Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
JACK NICHOLSON: LA SONRISA QUE ASESINA De paso por Roma, en viaje promocional, el protagonista de! último film de Polanski no vaciló en ventilar sus opiniones sobre los italianos, el sexo, las feministas y la política exterior de su país (los Estados Unidos. Sin embargo sus profundos, confesados intereses se reducen a su profesión de actor y a las mujeres "Soy un tipo común, decididamente anónimo. Cualquiera puede reconocerse en mí, y quizá ésta sea la clave de mi éxito. Además, tengo la gran ventaja de no ser lindo..." A los 37 años y en momentos en que los grandes directores del cine internacional se lo disputan encarnizadamente, Jack Nicholson —el más brillante actor de la generación intermedia de Hollywood— puede darse el lujo de modestas declaraciones en las que, desde luego, nadie cree. Un actor de sus quilates jamás es "un tipo común” y, aunque está bien lejos de ser un Adonis, posee dos armas letales que sólo utiliza en contadas ocasiones: la sonrisa y la mirada. En Hollywood ya lo han etiquetado como "la sonrisa asesina", porque el relampagueo de sus dientes —parejos y muy blancos— es devastador. Su compañera de rubro en Conocimiento carnal, la rubia Candice Bergen, asegura que tiene "ojos de cobra". Pero no necesitó hipnotizar a Roman Polanski para acceder al rol protagónico de Chinatow —el detective Jake Gulttes—; se impuso a fuerza de talento y recibió el espaldarazo definitivo de la popularidad. Tres semanas atrás, de paso por Roma para promocionar la exhibición de ese film, JN recibió a Alberto Penna, periodista del semanario italiano Epoca. La entrevista, aunque cordial, resultó difícil. Nicholson detesta los grabadores y las preguntas convencionales. El resultado de este encuentro, adquirido en exclusividad por Siete Días, es el que se ofrece a continuación. LA FASCINACION DEL TALENTO Charlar con Nicholson en un primer momento puede resultar molesto. Se espera conocer a un divo, o en caso de que no sea así, por lo menos a un antidivo polémico. Pero, en cambio, uno se encuentra con un hombre de aspecto juvenil, tranquilo, vestido como un intelectual distraído, cortés y accesible como un vecino cualunque. Asegura que el éxito que obtuvo lo debe sencillamente a su talento; un talento madurado en años de aplicado y humilde aprendizaje. De sus colegas no quiere hablar: "Hay actores que estimo, admiro, y otros a los que no puedo soportar. Pero podríamos hablar de ellos solamente si se tratara de una conversación entre amigos. Con un periodista, no. No sería correcto, ¿o me equivoco?”. Lo definen como el nuevo Marlon Brando, en parte por su capacidad y su virtuosismo interpretativo, y también por su anticonformismo. Él, en cambio, se defiende con artera indolencia, precisando que “Brando (su vecino en Mulholland Drive, los Angeles) es el mejor de todos, si bien Jack Nicholson hay uno solo”. También lo llaman el “anti-Redford” porque físicamente —y a pesar de que la sonrisa de RR también mata— o por cuestión de temperamento, es la antítesis del último “lindo” de Hollywood. Pero Nicholson se fastidia, aclarando que “un anti resulta siempre limitativo y que, en consecuencia los parangones entre actores son gratuitos y subjetivos". Tampoco es fácil obligarlo a hablar de cine; con la destreza de un atleta elude hábilmente el tema. “Lo hago como profesión, ¿y pretende que además hable del asunto?", pero insistiendo se descubre que su cultura cinematográfica es profunda y completísima. Del cine italiano, por ejemplo, sabe todo, ha visto todo. Su director preferido es Ermanno Olmi. "Para ustedes es un material de cinemateca o algo parecido —precisa—; sin embargo no ¡ogro comprender cómo Olmi no haya tenido el éxito que merece”. De Michelángelo Antonioni, con el que trabajó recientemente en el film Profesión reporter, no habla, se niega. Pero se entusiasma ante la mención de Fellini y el rodaje de Casanova; en un primer momento los productores habían propuesto su nombre o el de Robert Rerdford como posibles recreadores del play boy veneciano. Fellini se encrespó y encaró a los productores sin miramientos reclamando a gritos un actor italiano. Nicholson no puede menos que apoyarlo calurosamente: “Me encantaría trabajar con él, es un gran director, pero insiste en contratar a un italiano y tiene razón, dado el personaje. Un yanqui como yo sudaría la gota gorda para meterse en la piel de un seductor del siglo dieciocho. Es una lástima”. También se habló de los jóvenes, del peso determinante que tienen en la sociedad actual, de sus contradicciones. JN se declara entusiasta de la juventud de hoy, pero la separa de los adolescentes ("démosle tiempo para crecer”, reflexiona) y centraliza su interés en el grupo que está entre los veinticinco y treinta y cinco años, porque "son los que pueden renovar radicalmente a la sociedad. Tienen los medios para hacerlo, con tal de que no envejezcan de este lado de la barricada". A pesar de su asumido compromiso político, que lo coloca en el ámbito de la izquierda progresista, el actor declara pertenecer a “una generación híbrida”. FEMINISTAS, SEXO Y CRISIS Absorbido como está en la gran pasión de su vida —su profesión actoral—, JN se las arregla para alimentar otra de sus debilidades y mostrarse perennemente flanqueado por alguna sugestiva señorita. En estos días su pareja es Anjélica (con jota) Huston, hija del director y actor John Huston, uno de los protagonistas de Chinatown: “Las mujeres me enloquecen, todas, hasta las que resultan inalcanzables. Nací para vivir en pareja, aunque admito que soy proclive a las escapadas". En 1962 se casó, “muy enamorado”, con la actriz Sandra Knight; el matrimonio no duró mucho pero dejó una hija que actualmente tiene diez años. "Se llama Jennifer y le dedico todos los domingos cuando estoy en Los Angeles", dice el progenitor. Porque no siempre está en su casa: lo entusiasman los vagabundeos espectaculares, por ejemplo ir de compras a Nueva York y París y de allí desplazarse a Suiza, “para esquiar”. “Hasta ahora he tenido mujeres interesantes, muy interesantes, y por ende complicadas, difíciles —filosofa—. Confieso que tengo ganas de encontrar muchachas más sencillas, elementales, hasta 'ingenuas, ¿por qué no?". Pero luego se desdice asegurando que es un feminista convencido: “La mujer me gusta cuando tiene conciencia de sí misma, cuando no se trasforma en objeto." ¿Y qué piensa Nicholson del boom del sexo? "La explosión sexual se ha manifestado principalmente en los países más reprimidos. Italia, y le pido disculpas, es un buen ejemplo, aunque no el único. En las naciones más evolucionadas en esa materia no ha sucedido nada similar, no ha habido revolución sexual propiamente dicha. Pero es cierto que se llega a ciertos excesos, hay gente que comercializa este aspecto de la evolución de la sociedad. Es el revés de la medalla”. No es la primera vez que Jack Nicholson llega a Roma. De su primera visita recuerda, en particular, el lujo, la abundancia. “Digamos más bien la opulencia de los negocios —precisa—, muchísimos autos y la gente tan elegante. Creo que eran los últimos años del boom económico de su país. Me había hecho una idea distinta de Italia porque no sólo en los tiempos del Plan Marshall, sino también en los años sucesivos, a los norteamericanos se nos había vendido la imagen de un país pobre, destruido, esperando ayuda. Y en vez de eso encontré abundancia, lujo, aunque hoy supongo que ustedes mismos se dan cuenta de que todo era un castillo de arena”. Al comentar la crisis económica, Nicholson se irrita: “Es general, mundial, pero en el fondo no comprendo como esta constatación pueda consolarnos. Es lo mismo que si yo tuviera fiebre y tratara de curármela investigando si los demás también la tienen”. ¿Y quién es el culpable de esta fiebre? La respuesta no se hace esperar, Nicholson acusa a su país: “Muchas naciones olvidaron muy pronto el hecho de haber perdido la guerra. Esa ilusión fue alimentada por ciertas potencias —por los Estados Unidos en primer lugar—, las que por razones políticas y estratégicas abundaron en ayudas (extremadamente generosas). Y así fue como muchos países, en vez de recomenzar humildemente de cero, pasaron de golpe a disfrutar un boom ficticio, ilusorio. Nicholson vive plenamente su momento de gloria, trasformado en una suerte de Midas del cine actual. Desde Easy rider (Busco mí destino, 1969) es estrella de grandes directores. Por esa razón Stanley Kubrick sueña con convertirlo en Napoleón y Bernardo Bertolucci lo ve como protagonista de Cosecha roja, el relato de Dashiell Hammett. En el ínterin, JN termina el rodaje de Fortune, dirigido por Milos Forman, y ya lo espera otro trabajo con el mismo director Cuando para concluir la entrevista se le pregunta qué es lo que más le apasiona —descartando momentáneamente su trabajo y las mujeres— no tiene dudas: "La gente —contesta—, el ser humano. Es lo más exaltante, lo más fantástico que se puede encontrar en este mundo". Y sonríe una vez y sus ojos de cobra se le iluminan. ■ Revista Siete Días Ilustrados 31.01.1975 |