconocer aun los temas más viejos.
"Figuración", del primer álbum, presentó a Del Cuerdo en flauta y Molinari en bajo. Otra canción de atmósfera creciente, con una estupenda vocalización de Spinetta, que volvió a destacarse en "Fermín". El dima del tema fue reforzado por los coros y una perfecta instrumentación, particularmente por el trabajo de Molinari en guitarra.
Este nuevo Almendra tiene la virtud de saber crear los climas adecuados en cada canción, especialmente por el seductor liderazgo escénico que ejerce Spinetta y las adecuadas interpretaciones de sus compañeros.
"Plegaria para un niño dormido" marcó otro de los momentos culminantes de cada noche. El comienzo fue suave, con el aporte en xilofón de Rodolfo García y un solo cargado de sentimiento de Spinetta. Su voz, que acusa el paso del tiempo, perdió
algo de su condición natural, que ahora fue reemplazada por un mayor dominio técnico.
"Vamos a ajustar las cuentas al cielo" fue uno de los nuevos temas presentados. Musicalmente no presentó ninguna novedad; es un acelerado riff de jazz-rock y un solo de igual rapidez a cargo de Molinari, que en esta ocasión mostró técnica para el acumulamiento de notas.
"A estos hombres tristes" fue el regreso al pasado y a una música que difícilmente ahora se pueda igualar, al menos tomando en cuenta las canciones nuevas escuchadas. "A estos hombres..." es una brillante conjunción de rock y música de neto corte porteño, a la que la poesía surrealista de Spinetta le agregó un matiz inconfundible.
En el otro único momento en que Emilio abandonó el bajo, lo
hizo para interpretar su tema, sin titulo. Acompañándose con guitarra acústica y las eléctricas de Spinetta y Molinari, creó una atmósfera etérea, subrayada por el vibrato de la Pender de Molinari en una de sus mejores intervenciones.
Apenas un par de canciones fueron extraídas da su segundo álbum (doble) que Almendra grabó poco antes de su disolución. Una de ellas fue el número fuerte de la noche, colocada en un momento justo: "Mestizo", compuesta por Edelmiro Molinari. La canción original se convirtió en un riff funky, ajustado y caliente. La sobria y monolítica rítmica Del Guercio-García aportó toda su poderosa vibración al tema. Hubo de todo en "Mestizo": un excitante solo de Molinari, un ardoroso contrapunto de Spinetta, sabrosos pasos de baile, y un contundente solo de Rodolfo García. Fue uno de los momentos culminantes del show: el nuevo arreglo, las cadencias de las guitarras, hicieron de este "Mestizo" una canción totalmente diferente.
Cuando Spinetta dejó su guitarra eléctrica y la cambió por la acústica, la multitud adivinó "Muchacha". Esta canción, que ya es un himno de una generación, supera cualquier crítica. La tocaron devotamente, con la mayor pulcritud posible, aunque las vocalizaciones no fueron tan perfectas como en "Final". Se puede decir, en su descargo, que fue el número final de un esforzado concierto.
La primera repetición fue el último simple que Almendra grabó antes de separarse: "Hermano perro". Paradójicamente, en estos tiempos en que la música de los ochenta asoma con gusto a simpleza. Almendra recreó un tema totalmente nueva ola. "Hermano perro", tocado por esta formación, es una canción moderna con una letra decididamente "punk"
El adiós final fue "Rutas argentinas", un rock'n'roll del segundo álbum. El tema comenzó con una ardorosa introducción vocal que dio paso a un riff pesado, enmarcado por la sólida rítmica y un solo de Molinari que recordó sus mejores épocas de blues.
Las rutas argentinas serán, precisamente, las que llevarán al grupo a repetir la ceremonia de Buenos Aires en varias capitales del interior. Quizás allí reiteren la fórmula de lo que tocaron en este segundo debut. No obstante, muchos de los que se reunieron con Almendra se seguirán preguntando por fes canciones del segundo long play del grupo: un importante espectro de temas que fueron inexplicablemente desechados. Mientras dure la presencia física de Almendra la fiesta se irá acrecentando. ¿Cuál será el resultado? ¿Un disco? ¿Una película? ¿O el nacimiento de una necesidad de presentaciones cíclicas?

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LA COMUNICACION LATENTE
La multitudinaria respuesta que tuvo la reunión de Almendra se manifestó en una comunicación como poema veces se vio en un radial de rock en la Argentina. Era previsible que el espectro de edades iba a ser la nota más saliente poro lo que pocos previeron fue que todos se unificaron en un sentimiento de emotividad y atención ante el acontecimiento.
En la última función del sábado, los ánimos llegaron a su culminación, con el grand finale de "Muchacha ojos de papel"; fue entonces cuando las tribunas corearon sucesivamente los nombres de los músicos hasta el remate de un "Almendra, Almendra, Almendra" El cúmulo de nostalgia que se entregaron recíprocamente audiencia y músicos fue tan grande que, en algunos casos, llegó a la euforia, y sólo la imagen rectora de Spinetta pudo controlarlo.
Todas las edades respondieron con similar culto al encanto desatado por los viejos temas de Almendra. Pocos se animaron a rebalsar sus emociones mientras el grupo tocaba la música. Pero para distender un poco las ansiedades, Del Guercio y Spinetta mostraron un buen humor tan reanimante como tranquilizador. Particularmente Spinetta evidenció una soltura escénica que más de una vez lo hizo trabarse en diálogo con laa audiencias y ser emocionado por el público, por ejemplo, cuando le cantaron el "cumpleaños feliz" para Dante, su hijo mayor, que cumplió tres años el sábado. Ese clima de familiaridad fue ratificado cuando la hija de Edelmiro Molinari se trepó a sus brazos cuando culminaba la primera función del segundo día.

EL DESPLIEGUE TÉCNICO
Los conciertos de Almendra en el estadio de Obras Sanitarias contaron con una infraestructura que les permitió sonar como nunca pudieron hacer en su historia, a pesar de aquel equipamiento que adquirieron y estrenaron en 1970. Esta vez estuvo a su disposición una excepcional maquinaria de sonido, que los propios músicos se preocuparon por orientar para satisfacer sus necesidades, como siempre fue la costumbre de Almendra.
Con los equipos de amplificación de Héctor Starc (quien se encontraba en Rosario con Seru Giran), de aproximadamente cinc mil watts de potencia, trabajó Toro Martínez, quien tuvo a su cargo una consola de veinticuatro canales. El control de monitoreo en escenario también tuvo una mesa de veinticuatro canales, que se subdividió, bajo las órdenes de un director general, entre cuatro asistentes encargados del control de cada uno de los músicos.
Además, el técnico Carlos Piris (quien intervino en dos álbumes de Aquelarre) dirigió la grabación del disco en vivo, desde un camión en el que se instaló una consola de treinta y dos canales. Por otra parte tres cámaras rodaron la película en video-casette, bajo las indicaciones del director, Alejandro Copkin, y el director de fotografía José Luis Raotta.
El equipo de iluminación, que tuvo que adecuarse a los requerimientos de la filmación, contó con setenta spots y dos seguidores que, en toral, alcanzaron los cien mil watts de potencia. El personal que estuvo involucrado en el despliegue técnico fue de sesenta personas, y el personal de seguridad y control del estadio fue de treinta personas.

Revista Pelo
diciembre de 1979

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La devoción emocional, la marea de la nostalgia, hizo explosión y embrujó durante tres días y seis funciones a 25.000 personas que quisieron celebrar con Almendra un momento histórico e irrepetible: el surgimiento de una generación de músicos y oyentes que quiso (y logró) crear su propia expresión musical dentro del cuadro de la música popular.
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