Futilísima Ruinosa Satelital
No hay cosa más inútil que dar consejos

La gala del Colón 
"Los hombres del 80 se sienten ya inscriptos en el cielo europeo y por lo tanto engendran los gestos necesarios para probarlo. Cambian de tono vital, penetra la idea del lujo y la ostentación como el signo exterior de la convicción interior de la clase. Se construyen residencias amplias que reemplazan las viejas casas del barrio Sur, palacios con estilo que se ubican en barrios nuevos y reservados (Barrio Norte, Palermo Chico), se llenan las mansiones de objetos decorativos y suntuosos traídos de Europa, se hacen recepciones en las que se pone en evidencia la vajilla de Sèvres tanto como el menú preparado por gastronómicos franceses, los vestidos femeninos, los trajes masculinos y los modales refinados, copiados de Europa o aprendidos allí, en escuelas que se han frecuentado porque es necesario que los hijos posean la gran instrucción que nuestra pobreza cultural no les puede dar. "El Buenos Aires de aquellos días, mirado desde Europa, era algo así como el fin del mundo. ¡Quedaba tan lejos, tan lejos del centro cerebral del universo civilizado; de París, de Londres, de Roma o de Viena! ... El solo hecho de haber nacido y de haberme formado en Europa hasta los veintiún años, era causa de que no tuviera yo de mi lejano país más que referencias y noticias favorables, agrandadas a través del enternecido patriotismo de mis padres...", escribe Daniel García Mansilla, sobrino del tan representativo general Lucio V. Mansilla.
Dignidad y rituales basados en un elevado sentimiento de autovalía producen todo un sistema de gestos y de encuentros que necesitan los lugares adecuados, por ejemplo el Teatro Colón —que se reconstruye en su forma actual— o el hipódromo o el paseo en carruaje por la calle Florida o las fiestas:
"La mayor parte de la gente se saludaba. Eran sabidos el horario de los transeúntes y sus hábitos. Nadie podía sustraerse a la seducción de Florida, tradicional punto de reunión de la familia porteña... Era la gran vidriera y el centro nervioso de Buenos Aires. En ella se ostentaba el lujo y, a veces, también, hasta el talento", cuenta Federico M. Quintana en su libro 'En torno a lo argentino', y Segundo Villafañe, en 'Horas de fiebre': "Bajando la pendiente en dirección a Palermo, el largo trote de las yuntas se acelera, el centelleo rápido de las ruedas aumenta, mientras los caballos empiezan a cubrirse de espuma y la sangre de las nobles razas los aguijonea impaciente bajo la tiranía de las riendas... La hora de la gran carrera se aproxima. Las casillas del sport ya están abiertas y la movediza concurrencia gira y gira bajo el sol... Poco después de la carrera, las confiterías del hipódromo son invadidas por un público sediento, que hace un ruido infernal sobre las mesas. .." Y finalmente Lucio V. López en La gran aldea:
"Una noche clásica de ópera en el Colón reúne todo lo más selecto que tiene Buenos Aires en hombres y mujeres. Basta echar una visual al semicírculo de la sala: presidente, ministros, capitalistas, abogados y leones, todos están allí; aquello es la feria de vanidades, en la cual no faltan sus incongruencias de aldea." 
Hacerse ver, figurar, tener la consideración de los demás, afirmar los privilegios de pertenecer a un grupo llamado a realizar el cometido histórico de un país que después de haber obtenido su independencia siempre vio frustrados sus propósitos de grandeza..." La Revolución del 90 por Noé Jitrik

En fin, mucho no cambió la cosa, mejor vamos con los consejos...
La carne debe guardarse en sitio ventilado, pero donde no corra viento, porque se seca y se endurece.
El agua de regar las plantas no debe hervir nunca.
Las flores cortadas se conservan frescas bastante tiempo si se echa un poquito de salitre en el agua del florero. 
El material de las botas viejas tiene una aplicación casera muy práctica. Sirve para hacer agarradores de plancha muy útiles, porque no lo traspasa el calor.
La sal es excelente para dar brillo al cabello. Por la noche al acostarse se frota fiel el cuero cabelludo con sal molida y se ata un pañuelo á la cabeza. Por la mañana se limpia el pelo con un cepillo. Unas cuantas aplicaciones de este tratamiento bastan para que el pelo se ponga lustroso.
Las planchas oxidadas se limpian calentándolas ligeramente y frotándolas con piedra de limpiar cuchillos pulverizada y un trapo mojado en aceite ó parafina.

Estos consejos de Economía Doméstica fueron presentados pooooorrrrr:

Los fósforos marcas VICTORIA y ESTRELLA, únicos sin veneno y resistentes á la humedad. Gran Premio, la más alta recompensa en la Exposición Internacional de Higiene 1904. 

siguiente

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado