Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

EL EJERCITO AL PODER
EL EJERCITO Y LA POLITICA ARGENTINA 1928-1945 (De Yrigoyen a Perón),
por Robert A. Potash, Editorial Sudamericana.
potashCuando en la madrugada del sábado 6 de setiembre de 1930, unos frágiles aviones del ejército sobrevolaron el centro de Buenos Aires para arrojar sobre la ciudad volantes con la proclama revolucionaria, terminaba una era en la Argentina.
Robert A. Potash, profesor de historia de la Universidad de Massachusetts, indaga la trasformación sufrida por el ejército argentino, a partir de la. reelección de Hipólito Yrigoyen hasta el momento en que frente a la demostración masiva de apoyo a Juan Domingo Perón, el 17 de octubre de 1945, el entonces ministro de Guerra, general Eduardo Avalos, advierte que la trasformación resulta imposible de parar, salvo que se hundiera al país en una sangrienta e interminable guerra civil.
Analiza la decisiva influencia germana en el ejército argentino, que habría de brindarle características especiales a la conducta de muchos oficiales a partir del comienzo de los años 20. “Una serie de contratos firmados con fábricas alemanas de municiones a partir de la década de 1890, determinó que el ejército argentino se abasteciera casi totalmente con armas y equipos fabricados en Alemania. Pero aún más importante por su influencia sobre el cuerpo de oficiales fue la decisión adoptada en 1899, de acuerdo con la cual se invitaba a oficiales alemanes a organizar la Academia de Guerra. Cuando esa institución abrió sus puertas en abril de 1900 —aclara Potash—el director y cuatro de sus diez profesores eran oficiales alemanes. Y durante los catorce años siguientes varios mayores y capitanes alemanes, que vestían uniformes argentinos y ostentaban grados argentinos honorarios de teniente coronel y mayor respectivamente, se turnaron en el cuerpo de instructores, dictando los cursos principales a centenares de oficiales argentinos de todas las graduaciones. Puede agregarse —subraya— que varios oficiales alemanes también enseñaron en la Escuela de Tiro y sirvieron en el Instituto Geográfico Militar, ambos organizados de acuerdo con los modelos prusianos.” Por otra parte, la costumbre de enviar grupos seleccionados de oficiales a Alemania a perfeccionar sus conocimientos, hizo que entre 1900 y 1914, “veintenas de oficiales argentinos pudieran observar de cerca el funcionamiento del sistema militar alemán”.
Esta formación germana de una buena parte de los mandos, provocaría en los años siguientes una marcada división entre los germanófilos y los oficiales educados en las tradiciones liberales. Los últimos efectos de ese enfrentamiento se advertirían claramente durante los conflictos internos per el poder, producidos dentro mismo de las estructuras gubernativas de la revolución de 1943, donde chocaron en múltiples oportunidades los partidarios de los aliados, con los admiradores del Eje.
Potash estudia minuciosamente las presiones que facilitaron la caída de Hipólito Yrigoyen, a la que contribuyó la propia actitud personal del anciano presidente, que practicó cierto favoritismo en los ascensos que resultaba intolerable para los viejos jefes educados en la rigidez de las normas prusianas. Por otra parte, como aclara Potash, la contención del crecimiento del presupuesto militar durante el primer gobierno radical, provocó la indignación de varios jefes de alta graduación que exigían remodernización de los obsoletos equipos adquiridos a Alemania a fines del siglo XIX.
Una de las metas de Uriburu al llegar al poder era —según Potash— no solo la reforma constitucional que permitiera la creación de un estado sobre el modelo fascista corporativo, sino también el fortalecimiento del ejército. “A pesar de la crisis económica, y del déficit cada vez más elevado, Uriburu otorgó a las fuerzas militares una participación mayor en el presupuesto nacional, aumentó las importaciones de armas traídas de Europa, elevó la cuota de reclutas de 21.000 a 26.000 y duplicó el número de cadetes del Colegio Militar de 350 a 700”, había aclarado Arthur Whitaker en su libro Argentina, pero para Potash, esto no es lo más importante de su período sino la trasformación de las fuerzas armadas en un directo factor de poder político, cuyo peso específico alcanza la mayor densidad.
El entonces capitán Juan Domingo Perón, en una carta enviada en abril de 1931 al general Sarobe, advierte los peligros y le expresa: “Creo que al cuadro de oficiales esta revolución le ha hecho un gran mal. Será necesario que les hombres que vengan a gobernar vuelvan las cosas a su lugar. Esto no tiene otro arreglo que multiplicar las tareas. El año 1932, por lo menos, debe ser para los oficiales en general un año de extraordinario trabajo en todo orden: solo así podrá evitarse el mal que produce en el ejército la ociosidad, la murmuración y la política. Será necesario que cada militar esté ocupado en asuntos de su profesión de diana a retreta. De lo contrario, esto irá de mal en peor”.
Sin embargo, los discursos de Uriburu a sus camaradas no hacían otra cosa que insistir en denigrar a los políticos “e inculcaban que el patriotismo era hasta cierto punto monopolio de las fuerzas armadas o de grupos especiales como la Legión Cívica”.
Los años siguientes, pese a la aparente pátina de civilidad con que Justo quiso rodear a su gestión, favorecieron la tarea deliberativa del ejército, en cuyas filas el Presidente mantenía un enorme prestigio, ganado desde los tiempos en que se había desempeñado como ministro de Guerra de Marcelo Torcuato de Alvear.
Pero ya al finalizar el período, todos los políticos en actividad habían comprendido que en el país ya no se podría gobernar sin el acuerdo de las fuerzas armadas y hasta dirigentes de la U.C.R., como Damonte Taborda, comienzan a coquetear con el ejército con el objeto de ganar sus simpatías.
El trabajo de Potash sigue luego el conocido proceso que van jalonando las revoluciones de 1943 —el surgimiento de Perón como líder militar y popular— y su consagración definitiva en la jornada del 17 de octubre de 1945.
Robert Potash, en este primer tomo (el segundo volumen llega hasta 1970) brinda uno de los textos más trascendentes que se han escrito sobre el período que se inicia con la caída de Yrigoyen, y mediante un impresionante acopio de datos, que incluye las comunicaciones de algunas embajadas durante la guerra, marca un hito en la historiografía argentina.
Revista Dinamis
11/1971
 

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