Religión
En 500 páginas, el alma del Papa bueno
"Mi alma está en estas páginas", dijo cierta vez Juan XXIII señalando con el dedo una pila de cuadernos. Estaba con su secretario privado, monseñor Loris Capovilla, y corría el mes de mayo de 1963, pocos días antes de su muerte.

La semana pasada, los cuadernos tomaron la forma de un libro, que fue puesto en circulación en Italia bajo el título de Giornale dell'Anima (Diario del alma), en edición cuidada por monseñor Capovilla. La lectura de estas notas de Juan XXIII, que antes de fin de año serán reproducidas en seis idiomas, provee el acabado retrato de un santo.
El primero de los textos (o "cuadernitos de pocos centavos", como les llamaba su autor) data de 1895, cuando Angelo Roncalli contaba 14 años; el último fue redactado en 1962. No se conocen antecedentes de otra vida papal tan larga y tan profusamente documentada a través de apuntes íntimos, de estilo sereno y suelto, donde aflora "aquello que tras la sonrisa y la actitud inocente escondía celosamente: su plegaria, su alma", según expresa Capovilla en el conmovido prólogo.
La pía imagen de Juan XXIII surge ya en las primeras páginas del Diario; hay reflexiones y pensamientos del seminarista Roncalli, vertidas en 1902, que dejan entrever al Sumo Pontífice de sesenta años después; hasta tal punto que monseñor Capovilla trató, antes de inaugurarse el Concilio Vaticano II, de lograr la autorización del Papa para divulgar sus notas. Juan XXIII dudó y demoró largamente su respuesta: "Haced, pues —dijo a su ex secretario privado—. Al principio experimenté cierta repugnancia ante la idea de publicar o reeditar mis escritos... Pero comprendo que de un Papa quiera saberse todo, que todo puede servir a la historia". El Diario sirve, en sus fervorosas 500 páginas.

"Humildad y amor"
Comienzan recordando las experiencias iniciales de Angelo Roncalli, la recepción del hábito clerical, la tonsura. Los apuntes correspondientes a los ejercicios espirituales de 1896, en Bérgamo, denotan en el autor un agudo espíritu de crítica y muchas características de quien habría de ocupar el trono de San Pedro; entre ellas, el miedo al pecado de la soberbia. "Sobre todo, estaré en guardia contra mí mismo —escribe entonces— a fin de que no se alce en mí la planta del orgullo. Cuidaré de mantenerme por debajo de todos, en la piedad y en los estudios." La preocupación aparece y reaparece: "Humildad y amor, estas dos virtudes trataré de conquistarlas durante las vacaciones" (1898). Y en 1906, ya como secretario de monseñor Radini Tedeschi, con tono más irónico, señala: "Mi viejo amigo (el orgullo) ha vuelto a hacerse sentir esta mañana". La lucha contra el "viejo amigo" suele adquirir contornos jocosos: "He dicho hoy un servicio de Vísperas, de manera horrenda. Todo el mundo rió y eso me hizo mucho bien" (1914).
También surgen del Diario precisiones ideológicas; por ejemplo, la decidida actitud de monseñor Roncalli en 1910, como opositor a la encíclica Pascendi de Pío X, que condenaba los errores del "modernismo", pasajera forma del liberalismo eclesiástico. Ya antes había asentado en sus cuadernos: "Comprendo que es necesario mantener íntegro y puro mi «sensus fidei» y mi «sentire cum Ecclesia»; comprendo que la infección de los errores modernos subraya luminosamente la sabiduría, la oportunidad y la eterna belleza de las disposiciones pontificias".
Estas líneas de 1906 desvirtúan las acusaciones proferidas medio siglo más tarde, al extenderse en Italia una campaña de descrédito contra el entonces Patriarca de Venecia. El Diario trasluce que la toma de conciencia de Juan XXIII fue siempre la de un heterodoxo progresista, enraizado con la tradición de los Santos Padres de la Iglesia. En 1944, al descifrar, sin conocer la clave, el famoso telegrama por el cual se lo designaba Nuncio Apostólico en Francia, comenta Roncalli: "Cuanto más vivo, más me esfuerzo por reducir todo: principios, direcciones, posiciones, tácticas, al máximo de simplicidad y calma. ¡Ah, la simplicidad del Evangelio! A ella aspiro, porque creo que ahí están todas las soluciones".

"Una miserable criatura"
Una de las constantes del Diario es "mi humor campesino". Monseñor Roncalli recurre a él con periodicidad y sutileza. Dos casos:
• En uno de los pasajes del libro efectúa un severo examen de conciencia y analiza las distintas virtudes; al llegar a la de la caridad, expone: "Es el ejercicio que menos me cuesta; tan poco me cuesta, que dudo de que sea una virtud".
• "Siento vergüenza cuando me llaman por mi nombre, porque siempre debiera comportarme como un ángel y nunca lo he sido."
A veces, un arranque de humor es neutralizado por su misticismo: "Me gustaría pensar de mí como de un santo; pero apenas soy una miserable criatura". Sucede que el humor constituye otra de las manifestaciones del espíritu abierto de Juan XXIII, el mismo que lo propuso como "el Papa bueno". En 1902, monseñor Roncalli pasó un año en las filas del ejército italiano, como capellán —volvería a vestir uniforme en la guerra de 1914-18—; una anotación de entonces marca hasta dónde ese espíritu obraba como caja de resonancia.
Según Roncalli, el ejército obliga a "una vida del mayor sacrificio; es un verdadero purgatorio, el mío. El servicio militar... es una injusta y bárbara imposición a los ministros de Dios". Tal vez, aquí comenzaron a gestarse el tono y la dirección de Pacem in Terris, su encíclica.
Uno de los apuntes más reveladores pertenece al 25 de noviembre de 1948: "Ingreso en mi año 68'. Anoche me confesé con el padre Germain Barbier. Mi alma está en paz. Alguien, para ser amable, me habló del purpurado. No me interesa". El purpurado llegó en 1953, y en 1958 la corona papal, aunque un año después escribiera: "Soy un Papa infeliz".
"Desde el momento en que el Señor me ha colocado en este gran servicio, siento que no pertenezco a nadie en la vida —familia, pueblo, nación— ni en los deseos al nivel de estudios y proyectos, aun cuando sean buenos. El mundo es mi familia", dice Juan XXIII en los últimos tramos de su Diario, un documento que ahora ya está en manos de esa familia. En Italia, la misma editorial que lo publicó, prepara reediciones de otros tres volúmenes de Angelo Roncalli (II Cardinale Cesare Baronio, Mons. Giacomo Maria Radini Tedeschi, Souvenirs d'un nonce), que junto con el Diario forman las obras completas del Papa.

PRIMERA PLANA
7 de abril de 1964

 

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