Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
El vuelo de los buitres La verdadera historia de Bonnie & Clyde, relatada por la madre de Bonnie y la hermana de Clyde: recopilación de Jan I. Fortune— En la mañana del 23 de mayo de 1934, exactamente diez minutos después de que el reloj de la iglesia de Arcadia —una blanca y polvorienta ciudad de Louisiana— diera las nueve, Bonnie Parker y Clyde Barrow interrumpieron bruscamente una fuga que había consumido los últimos tres años de sus vidas: 94 balas de ametralladora los acribillaron en el asiento delantero de su automóvil, el último del centenar de vehículos que habían robado en ese tiempo. Resucitar les llevó un poco más de tiempo: las tres décadas que los periodistas Robert Benton y David Newman tardaron en cazarlos entre las páginas del admirable The Dillinger’s Days (ver Nº 284), un relevamiento del lustro de oro de los gangs, al pie de la Depresión. Desde entonces, la salud de la pareja pareció más robusta que nunca. Los necrofílicos Benton y Newman cocinaron un guión que, luego de tres años y varias docenas de vueltas —entre algunas manos ilustres como las de Jean-Luc Godard, François Truffaut y el venerable pope Jack Warner—, tuvo la fortuna de tropezar con Arthur Penn, quien lo convirtió en uno de los films más fascinantes, originales y revulsivos de los últimos tiempos. Era previsible que el éxito desaforado del film de Penn produjera algo más que un alud de oro sobre sus protagonistas. El intento de restaurar la maxifalda, las boinas Bonnie, la rigurosa imposición del chaleco para los trajes de hombre, la locura revisionista que se abatió sobre todo el otoño parisiense de 1967, fue la primera señal de esos excesos; la segunda era inevitable: estimulados por la corriente panegirista, historiadores de poca imaginación y menor rigor se lanzaron sobre el mito; a caballo del best seller de Toland, no vacilaron en enmendarle la plana para engancharse en la corriente de sus ventas. La recopilación de Jan I. Fortune —un escritorzuelo de mentalidad policíaca, por lo que puede apreciarse en las pocas páginas que firma como propias— parece uno de estos típicos tiros por elevación: resulta más fácil, evidentemente, criticar con irresponsable pedantería a un trabajo que insumió dos años de investigaciones en archivos, y decenas de entrevistas a lo largo de 34 estados de la Unión —como el de Toland—, que plantearse una refutación que implicarla una laboriosidad similar. En el par de páginas de su introducción Fortune explica —luego de un breve sermón para ahuyentar toda sospecha de que pudiera simpatizar con los delincuentes— que de allí en adelante hablarán Nell Barrow Cowan (hermana de Clyde, cinco años mayor), la madre de Bonnie Parker, y sus primas Bess y Mary: pero no explica nada más. Ni cómo consiguió las entrevistas, ni cómo viven en la actualidad los sobrevivientes de ambas familias, ni por qué eligió esos personajes y no otros (¿qué se hizo de las dos mujeres anteriores de Clyde, o de los abundantes hermanos de Bonnie?, ¿por qué no hablar con alguno de los rangers que participaron en la emboscada de mayo, o con el doctor Herschel Keller, matador de Buck, quien asegura tener una versión distinta de los hechos?). Esa falta de rigor, y la parcialidad obvia de las mujeres convocadas como testigos, derrumba el libro en lo previsible, no aporta mayores datos al esclarecimiento de la leyenda de la pareja. El leit motiv “después de todo era mi hermano (mi hija)”, repetido hasta el aburrimiento, intenta vanamente cubrir los baches de información: la historia no se hace con las monótonas reiteraciones de los deudos, anticipables en un 50 por ciento. El excelente Nelson Algren (poeta, cronista especializado en criminología, autor de El hombre del brazo de oro), inexplicablemente comprometido en la aventura, está a cargo de una introducción de veinte páginas que —a pesar de algunas concesiones a las falacias de Fortune— vale por el libro (Bruguera, Barcelona 1968; 224 páginas, 360 pesos).♦ PRIMERA PLANA 11 de febrero de 1969 |