Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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El mundo hechizante de "Favela" Textos y fotos de Jorge Montes, desde Río de Janeiro COPACABANA es la sonrisa de Río de Janeiro. “Princesinha do mar” la llama la canción, hablando de sus múltiples encantos. Copacabana, la hermosa playa que se extiende a lo largo de tres kilómetros, es el orgullo de los cariocas. Altos edificios se elevan a pocos metros del mar coronando arquitectónicamente los privilegios que la naturaleza acordó a Río. Detrás de este espléndido panorama se levantan los morros, elevaciones de no gran altura que ayudan a destacar aún más la belleza del lugar. Desde allí se observan las mejores vistas de la ciudad maravillosa, pero a la inversa de lo que puede suponerse estos montes no son habitados por familias pudientes, sino por aquellos que están más en la , indigencia. Esos grupos de sencillas viviendas que escalonadamente reúnen a los seres menos afortunados de la ciudad, a la manera de nuestras villas miserias, se llaman “favelas”. Muchas cosas se han escrito sobre ellas. Por un lado se las considera “una escuela de vicio, de perdición, de indolencia; una promoción hacia el crimen y la vagancia”. Por el otro, que son pero sumamente fatigosos para nosotros. No hay escalera ni cosa que se le parezca, sino pequeños terraplenes irregulares a cuyos costados corren las aguas servidas de todo el morro. Como corolario a esto informaremos que el morro sólo tiene agua corriente en la base y que su sistema cloacal, constituido por la sola acción de la naturaleza, está a la vista en los más diversos rincones. En ese mundo hechizante en que el ser humano es todos los días objeto de una nueva experiencia transcurre “Favela”, la película que Armando Bo dirige actualmente en Río de Janeiro con Isabel Sarli en el papel principal. Se trata de una coproducción con Brasil que financian los productores de Argentina Emilio Spitz y Antonio Motti. El resto del reparto lo componen en su totalidad artistas brasileños y habitantes de la favela del Morro dos Pasmados, en cuyo marco transcurre la acción de este film. Si Armando Bo manifestó a través de sus últimas películas, “El trueno entre las hojas”, “India” y “El demonio creó a los hombres” (aún sin estrenar), la intención de concebir una ficción arquitecturada sobre hechos y seres reales, en “Favela” el marco elegido, el Morro dos Pasmados y su gente, le brindan la más apasionante oportunidad. ¿Cómo llegó a encontrarse con ella? He aquí la respuesta. Durante tres días asistimos al rodaje de “Favela”. Participamos del trabajo de los actores, del infatigable empeño del director y de las penurias sufridas por los productores para salvar obstáculos. Nuestra primera participación residió en subir al morro. Setecientos metros hacia arriba serpenteando en medio de obstáculos fáciles para la agilidad simiesca de los morenitos. El día de nuestra llegada a Río debutamos en nuestro conocimiento del morro concurriendo a las doce de la noche a ir la celebración de una macumba nombre con el que se conocen extraños ritos practicados por la gente de color los sábados por la noche. Asistimos a este honor que se nos confería —la macumba admite visitas sólo con la autorización de su sacerdotisa— esquivando obstáculos a través de una oscuridad alumbrada sólo a ratos por la luz de una linterna conducida a quince metros de distancia. En los días siguientes tuvimos oportunidad de comprender la tremenda importancia de la macumba en la vida de la favela y su trascendencia para el logro total del film en el que está empeñado Armando Bo. Una cosa tiene importante relación con la otra y todo queda explicado así: el espíritu de la favela está representado por la vida del negro. Su ritmo y su música se encuentran en la macumba y en la batucada. A una y a otra las diferencia sólo la temática de los cantos: liturgia y misticismo en una; desbordante euforia y alegría en la otra. Las órdenes de la sacerdotisa de la macumba son la única ley que rige la vida del morro, y gracias a su aprobación y apoyo se hizo posible la filmación de “Favela” en el propio escenario de los hechos que desea glosar. ¿Acaso Bo utilizó algunos de sus dones de galán para lograr el cometido?. .. Algo de eso ocurrió, pero no con Bo como protagonista. Este había hecho múltiples diligencias para que se le permitiera el acceso a alguna favela. Cuando después de siete días de búsqueda la tenía elegida, el comisario, a fin de convencerlo de la inutilidad de su propósito, le enseñó los rostros de los cien delincuentes más importantes de la favela. Eso no lo intimidó y se lanzó sin guardia alguna a la conquista” de la gente del morro. Trabajo costó —y aquí viene la aclaración del apunte anterior—, pero todo se afirmó con la intervención de-Angelito Acciaresi, director ayudante del equipo de Armando que hizo uso de su apostura de galán para terminar de “convencer” a la estrella principal de la macumba... Todo lo que sea para beneficio del cine bien está. No cabe otra conclusión. Bueno, pues, ¿cómo se hace para filmar sobre la cima de un monte donde no existe ningún medio de locomoción que haga posible el traslado de focos, cámaras y otras maquinarias?... El resultado comprende una verdadera odisea. Hubo que solicitar dos generadores al ejército brasileño. Este, a la inversa del argentino, no los facilitó ad honórem sino mediante el pago de cinco mil cruceiros diarios por cada uno. Aunque parezca mentira, el quemante sol de Río que nos calcinó la frente no alcanza para brindar la luz que requiere la fotografía de los films en colores. A ello hubo que agregar una extensión de cables en una medida cercana a los mil metros. Generadores y cables necesitaron guardia permanente para impedir cualquier acción en contra por parte de los oriundos de la favela. Esa guardia la suministró el ejército a cambio de varios miles de cruceiros diarios. A esto se deben agregar otros múltiples gastos. Nos dice uno de los productores, el señor Spitz: —Si aquí usted le dice a un transeúnte que no mire la cámara, que no entre en la zona de filmación, le pregunta: ¿cuánto me va a pagar si no lo hago?... Y así es esta ciudad para todo. Spitz tiene una importante obra cumplida en nuestro cine. Ha sido el productor de “El hombre señalado”, “Demasiado jóvenes” y “El asalto”, films cuya temática está en la línea de mayor dignidad de nuestro cine. Le preguntamos si “Favela” es continuación de esa obra y nos responde: —En parte sí. Y usted mismo ha podido comprobar en su visita a la favela que temáticamente existe aquí un inagotable material humano. Pero en acuerdo con Motti hemos unido a eso la atracción popular que significan Isabel Sarli y Armando Bo. —¿Eligió a Bo sólo por eso?. .. —No. También porque me gusta su estilo de trabajo. Es infatigable y rápido. Cuida los dineros del productor como si fueran propios. Observo en él una preocupación constante por lo que va a hacer y cómo lo va a hacer. Además, su solo nombre junto con el de Isabel Sarli me ha asegurado la venta del film para EE.UU. y Cuba. ¿Usted considera que hice buenas películas, no es así?... Bueno, pues con ellas gané en una medida muy limitada el mercado exterior. “Favela” tendrá impacto para abrir esas puertas, y eso no sólo nos beneficiará a nosotros, sino también al cine argentino. Estamos en plena filmación. Por los cuatro costados el paisaje conmueve por su belleza. El sol cae vertical y quemante. Se ha empezado a trabajar a las seis y media de la mañana para aprovechar la luz al máximo. En Río sale el sol muy temprano y también se va de la misma manera. Por eso no es posible descuidar un solo minuto de rodaje. Bo marca las escenas varias veces, pero va a cámara en seguida sin ensayo. —Es necesario aprovechar la espontaneidad del actor. Si se ensaya muchas veces ésta se pierde. Se ruedan en estos momentos las escenas de la batucada en la que participan más de doscientos figurantes. El movimiento y el ruido son incesantes a nuestro alrededor. Los morenos que intervienen, ataviados como lo suelen hacer en ocasión del famoso carnaval carioca, tocan sus instrumentos sin cesar de cantar y bailar. El problema no está en hacerlos entrar en acción, sino en silenciarlos. Parece que tuvieran un insaciable apetito de carnestolenda. La animación y el bullicio reinan por doquier. A la hora de filmación hasta los periodistas que asisten al rodaje intentan remedar los ágiles y rítmicos pasos de los morenos bailando el samba. Isabel Sarli, que personifica a una hermosa mulata de la favela, encabeza la batucada como abanderada. En la toma que se realiza frente a nuestros ojos, ella debe acercarse bailando hasta la cámara, que la fotografía hasta llegar a casi un close-up de su busto. Imaginamos lo que ha de ser esta secuencia en color y cinemascope, y desde la distancia oímos ya el rugido de la multitud que componen público, crítica y... censura. De aquí se salta a otra escena. El trabajo es incesante. Se escapa la luminosidad’ del sol y Bo quiere apurar. En muchos casos ayuda a mover los trastos. Se hace otra escena. Resulta muy complicada y recién tras pacientes estudios se logra filmarla. Bo se siente contento hasta que comprueba que el libro cinematográfico ha quedado sobre una mesa y pudo haber sido captado por la cámara. Nos mira y tomándose la cabeza dice: —¿Ve?.. . Ahora va a pasar lo que ocurrió en “India” con una escena filmada en las cataratas. Isabel estuvo a punto de irse aguas abajo y los comentaristas sólo vieron la sombra de uno de los técnicos. Se encoge de hombros y vuelve a impartir órdenes. Ahora se rueda la escena en que Isabel se despide de la favela. Necesita unas palomas y se las pide a Acciaresi. ¿Palomas en la favela?... Uno piensa que si allí hubiera palomas las pondrían inmediatamente dentro de una olla. Pero no es así. Las palomas aparecen y luego, cuando al filmarse la escena las vemos desaparecer en raudo vuelo, comprendemos que la favela lo tiene todo. Miseria, poesía, crimen, y ahora, hasta una hermosa muchacha como Isabel Sarli. Y ya que la citamos hablaremos de ella. Se la ha hecho la mujer “vamp” por excelencia. Revistas de todo el mundo —que han pasado frente a nuestros ojos— la colocan en un plano paralelo con Gina, Brigitte y Marilyn... Su sola mención asegura la venta de una película en que ella intervenga. En Brasil las carátulas de las revistas reproducen su rostro, y fotógrafos de diversas partes del orbe esperan que finalice la filmación para hacerle notas. El de Life entre ellos. Sin embargo, Isabel, asumiendo una modestia que aterra, nos dice cada vez que hablamos con ella que no es buena actriz. Y no es pose. Quien estuviera a su lado sólo un par de horas se daría cuenta que ese éxito universal no la ha tocado y que la haría mucho más feliz un poco de mayor comprensión en su tierra. Siente pánico por lo que dicen los críticos. La deprimen, pero no le producen rencor. Se adivina en ella una bondad natural y espontánea. Es tierna, fraternalmente tierna, y dócil hasta la exageración. En las escenas cuya filmación estamos presenciando intervienen los actores brasileños que forman parte del elenco interpretativo. Todos ellos son muy conocidos en Río: Ruth de Souza, Jece Valadon, Arnaldo Montero, Monsueto y Adalberto Silva. Estos dos últimos, junto con un pequeño negrito que los asombrara, son descubrimientos de Bo, que los eligió entre la propia gente de la favela. Monsueto es director de la “escola de samba”, que representa al Morro dos Pasmados, donde se filma la película, y además compositor de varios éxitos populares, algunos de ellos, como “Si vose no me quería”, están insertos en el film. Sus máscaras, así como la del negrito José Octavio da Silva, son verdaderamente “de película”. Jece Valadon obtuvo un premio como intérprete en el festival de Karlovy Vary por su actuación en “Río 40 grados”, y es además autor de varias piezas de teatro, tres de ellas estrenadas en Brasil con amplio éxito. Continúa la filmación. El rostro del productor Motti debajo de un sombrero de paja evidencia la nefasta acción ejercida por el sol. Es axiomático que se está cocinando. Sin embargo, no se aparta de Bo en ningún instante, lo cual es una prueba asombrosa de dedicación al rodaje, ya que donde está Bo es siempre donde más pica el sol. Tal heroicidad nos obliga a interpelarlo. —Esto no es nada —responde—. Junto a Armando me las vi en peores. Una vez me llevó a tratar con una tribu de indios que no tenía contacto con blancos y casi perdemos la vida. Lo mismo sucedió en otra ocasión que me pidió que consiguiera un tigre. Su deseo de autenticidad resulta la mar de arriesgada. ¡Cómo me voy a preocupar ahora sólo porque el sol calienta!... Y lo vemos que se aleja hacia los morenos que bailan y cantan sin cesar, para pedirles que hagan silencio, tarea imposible en la que sin duda encontrará dificultades superiores a las padecidas ante los indios. Dejamos, Río, Copacabana y el Morro dos Pasmados donde acabamos de vivir la experiencia más asombrosa de nuestra vida. Creemos que nunca un film argentino arriesgó tanto. ¿Cuál será el resultado?... Las consecuencias valdrán por sí mismas o por el empeño que inobjetablemente vuelcan en la realización Bo, Isabel Sarli, Spitz y Motti. A los críticos no les preocupan los esfuerzos desarrollados sino los resultados obtenidos. ¿Será “Favela” ese gran film comercial que el cine argentino tanto necesita para ganar los mercados extranjeros, para hacerse conocer en el exterior?... Los públicos del mundo lo dirán. Pero la gesta esta iniciada. Tanto Bo como Isabel Sarli —combatidos en nuestro país— tienen un extraordinario arraigo en espectadores de otras latitudes. Además, nunca Bo tuvo mejor material humano y geográfico para alcanzar esa autenticidad que tanto ama. Esperamos que el triunfo sea suyo. Revista Platea 9/9/1960 |