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crónicas del siglo pasado

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Tapas de revista
Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
19.11.1973
MEMORAMDUM
De cómo, al cabo de un trajinado ciclo, ahora es posible ser optimistas sin amodorrarse sobre los laureles

La semana pasada el director de Siete Días tenía la firme intención de celebrar, junto a sus compañeros, una fecha íntima: cumplía 300 ediciones al frente de la revista. En efecto, asumió sus funciones en febrero de 1968, cuando este semanario estaba a punto de emitir su número 39 (foto). Aparte del regocijo personal —porque esa permanencia entraña una constante ratificación de la confianza que la Editorial Abril le dispensó desde el principio—, el encuentro, no concretado por falta de tiempo, parecía del todo propicio para cruzar opiniones y exhibir los signos de la evolución operada en ese trayecto. A priori, la Dirección estima que se han cumplido dos premisas importantes, que atañen tanto a quienes elaboran Siete Días como a quienes la consumen: por obra y gracia del apoyo tributado por por lectores y anunciantes, la revista consiguió ser uno de los medios informativos de mayor arraigo en la Argentina y en el resto de América hispana; en desmedro de la superficialidad, atendió cada vez con ¡mayor ahínco los temas cruciales del tiempo presente, sin atarse a ninguna otra consigna que no fuera el fiel reflejo de los hechos. De tal modo, nadie duda hoy de que Siete Días es uno de los magazines más influyentes del mundo, y no apenas un divertimiento para ociosos. La otra premisa (cumplida) tiene una connotación (decididamente doméstica, aun cuando su puntual ejercicio permitió un más estrecho contacto y una relación realmente afectiva, con los lectores. En estas 300 semanas el elenco de Siete Días casi no sufrió fisuras: sin excepciones, los alejamientos fueron restañados por personal en funciones, o bien por colaboradores estables, sin necesidad de insertar nunca a periodistas foráneos en los puestos de jerarquía. Este criterio, sustentado desde 1968 (en rigor, el director fue el último "extraño" a la Redacción), posibilitó la más cabal identificación del periodista con el medio, su coherente ensamble a un sistema de trabajo que exige, como quiere el periodismo moderno, el esfuerzo de un equipo profesionalmente apto para testimoniar la historia de cada momento. El futuro —que promete ser espléndido— permitirá ahora capitalizar estas conquistas.

 

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