Futilísima Ruinosa Satelital
No hay cosa más inútil que dar consejos

Terapéutica de las barricadas

"El derecho de vivir no se mendiga; se toma"; esta consigna, como tantas otras pintadas en los muros de París, encierra el cuestionamiento global al régimen. De golpe, la rebelión parece vencer a la alienación propia del régimen. Carlos Fuentes, al describir estos días en Francia expresa: "Cafés, talleres, aulas, fábricas, hogares, las esquinas de los bulevares: París se ha convertido en un gran seminario público. Los franceses han descubierto que llevaban años sin dirigirse la palabra y que tenían mucho que decirse. Sin televisión y sin gasolina, sin radio y sin revistas ilustradas, se dieron cuenta de que las "diversiones" los habían, realmente, divertido de todo contacto humano real. Durante un mes, nadie se enteró de los embarazos de la princesa Grace o de los amores de Johnny Halliday, nadie se sintió constreñido por el dictado sublimante de la publicidad a cambiar de auto, reloj o marca de cigarrillos. En lugar de las "diversiones" de la sociedad de consumo, renació de una manera maravillosa el arte de reunirse con otros para escuchar y hablar y reivindicar la libertad de interrogar y de poner en duda. Los contactos se multiplicaron, se iniciaron, se restablecieron. Hubo una revuelta —tan importante como las barricadas estudiantiles o la huelga obrera— contra la calma, el silencio, la satisfacción, la tristeza. Padres e hijos encontraron una posibilidad de comunicación (o certificaron que la habían perdido). Maridos y mujeres se separaron por incompatibilidad política, moral y erótica (pues ahora se trata de sinónimos). Otras parejas se conocieron en las barricadas en el debate permanente del Odeón, en la marcha: el amor nació con la velocidad misma de los acontecimientos. Flo es la hija de una productora de películas amiga mía; era la muchacha más inhibida de! mundo; estudia en Nantes y ocupó la Universidad con sus compañeros; se inició el debate; Flo supo que tenía algo que decir, algo que antes era imposible comunicar; Flo se liberó en una ciudad de la cual desaparecieron los policías convocados con toda urgencia a París; Nantes, la ciudad y su Universidad, y la linda Flo, fueron verdaderamente libres por primera vez.
Madelaine es la inteligente editora de una colección de libros infantiles en una gran casa editorial: su marido es productor de televisión. En el momento más tenso de las barricadas, Madelaine convirtió su apartamento en refugio y hospital de estudiantes heridos; el marido le reclamó que su actitud comprometía: si se trabaja en la ORTF, hay que estar bien con el gobierno. "Escoge entre Pompidou y yo", le contestó Madelaine. Jean-Jacques, un psicoanalista amigo, se queja amargamente: "Los consultorios se han vaciado, pero realmente vaciado. La revolución ha sustituido al psiquiatra. Nos sentimos inútiles. Ayer vino a verme una muchacha, clienta mía, y me dijo: 'Ustedes quieren adaptarnos a esta sociedad idiota. Me niego a ser adaptada. Quiero ser rechazada y rechazar el mundo actual'. Y me dejó, como recuerdo, un adoquín sobre la mesa".
Tú, André, eres comunista y manifiestas con tu bandera roja; tú, Anne-Marie, perteneces a las Juventudes Revolucionarias marxistas y manifiestas vestida de negro con tu banderita negra. Cada uno lee un periódico y no cree lo que lee. Tú, André, no puedes creer que "L'Humanité", tu periódico, llame a Daniel Cohn-Bendit "anarquista alemán" y se asocie a la decisión policíaca de expulsar al dirigente estudiantil de Francia. Tú, Anne-Marie, que también eres hija de judíos alemanes emigrados a Francia para escapar de las prisiones y la muerte hitlerianas, no crees que veintiocho años después de ganada la guerra (y tú tienes sólo diecinueve), los periódicos nacidos de la Francia libre puedan llamar a Cohn-Bendit "canalla judío extranjero". André y Anne-Marie no se conocen. Se miran. Miran lo que están leyendo. Se toman de la mano. Se unen a la enorme manifestación que avanza hacia la Plaza Denfert-Rochereau y gritan grave, orgullosamente, con el medio millón de estudiantes en marcha: "Todos somos judíos alemanes". Los desconocidos dejaron de serlo. La revolución, una vez más, fue un encuentro y un abrazo: para la revolución no hay desconocidos".
(La rebelión estudiantil en las calles: el mayo francés. CEAL. 1974)

Vamos con los consejos de 1947 sobre cómo quitar algunas manchas. Quien sigue los consejos ya sabe lo que es, no me vengan con quejas, que un agujero, que no se consigue el agua bendita, que a mi no se me mancha nunca una ropa con café, que para qué se inventaron las tintorerías y los quitamanchas, etecé, etecé.

Manchas de grasa— Se quitan con éter o bencina. Cuidar de apoyar la mancha sobre un trapo limpio que absorberá la grasa, Cambiar el género cada vez que se ensucie. También puede frotarse la mancha con tiza blanca, Frotar por uno y otro lado de la tela manchada. Otro modo de "borrarla": aplicarle talco. Dejar un largo rato y cepillar. Repetir con la aplicación de talco hasta que no haya más grasa. Para evitar la aureola que se forma a veces al limpiar, tomar talco con un algodón, y antes que el producto a desmanchar esté seco, frotar en redondo alrededor de la mancha,
Manchas de café— Sobre tela blanca, decolorar la mancha con permanganato de potasa o con agua de Javel. Enseguida aplicar jugo de limón. Lavar.
Se puede frotar la mancha con glicerina pura y lavar luego con agua tibia.
Para los géneros no lavables decolorar con agua oxigenada. Pero antes hacer un ensayo si la tela es
de color.
Manchas de chocolate— Hay que hacer empapar la mancha con alcohol a 90º, al que se habrá añadido algunas gotas de amoníaco. Lavar después con abundante agua.
Sobre seda o géneros no lavables, proceder con el mismo tratamiento Que para las manchas de café.

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