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Siete Días Ilustrados
08.05.1972
EN ESTE NUMERO
Entre los lectores de SIETE DIAS no faltan, por supuesto, los
rezongones crónicos: aunque su estima por la revista se evidencia
a través de su constancia en la lectura —aunque juren que "éste es
el último número que compro", amenaza rara vez cumplida—, no dejan
de señalar su disconformidad con tal o cual nota proponiendo, de
paso, cambios y mejoras que son de gran utilidad para orientar la
marcha de este semanario. Lo notable es que junto a comentarios
tales como "esta semana no encontré ni una sola nota de interés"
—no se explica, entonces, por qué el rezongón reincide semana tras
semana— se leen quejas referidas a la abundancia de informes
excelentes: no hace mucho un lector tucumano protestó porque en
cierta edición "me interesaron tantos artículos que no pude
terminar de leerlos antes de que llegara el siguiente número".
Esas cartas —que SIETE DIAS no puede menos que enfrentar con
humor— arreciarán a partir de esta semana; es posible que algún
disconforme proteste porque no ha tenido tiempo de leer todo el
material que le brindó la presente edición: entre o ras cosas, un
informe sobre la relación de los hijos con el papá divorciado
(página 26 y siguientes), la larga historia del estreno de la
opera Bomarzo (12), la extraña poesía mecánica de los
ferrocarriles de alta montaña, en la memoria y las fotos de un
ferroviario retirado (32), la estrategia económica de las grandes
corporaciones internacionales vista con ojos norteamericanos (42),
un método que permite conocer y planear el sexo de los bebés antes
de su gestación (40) y el relato de una búsqueda singular: la de
un barco hundido en aguas argentinas (64). Mejor no pensar,
tampoco, en lo que sucederá cuando la próxima edición —que
coincide con el quinto cumpleaños de SIETE DIAS— llegue, la semana
próxima, con un pliego especial a pleno color que documenta todo
el esplendor de la Creación. Mala suerte.
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