Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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| Felipe entre los chinos A un costo de 150 millones de pesos culmina el rodaje de Kuma-Ching (Un ataúd para Hong Kong), la película más espectacular del cine argentino. Filmada en China y Campo de Mayo, trata un divertido caso de espionaje internacional, protagonizado por Luis Sandrini, Lola Flores, Narciso Ibáñez Menta y Verdaguer La invasión fue lenta pero sin tregua: en pocas semanas, los chinos ocuparon cinco hectáreas de la guarnición militar de Campo de Mayo, levantaron una ciudad completa y se instalaron en ella como en su propia casa. Inexplicablemente, nadie opuso resistencia a los invasores, quienes consumaron su objetivo en forma incruenta: no se oyó un solo disparo. Más aún, los oficiales y soldados argentinos contribuyeron vigorosamente a lograr el éxito del operativo. Hoy, gracias a tantos esfuerzos, Luis Sandrini, Juan Verdaguer, Lola Flores y Tincho Zabala, entre otros, pueden corretear por las callejuelas de esta ciudad, bautizada Kuma-Ching en honor a una remota aldea china. El responsable del disparate es, en realidad, Dalmiro Sáenz. El afiebrado cuentista elucubró, el año pasado, una tomadura de pelo a los agentes de espionaje. La anécdota, con bombas atómicas y héroes de historieta, convenció a Daniel Tinayre, quien olfateó rápidamente un seguro negocio cinematográfico. Pero luego de barajar cifras, el avispado cineasta y promotor francés comprendió que la magnitud del proyecto excedía generosamente sus propios recursos financieros. Con el borrador a cuestas salió en busca de socios. Su primer aliado fue Luis Sandrini. “Siempre que el francés irrumpe en mi casa con las cejas levantadas es porque trae algo bajo el poncho para arruinarme —admitió ante SIETE DIAS el veterano divo—, pero también es cierto que siempre me hace entrar. El proyecto era de los que hacen tragar saliva, pero implicaba un desafío que me gustó”. Sin embargo, los dineros del binomio no solventaban el astronómico costo de producción, que debía cubrir filmaciones en Hong Kong y España, descomunales escenografías en la Argentina y un cast de primer nivel. Los devaneos de Tinayre y Sandrini desembocaron, finalmente, en un nombre salvador: Goar Mestre. El poderoso cubano, uno de los zares máximos de la televisión argentina, no podía defraudar a sus antiguos socios de Helio, Dolí/: en la primera charla, el trío quedó constituido. De esta manera, Kuma-Ching (Un ataúd para Hong Kong), superproducción en tecnicolor y 70 milímetros de Proartel-Sandrini-Tinayre, cuyo costo inicial de 100 millones de pesos ha superado los 120 y posiblemente arribe a 150 cuando salga del laboratorio, comenzó a rodarse a mediados de este año. Esquemáticamente, el argumento de Kuma-Ching está centrado sobre un sabio atómico español (Narciso Ibáñez Menta) recluido en su lujosa mansión de Andalucía, con la única compañía de una hija (Lola Flores). Allí realiza sus experiencias de laboratorio, cuyos resultados trasmite a las potencias occidentales. Numerosos agentes extranjeros lo visitan para ofrecerle jugosas proposiciones, pero el científico se niega obstinadamente a salir de España. La astucia de los chinos, finalmente, se impone: en un lejano pueblo de su país, llamado Kuma-Ching, construyen una residencia absolutamente igual a la del científico español, con cada detalle copiado con asombrosa exactitud. Un secuestro minuciosamente planeado conduce al sabio narcotizado hasta el pueblo chino, donde prosigue trabajando sin advertir la mudanza. Pero su desaparición convulsiona al mundo occidental: se habla de fuga, traición, espionaje, hasta que un día los chinos hacen detonar su primera bomba atómica. Este hecho alerta a los servicios de inteligencia de “una gran potencia americana', que luego de urgentes consultas con el “octógono” envía al jefe de la CIA (Juan Verdaguer) para rescatar al sabio andaluz. Este jefe utiliza a un chofer de taxi (Luis Sandrini, enfundado en su papel de siempre, el ingenuo Felipe), quien involuntariamente se ve envuelto en el affaire: es enviado a Hong Kong dentro de un ataúd, con la hija del científico como falso deudo para acompañar el supuesto cadáver, a fin de lograr un encuentro padre-hija que revelará la verdad. Naturalmente, el traslado de actores, técnicos y equipos a Hong Kong multiplicó el presupuesto de la realización. Es que a Daniel Tinayre no le bastaba un simple back-projecting: "Viajamos a China porque una producción que intentará conquistar el mercado internacional no puede apelar a los trucos habituales empleados en películas corrientes". La incursión en Hong Kong comenzó a fines de agosto y se prolongó durante 19 días. Fueron de la partida Tinayre, Sandrini, Verdaguer y tres técnicos, quienes volaron hasta allí vía Los Angeles. En la colonia británica se unieron a Lola Flores, procedente de España, y contrataron a 17 asistentes chinos, rodando disparatadas persecuciones por las calles y otras escenas en el aeropuerto y cabarets. Un tifón que azotó a Hong Kong durante dos días demoró la filmación y sobresaltó a los viajeros, en especial a Verdaguer: “Y eso que era la cola del tifón; si llega a ser la pata no contamos el cuento”. Finalizado el “operativo Hong Kong”, el rodaje prosiguió en el portaaviones Independencia —anclado en Puerto Madryn— y en las estaciones ferroviarias Anchorena y Punta Chica —del ex ramal a Delta—, cuidadosamente “maquilladas" para convertirlas al chino. En cuanto a los interiores, se filmaron en los estudios Baires, en Don Torcuato, apelando a las técnicas más modernas, como la primera cámara cinematográfica Mitchell Mark II llegada a la Argentina. Sin embargo, la etapa más espectacular de la producción recién ha comenzado, en Campo de Mayo. Allí, en la monumental réplica de una ciudad china, erigida por ingenieros militares, arquitectos y soldados a las órdenes del escenógrafo Mario Venarelli, seguirán jugando sus roles Sandrini, Verdaguer, Lola Flores, Luis Medina Castro (chino siniestro), Tincho Zabala (chino bondadoso), María Aurelia Bisutti (china ambigua) y, por supuesto, Narciso Ibáñez Menta, el disputado sabio español. El trío Tinayre-Sandrini-Mestre, promotor del film más ambicioso encarado en la Argentina, acaricia las posibles fechas de estreno: la premiére de Kuma-Ching (Un ataúd para Hong Kong) ocurrirá simultáneamente en Buenos Aires y Madrid, en los primeros meses de 1969. Goar Mestre no tiene motivos para dudar del negocio: “Proartel organizará la promoción internacional del film y se reservara, naturalmente, su explotación en video cuando llegue el momento. Lo más importante es que Kuma-Ching reconquistará el mercado de habla hispana”. A Tinayre la película parece haberle modificado su horizonte profesional: “Es una producción argentina de nivel internacional y por lo tanto exportable, única manera de cubrir el costo y lograr jugosos beneficios. Jamás volveré a encarar películas corrientes, en blanco y negro y pantalla normal. No me interesan". ■ Pie de fotos -Dos escenas turnadas en Hong Kong muestran a Homero Cárpena aplicando torturas a Luis Sandrini (izquierda), y a Verdaguer encabezando una misión de espionaje (arriba). En la Argentina, hubo secuencias en un castillo levantado en Campo de Mayo (abajo), donde jugaron sus roles Lola Flores, hija de un sabio, y Tincho Zabala, el chino bonachón (foto inferior). -El camouflaje chino trasformó a la estación Anchorena (1), a Luis Medina Castro (2) y a María Aurelia Bisutti (3). En Hong Kong, Luis Sandrini y Daniel Tinayre (4) saludan a turistas luego de que el inefable Felipe, enfundado en un traje de astronauta (5), protagonizara una de las escenas más reideras de Kuma-Ching, film multimillonario cuyo rodaje acaba de entrar en la fase final. |
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