Mágicas Ruinas
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Cine
El Macha Picchu, entre mariposas
El realizador argentino Manuel Antín trabaja en un nuevo film., su cuarto largo metraje. Un enviado especial de PRIMERA PLANA, Carlos Véspoli, asistió en Perú al comienzo del rodaje. He aquí su informe:
El sábado tres de octubre, los guardas de una pequeña estación ferroviaria ubicada a 120 kilómetros de Cuzco vieron pasar a un grupo de personas abrumadas de maletines. Minutos más tarde, el director Manuel Antín, tres actores y un equipo de técnicos argentinos iniciaban el ascenso por la ladera Este del cerro Machu Picchu, en busca del pequeño hotel instalado por el gobierno junto a la gloria arquitectónica del Perú precolombino: el Machu Picchu. la ciudad perdida de los incas.
Al alba del domingo, Antín comenzaba su cuarta película, 'La intimidad de los parques', basada sobre dos cuentos de Julio Cortázar.
La ciudad blanca, asentada sobre la cima del cerro con su forma de inmensa plaqueta de granito, fue el escenario donde nació este film, producido en su totalidad por capitales peruanos y ya designado representante oficial del Perú en el festival cinematográfico de Cannes, en 1965.
Machu Picchu, casi tallado en las rocas del cerro, se alza a 2.100 metros sobre el nivel del mar, en el corazón semiselvático de la región Tampu. El camino, abierto en caracol sobre la pendiente Este del cerro, conserva algo del misterio religioso de la antigua senda por donde los incas descendían hacia el centro de la ciudad sagrada, luego de trasponer las cinco puertas de piedra, custodiadas por serpientes.
En Machu Picchu, la vegetación se detiene súbitamente. Luego de un muro de tres metros de altura, que cubre todo el perímetro de la ciudad y reconquistado en parte por la selva, irrumpen en un alto blanco los cinco kilómetros cuadrados de palacios, templos, fuentes y callejuelas de piedra que convergen hacia la gran terraza central, rematada por el Intiwatana o Templo del Sol.
En las laderas del Sudeste, sobre los andenes verdigrises que servían para el cultivo del maíz, surge el cementerio de la ciudad unido al torreón militar y a la calle de las fuentes por un camino de piedra que por momentos penetra en las rocas abovedadas.
En los andenes de cultivo, Antín comenzó la filmación de lo que será el primer film peruano de largo metraje argumenta!. La historia se basa en sólo tres personajes, y el drama irrumpe cuando uno de ellos descubre la estatuilla de un antiguo ídolo entre los restos del Machu Picchu. El ídolo representa a una mujer sin ojos ni boca, ligada a los mitos incaicos de la piedra, la sangre y el amor.
El film arranca de una relación triangular entre un millonario, su esposa y un joven arqueólogo, unidos por lo que Antín define como "una transmisión sentimental recíproca". La vieja amistad de dos hombres que han llevado vidas muy distintas se quiebra ante la aparición de una mujer que, en el fondo, no será sino un puente entre ellos. Esta amistad, como el mismo Machu Picchu, concluirá en ruinas.
Según Antín, La intimidad de los parques es su obra más ambiciosa. El proyecto nació en Berlín cuando releyó "Continuidad de los parques" y "El ídolo de las cicladas", dos cuentos de Cortázar incluidos en su libro Final de juego.
El mismo Antín, luego de largas charlas con Cortázar, y con la colaboración de los críticos Héctor Grossi y Raimundo Calcagno, Calki —coautores del guión—, halló en el universo inca un equivalente americano de la magia que yace en los mitos griegos.

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En la mañana del domingo, durante un alto en la filmación, Antín dijo que este film cerraba un primer ciclo de su obra. A pesar de que no concluían sus preocupaciones por la desaparición del tiempo en la mente humana, el contacto vivo con el Perú lo estaba llevando hacia un cine casi social, menos aferrado a problemas psíquicos.
Esta preocupación peruana fue también el punto de arranque de los productores del film, quienes invirtieron en él 50 mil dólares. Según ellos, Perú realiza grandes esfuerzos para salir del subdesarrollo; en este plan el cine cumple un papel decisivo, no sólo como expresión artística sino como medio de difusión y comunicación mundial de una cultura en marcha. Con esta idea se creó Industria Peruana de Films, una empresa que aspira a convertir a Lima en capital del cine de arte latinoamericano.
Antín, que era conocido en Lima por sus trabajos anteriores, fue conectado con el doctor Julio César Villegas, presidente de la nueva productora, por intermedio de Alfredo Cánepa Sardón, agregado cultural de la embajada peruana en Buenos Aires. A través de Antín, los productores ya se han acercado al argentino Leopoldo Torre Nilsson y a los italianos Pietro Germi y Michelangelo Antonioni.
En el amanecer, la soledad de Machu Picchu se puebla con la presencia de los tres grandes picos azules, cerrados hacia el Oeste, tras el Templo de la Luna. Antín y Rabal se pasean por los andenes mientras se prepara la filmación. Desde el fondo del cañón surge el rumoroso río Urubamba, llamado por los incas el Wilka Mayu. Dora Baret (la esposa) y Ricardo Blume (el arqueólogo) están en las escalinatas del barrio popular. Esperan una señal de Antín para iniciar el ascenso entre las piedras. Bajo esta pareja, luego de largos muros cortados a pico, el río sagrado de los señores del Cuzco une el altiplano peruano con la región amazónica, los dos grandes mundos del universo andino.
Mientras la pareja asciende hacia el Templo del Sol, la cámara avanza sobre los andenes y se detiene en el rostro del español Francisco Rabal, junto a un muro de piedras simétricas. Abajo, el Urubamba continúa lo que era para los incas "una búsqueda desesperada del nacimiento del Sol".
Luego de dos viajes previos al Machu Picchu, Antín eligió el mes de octubre para la filmación de las escenas clave. En este mes, que preanuncia una larga y famosa temporada de lluvias torrenciales, las nubes andinas descienden sobre las ruinas, tras el cementerio y el torreón militar, mientras la bruma del Urubamba se alza en busca del Wayna Picchu (Joven Pico), a través de la vegetación intrincada y tachonada de rocas pardas y violáceas.
A pesar del colorido natural y del ofrecimiento de los productores peruanos, Antín insistió en el blanco y negro como "color único, exigido por las mismas piedras"; por lo demás, el creador de Circe y La cifra impar argumentó que "Cortázar escribe admirablemente bien en blanco y negro".
El Machu Picchu presenta y lava todas las gamas de los grises en cada una de sus construcciones. Después del alba, el Wayna Picchu, más bajo que el cerro principal, se alza tras el barrio de los artesanos, mientras atraviesa un tendido de nubes grises y lechosas. El
contorno del Cerro Joven, donde los incas emplazaron el Templo de la Luna, se funde con el cielo del Este, sobre los dinteles de las cárceles semi-proyectadas contra el abismo. Por momentos, el barrio alto de los intelectuales, con sus claustros y laberintos, desaparece entre la bruma del Urubamba.
Desde el Templo del Sol, la cámara logra un Machu Picchu cósmico y ritual, con la mitad de sus andenes sepultados en las formaciones nubosas y 17 fuentes sagradas que emergen suspendidas en la niebla.
Luego del fabuloso impacto de la ciudad indígena, el equipo esperó el Sol alto del mediodía para la escena del templo central. Setenta metros más abajo, junto a los nichos sagrados, Rabal disparaba una pequeña filmadora de ocho milímetros. El español, despierto ya de los laureles que le arrimaron Nazarín y Viridiana, dos obras de Luis Buñuel, tenía el título para sus imágenes: según los resultados se llamarían Las machupicchanas o Hace un año en Machu Picchu.
En los andenes de cultivo, bajo el cementerio, Ponchi Morpurgo, escenógrafa del film y esposa de Antín, se rendía sin atenuantes ante los escenarios de roca viva, dinteles, puertas, palacios y abismos verdosos, donde todo ha sido estudiado, planeado, por los arquitectos indígenas con una asombrosa funcionalidad moderna.
Dora Baret, actriz de La terraza, y Ricardo Blume, cuya interpretación del Romeo shakespiriano conmovió a Lima hace unos meses, concluyen la escena en el Templo del Sol.
Antín encabeza el descenso, rodeado por un equipo de técnicos que muestra tanta unidad como los paisajes arquitectónicos. En las fuentes, el humor barroco, negridulce, del realizador argentino se funde con la agilidad chispeante de Rabal.
Al mediodía se almuerza entre las ruinas de Machu Picchu. Por los andenes pasean dos turistas norteamericanos, una china radicada en Cuzco y un guía mestizo que se crió entre las ruinas.

Lo que vendrá
Por momentos, Manuel Antín piensa en su segunda película peruana. Después del film de Torre Nilsson, comenzará —para los productores a quienes preside el doctor Villegas— La cola de la muchedumbre, nombre tomado de un verso de Pablo Neruda. Será, según Antín, "una sutil mostración de lo que puede representar la ira pacífica de una muchedumbre agotada por la espera, es decir, por la desesperanza".
Este film estará basado en el libro de un joven escritor peruano y logrará la participación activa de técnicos peruanos, que el mismo Antín ha comenzado a formar en Lima.
En Machu Picchu, la noche cae desde el Templo de la Luna. El Wayna Picchu se torna violáceo, luego color de plomo, y al fin desaparece entre la bruma, como el parque central y las fuentes sagradas, bajo el torreón curvo de la famosa "Puerta de las serpientes".
A las diez de la noche, la usina del valle interrumpe el suministro de corriente eléctrica. Manuel Antín, en el bar del hotel, habla a la luz de una vela, mientras comenta el efecto de sus tics faciales a través del resplandor. Luego de contemplar el revoloteo de una mariposa alrededor de la llama, dice: "Si mi obra se olvida en 50 años, me sentiría muy triste. Me daría cuenta de que fue inútil." Aunque luego se esperanza, mientras su rostro entra en la luz: "Tengo una total seguridad en mi futuro. Sólo el público es, en último término, el juez de La intimidad de los parques."
Antín llama a este film "su cuarta botella arrojada al mar con un mensaje"; sostiene que si el público no existe, la misión de un creador es hacerlo o intentar que exista, . Para Antín, Lima es la antítesis de Buenos Aires. La visión de los empresarios peruanos les permite sospechar que el cine "de calidad no tiende hacia los malos resultados económicos".
La mariposa continúa su vuelo, desde la llama hasta los grandes ventanales que dan al abismo. Regresa, atraída por la luz, mientras Antín habla de su aventura: "Perú es un país libre como pocos. No hay engaños ni posibilidades de mentira. Considero este intento peruano como uno de los movimientos más lucidos de la cinematografía latinoamericana. He tenido la suerte de ser el primero."
Prometió regresar a Lima el 10 de enero próximo, con su film terminado, para un estreno simultáneo con Buenos Aires. La vela se apaga casi bajo la mariposa, el hotel se incorpora a la oscuridad del Machu Picchu. El equipo está citado para las ocho de la mañana, en el barrio popular, donde uno de los personajes descubrirá el ídolo incaico entre las piedras de los laberintos, mientras el Urubamba y los cerros continúan el destino del cosmos andino: la búsqueda del Sol en el nuevo día, luego de rodear el recinto sagrado de los incas.
PRIMERA PLANA
20 de octubre da 1964


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