Siete Días Ilustrados
25.07.1975
Modestamente, creemos que
este número concentra materiales que aun en
Siete Días —una publicación que los lectores
distinguen por su inquietud y variedad
informativas— se dan de tanto en tanto. No es
frecuente, en efecto, que en el curso de 92
páginas se pueda ofrecer un espectro de temas
tan amplio y espectacular como éste, cuya
realización demandó que los enviados
especiales completaran casi dos vueltas al
mundo. La simultaneidad de esta operación (que
como siempre responde al propósito de reflejar
el tiempo presente, observado con ojos
argentinos) constituye algo más que un
esfuerzo editorial: ratifica la vigencia de un
esquema de trabajo, basado en la necesidad de
ser cada vez más útiles a los lectores. Todo
hace suponer que frente a un estado de agudas
dificultades social-económicas, esa vigencia
se vuelva perentoria y no pueda, sensatamente,
ser soslayada. Y menos todavía cuando esos
lectores acaban de dar sobradas pruebas de
confianza y fidelidad a Siete Días. Si ese
halago implica un compromiso especial, Siete
Días lo atiende como estas mismas páginas lo
expresan: concretando las iniciativas más
ambiciosas, redoblando nuestras energías,
extendiendo su área de acción a todos los
rincones del planeta. Así, este número recoge,
de primera mano, experiencias vividas durante
el cruce de la Siberia (Germán Sopeña), en las
fantasmales callejuelas de una aldea francesa
devastada por el nazismo (Alberto
Agostinelli), en el Japón, en donde se procuró
retratar el estilo de vida de un pueblo
admirable (Andrés Oppenheimer) en los Estados
Unidos, a propósito de la expedición de dos
naves espaciales (Juan Abraham), y también en
los extremos de la Argentina continental, para
trazar el paralelo de dos familias que se
erigen en símbolo del país que todos queremos:
un país abierto a la esperanza, a la
tolerancia y a la comprensión de quienes lo
habitan.
EL DIRECTOR
Fotos de la
portada: Osvaldo Dubini