NUEVO CINE:
BUENO, RAPIDO Y BARATO
A
MEDIADOS DE AÑO UD. PODRA VER UN CINE NACIONAL QUE
HABLE DE UD. ASI LO PROMETEN SUS DIRECTORES,
STAGNARO, FISCHERMAN, BECHER Y PATERNOSTRO.
A mediados de año
estallará una bomba con extrañas consecuencias
para los afectados: pérdida parcial de su
intimidad, que será reflejada en una pantalla de
cine. Por lo menos así lo esperan Néstor
Paternostro, Juan José Stagnaro, Ricardo Becher y
Alberto Fischerman que de la publicidad han pasado
al largo metraje "en busca de un cine que muestre
a la Argentina del 68, sin caer en las viejas
fórmulas de sexo y violencia". Así gusta
tipificarse a sus noveles ejecutores que se
muestran reticentes en reconocer antecesores y
consideran prematuro hablar de escuela. Sólo
aceptan la generalidad de "nueva corriente”,
definida a partir de lo que no hay que hacer.
Entre los cuatro, Juan
José Stagnaro lleva la delantera; terminó la
filmación de “El proyecto", con Federico Luppi,
Héctor Pellegrini y Claudia Sánchez. Néstor
Paternostro está por la mitad de "Mosaico", con
Perla Caron y Luppi. Ricardo Becher a comenzado
“Se acabó la infancia", con el modelo y autor
Sergio Mulet, y Alberto Fischerman ha comenzado a
filmar un argumento al cual no le puso nombre.
Todos ellos —menos
Stagnaro que comenzó antes— son continuadores de
la fórmula impuesta por el director Juan José
Jusid y los actores Juan Carlos Gené y "Pepe"
Soriano en "Tute Cabrero”: 15 días de filmación y
un costo irrisorio de 7 millones de pesos. Una
estrategia que permitirá en un futuro lanzar al
mercado a nuevos realizadores, sin depender de los
créditos del vapuleado Instituto Nacional de
Cinematografía.
Por estos y otros
motivos GENTE dialogó individualmente con cada uno
de los protagonistas y anticipa los nuevos films y
toda la maraña que se agita detrás de ellos.
JUAN JOSE STAGNARO:
Cuando Gillette
decidió vender “la interminable”, y Coca-Cola un
nuevo refresco, se encontraron con un fotógrafo
que no explicó su trabajo hasta después de hecho;
más aún, el éxito no conmovió su silencio y
algunos tuvieron la sensación "de que todo lo deja
para la cámara”. Esta es la realidad que a los. 29
años Stagnaro, con el cetro de la publicidad en
sus manos, acepta “como la única forma de
expresión que poseo: el cine”. Quizá por fiel a
esta premisa, su trabajo como camarógrafo en
Escala Musical concluyó en su primer cortometraje
“Bienvenido”, que en 1964 obtuvo, entre otros, el
premio del Instituto Nacional de Cinematografía.
El mismo fin tuvo "Berni”, filmado en 1966. El
mismo silencio lo acompañó cuando en 1966 Leonardo
Favio lo eligió como director de fotografía para
“El romance del Aniceto y la Francisca”, donde
estableció un sólido triunfo: independientemente
de las bondades de los films, la fotografía se
destacó como exitosa. Una individualidad dentro
del conjunto que le ha deparado el ingreso en el
cine de envergadura comercial: es el director de
fotografía de Rodolfo Kuhn en "Turismo de
Carretera".
Pero su silencio no se
consume en la "cámara ajena" y lo lleva a realizar
su propio largometraje como director y
camarógrafo. Así nace "El proyecto", con un libro
de sus amigos Raúl de La Torre (29 años) y Gladys
Adamson (24), con los actores Federico Luppi,
Héctor Pellegrini, Claudia Sánchez, Carlos Moreno,
Celia Thunin y Eduardo Lovato, que hoy se
encuentra en el montaje final. Pero el haber
terminado su primer film no lo vuelve a la calma.
Instalado en un despacho, que no termina de serlo,
mantiene una expresión formal que se le altera
cuando relata los vericuetos arguméntales: "«El
proyecto» es uno de los tantos grupos que a diario
nacen en un café porteño para realizar algo
importante y que por distintos motivos nunca ven
la luz del día", afirma como síntesis argumental
Stagnaro. Con cierto tono autobiográfico describe
al grupo "movido por la idea de realizar un libro
fotográfico y testimonial del interior del país".
Todo comienza cuando Romeríto (Carlos Moreno)
narra frente a un editor sus experiencias en un
viaje de vacaciones. Entre ambos nace la idea de
hacer el libro de marras. Por problemas internos
del grupo se desintegra y el proyecto no se
realiza. Con el correr del tiempo dos de sus
integrantes, José, el fotógrafo (Héctor
Pellegrini), y Teresa, estudiante de literatura
(Claudia Sánchez) realizan un viaje al interior,
contratados por la Dirección de Turismo. El
interior, con sus pueblos olvidados y
precolombinos (Cochinoca, Casabindo. Yavi, etc.)
que se desparraman por el norte argentino, impacta
a la pareja y hace que las fotos de José sean
expuestas en Buenos Aires. La exposición es el
punto obligado de reunión circunstancial de los
integrantes del disperso grupo, que en el ínterin
también han realizado sus cosas individualmente.
“Ante todos queda lo
patético de los esfuerzos solitarios que unidos
hubieran dado obras más acabadas, porque cada uno
puede ver lo que el otro no ve". Con esto Stagnaro
no sólo narra el argumento sino que define su
cine: "filmar lo que vivo". Que lo lleva a afirmar
“que por el momento no está dispuesto a hacer
adaptaciones”. Después de esta arriesgada
postulación vuelve a su medida habitual: el
silencio que encierra la gestación de su próximo
film, "El espinoso paso de la ficción a la
realidad del mundo", narrado a través de un
periodista como personaje central. Pero esto no
basta para atrapar el mundo del soltero; pero no
sólo Stagnaro, que se muestra admirador de la
cuentista Gladys Adamson, de Macedonio Fernández y
Gerardo Pisarello; que cada vez que puede ve cine
nacional y recuerda “que cuando chico era lo que
más le gustaba", y hace un lugar aparte para "Las
aguas bajan turbias", de Hugo del Carril.
Es reticente en hablar
de proyectos —quizá porque conoce demasiado bien
los cafés porteños—, pero acepta fácilmente lo que
cree que tiene que aprender: "arte escénico para
un buen manejo de actores, con Carlos Gandolfo y
Augusto Fernández”. Este deseo de aprender "nace
de conocer mis limitaciones”, acepta Stagnaro, que
es asaltado por un tema que amenaza monopolizar su
atención: “hoy yo conozco los secretos de la
cámara y necesito aprender los que otros saben del
resto de las complejidades que hacen al cine” y
como corolario estalla la preocupación: "es
necesario mantener una comunicación intensa entre
todos los que hacemos cine para acortar el camino del
dominio técnico y llegar a la madurez”. Por
conocer sin secretos todo lo que hace a un buen
cine es que se siente seguro dentro del medio y
llega a arriesgar una opinión sobre Vietnam, que
nace como la “necesidad del cineasta de entender
su mundo para poder filmarlo”. En esto es fiel a
un pensamiento primogénito: “no filmar
adaptaciones, sólo lo que vivo”. Y para definir
Vietnam emplea un idioma que se asemeja a una
banda sonora: “cuando me levanto me gusta ver el
sol y me alegro de vivir en este mundo y en esta
época. Me entristece el pensar que en algún lugar
del mundo esta creación se altere. Quizás por eso
deseo la paz en Vietnam y en todo el mundo”.
Quizás esa necesidad
de entender este siglo con medulosidad y calma
contribuya a que Stagnaro sólo anticipe que su
próximo film "me gustaría que sea en colores”,
mientras recuerda “que «El proyecto» me llevó dos
años”, y acepta “que la velocidad sólo es posible
en los directores consumados, si no puede ser
improvisación”.
RICARDO BECHER:
Pelirrojo, de bigotes
caídos y un tono cansado, Ricardo Becher a los 38
años podría haber hecho dos cosas en su vida: cien
años atrás conquistar el “Far West”, junto al
legendario Búfalo Bill y hoy hacer cine y ser
propietario de “Producciones Smicht”. Además de
transitar la ciudad en un Cord L 29, original del
30 y similar al que se usó en el Chicago de la
"Ley seca”, de Elliot Ness y Al Capone.
Es pacifista en
Vietnam y considera a Ho Chi Min el personaje del
mundo moderno.
Pero tuvo tiempo para
ser asistente de dirección de Torre Nilsson, desde
1958, al que considera "un iniciador en el cine
nacional”, y filmar en 1961 “De vuelta a casa”,
premiada por los italianos en Sestri Levante y
silbada por los militantes socios del "Cine Club
Núcleo”. Pero se muestra más satisfecho con
“Crimen”, un corto realizado en 1963, “que muestra
la capacidad de violencia acumulada en un hombre y
su posible y brutal estallido”, mientras recuerda
“que se pasó poco”. Y se larga a filmar "Se acabó
la infancia” —primer largo—, sobre un libro del
autor y modelo Sergio Mulet, adaptado por ambos.
“Es un grupo de gente
ululante entre el alcohol, la ley, el desempleo,
el aburrimiento, la falta de compromiso y una
imposibilidad final de vivir”, rememora Becher.
“Dentro del grupo, Daniel (representado por Sergio
Mulet) es el más fronterizo con la locura y quizás
ese límite es el que le brinda mayor posibilidad
de rescate. Después de mil vericuetos consumados
en traiciones y amores contrariados, estalla el
límite de Daniel con la muerte de «Quique» en un
fragote estudiantil”. Y “si la muerte es
definitiva, a partir de ahí comienza a serlo la
vida”, afirma Becher y aclara a modo de corolario:
“después de estos avatares Daniel sale sabiendo
sólo lo que no hay que hacer”.
Los protagonistas
fílmicos de estos ajetreos son Franca Tosato
(Josefina), María Vargas (la Negra), Cristina
Plate (Greta), Alejandro Hols (Quique) y otros
más.
El equipo técnico:
Carlos Pareda, jefe de fotografía y ejecutor de un
tablero central de instrumentos que permite operar
con distintas intensidades de luz sin cambiar
lámparas; asistente, Rodolfo Sánchez; asistente de
dirección, Jorge Zanada; compaginador, Oscar
Souto, y jefe de producción, Tito Martínez. Y si
todo marcha, habrán concluido para mayo.
PATERNOSTRO:
"He juntado peso a
peso los 20 millones para hacer «Mosaico», y los
tengo que recuperar para poder seguir filmando”,
meditaba Néstor Paternostro repantigado a las tres
de la tarde en el bar “El Foro”. Pero
evidentemente ya tuvo su primer éxito al poder
juntarlos y más cuando no fue en la lotería, sino
en una próspera agencia de publicidad: Estudios
Cinematográficos Mepa, de la cual es fundador
desde hace unos años. "Y pensar que todo empezó
con una cámara Pathe Webo de 16 milímetros, a los
17 años”, recuerda Paternostro mientras confiesa
su edad: 30 años y casado con Andrea del Arco.
Aclara, al pasar, “que no tiene nada que ver con
el ambiente” y le cuesta un poco confesar sus
gustos que van desde vivir en San Isidro a manejar
su Renault 4L; pero esto le ocupa poco tiempo
hasta el punto de tener que recordarlo, quizá
porque una idea lo absorbe: "Mosaico”, que podría
ser la fija del domingo, pero no, es su primer
largometraje. Su atención no es la sorpresa. Lleva
filmado 790 cortos publicitarios que hacen siete
largometrajes y dos cortos, "Horno de ladrillos”,
en 1961, y “La difunta Correa”, en 1966, quizás
sea el resultado de un film "que más que ciñe, es
un estudio audiovisual, donde cada personaje es
independiente”, medita Paternostro mientras narra
el argumento confeccionado por Rubén Marín: "es el
mundo de la publicidad y el consumo”, sintetiza.
“Mi personaje central es Marcelo Terrada
(interpretado por Federico Luppi), propietario de
una agencia de publicidad encargada de lanzar un
producto nuevo al mercado y no encuentra la modelo
adecuada. Terrada publica avisos en los diarios
hasta el punto que las mujeres lo empiezan a
acosar. De casualidad se encuentra con una ingenua
maestra, personificada por Perla Caron, y después
de algunos avatares la convierte en una
modelo-estrella. En la continua maraña de su nueva
actividad ella pierde toda su intimidad a tal
punto que intenta recuperarla a través de una
relación con Pablo Molina (encarnado por Jorge
Damonte), que culmina en el fracaso. En el ínterin
se desarrolla una intrigante trama, colindante con
el argumento central protagonizado por el artista
pop Igor Ferrante (interpretado por Owe Monk,
integrante del conjunto sueco Con’s Combo), y un
grupo de histéricas admiradoras”.
El resto del equipo
gestador lo compone el director de fotografía,
Rogelio Chomnalez (28 años), cámara, Ferrucio
Musiteli; vestuario, Alba del Arco; escenografía,
Mariano Imposte. Quizás lo más importante sea la
banda sonora realizada por Alberto Núñez Palacio
(casado, 30 años y un hijo y medio) que musicó la
publicidad del Renault 4L, que recibió el premio
de honor en el último festival de cine
publicitario. La importancia no sólo la da el
mérito de su realizador sino los fines de
Paternostro: “en todo momento necesito un sonido
que mantenga al espectador concentrado para poder
sacar sus propias conclusiones del film, porque
nosotros no damos ninguna”. Reseña con tono
definitorio como para anticipar el fin último de
su cine: "llegar al hombre del 68 y mostrarlo a él
mismo”. Quizá por eso la falta de conclusiones
rígidas en el fina! de “Mosaico”, donde el título
es fiel "al mundo del consumo donde todo se sucede
vertiginosamente y de a saltos, y cada hecho se
acumula al lado de otro”, como los mosaicos de un
patio”. Concluye y salta recordando “que sería
bueno que lo de Vietnam se acabe”, para mencionar
inmediatamente su próximo film: "La caída de la
mafia en la Argentina”.
FISCHERMAN:
Alberto Fischerman, a
los 31 años, posee una timidez desproporcionada a
la tarea que se propone realizar: su primer
largometraje que todavía no tiene título. Quizá
por las dudas que depara la realización de un
largo, pese a contar con dos cortos, "Curso
preliminar”, en 1960, y "Quema”, en 1962, que fue
premiada en el Festival de Cine Latinoamericano de
Viña del Mar. Pero desde 1958 se encuentra detrás
de la cámara como camarógrafo de la “Feria de la
alegría”, "No estamos solos” y otros programas
más, hasta que en 1965 funda la agencia
“Top-level”, junto con el boliviano Arce, y
elaboran una estrategia para hacer cine: "desde
que se fundó la agencia hasta ahora hemos
trabajado con exclusividad. Hoy estamos en
condiciones de apartarnos por turno del quehacer
publicitario y realizar nuestros largometrajes”,
afirma Fischerman. "Hoy, comienzo yo por los
cuatro meses que dure la filmación. Arce atiende
la agencia. Después le toca a él, que tiene
planeado un film en Bolivia”, recuerda Fischerman.
Y acepta que la publicidad le dio la solidez
económica para hacer cine y le deparó muchas
satisfacciones; la que más recuerda “son los
trabajos para Martín Fierro, de Stivel”.
Mientras memora el
último corto realizado en 1964, “para una
despedida”, narra la línea argumental del
largometraje, sobre un libro de Alberto Adelacha,
que la temporada pasada estrenó en el teatro La
Fábula: “Upa la la”; y a modo de anticipación
medita “que la película' no tiene título. Su tema
son varios temas concentrados en una -misma
estructura. Sobre dos personajes se traza un mundo
de significaciones y se penetra al mismo tiempo en
las actitudes de la cultura ante la realidad
social e histórica del país. Los dos personajes
pueden ser Apolo y Dionisio: uno quiere que la
realidad se acomode a su espíritu, el otro se
entrega a un juego de aventura y magia que absorbe
hasta la chispa de su propia vida. También pueden
ser Jacob y el Ángel: uno reaparece desde la
nebulosa del distanciamiento y el olvido para
incomodar, fustigar, poner en crisis la conciencia
del otro que no lo convocó a la lucha que se
resiste a este enfrentamiento. Desde otro punto de
vista, son el hijo pródigo y la oveja descarriada:
éste se aleja de la buena madre Sociedad y vuelve
a ella rápidamente, para disfrutar los mimos y
caricias de una aristocracia técnica de medio
pelo, aquél escupe sobre su realidad de origen y
se lanza alegremente al encuentro de una América
primogénita, ignorada, misteriosa, encubridora del
tiempo, la locura y la muerte.”
Concluye afirmando:
“hay una única posibilidad, ambos personajes no
son más que uno, y ésta es la historia de una
angustia sin desenlace, donde algo muere dentro de
un individuo y sólo queda viva su impotencia.
Estamos ante la cruda realidad de un hombre de
nuestro tiempo”.
Los realizadores de
este difícil tema cinematográfico son el director
de fotografía, Juan Desanzo; productor, Bernardo
Zupnik y un elenco de actores no profesionales,
como Federico Frontini, Víctor Laplace, José
Santizo, Tato Mariani y la modelo Dima. Después de
todo esto Fischerman vuelve a su timidez y no
habla de su próximo film.
Carlos Borro
Revista Gente y la
actualidad
28.03.1968
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