Mágicas Ruinas
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VIDA Y REAPARICION DE LOS ORILLEROS DE BORGES
Por HECTOR GROSSI
Ocho semanas de trabajo y un costo superior a los 350 millones de pesos viejos demandará la filmación de “Los orilleros", primera película de Ricardo Luna sobre el libro homónimo de Borges y Bioy Casares. Rodolfo Beban, secundado por un calificado elenco, será el intérprete principal encarnando a un caudillo de fin de siglo con los densos atributos de la metafísica borgiana.

EN sus Memorias difundidas por el diario La Opinión del martes 17 de setiembre de 1974, Jorge Luis Borges señala que “de los acontecimientos capitales de aquellos años (década del 30) y de mi vida fue el comienzo de mi amistad con Adolfo Bioy Casares con quien escribimos guiones cinematográficos que eran rechazados invariablemente”. Entre otros, se refería a Los orilleros, libreto que escribieron en 1951, junto a El paraíso de los creyentes.
El memorioso Borges distaba de saber que, desde su publicación como libro, Los orilleros había pasado a ser una obsesión, para llevarlo al cine, de un muchacho cordobés, Ricardo Luna, criado en el barrio de la Cañada, en arrabales de la “docta”. Después de recorrer veinte años de torturadas expectativas, autodidacto, convocado por la pintura cuyo estudio en la escuela cordobesa Figueroa Alcorta abandona por culpa de “mis manos lastimadas y cuarteadas por el trabajo de chapista y mecánico de automóviles”, Luna, empleado administrativo, director de conjuntos teatrales, fundador de los cineclubes, decorador, artesano, siempre supo que llegaría a hacer cine, alimentando su ilusión con su cuota cotidiana del cine “Gran Avenida” en Córdoba.
La compulsión reveladora de su destino de cineasta se produjo el día en que vio la película Codicia de Eric von Stroheim. No tenía 20 años de edad y en un cuaderno escribió su primera adaptación de Los orilleros, un borrador de escenas aisladas que quedó en
algún baúl en Córdoba. Ese proyecto juvenil, esa ilusa fantasía de un provinciano cetrino es, desde el 14 de abril pasado, una efectiva realidad. Desde ese día Luna, instalado en San Antonio de Areco, filma su primer largometraje, Los orilleros, una realidad en la que convergen mágicamente su invulnerable lealtad a los mitos que alimentan su infancia, la prodigiosa intervención de su viejo amigo, el arquitecto y poeta Luis Ricardo Casnati, la voluntad financiera de un grupo de empresarios mendocinos refugiados bajo el nombre de Alamo Film; un veterano equipo técnico formado en tiempos en que la eficacia profesional era tan importante como la entrega vocacional: Esteban Echeberrito (director asistente), Aníbal González Paz (director de fotografía) , Enrique Filipelli (camarógrafo), Ricardo Felipe (jefe de producción), Antonio Ripoll (director de compaginación), la colaboración inestimable de pobladores de San Antonio de Areco y de su intendente.
En cuanto a la formación estrictamente cinematográfica de Luna, deben anotarse siete años de estrecha e intensa colaboración con Leopoldo Torre Nilsson y su campaña de cine publicitario como cofundador de la desaparecida “Filmboard”, etapa en la que conquista premios internacionales.

Borges a la vista
“Soy hincha de Borges —proclama Luna— como se lo puede ser de Boca Juniors. Primero lo conocí en su poesía —a la que siempre vuelvo—; más tarde en sus narraciones y ensayos. Yo soy tanguero desde los 10 años de edad, los escuchaba en piringundines de mi barrio o en el inolvidable boliche La Llenadora, donde se comían cuatro platos de buseca por un peso viejo, mientras se escuchaba a Ciriaco Ortiz.”
Para este director debutante, la saga borgiana de guapos y cuchillos se entronca con sus recuerdos de infancia: personajes, leyendas contadas hasta el amanecer, “todo —evoca—: las cosas de mi casa: el aljibe, los patios, las rejas, me fue devuelto cuando leí por primera vez el guión que escribieron Bioy Casares y Borges de Los orilleros. Para ese remoto antecedente, Luna pensó que podía filmarlo en lugares vecinos a la ciudad de Córdoba. Durante cuatro lustros albergó la esperanza de hacerlo algún día y guardó celosamente su secreto: “Me atemorizaban las dificultades para encarar tema tan querido y temía que alguien se me adelantara. Mientras tanto las ideas se fueron decantando. Una posibilidad de filmar Los orilleros en 1970, se frustró a último momento. Cuando todo parecía perdido, en enero de 1974, en Villa Gessel contó sus confidencias a su amigo Casnati. La semilla estaba puesta. Tres meses más tarde, Casnati convocó a Luna a viajar a Mendoza para exponer su proyecto a un grupo de empresarios mendocinos que aquél había organizado a estos efectos, y, así nació la nueva productora Alamo Film.

"Los orilleros de antes"
Es la historia de un mítico caudillo de los arrabales de Buenos Aires —Eliseo Rojas— y las pasiones que lo llevan a su muerte, a fines del siglo pasado. La elección del actor protagonista demandó de parte de Luna una cuidadosa elección que recayó en Rodolfo Beban: “Me convence como un gran actor, de una potencia tremenda”. Con la misma exigencia, designó a Alberto Argibay, Franklin Caicedo, Milagros de la Vega, Inda Ledesma, Oscar Ferrigno, Antonio Grimau, Carlos Muñoz, Berta Roth, Osvaldo Terranova, Víctor Vieyra, Jorge Villalba y la reaparición de Egle Martin.
Cuando se estrene el filme, el 21 de agosto próximo, el costo inicial estimado en 350 millones de pesos antiguos habrá sido superado. Setenta distintos lugares de filmación, trajes de época, aperos y usos de entonces (con la asesoría de Johnny Lennon), la inflación monetaria, suman factores para la final diferencia de costos. Lamentablemente no se pudo conseguir un caballo de pelo cebruno como lo marcan los autores, pero se buscó lo más parecido. Si Ferrigno calza su cuchillo hacia la izquierda es porque el actor es zurdo. Lámparas, muebles, espejos, todo ha sido celosamente vigilado para hacer cierto y hermoso el sueño veinteañero de Ricardo Luna que conoció el libro de Los orilleros cuando compró tres libros por 100 pesos viejos, los otros dos eran de José Blanco Amor y José Ingenieros. Esta versión cinematográfica aspira —como lo dicen en el prólogo escrito por los autores del original— “a cumplir con ciertos arrabales, con ciertas noches y crepúsculos, con la mitología oral del coraje y con la humilde música valerosa que rememoran las guitarras”. Dice Luna: “La música de mi película sólo tendrá acordes de guitarra, de una guitarra que bien tocada no tendrá que sonar con frialdad profesional”, ♦
REDACCION
06/1975

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