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Revista Mayoría
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27.11.1958

ESCRIBE EL DIRECTOR
La renuncia del Vicepresidente, un episodio aleccionador en el sentido de que hay un mandato definido del pueblo

Tal como la mayor parte de los proyectiles que se lanzan, experimentaJmente desde las bases militares de los EE. UU., con la intención de hacerlos girar alrededor de la tierra, la renuncia del Vicepresidente tuvo un ascenso raudo que impresionó a los mismos técnicos del equipo de lanzamiento; pero había una falla original: el proyectil se deshizo en el aire, antes de abandonar la atmósfera, y sus mustios pedazos volvieron oscuramente a la tierra, sin hacer tampoco daño a nadie. Esa falla original es la misma que determinó el fracaso de tentativas similares anteriores y que la organización permanente del golpe de Estado que tiene montada aquí la oligarquía liberal se obstina en ignorar: es, como suele decirse, la falta de clima. El país, por encima de las 30.000 personas que, con la vista en el extranjero, editan diarios hablan por radio, ocupan tribunas políticas, dan manifiestos, se reúnen en comités, estudian los actos y dichos del gobierno, y en suma se consideran la clase dirigente política del país, por derecho poco menos que natural, mira con recelo si no con repulsión, toda perspectiva de restauración de la Revolución Libertadora, es decir, de retorno de esa innata clase dirigente política que constituye el meollo de los partidos clásicos que gobernaron como oficialismo y como oposición a la República durante la época liberal y cuya absoluta ineptitud para comprender histórica y socialmente a su patria, o, por consiguiente, para gobernarla, ha quedado demostrada concluyentemente y una vez más después de 1a triste experiencia del 13 de noviembre de 1955. Esa presunta clase dirigente por derecho natural, que abarca un amplio espectro de la llamada democracia, desde el socialismo y la Reforma Universitaria hasta los neoliberales centristas, pasando por todos los radicalismos y esa sucursal cisplatina del Batllismo que es la Democracia Progresista, podrá redactar normas para el mejoramiento pacífico de la Humanidad, a base de ciencia y libertad, pero a la Argentina no la sienten ni la entienden, son un cuerpo extraño, aunque voluminoso, dentro de ella, y basta que ellos tomen las palancas del gobierno para que sobrevenga la confusión y se detenga la marcha ascensional y expansiva de la Nación.
De la persona del ex Vicepresidente no deseamos hablar. No ha sido más que el casquete del poryectil preparado por la oligarquía, y fue despiadadamente abandonado aún antes de dar en tierra después de su explosión en el aire. Su actuación melodramática posterior, tratando de presentarse como un mártir más de la democracia y una víctima más de las tiranías, nada agrega a su persona ante la opinión y la historia. Más le hubiera valido confesar paladinamente y justificar la verdad que todos saben, pues buena parte de sus correligionarios siguen resistiendo el mandato de pacificación e integración otorgado por el pueblo el 23 de febrero. El ex Vicepresidente hubiera podido decir que para él la integración era la Unión Democrática, así como para otros de su partido lo es la unión, leí radicalismo. Después de todo, el mandato de integración nacional lo dio el pueblo a Frondizi, personalmente, y el doctor Gómez, por tanto, tenía que rendir cuentas ante el partido y no ante el pueblo. Es de esperar que cuando haga su experiencia final el doctor Vítolo, con su programa de integración radical, a base de las tres intransigencias, haya aprendido la lección y pueda así, elegantemente, absolver su posición con franqueza ante sus correligionarios. El mandato, repetimos, es personal de Frondizi, no del partido, y mucho menos de la confabulación extranacional llamada Unión Democrática ni de ninguna otra por el estilo, aunque sea bajo el lema exclusivo del radicalismo, que ha perdido su resonancia mística de antaño.
Las 30.000 personas que forman los corrillos políticos de la nación dicen que éste es el gobierno más impopular que tenemos y anuncian su caída en plazos inminentes. Nosotros, que estamos entre las otras 30.000 personas que viven también la política del país, pero no sintiéndose clase dirigente innata, sino compartiendo, fuera .de los comités y lejos de las tribunas, las exaltaciones y las depresiones de la nacionalidad y de su puehlo tan fiel, formando en suma el grupo nacionalista de opinión y de combate, nosotros nos permitimos decirle, conociendo como conocemos a la colectividad argentina, qne el gobierno puede ser impopular e inclusive puede caer, pero que el gobierno es una cosa y el hombre depositario del mandato es otro. No importa que el gobierno dé pasos en falso: mientras el Presidente persista con tenacidad, por debajo de los meandros de su conducta política, en cumplir con ese mandato, la gran mayoría del pueblo lo seguirá apoyando, silenciosamente, pero con esa fuerza del silencio que hace abortar en el vacío todas las revoluciones y traiciones. El único paso en falso mortal que puede dar el doctor Frondizi es volver las espaldas a las masas obreras organizadas en las líneas nacionales y contribuir a un retorno al 13 de noviembre mediante una nueva conjunción de los representantes de la Fe y la espada con los intereses económicos del colonialismo, las sectas ideológicas internacionalistas y los partidos clásicos, inclusive el suyo propio, que está lejos aún de limpiarse de tas marcas dejadas por el laergo condominio de la Revolución Libertadora, a pesar de la lúcida, leal y denodada acción de varios de sus legisladores y gobernadores. Se aproxima aceleradamente para el país una era de austeridad, orden y trabajo, si quiere recuperarse y crecer. Lia política de comité, los "hombres de prestigio" y los mitos de la popularidad tienen que pasar a segundo plano. Si el Presidente mide minuciosamente sus responsabilidades ante la posteridad y requiere la cooperación nacional, por encima de los partidos y con terminante exclusión de las fuerzas disgregadoras de la nacionalidad y sus instituciones, estamos seguros de que podrá hacerlo, porque contará con la confianza y la disciplina del pueblo. La República está en una de las horas <más delicadas de su historia, y es inútil pretender negarlo o disimularlo con los gastados recursos de la frivola charlatanería democrática. Quedes esos lujos para épocas de bonanza.

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